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Vol. 29. Núm. 6.
Páginas 371-378 (Julio - Agosto 2014)
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La epilepsia en la gestación artística de Dostoievski
Epilepsy in the process of artistic creation of Dostoevsky
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I. Iniesta
Epilepsy Department, Division of Neurology, The Walton Centre for Neurology & Neurosurgery, Liverpool, Reino Unido
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Resumen
Introducción

Durante toda su carrera literaria, Fiódor M. Dostoievski (Moscú,1821-San Petersburgo, 1881) padeció epilepsia. En el presente artículo abordamos la enfermedad del escritor partiendo de su obra literaria, su correspondencia y los testimonios de sus contemporáneos, complementada con una revisión de la literatura médica relacionada.

Desarrollo

Desde Murin y Ordínov (La patrona, 1847) hasta Smerdiákov (Los hermanos Karamazov, 1879-1880), Dostoievski atribuyó epilepsia a seis personajes a lo largo de su obra. La idea (vertebradora en su literatura) de que un instante de felicidad puede valer por una vida nace probablemente del aura epiléptica con que se iniciaban los ataques. Además de utilizar la enfermedad inteligentemente en sus novelas, la epilepsia le valió también para librarse de una condena vitalicia a servir en el ejército siberiano. En 1863 viajó a Europa Central con intención de consultar a los neurólogos Romberg y Trousseau. En el primer análisis retrospectivo acerca de la epilepsia en su literatura, Stephenson e Isotoff apuntaron la probable influencia de la Psique de Carus (1848) en la construcción de sus personajes, mientras que su epilepsia ha inspirado a sucesivas generaciones de epileptólogos.

Conclusiones

La de Dostoievski es la historia natural de una epilepsia que en terminología científica contemporánea se clasificaría como criptogénica focal de probable origen temporal. Por encima de todo, el caso de Dostoievski muestra el buen uso de un trastorno neurológico ordinario por un genio literario extraordinario, que supo transformar la adversidad en oportunidad.

Palabras clave:
Dostoievski
Epilepsia
Historia de la neurología
Humanidades médicas
Literatura
Medicina basada en la narrativa
Summary
Introduction

Fyodor M. Dostoevsky (Moscow, 1821-Saint Petersburg, 1881) suffered epilepsy throughout his full literary career. The aim here is to understand his condition in light of his novels, correspondence and his contemporaries’ accounts as well as by later generations of neurologists.

Development

From Murin and Ordynov (The landlady, 1847) to Smerdyakov (The brothers Karamazov, 1879-1880), Dostoevsky portrayed up to six characters with epilepsy in his literature. Apart from making an intelligent use of the disease by incorporating it into his novels, his seminal idea —that a moment of happiness is worth a lifetime— was probably inspired by his epileptic aura. Through epilepsy, Dostoevsky also found a way to freedom from perpetual military servitude. The first symptoms of the epilepsy presented in early adulthood (late 1830s to early 1840s), but he was only diagnosed a decade later. In 1863 he went abroad seeking expert advice from Romberg and Trousseau. In the first retrospective study of Dostoevsky's literary epilepsy, Stephenson and Isotoff noticed the influence of Carus’ Psyche (1848) in the preparation of his characters, whilst his epilepsy has inspired later generations of epileptologists.

Conclusions

Dostoevsky offers an insight into the natural history of an epilepsy, which in contemporary scientific terms would be classified as cryptogenic localization-related of probable temporal lobe origin. Above all, Dostoevsky's case illustrates the good use of a common neurological disorder by a remarkable writer who transformed suffering into art and a disadvantage into an advantage.

Keywords:
Dostoevsky
Epilepsy
History of neurology
Literature
Medical humanities
Narrative based medicine
Texto completo
Introducción

El novelista ruso Fiódor Mijáilovich Dostoievski (Moscú, 1821-San Petersburgo, 1881) (fig. 1) padeció epilepsia a lo largo de toda su vida literaria. Sin embargo, lejos de sentirse víctima del infortunio y frente a las taras provocadas por la enfermedad, supo hacer un uso inteligente de la enfermedad incorporándola en su literatura y produciendo las mejores obras en el tramo final de su carrera.

Figura 1.

Fiódor M. Dostoievski (1821-1881) en un retrato de Vasili G. Perov (1833-1882), año 1872.

(0,2MB).

