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Vol. 29. Núm. 6.
Páginas 10-13 (Noviembre 2015)
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Asilo político
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Enrique Grandaa
a Doctor en Farmacia grandafarm@gmail.com
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Juan Mesué había sido titular de una próspera farmacia en Damasco y, como muchos sirios de buena posición, había estudiado en Madrid, en la Universidad Complutense. En Siria se convalida fácilmente el título de farmacia obtenido en España, lo que resulta interesante porque tiene validez en toda la Unión Europea

Farmacia Profesional, como cada año en estas entrañables fechas, quiere enviar un mensaje de felicitación a sus lectores y romper el ritmo de las obligaciones diarias del farmacéutico con una historia que seguramente nos hará pensar en la situación de otros farmacéuticos en el mundo. Lo hacemos desde una historia inventada que podría haber sucedido en 2015, porque, por desgracia, todavía existen países en los que cualquier ciudadano, sea cual sea su formación o profesión, puede verse obligado a convertirse en refugiado político.

Todo empezó un martes, el 15 de diciembre de 2015. Había citado en mi despacho del Ministerio del Interior a varios inmigrantes que había solicitado asilo político para revisar su documentación.

El trámite suele ser largo porque hay que analizar caso por caso con detalle. A las 11 tenía cita un ciudadano sirio, llamado Juan Mesué, un nombre que me hizo pensar en cómo puede llamarse Juan alguien nacido en Siria…

Juan Mesué era de tez blanca, aspecto sano y parecía tener menos de 50 años. Iba relativamente bien vestido, con corbata y una camisa muy limpia. Además, hablaba en un perfecto castellano.

Había sido titular de una próspera farmacia en Damasco, heredada de su padre y, como muchos sirios de buena posición, había estudiado en Madrid, en la Universidad Complutense. Profesaba la religión Católica, por tradición familiar, un hecho nada infrecuente en su país, ahora sumido en guerra.

Me explicó que en Siria se convalida fácilmente el título de farmacia obtenido en España, lo que resulta interesante porque tiene validez en toda la Unión Europea. Por eso su padre le había enviado a estudiar a Madrid con la intención de que aprendiese otro idioma y conociera la cultura europea.

El tiempo se nos echaba encima y no habíamos pasado de las presentaciones. Como tenía pendientes otras entrevistas, le pregunté a Juan Mesué si podía volver el día siguiente a la misma hora para analizar los motivos de su demanda de asilo político.

La guerra civil de Siria

Resulta realmente difícil entender una guerra civil en la que combaten más de dos bandos, así que lo primero que le pregunté en nuestra segunda entrevista fue por la guerra civil en Siria. Él quiso comenzar por el principio:

– Siria es en realidad un Estado muy joven. Obtuvo la independencia de los franceses en 1946 y tras más de dos décadas de golpes de estado consiguió una cierta estabilidad en 1970, fecha en la que Hafez al-Asad  tomó el poder también mediante un golpe de estado, llevando al gobierno al  Partido Baath Árabe

Socialista. Al-Asad gobernó durante casi 30 años; y a su muerte –en el año 2000– le sucedió su hijo  Bashar al-Asad, refrendado en una elección de candidatura única, con resultado de 94,6% de participación y 99,7% de apoyo.

¡Vamos, una dictadura, de tomo y lomo!, me apresuré yo a decir, a la vez que le preguntaba sobre el origen de la guerra civil.

– La guerra, como casi siempre, empieza por una cuestión económica, –me contestó– . Siria tiene gas y petróleo, aunque no en grandes cantidades, pero sobre todo tiene la posibilidad de conducir al Mediterráneo el petróleo de la península de Arabia, sin necesidad de pasar por el canal de Suez. Además, nuestro país reúne todas las condiciones necesarias para que se produzca un levantamiento: culturas y religiones distintas, intereses contrapuestos, etc. Aunque la República Siria es un estado laico, en realidad está en manos de una minoría religiosa: los chiíes, mientras que la gran mayoría de la población es suní. También están las otras minorías como kurdos o católicos que entre todos sumamos un 10%.

En la llamada Primavera Árabe hubo levantamientos y Bashar al-Asad los reprimió con extrema violencia, incluso llegó a utilizar gases contra los rebeldes al régimen, lo que ha sido considerado un crimen contra la humanidad. Sin el apoyo de Moscú, quizá ya no estaría en el poder.

Desde entonces, un gran número de facciones que, para entendernos, se vienen llamando “la oposición” combaten en el país. Y en los últimos años se ha añadido a la guerra Estado Islámico (ISIS), una de las peores amenazas y el responsable de buena parte de mi petición de asilo político.

¿Solo parte…? pregunté yo.

