Una alergia, como bien sabemos, es una reacción desmesurada del organismo frente a alguna sustancia que para otros organismos puede ser inocua.
Personalmente y desde hace ya bastante tiempo padezco una fuerte alergia a los bancos. Cada día me producen más aversión. Procuro no tener contacto con ellos, como lo haría con un gato si fuera alérgica a estos animales, o eludo entrar en sus oficinas, como lo haría un alérgico a los ácaros en un lugar lleno de polvo.
Los bancos son entes sin cara, o la cara que muestran es, generalmente, bastante dura. De corazón, es vox populi, no andan sobrados, pero es que de cerebro, tampoco. Un ejemplo: todos los clientes de entidades bancarias estamos contribuyendo desde hace tiempo a la reducción de sus gastos en recursos humanos y materiales: no hacemos reintegros por ventanilla sino por cajero, consultamos nuestras cuentas y operamos por internet, prescindimos de la correspondencia en papel, etc. Pero este dinero que les ahorramos no revierte en una mejor atención al cliente: si alguna vez (muy rara) necesitamos de verdad un asesoramiento personalizado, no siempre es fácil obtenerlo. Todo son trabas y reservas. Da la impresión de que si nunca entráramos en sus dependencias estarían encantados, a menos que lo hiciéramos con un maletín cargado de dinero.
Hay excepciones, por supuesto. No hablo de todos los bancos ni de todos los empleados, asalariados al fin y al cabo, que se dedican a resolver los problemas cotidianos de la gente. Hombres y mujeres que sí dan la cara y que a primeros de mes están al borde de un ataque de nervios.
Como usuaria, toreo con estas entidades lo mejor que puedo, pero tengo la sensación de que cada día me hacen la vida más complicada y lo que más desazón me produce es que, encima, en virtud de unos acuerdos firmados con mis representantes (cada colegio con el banco escogido) deciden, por ejemplo, cuántos días utilizan mi dinero y en qué condiciones, cuánto van a cobrarme de comisiones por el TPV, etc. «Condiciones preferentes», las llaman.
Lo malo de las alergias es que una vez nuestro organismo se ha sensibilizado frente a un alérgeno, hay más probabilidades de que reaccione desmesuradamente ante otro y yo sospecho que ahora se me está agudizando una nueva alergia a la Administración. Como en este caso no cabe una estrategia de evitación del alérgeno, sólo me queda esperar que la cosa no vaya a peor.