El contexto histórico en el cual desarrolló su enfermedad el escritor (mediados del siglo xix) coincide con el auge de la medicina científica en general y de las neurociencias en particular. Los primeros fármacos eficaces para la prevención de los ataques epilépticos fueron introducidos en 1857. En el primer hospital dedicado a enfermedades neurológicas (el londinense National Hospital for the Paralised and Epileptic at Queen Square, inaugurado en 1861), Hughlings Jackson sentaba las bases fisiopatológicas de la epilepsia, sintetizando una serie de observaciones clínicas que serían luego corroboradas científicamente. La primera revista neurocientífica (Brain) empezó a editarse en 1878, figurando el propio Jackson y Ferrier entre sus fundadores. Y la primera cátedra de neurología clínica era creada en París en torno a la figura descollante de Charcot, con una marcada influencia sobre Rusia y el resto de Europa.

Con este panorama como telón de fondo, los datos patobiográficos existentes sobre Dostoievski nos permiten abordar su enfermedad a la luz de una extensa obra literaria referida a la epilepsia, una amplia correspondencia con numerosas alusiones a la enfermedad y numerosos testimonios de sus contemporáneos, incluyendo sucesivas opiniones y valoraciones médicas, complementadas por una revisión de la literatura médica ulterior. Paradigma de revelación científica a través del arte narrativo, las recreaciones literarias de Dostoievski suponen una notable contribución al conocimiento de un trastorno neurológico heterogéneo y estigmatizado cuyo denominador común consiste en la propensión del cerebro a generar descargas neuronales excesivas periódicamente. Sin embargo, más allá del interés que pueda despertar la historia clínica de una epilepsia concreta, el caso de Dostoievski ilustra el buen uso de un trastorno neurológico ordinario por parte de un ser extraordinario.

DesarrolloHistoria clínica de Dostoievski

La enfermedad que atormentó a Dostoievski durante toda su carrera de escritor no comenzó durante su condena en Siberia, cuando el escritor rondaba la treintena, según cabe inferir partiendo de su correspondencia y de los informes médicos. Tampoco existen pruebas de que se iniciara en la infancia, y mucho menos de que fuera el resultado de un trauma infantil, como ha tratado de justificarse desde una perspectiva psicoanalítica.

Nacido en el Hospital de Pobres de Moscú el 30 de octubre de 1821 —donde su padre ejercía como cirujano—, en 1838 se trasladó a Petersburgo junto con su hermano mayor Mijaíl para cursar estudios en la Academia Militar de Ingeniería. De acuerdo con los testimonios de sus contemporáneos, Dostoievski habría sufrido los primeros ataques epilépticos declarados en aquella etapa de estudiante (1838-1843). Su compañero en la academia, el también escritor Grigorovich, se refiere a una probable crisis tónico-clónica generaliza o de Gran Mal ocurrida en 1844, precedida de otros episodios similares: «En repetidas ocasiones sufrió ataques mientras caminábamos. En una ocasión, paseando por la Calle Troitski nos topamos con un funeral. Dostoievski rápidamente dio media vuelta; quería volverse a casa, pero tras dar unos pasos sufrió una crisis de tal magnitud que tuve que solicitar la ayuda de otros viandantes para poder llevarlo a la farmacia más cercana, y a duras penas conseguimos reanimarlo. Normalmente, tales crisis se seguían de una depresión que duraba dos o tres días»1.

Varios años antes de manifestarse las primeras crisis convulsivas, Dostoievski refirió ciertos estados psicológicos repentinos e inesperados, caracterizados por fuertes reminiscencias, sensaciones déjà vu que en ocasiones iban acompañadas de una sensación de angustia y en otras de un estado placentero próximo al éxtasis: estados identificados actualmente como crisis parciales simples y que entonces eran denominados «estados de ensoñación» o «auras intelectuales». Dichos síntomas aumentaron en frecuencia y en intensidad hasta llegar a convertirse en el preámbulo inmediato que anunciaba las crisis de Gran Mal. Dichas crisis convulsivas se presentaron a partir de los veintidós o veintitrés años, generalmente de noche o a primera hora de la mañana. Según reconocía el propio novelista, la falta de sueño, el alcohol y el trabajo extenuante eran claros factores desencadenantes. En el mejor de los casos podían remitir durante varios meses para luego recrudecerse, encadenándose varios ataques en cuestión de una semana. Tal como sugieren los testimonios de algunos de sus contemporáneos —la matemática Sofía Kovalevskaya o el poeta Nicolai Strájov1—, así como las descripciones noveladas en El idiota y Los demonios, cuando las crisis convulsivas sobrevenían de día solían ir precedidas de la referida sensación de paz y armonía que luego recordaba el escritor al recobrar el conocimiento.