– Sí, hay más motivos. Mi farmacia de Damasco fue incendiada por facciones próximas a Bashar al-Asad, así que si no me mataba el Estado Islámico por un tema religioso, lo haría el Gobierno por desafecto al régimen. En estas condiciones, la única opción era huir, algo que he podido hacer a costa de perder todo mi patrimonio.

¿Todo, todo? Insinué yo tras revisar su cuidado atuendo.

– No todo, mi hijo estudia en Madrid y he puesto parte del patrimonio a salvo en España, primero pequeñas cantidades, y desde el principio de la guerra, todo lo que he podido… Solo guardé algo de efectivo para salir de Siria con mi esposa y mi hija menor en un viaje con muchos incidentes. Un barco mercante nos dejó en Malta y allí pedí asilo político en España, donde no me pusieron muchas dificultades para llegar a su país.

Ya era tarde, salimos juntos del Ministerio y Juan quiso invitarme a un aperitivo. Ni se me pasó por la cabeza pensar que alguien podría interpretarlo como un soborno. Tomamos una cerveza y antes de separarnos me preguntó si el proceso sería largo. Creo que le contesté que solía serlo, pero que tuviera paciencia porque su caso era bastante claro. Vamos, lo que le digo a casi todos.

Navidad y política

Las elecciones generales fueron el día 20, con el resultado que todos conocemos y la incertidumbre de pactos políticos que se avecinaba. Todavía no sabíamos los cargos que serían cesados ni los que continuarían en su puesto, así que cuando tuve que despachar con el Director General, hice mi informe habitual sobre las peticiones de asilo político.

Le vi nervioso, casi sin atreverse a pedirme algo, pero al fin lo hizo:

– Tengo un problema con las peticiones de asilo político: llevamos más o menos las mismas que el año pasado y desde la Unión Europea nos exigen que mejoremos la gestión. Si tenemos expedientes atrasados en que las cosas estén bastante claras podría incluirme para la firma unos 100 más, pero asegúrese de elegir los que se encuentren más atrasados para demostrar una mejor eficacia.

Al volver a mi despacho eché un vistazo al inmenso montón de solicitudes y escogí los que llevaban más tiempo y contenían notas favorables. El expediente de Mesué estaba encima de mi mesa todavía sin calificar, además había sido de los últimos en llegar…

Teníamos mucho trabajo por hacer, así que reuní a mi menguado equipo y les transmití la mala noticia:

– El Director me ha pedido que dejemos hechas 100 resoluciones antes de irnos de vacaciones.

Vi sus caras de sorpresa y contrariedad hasta que Julia, una auxiliar muy eficaz pero con genio, saltó:

– !Cien resoluciones! Es el trabajo de un mes para las diez personas del Servicio. Y ahora solo somos cinco!

Me tocó negociar, poniéndome de su parte:

– Preparemos 50. Yo también trabajaré haciendo resoluciones, y la otra mitad estarán al cargo del segundo turno de vacaciones.

Conseguí calmarles un poco. Les di 8 expedientes a cada uno, y yo me quedé con el resto. Aquellos días salimos tarde del trabajo, sobre todo yo, que estaba menos habituado a gestionarlos. Cuando ya tenía listos mis 8 expedientes me di cuenta de que todavía faltaban 2 para los 50 que debíamos pasar a firma antes del segundo turno, y decidí tomarme una pequeña licencia: elegí un expediente cualquiera de los antiguos y el de Juan Mesué, que completé a toda prisa, puesto que ya tenía los informes favorables. Era mi manera de decir que mi trabajo era importante y mi criterio prevalecía ante los visos de arbitrariedad de las órdenes recibidas.

Messué El Joven fue un científico árabe que dejó escrito, entre otros libros, el Antidotarium sive Grabaddin medicaminum compositorum. Su influencia llegó hasta el siglo XVIII en toda Europa, pero muy particularmente en España, donde se hicieron defensas encendidas de sus teorías en un momento en que ya triunfaba la química

Una sorpresa inesperada

Mi esposa y yo solíamos pasar la Navidad en Madrid pero nos gustaba pasar fuera el fin de año. Ese año fuimos a Lyon durante cinco días en un viaje que habíamos preparado cuidadosamente para obtener los mejores precios. El día de Reyes estuvimos con toda la familia. Hasta recuerdo que le expliqué a Paquita, mi prima farmacéutica, que había trabajado en el expediente de un farmacéutico de Siria que había pedio asilo político en España.

El día 7 me incorporaba de nuevo al Ministerio. Las vacaciones me habían hecho olvidar el trabajo de los últimos días y al reincorporarme pude comprobar que los funcionarios que habían librado en el primer turno tenían muy adelantado el trabajo y ya habían ido pasando resoluciones a la firma, así que todo parecía ir razonablemente bien.

