Tras la lectura del trabajo de Delgado et al.1, después de felicitar a los autores por la importancia de esta intervención proactiva en la seguridad del sistema de utilización de medicamentos en su centro, queremos hacer algunas observaciones.
Es cierto que el objetivo de este trabajo no es el proceso completo de utilización de medicamentos, ya que no engloba la administración de los fármacos. Sin embargo, una visión global de la seguridad de todo el proceso hace que parezca razonable haber incluido también esta fase. La administración de los fármacos origina el 38% de los errores de medicación2, por lo que pensamos que también es una fase crítica, además de la prescripción, validación y dispensación que indican los autores1.
La elección del grupo de trabajo en la realización del AMFE es fundamental, y metodológicamente precisa de un grupo multidisciplinario que asegura la presencia de varios puntos de vista sobre el proceso que se va a analizar3. Médicos, enfermeras y auxiliares de farmacia no han participado de este AMFE, con lo que el análisis de los modos de fallo del proceso se ha realizado bajo el enfoque de los farmacéuticos, impidiendo una visión más completa de todo del proceso y de los posibles modos de fallo. Incluso disponer de algún miembro del grupo de trabajo del AMFE ajeno al proceso (por ejemplo, los informáticos) puede ayudar a identificar potenciales vulnerabilidades3. Los autores reconocen esta limitación del estudio1, pero la trascendencia práctica es importante, ya que los errores de medicación se producen en la prescripción en un 39% (fase dependiente de los facultativos) y en la administración en un 38%2 (fase dependiente del personal de enfermería) y seguramente su visión hubiera enriquecido el análisis.
Contar con un grupo más multidisciplinario hubiera permitido valorar, por ejemplo, si el programa de prescripción electrónica ayuda a implantar barreras de seguridad en la prescripción (dosis máximas, alertas por alergias, interacciones, duplicidades, insuficiencia renal o hepática, acceso a la guía farmacoterapéutica del centro, resalte visual de los fármacos de alto riesgo, incluyendo electrolitos), etc. Ya que la validación farmacéutica es la única medida de control de los errores de prescripción y solo durante 14 h diarias, parece razonable implementar medidas, como las expuestas, que disminuyan su incidencia y que probablemente hubieran surgido en un AMFE con personal asistencial. Esto es relevante ya que la falta de información sobre el paciente (función hepática, renal y antecedentes de alergias) y el medicamento son una de las causas más frecuentes de errores de prescripción (294 y 36%5 respectivamente), y puede ser mitigada por la prescripción electrónica.
Respecto a enfermería y auxiliares de farmacia se podría haber valorado, por ejemplo, si las hojas de administración de medicamentos generadas por Prescriwin® o por prescripción electrónica o si el etiquetado y envasado de los fármacos dispensados podían ser fuente de error (por legibilidad o por otro motivo).
En resumen, el trabajo es de gran valor, pero creemos que el análisis del proceso de medicación en el que tantos servicios y categorías profesionales son protagonistas, mejora con un abordaje multidisciplinario de todas las fases del mismo, por el beneficio del paciente.