Los primeros datos de un médico en relación a la epilepsia de Dostoievski corresponden a los de su amigo el doctor Ianovski. En sus memorias, describe una de las veces en que atendió al escritor poco después de haber sufrido una crisis en julio de 1847: «Cerca de la plaza del Mercado, encontré a Fiódor Mijailovich. Estaba en el suelo, la cabeza vuelta, el abrigo desabotonado y la corbata floja. Un oficial lo asistía, sosteniéndolo por el codo»1. El 23 de abril de 1849, tras varios meses sometido a estrecha vigilancia, Dostoievski fue arrestado junto a un grupo de intelectuales socialistas integrantes del llamado «Círculo Petrachevski», a cuyas reuniones asistía clandestinamente el novelista junto a otros divulgadores de manifiesto en favor de abolir la esclavitud, redactado por el crítico Belinski en sintonía con la frustrada tentativa de sus antecesores (los llamados decembristas), quienes a su vez habían sido condenados a diversas y severas penas durante las revueltas de 1825. Acusado de ofensa criminal y de distribución de panfletos informativos contra el gobierno1, Dostoievski fue sentenciado a morir fusilado en la fortaleza de Pedro y Pablo. Sin embargo, momentos antes de su ejecución llegó el premeditado indulto del zar, que conmutaba la pena por cuatro años de condena a trabajos forzados en la cárcel siberiana de Omsk y la posterior incorporación vitalicia a las filas del ejército ruso en el recóndito Semipalatinsk.

El diagnóstico formal de su epilepsia llegó al poco de ser trasladado a Siberia, siendo el informe del médico de la prisión de Omsk, doctor Troïtski, el primer documento que así lo atestigua2. El propio Dostoievski fue voluntario artífice de que el inicio de su enfermedad se estableciera en 1850 y no antes (tal como sugieren los testimonios de Grigorovich y Ianovski), esto es, coincidiendo con su ingreso en prisión, tal vez con la vista puesta en futuras alegaciones. Tras varios intentos frustrados, Dostoievski logró convencer al nuevo zar acerca del riesgo que suponía para un oficial del ejército padecer epilepsia, siendo declarado exento a todos los efectos el 8 de mayo de 1859. Su influyente amistad con el barón Wrangler y el respaldo de sendos informes por parte de los médicos de la prisión y del ejército, respectivamente, jugaron un papel determinante en su liberación. Según el informe del Dr. Ermakov, del séptimo batallón de infantería de Siberia, «Dostoievski sufrió su primera crisis epiléptica importante en 1850 […] En 1853 sufrió otra crisis, y ahora sufre crisis mensualmente. Su actual estado de salud es precario […] Durante varios años ha padecido epilepsia, la cual le ha provocado un franco deterioro, por lo cual no puede seguir más tiempo al servicio de Su Majestad»1.

Todo parece indicar que, no obstante las reiteradas recomendaciones médicas, Dostoievski no se medicó de forma continuada con los emergentes y mal tolerados fármacos antiepilépticos de la época (yoduro y bromuro de potasio). Quien mejor supo cuidar de Dostoievski fue su segunda esposa (Anna Grigorievna), a quien había contratado en 1866 como estenógrafa para poder entregar a tiempo su novela El jugador. En sus memorias, Anna cuenta cómo «con frecuencia tenía que correr desde mi cuarto al suyo y sujetarlo de pie en mitad de la habitación con la cara ya desfigurada por las convulsiones, su cuerpo agitándose todo. Lo sujetaba por la espalda e íbamos los dos juntos al suelo. Normalmente la catástrofe tenía lugar de noche […] De modo que solía dormir en un sofá ancho y bajo, por si recobraba la conciencia […] Trataba de calmarle. Después de las crisis se quedaba dormido, pero cualquier ruido pequeño lo despertaba —por ejemplo, una página que caía de la mesa. Entonces se levantaba y pronunciaba una serie de palabras ininteligibles. Sabido era que nadie podía curar esta enfermedad. Todo lo que podía yo hacer era desabrocharle el botón superior de la camisa y sujetarle la cabeza entre las manos»1.

