La supervivencia de la Tierra como ecosistema se enfrenta en la actualidad a graves problemas ambientales, y la mayoría de ellos tienen su origen en la actividad del ser humano. La revolución industrial y el desarrollo económico que una parte de la sociedad ha vivido durante los últimos 200 años se han acompañado de una serie de avances científicos y tecnológicos que han mejorado sustancialmente las condiciones de la existencia de muchas personas. Pero también se ha implantado un modo de vida que ya ha empezado a dar muestras de su insostenibilidad. En efecto, tanto la producción de bienes y servicios como el consumo final de los mismos parecen haberse desligado psicológicamente del ecosistema en que se sustentan(1).
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