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Vol. 50.
Páginas 63-66 (Julio - Diciembre 2015)
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Juan José Benavides Martínez, De milicianos del Rey a soldados mexicanos. Milicias y sociedad en San Luis Potosí (1767-1824), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas/Universidad de Sevilla, 2014, 410 p.
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Mario Alberto Zúñiga Campos
Posgrado en Historia, Universidad Nacional Autónoma de México, ciudad de México, México
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En los últimos años se ha hecho cada vez más frecuente la aparición de estudios sobre las milicias formadas en el virreinato de la Nueva España y en la incipiente nación mexicana. Estas investigaciones en torno a dichos cuerpos armados, de diversa composición étnica y estrato social, tienen una nota distintiva frente a la historiografía militar preocupada por los asuntos táctico-operacionales: resulta interesante, y bastante revelador, que tanto en los estudios que se consideran ya como clásicos1 como en las obras de reciente aparición, existe una preocupación por estudiar a las milicias más allá de lo puramente militar, dando cuenta de su impacto social, sus implicaciones políticas, e incluso sus aspectos político-culturales2.

La presente obra de Juan José Benavides no desentona frente a este último grupo de obras, pues se trata de un estudio serio, muy bien documentado3, sobre la formación y desarrollo de los cuerpos milicianos del altiplano potosino, que también se interesa por sus aristas políticas y sociales, dándole a ello a su vez un enfoque regional.

Su temática es el estudio de las milicias del altiplano potosino desde su surgimiento, con los motines acaecidos en la provincia de San Luis Potosí en 1767, hasta el momento inmediatamente posterior a la independencia, con la finalidad de explicar las razones que llevaron al establecimiento de dichos cuerpos milicianos, y conocer sus implicaciones políticas y sociales. El autor justifica la importancia de su investigación asegurando que el estudio de las milicias proporciona una perspectiva privilegiada para el estudio de distintos grupos y etnias de la sociedad novohispana, así como por la significación de estos cuerpos, «armados pero no militares», como un espacio de poder en el cual las elites buscaron defender sus intereses4.

En la tesis que se esgrime en la introducción se da cuenta del proceso que dichas milicias. De acuerdo a esta, hubo diferentes intentos por crear cuerpos milicianos en San Luis Potosí, y diferentes necesidades defensivas: el primero fue posterior a los tumultos de 1767 ocurrido en la ciudad de San Luis y sus alrededores, el cual respondió a la necesidad de reprimir sublevaciones futuras, pero también al afán de la Corona española de involucrar a sus súbditos en América en su propia defensa frente a los ataques ingleses. Fruto de estos esfuerzos se fundó la legión de San Carlos, pero, luego de varias décadas de existencia, en 1797 fue remplazada por los regimientos de San Luis y de San Carlos. El interés por parte de Calleja y el apoyo de la elite local consiguieron que estas milicias fueran unas fuerzas útiles, a tal grado, que constituyeron la base del ejército que derrotó la insurrección encabezada por Hidalgo. Dichas fuerzas alcanzarían cierto grado de profesionalización durante la guerra de independencia, que les permitió incorporarse sin problemas al ejército Trigarante en 1821.

Pero la obra arranca con un largo prolegómeno de dos capítulos, describiendo los rasgos geográficos del altiplano potosino. Explica cómo se fue configurando el crecimiento de la región desde finales del siglo xvi con los descubrimientos de yacimientos argentíferos5, que fomentaría a su vez las actividades agropecuarias, el comercio, así como la presencia de la iglesia. Posteriormente redondea su contextualización de lo que sería la provincia potosina describiendo la inestabilidad que tuvo el establecimiento de la intendencia de San Luis Potosí, y termina el primer capítulo señalando a grandes rasgos los avatares que siguió la Corona española en su conflicto con los ingleses, que llevaron a emprender cambios significativos de su estrategia defensiva en territorios americanos, mediante el establecimiento de milicias disciplinadas en las que diferentes grupos étnicos se encargarían de su propia defensa; estrategia que, a decir del autor, mejoró la situación defensiva, sin ser del todo lo eficaz que se esperaba.

Más adelante, estudia la razón coyuntural que exigió la formación de milicias disciplinadas en esta región. Luego de verse superadas las autoridades locales durante dos meses a causa de los motines acaecidos en la ciudad de San Luis Potosí y sus alrededores, en el Venado y la Hedionda, así como en Guadalcázar, alentados por el malestar en la región a causa de ocupación de tierras y por la aplicación de nuevas leyes en materia fiscal, con la llegada del visitador general de España, José de Gálvez, se dio el primer intento por formar milicias disciplinadas, conformándose la legión de San Carlos ese mismo año, teniendo por coronel a Francisco de Mora, primer conde del Peñasco.

No obstante, a escasos tres años de su fundación comenzaron a palparse sus carencias, pues ni el conde del Peñasco ni los miembros involucrados mostraron interés por reunirse en asambleas, mantener el cuerpo armado y medianamente instruido.