Como antecedente familiar digno de reseñar, el día 16 de mayo de 1878, a las dos semanas de haberse recuperado de una crisis convulsiva aparentemente febril, su hijo de tres años Aleksei sufrió otro ataque que degener en un estado convulsivo prolongado hasta morir tras más de doce horas de actividad epiléptica ininterrumpida, según confirmó a su llegada un «especialista en trastornos del sistema nervioso»3.

A pesar de la creciente intensidad y recurrencia de las crisis convulsivas a lo largo de dos terceras partes de su vida, de la merma de sus facultades psicológicas y otras taras asociadas a la enfermedad, Dostoievski produjo su obra cumbre, Los hermanos Karamazov, tan sólo un año antes de morir (a consecuencia de una serie de hemoptisis a comienzos de 18814)

La neurología en tiempos de Dostoievski

Durante la segunda mitad del siglo xix los conceptos «crisis epiléptica» y «epilepsia» quedaban establecidos en unos términos prácticamente superponibles a los actuales. En 1870, Hughlings Jackson definió una convulsión como un síntoma que implica la existencia de una descarga excesiva, desordenada y ocasional de tejido nervioso sobre tejido muscular6. En su opinión, sería más apropiado utilizar el término «epilepsias» para referirnos a un trastorno neurológico caracterizado por una tendencia del cerebro a generar descargas cerebrales excesivas que ocasionalmente dan lugar a alteraciones temporales de la función y cuyos síntomas pueden ser tanto sensitivos como motores y tanto físicos como mentales5,6.

En Moscú y San Petersburgo las nociones en neurología de la época podían equipararse a las de otras naciones europeas punteras, debido sobre todo a la gran influencia ejercida desde Francia y Alemania. Prueba de ello son los estudios neurofisiológicos pioneros de Ivan Sechenov (1829-1905). Especialistas en trastornos del sistema nervioso como Armand Trousseau (1801-1867) en Francia, Moritz H. Romberg (1795-1873) (fig. 2) en Alemania y John Hughlings Jackson (1835-1911) en Inglaterra7 comenzaban a prescribir los primeros fármacos eficaces en el tratamiento preventivo de las crisis epilépticas. El efecto antiepiléptico de los antes mencionados yoduro y bromuro de potasio había sido casualmente descubierto por Wilks y Locock en 1857. Sin embargo, su utilización empírica en la epilepsia no contaba aún con el apoyo unánime de la comunidad científica, habiendo importantes detractores como Sir Edward Henry Sieveking8 e incluso el propio Trousseau manifestaba cierta reticencia. En lo concerniente al caso particular de Dostoievski, tal como hemos apuntado 9, nada parece indicar —sino al contrario– que aceptara someterse a un tratamiento farmacológico prolongado, no obstante declarando su intención de consultar con Romberg y Trousseau acerca de su dolencia4.

Figura 2.

Moritz H. Romberg (1795-1873), a quien Dostoievski se propuso consultar en 1863.

(0,17MB).
La epilepsia en la literatura de Dostoievski

Con la reciente traducción de La patrona y Diario de un escritor al español se cierra un círculo de lecturas que abarca toda la literatura de Dostoievski referida a su epilepsia, en una traducción directa del ruso. Dicho círculo comprende a personajes como Murin y Ordínov (La patrona, 1847), Nelly (Humillados y ofendidos, 1861), Mishkin (El idiota, 1868), Kirillov (Los demonios, 1872) y Smerdiákov (Los hermanos Karamazov, 1879-1880), existiendo referencias más sutiles a la enfermedad en Crimen y castigo (1866), Apuntes del subsuelo (1865), así como comentarios o declaraciones alusivas a la misma en Diario de un escritor (1873-1881). Este último se trata de un ambicioso y ecléctico proyecto escrito interrumpidamente a lo largo de su última década comprende un amplio abanico de opiniones de corte periodístico hasta relatos breves magistrales, como Vlas o Bobok, así como referencias a su precario estado de salud y donde pide excusas a los lectores en varias ocasiones por verse obligado a aplazar algunos números por culpa de las crisis epilépticas y de su postrera enfermedad pulmonar10.