Sin embargo, a media mañana recibí una llamada de la secretaría del director para que fuera a verle inmediatamente. Lo primero que pensé es que había algún problema, pero al llegar a su despacho me encontré al director sonriente:

– Le he llamado porque el Subsecretario me ha pedido que les transmita su felicitación por el trabajo que han realizado. Estaba encantado porque uno de los expedientes de asilo ha sido concedido a un farmacéutico sirio que está organizando el envío de medicamentos con unas ONGs de farmacéuticos. La prensa lo ha elogiado y hasta le han hecho una entrevista el día 31 de diciembre. Así que le ruego que transmita su felicitación y la mía a todos los funcionarios que han participado.

El resto de la conversación fue distendida, incluso me preguntó dónde habíamos estado de vacaciones y estuvimos hablando de Lyon, una ciudad que él conocía perfectamente, permitiéndose incluso presumir de haber cenado alguna vez en el restaurante de Paul Bocuse.

Al salir, el director me dijo sin perder el tono amable:

– Ha sido una suerte que incluyera a ese farmacéutico… pero no crea que no me di cuenta que entre su solitud y la resolución no habían mediado ni tres semanas. Una eficacia fuera de lo común… que atribuí a las prisas. En fin, no hay ningún problema.

– Si, quizá las prisas de última hora, dije yo mientras me despedía.

Aquel día, al salir del Ministerio, vi a Juan Mesué que venía hacia mí para agradecerme efusivamente mi gestión. Me dijo que la resolución de su caso había sido su mejor regalo de Navidad –un día que, por cierto, es fiesta nacional en Siria para todos los ciudadanos, y no solamente para los católicos– y me propuso tomar un café para hablarme de otro tema. Temí que se tratara de política, pero acepté intrigado. Cuando estábamos ante una humeante taza de café me dijo:

– Usted quizá no lo sepa pero un antepasado mío estuvo en España en el Siglo XII, y fue muy famoso en el mundo cristiano. Había nacido, como yo, en Damasco, pero aquí fue donde alcanzó la fama.

No sé mucho de historia de la medicina y de la farmacia, pero el nombre me sonaba y le pedí más datos para presumir de cultura ante mi prima Paquita, que siempre adoptaba un aire de superioridad frente a lo que llamaba despectivamente “abogados de secano” cuyo único mérito había sido sacar una oposición.

Juan me explicó que a su paso por la Facultad, en la asignatura de Historia de la Farmacia el profesor se dirigiría a él en cualquier momento preguntándole por los “Cánones de Mesué”. Messué fue un científico árabe que dejó escrito, entre otros libros, el Antidotarium sive Grabaddin medicaminum compositorum. Su influencia llegó hasta el siglo XVIII en toda Europa, pero muy particularmente en España, donde se hicieron defensas encendidas de sus teorías en un momento en que ya triunfaba la química1.

Tal era la insistencia de su profesor en que era una figura imprescindible para entender la historia de la farmacia, que acabó por estudiar a fondo la biografía de su supuesto antepasado y podía recitar de memoria los 9 cánones de Mesué El Joven2, al que en su tiempo denominaron El Evangelista de los Farmacéuticos3.

Cuando nos despedíamos, le pregunté cómo se pensaba ganar la vida en España.

– De momento no me puedo quejar. Me he colegiado, ya estoy trabajando en una farmacia como adjunto y, aunque me está costando ponerme al día de la receta electrónica, tengo mucha experiencia en la atención a los pacientes. También colaboro con una ONG para enviar medicamentos a Siria. Y gracias a mi conocimiento del idioma, tengo un proyecto en mente para la exportación de genéricos a los países árabes.

Al final, pensé, resultará que este hombre no va a necesitar un milagro de Navidad para ganarse la vida, y hasta es posible que se la gane mejor que algunos de los farmacéuticos locales. Y me sentí satisfecho porque yo también había colaborado en que sus sueños puedan hacerse realidad.

Debía ser cosa del espíritu navideño. Felices fiestas.


Notas

1 En 1652 se publica el Discurso Farmacéutico sobre los cánones de Mesué por el boticario aragonés Miguel Matínez de Leache. Tras la publicación de la Palestra Farmacéutica Chimico Galénica de Félix Palacios en 1706, que tienen varias ediciones hasta 1768, se produce una gran controversia en defensa de las teorías de Mesué como la realizada por Jorge Basilio Flores, boticario de Murcia, que finalmente es derrotado por los adelantos de la química.

2 En algún caso de habla de diez cánones sobre los medicamentos: de la sustancia, de la complexión, del tacto, del olor, del sabor, del color, del tiempo, del lugar, de la vecindad y de la singularidad.

3 Henry, N. E; Guibourt, G: Farmacopea Razonada 1830.

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