Pasarían 30 años para que la milicia de la región potosina fuera nuevamente una preocupación de las autoridades, por ser la intendencia una zona de frontera, y por ende, de latentes amenazas frente a una invasión inglesa, razón por la que se envió al coronel Nemesio Salcedo con el objeto de suprimir la legión de San Carlos y formar dos regimientos: el de San Luis y el de San Carlos. Pero sería Félix María Calleja quien en su función de capitán general de la provincia se encargaría de hacer realidad lo que había sido una reforma sobre el papel. Este logró a partir de 1797 lo que no había podido ninguna otra autoridad representante del Rey de España, al involucrar a la elite potosina y a diferentes grupos étnicos de la región, aun cuando al inicio esta elite mostró cierta resistencia. El resultado, luego de algunos años, fue la conformación de esos dos regimientos con 776 milicianos, entre oficialidad y soldados, razonablemente armados e instruidos.

La coyuntura de la guerra de independencia abriría un nuevo camino, pues estos cuerpos pasarían de ser milicias disciplinadas a marchar hacia su profesionalización al calor de la batalla. Con el levantamiento de Hidalgo, Calleja encontró el momento idóneo para hacer méritos, y desafiando las órdenes de virrey, decidió enfrentar a las huestes insurgentes con los recursos que tenía a la mano, y formando dos nuevos cuerpos. Uno de infantería conocido como los «tamarindos”, y otro de caballería, Los Fieles del Potosí, que conformarían en conjunto una fuerza de casi 3,000 hombres.

Si bien estas fuerzas derrotarían a Hidalgo, atestándole el golpe definitivo en la famosa batalla de Puente de Calderón, Calleja dejó poco protegida la ciudad de San Luis Potosí, además de no contar con que entre las propias fuerzas a las que encomendó la defensa se revelarían en su contra, con lo que Iriarte logró controlar por algún tiempo la ciudad.

Una vez sofocada la insurrección de Hidalgo y recuperada la paz en la provincia, las milicias potosinas seguirían combatiendo la insurgencia que encontraría nuevos líderes, siendo el más destacado Morelos. Estos cuerpos ya no estarían bajo el mando directo de Calleja, pues este consiguió ser promovido a virrey de la Nueva España.

La estrategia que utilizó Félix María Calleja en San Luis Potosí la extendería a todo el virreinato: mientras que las tropas que formó junto con otras del ejército permanente acantonado en México formarían divisiones en todo el territorio con el fin de perseguir las partidas insurgentes, las milicias de patriotas formadas en cada pueblo, villa y ciudad tratarían de defender sus respectivas demarcaciones. Por este camino se consiguió sofocar parcialmente la insurrección, pero a un alto costo no solo para la Real hacienda; también terminó por dar al traste con la maltrecha economía novohispana y su sociedad, al no poderse controlar la corrupción e indisciplina de todas las fuerzas realistas. Este desolador panorama llevó a la destitución de Calleja de su cargo como virrey.

Con las fuerzas insurgentes reducidas a tal grado de verse obligadas a recurrir al sistema de guerra de guerrillas, en aquella etapa de la guerra, los soldados, pero también buena parte de la oficialidad ya era mayoritariamente criolla. Este elemento, junto con el afán por poner fin a una guerra desgastadora y el interés por conservar sus privilegios como militares ante los cambios políticos de la península que los amenazaban llevó a que Iturbide y otros mandos milicianos e intermedios del ejército permanente apoyaran el plan político militar, que consagraría la independencia con pocos inconvenientes.

De esta manera las tropas potosinas, parafraseando al autor de la obra, pasaron de ser soldados del Rey a miembros de ejército mexicano, al integrar las tropas del ejército Trigarante, quedando con este pronunciamiento liderado por Iturbide las fuerzas armadas con capacidad de incidir en política, y un gran número de elementos harían del arte de la guerra su modus vivendi, encontrando en las armas un medio para hacer política en el México independiente6.

Consideramos que la obra cumple con creces el esclarecimiento de su problema de investigación, pues además de dar cuenta del surgimiento y desarrollo de estas milicias, logró desenmarañar sus implicaciones políticas, y principalmente sociales. En lo político, confirma que para el caso potosino se hacen extensivas tesis que Archer (1983) y Ortiz Escamilla (1997) ya habían advertido: por un lado, la elite potosina, mayoritariamente peninsular, decidió involucrarse en el establecimiento de las milicias disciplinadas porque encontró en estas un medio de reafirmar su control social. Por otra parte, con la integración de las milicias de patriotas defensores de Fernando VII en el altiplano potosino, estos cuerpos, con una oficialidad ahora mayoritariamente criolla y soldados que antes fueron peones de hacienda, como ya se mencionó, se acostumbrarían a los beneficios de pertenecer a las fuerzas castrenses.