La patrona (1847)

La epilepsia en la literatura de Dostoievski aparece por primera vez en La patrona, publicada en otoño de 1847. Adelantándose a la escena protagonizada por Rogoÿin y Mishkin en El idiota y al parricidio de Smerdiákov en Los hermanos Karamazov, el viejo Murin sufre una crisis epiléptica en el momento de atentar contra el protagonista Ordínov (afligido, según el narrador, por la misma enfermedad que su agresor): «Resonó un disparo, luego resonó un grito salvaje, casi inhumano, y cuando se disipó el humo, un terrible espectáculo dejó estupefacto a Ordínov. Con todo su cuerpo temblando, se inclinó sobre el viejo. Murin yacía en el piso, retorciéndose en convulsiones; su rostro estaba desfigurado por el dolor y de sus contraídos labios brotaba espuma. Ordínov adivinó que el desdichado tenía un violento ataque de epilepsia»12.

En La patrona se descubre una característica que será una constante en su porvenir literario, transcendiendo la mera descripción de los ataques, la repentina transformación del rostro, el grito provocado por el espasmo laríngeo, la caída, la emisión de espuma por la boca y la muerte y resurrección espontáneas. Se trata del momento antes del ataque, la sensación de estar anticipando algo que va a suceder o ha sucedido ya, un ensueño fugaz o instante de felicidad que (recordado una y otra vez) puede valer toda una vida. Se trata, por lo tanto, de una idea probablemente inspirada en el aura extática que precedía a las convulsiones y que constituye uno de los hilos conductores de su literatura: «A veces había instantes de una felicidad insoportable, aniquiladora, cuando la fuerza vital crece convulsivamente en toda la naturaleza del hombre, cuando un instante auténticamente luminoso resuena triunfal y alegre, alumbrando el pasado y revelando como en un sueño despierto el desconocido porvenir»11. Su próxima obra, Noches blancas (1848), concluirá incidiendo sobre esta misma idea de que un momento de felicidad es suficiente para justificar toda una vida12.

Humillados y ofendidos (1861)

Humillados y ofendidos sucedió a la exitosa recreación literaria de sus experiencias en la cárcel siberiana de Omsk (La casa muerta, 1860) y a su comedia La aldea Stepánchicovo (1861), la cual sería llevada al teatro, eludiendo la censura reinstaurada tras la muerte de su autor y del zar Alejandro II por el influyente director Konstantin Stanislavski en 1891. Aparecida trece años después de La patrona y once después de su anterior e inacabada Nenotchka Nechayeva, Humillados y ofendidos fue publicada por entregas en la revista Tiempo (Vremya) a lo largo de 1861. La epilepsia de la protagonista, una niña huérfana, víctima de malos tratos, la recrea Dostoievski en una escena que recuerda un acontecimiento suyo de la vida real, del cual dejó fiel testimonio su amigo A. G. Shile1: «Al fin, algo semejante a un pensamiento iluminó su semblante. Tras sus ataques epilépticos solía permanecer algún tiempo sin poder asociar sus ideas ni hablar claramente. […] Era evidente que le había dado un ataque durante mi ausencia y que el mal le había acometido en el momento en que estaba junto a la puerta. Pasada la crisis, debió de estar largo rato sin recobrar del todo el conocimiento. […] Estaba pálida. Sus labios, resecos a consecuencia de la fiebre, contenían huellas de sangre»13.

Nikolai Strájov recuerda en sus memorias las devastadoras consecuencias de los ataques epilépticos de Dostoievski, así como la recomendación médica de abandonar su oficio de escritor para poder curarse: «En la primera entrega publicó su novela Humillados y Ofendidos […] no podía aguantar la intensidad de tanto trabajo y cayó enfermo al tercer mes […] El editor tuvo que escribir acerca de la enfermedad del novelista, refiriéndose a un terrible ataque epiléptico que le dejó inconsciente durante tres días […] Más adelante supe que los médicos le dijeron que podría llegar a curarse de la epilepsia si dejaba de escribir»1.

Por fortuna, el novelista hizo caso omiso de tales consejos, como ateniéndose al aforismo de Christian Friedrich Hebbel (1813-1863): «Cuando alguien es una pura herida, curarlo es matarlo»14. De hecho, según reconoció en diversas ocasiones Dostoievski, el hecho mismo de escribir tuvo un efecto terapéutico en su salud mental.

El idiota (1868)

Escrita en plena travesía por Alemania, Suiza e Italia, la octava y definitiva versión de El idiota apareció en 1868. Su protagonista, el príncipe Mishkin, es la encarnación de una bondad inspirada en las figuras de Jesucristo y de Don Quijote. Afligido por la misma enfermedad que su autor, Mishkin considera la epilepsia como un don y un medio para alcanzar la salvación a través del sufrimiento15. En El idiota quedan reflejadas todas las fases de la enfermedad, tal como referimos en Neurología y Literatura16.

