Según datos recientes, las farmacias mueven el 10% del mercado de la dermofarmacia en España. Una cifra nada despreciable, teniendo en cuenta que se trata de un mercado en continuo crecimiento, con la incorporación masiva, al abrigo de la moda actual, de nuevos clientes entre los del género masculino. Un mercado que mueve y genera una importante ganancia económica.
Para conseguir esta cuota de mercado los farmacéuticos hemos tenido que medirnos con las grandes superficies, que siguen una política basada en precios competitivos, y con las tiendas de cosmética, que han pasado de ser establecimientos aislados a formar parte de grandes cadenas, con estrategias basadas en el surtido.
Esta cifra viene a demostrar que la labor educadora de los farmacéuticos en el transcurso de los últimos años en materia de salud dermatológica no ha caído en saco roto. El mercado de la belleza está muy estrechamente vinculado al de la salud; no en vano siempre hablamos de salud como bienestar físico, psíquico y social, y en las relaciones sociales, la belleza y, más aún la salud, desempeñan un papel destacado.
De hecho, empezando por los clásicos productos de higiene (jabones, syndets, champús, geles y baños) y continuando por la cosmética reparadora actual, en las farmacias llevamos mucho tiempo abogando por el cuidado integral de la piel. Nuestros fotoprotectores, formulados con rigurosos criterios científicos para proteger la piel, con seguridad y eficacia, de los efectos perjudiciales de la radiación solar, son un ejemplo y han actuado como cuñas en la mente de los ciudadanos que, hoy por hoy, consideran al farmacéutico como lo que es: un experto no sólo en medicamentos sino también en productos dermatológicos. Si la buena labor en este ámbito nos ha permitido llegar a esta cifra, la mejora continua nos permitirá incrementarla y consolidar un posicionamiento que nos aporte beneficios empresariales y libertad para poder ofrecer un servicio de calidad en nuestros establecimientos.
Bienvenido 10%.