Pero son los aspectos sociales los que a mi juicio merecen una mención aparte por su trato metodológico ejemplar. Mediante el estudio de las aportaciones económicas para la fundación de la legión de San Carlos y de sus listados logró mostrarnos la ascendencia étnica y ocupaciones de la elite potosina; una elite que en la zona norte del altiplano era mayoritariamente peninsular (principalmente de origen vasco y montañés), compuesta por propietarios de minas y comerciantes, mientras que al sur existía una mayor presencia de hacendados de origen criollo7.

También es digna de mención la forma en la que se trabajó mediante fuentes del AGN para introducir el perfil social de la contrainsurgencia miliciana, en la que Juan José Benavides reconoce cierta influencia de Eric van Young8:

…podríamos hablar de dos tipos de milicianos de los regimientos potosinos durante la guerra. La práctica totalidad eran jóvenes y sin compromisos familiares, pero los vecinos de la provincia de San Luis eran predominantemente hombres de campo, mestizos, analfabetos, y que servían en los cuerpos de dragones, mientras que entre los procedentes de otras regiones del virreinato, en gran parte alistados en el batallón de infantería, había un importante componente de blancos, dedicados en oficios, y que estaban alfabetizados9.

Para redondear el aspecto social, es destacable el esfuerzo biográfico presente, pues como pocas obras, se intentó consignar los principales datos de prácticamente cada sujeto histórico del que se hablaba.

Son pocas las cuestiones que pueden criticarse a la obra. Una de ellas podría considerarse como acierto o desacierto. A nuestro criterio, el capítulo 2 dedicado a los motines en San Luis de 1767, bien podría haberse dejado para una investigación aparte, ya que con su inclusión llevó a que se postergara el estudio de la Legión de San Carlos varias páginas después de la introducción. No obstante, ayuda a comprender mejor dicho capitulo cuáles eran los temores que llevaron justamente a la creación de este cuerpo, sin dejar de lado el hecho de que el autor ofrece una interpretación propia de los móviles que propiciaron los tumultos, recurriendo a documentación que otros trabajos no habían utilizado10.

Otro elemento a revisar sería la forma en que trabajó sus conclusiones. Aunque se trata de una buena síntesis, bien podría haber señalado el autor qué otras interrogantes abre su investigación. Estas se manifiestan a lo largo del texto y entre ellas podríamos señalar: ¿cuál fue la postura de Calleja frente a la defensa de la frontera ante los ataques de las tribus seminómadas y las incursiones de forajidos estadounidenses?, ¿cómo llegaron en términos concretos Miguel Barragán y Anastasio Bustamante a dar el paso de jefes milicianos a detentar cargos importantes en el ejército de México independiente, e incluso dentro de su vida política?, ¿qué postura asumiría la sociedad potosina ante la creación de las nuevas milicias cívicas, las cuales no les ofrecieron ni fuero militar y menos una remuneración económica?

Aún con estos señalamientos, se trata de un trabajo con una claridad expositiva que facilita mucho su lectura, y que aporta elementos claves para la comprensión de las preocupaciones defensivas de la región, como parte de la defensa del septentrión novohispano, y del desarrollo de estas milicias que tuvieron un papel decisivo en el desarrollo y desenlace de la guerra de independencia. Todo ello sin dejar de observar a la sociedad que encarnó dichas milicias.

Referencias
[Archer, 1983]
C. Archer.
El ejército en el México borbónico.
Fondo de Cultura Económica, (1983),
[Benavides Martínez, 2014]
J.J. Benavides Martínez.
De milicianos del Rey a soldados mexicanos. Milicias y sociedad en San Luis Potosí (1767-1824).
Consejo Superior de Investigaciones Científicas/Universidad de Sevilla, (2014),
[Marchena, 1992]
J. Marchena.
Ejército y milicias en el mundo colonial americano.
Mapfre, (1992),
[Mc Alister, 1982]
L. Mc Alister.
El fuero militar en la Nueva España.
Universidad Nacional Autónoma de México, (1982),
[Ortiz Escamilla, 1997]
J. Ortiz Escamilla.
Guerra y gobierno. Los pueblos y la independencia de México.
Universidad de Sevilla, (1997),
[Serrano Ortega, 2001]
J.A. Serrano Ortega.
Jerarquía territorial y transición política: Guanajuato 1790-1836.
El Colegio de Michoacán, (2001),

Aunque la base de su investigación se apoya principalmente en fuentes procedentes del AGN, también el autor recurrió de forma puntual al Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí, y a un buen número de archivos españoles: el Archivo General de Indias, el Archivo General Militar de Madrid, el Archivo Histórico Nacional y Archivo del Museo Naval, entre otros (Benavides Martínez, 2014, pp. 27-28).

El primero, en el Cerro de San Pedro, cercano a donde se fundó un pueblo de indios, que llegaría a convertirse, gracias al apogeo de este centro minero, en la ciudad de San Luis Potosí (Benavides Martínez, 2014, p. 33).

El autor utilizó correspondencia sostenida entre los sublevados para conocer las motivaciones de los diferentes motines (Benavides Martínez, 2014, p. 62).

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