Los demonios (1872)

La idea original de Dostoievski de escribir otra novela en torno a un personaje aquejado de epilepsia, a quien la enfermedad termina arruinando económica y mentalmente, dio un vuelco radical tras el asesinato del joven Ivanov sucedido en Moscú a finales de 1869. El proceso judicial contra un grupo liderado por el anarquista Nechayev y el contexto histórico-social en que se produjo el acto terrorista terminaron inspirando la trama de Los demonios. Aunque la epilepsia queda relegada a un segundo plano en la novela, el síntoma premonitorio de los grandes ataques epilépticos reaparece en un diálogo entre el suicida Kirillov y Shatov en el cual aquél describe unos estados de éxtasis semejantes a los referidos por el príncipe Mishkin en El idiota, que denotan una fina ironía y un sentido del humor también característicos de Dostoievski: «—Hay segundos (sólo cinco o seis a la vez) en que de pronto siente uno la presencia de la armonía eterna plenamente lograda. No es nada de este mundo. […] Es una sensación clara e inequívoca. Como si de improviso abarcara uno la naturaleza entera y dijese: Sí, esto es verdad […] / —Kirillov, ¿le pasa eso a menudo? / —Una vez cada tres días o una vez a la semana. / —¿Le dan ataques? / —No. / —Pues le darán. Tenga cuidado, Kirillov. He oído decir que así empiezan los ataques. Un epiléptico me describió detalladamente la sensación que precede al ataque: en todo punto como lo ha dicho usted»17.

Los hermanos Karamazov (1879-1880)

La última novela de Dostoievski puede ser considerada hoy como un tratado en medicina legal y psiquiatría forense18. Estructurada en cuatro partes, con un epílogo, Los hermanos Karamazov (fig. 3] cuenta la historia del asesinato de Fiódor Paulovich Karamazov a manos de su hijo ilegítimo y sirviente Smerdiákov, quien acaba suicidándose después de consumar el crimen perfecto, a través del cual propicia la condena de su odiado hermanastro Dimitri. Epiléptico desde su juventud, Smerdiákov utiliza la enfermedad como coartada fingiendo una serie de ataques epilépticos en la noche del parricidio, logrando despistar en el examen pericial hasta a tres médicos. En la serie de entrevistas extrajudiciales mantenidas con su otro hermanastro Iván, un falto de escrúpulos Smerdiákov confiesa orgulloso el asesinato.

Figura 3.

Borrador de Dostoievski para su novela Los hermanos Karamazov. (1879 - 1880)

(0,47MB).

El protagonista principal de la novela es el tercero de los hermanos Karamazov, Aleksei, un hombre bondadoso inspirado por el príncipe Mishkin y por su hijo muerto dos años antes como consecuencia de un status epiléptico. En Los hermanos Karamazov quedan reflejadas todas las preocupaciones del escritor: el conflicto de creencias, el origen del amor y el odio, el suicidio, la salvación a través del sufrimiento, la importancia de un momento y su recuerdo, el conflicto de generaciones y el libre albedrío.

También alude la novela al determinismo científico del gran fisiólogo experimental Claude Bernard (1813-1878) «Imagínate, ahí, en los nervios, en la cabeza, es decir, en el cerebro, esos nervios […] Hay como unos rabitos, los nervios esos tienen unos rabitos, y tan pronto como se ponen a vibrar […] aparece una imagen […] es por eso por lo que veo y luego pienso. Porque hay rabitos, y de ningún modo porque tengo alma y yo sea hecho a alguna imagen y semejanza, que todo eso son tonterías»19.

El escepticismo de Dostoievski frente a nuestra ciencia lo resume un comentario satírico de Los hermanos Karamazov a propósito de la disparidad de criterios y la impotencia terapéutica que entonces caracterizaban a nuestra ciencia: «He consultado a los médicos: saben reconocer el mal perfectamente, te explican al dedillo la enfermedad, pero no saben curar»19. Y pasa a denunciar con sorna la creciente y excesiva especialización de la medicina: «Las ventanas izquierdas de la nariz no las curo yo, no es mi especialidad; después de haber seguido mi tratamiento, vaya a Viena, allí hay un especialista que acabará de curarle la izquierda»19.

La epilepsia de Dostoievski en la literatura médica

Las sucesivas tentativas por explicar el arte en términos científicos han resultado tan asiduas como infructuosas a lo largo de la historia. Recientes ejemplos del reduccionismo científico en que ha desembocado empeño tan baldío son el intento de explicar el cubismo de Picasso a través de una supuesta aura migrañosa20, o la tentativa de justificar las alucinaciones del compositor polaco Chopin por medio de una no menos supuesta epilepsia del lóbulo temporal21.

Sin afán reduccionista, el aura epiléptica de Dostoievski ha generado un interesante debate científico entre médicos y eruditos tras la muerte del escritor. En 1907, Segalov fue el primer médico que analizó retrospectivamente la epilepsia de Dostoievski22. En la década de 1920 Freud y Zweig mantuvieron posturas encontradas en sus respectivas interpretaciones acerca de la enfermedad del escritor. Stephenson e Isotoff abordaron por primera vez, en 1935, los personajes epilépticos en la obra de Dostoievski, sin tener en cuenta su novela pre-siberiana La patrona. Los autores, alejándose de las teorías que apuntan a Dostoievski como precursor del psicoanálisis, señalan la fuente de inspiración que supuso la Psique de Carl Gustav Carus (1848) para Dostoievski en la construcción de sus personajes23.

En el centenario de la muerte del novelista, Joseph Frank recuerda al profesor Henri Gastaut rectificando parcialmente su anterior propuesta acerca del origen de la epilepsia de Dostoievski24. Las conclusiones de su ponencia (que la epilepsia de Dostoievski se originó a partir de una disfunción del lóbulo temporal en alguien genéticamente predispuesto para una epilepsia generalizada) se publicarían tres años después en Epilepsia25. Theodore Alajoaunine había sido el primer neurólogo en publicar sus impresiones acerca de la epilepsia de Dostoievski en una revista científica. En base al aura de Dostoievski (que el propio neurólogo francés denominó extática), Alajouanine propuso como diagnóstico retrospectivo del novelista una epilepsia del lóbulo temporal26. En 1978 apareció el primer artículo de Gastaut rebatiendo los argumentos de su compatriota y proponiendo una epilepsia generalizada primaria como diagnóstico retrospectivo más probable27, que luego matizaría, como hemos visto. Por su parte, Cirignotta et al publicaron en 1980 el caso de un paciente con síntomas que recordaban los descritos por Dostoievski en su literatura, y a quien diagnosticaron con certeza electroclínica de una epilepsia del lóbulo temporal con auras extáticas, designando esta variante atípica como «epilepsia de Dostoievski»28. Con dispar acierto y fortuna se han venido sucediendo desde entonces diversas hipótesis diagnósticas retrospectivas, casi siempre en consonancia con la propuesta inicial de Alajouanine y menos con la propuesta inicial de Gastaut29. En el año 2000 se llevó a cabo el primer estudio en español acerca de la epilepsia de Dostoievski30, cuyo desarrollo ulterior dio pie a una tesis doctoral31. En 2001, Siegel y Dorn volvieron a estudiar las relaciones entre la epilepsia y la literatura de Dostoievski32.

Sigmund Freud había sido el primero en proponer en 1926 un diagnóstico retrospectivo en su ensayo/réplica a las impresiones publicadas previamente por su compatriota Stefan Zweig en 192033. Seducido por Los hermanos Karamazov, Freud planteó en Dostoieiski y el parricidio que la verdadera enfermedad del escritor no era una epilepsia real u orgánica, sino la expresión de un trastorno afectivo derivado de su relación paterna, caracterizado por crisis no epilépticas de naturaleza psicógena, entonces conocidas como histero-epilepsia o gran histeria. Según Freud, «Dostoievski se tenía —y era tenido, en general— por epiléptico a causa de los graves ataques de convulsiones musculares que le aquejaban, acompañados de pérdida del conocimiento y seguidos de honda depresión. Pero lo más probable es que esta pretendida epilepsia fuera tan sólo un síntoma de su neurosis»34. Acaso confundido por los ataques simulados por Smerdiákov en la novela y tal vez bajo el sesgo de sus propias —y en otras circunstancias válidas— teorías psicoanalíticas, así como el convencimiento, acorde con el de sus contemporáneos y el de generaciones científicas subsiguientes, de que alguien con frecuentes crisis epilépticas no sería capaz de alcanzar las cotas intelectuales conquistadas por Dostoievski, no deja de resultar curioso que a Freud le sucediera lo mismo que a los médicos que peritaron en el juicio por el parricidio de Fiódor Paulovich en Los hermanos Karamazov y emitiese un juicio equivocado con respecto al diagnóstico del escritor. Por otra parte, este interesante ensayo de Freud deja muestras patentes de las dificultades que entraña el diagnóstico, tanto retrospectivo como prospectivo, en epilepsia.

Ajeno al debate científico, desde su perspectiva de escritor Zweig analizó con una agudeza extrema la realidad humana de Dostoievski en su convivencia con la enfermedad: «El peligro extremo de su vida, la epilepsia, se convierte en uno de los misterios supremos de su arte. De estos momentos maravillosos de presentimiento balbuciente en que se concentra el éxtasis del yo, […] y en ese segundo que precede a la muerte cifrada de cada ataque, gusta la esencia más fuerte y embriagadora del ser: la emoción patológicamente exaltada de sentirse a él en sí mismo»33.

Acerca del buen uso de la enfermedad: ¿hacia un nuevo (viejo) paradigma?

«Y así / diagnosticado de epilepsia / enseñó a la Humanidad / a transformar en arte el sufrimiento»35

Poco antes de nacer Dostoievski, el poeta romántico alemán Novalis anticipó: «De todos los saberes de que el hombre dispone, hay uno que le falta: el arte de saber cómo utilizar su propia enfermedad»36. Tres siglos antes, en su Plegaria para pedir a Dios acerca del buen uso de las enfermedades, el filósofo francés Blaise Pascal, dirigiéndose a una comunidad de creyentes, recurre a Dios para mostrarle al hombre que el significado verdadero de la enfermedad corporal es el declive del alma, para lo cual el único remedio posible es la gracia divina37. Desde una postura más pragmática o terrenal, también cristiana, Dostoievski mostró una capacidad extraordinaria para superar la adversidad y transformarla en oportunidad. No sólo hizo un uso inteligente de su enfermedad para poder librarse del servicio militar permanente, al cual había sido condenado por el zar Nicolás I en 1849, sino que una desventaja manifiesta como fue la epilepsia que sufrió durante al menos dos terceras partes de su vida, supo utilizarla para enriquecimiento de su obra literaria. Introdujo hasta seis personajes afectados por la enfermedad (Murin, Ordínov, Nelly, Mishkin, Kirillov y Smerdiákov): caracteres todos ellos de distinta condición y procedencia, dando cuenta de una enfermedad fundamentalmente heterogénea, capaz de afectar lo mismo a una pobre niña huérfana, a un príncipe bueno o a un parricida sin conciencia moral.

A propósito del aura o sensación que anunciaba los ataques epilépticos, Dostoievski se preguntó a través del príncipe Mishkin: «¿Qué importa que sea una enfermedad? […] ¿Qué importa que esa tensión sea anormal si el resultado —ese instante de sensación tal como es evocado y analizado cuando se vuelve a la normalidad— muestra ser en alto grado armonía y belleza, provoca un sentimiento inaudito e insospechado hasta entonces de plenitud, mesura, reconciliación, y una fusión enajenada y reverente de todo ello en una elevada síntesis de la vida?»38.

Sin embargo, en su correspondencia muestra la otra cara de la enfermedad: «La cosa es que desde hace veinticinco años he sufrido epilepsia, que contraje en Siberia. Esta enfermedad ha ido mermando mi capacidad para recordar hechos y caras, hasta el punto de que (literalmente) haya olvidado el argumento y los detalles de mis novelas; y teniendo en cuenta que algunos de ellos nunca se han vuelto a imprimir desde que fueron escritos por primera vez, no consigo recordar de lo que tratan»4.

Y acaso en este punto sea preciso asistir al segundo acto de Hamlet para comprender mejor la contraposición de sentimientos del maestro de Petersburgo: «Nada es bueno o malo, sino en razón del pensamiento»39.

Conclusiones

La de Dostoievski es la historia natural de una epilepsia que en terminología científica actual se clasificaría como criptogénica focal de probable origen temporal. Sin embargo, más allá del interés que pueda despertar la historia clínica de un trastorno neurológico heterogéneo, bien comprendido y correctamente diagnosticado en vida del novelista, la de Dostoievski es también una lección de vida, por cuanto que supo incorporar inteligentemente la epilepsia en su literatura, contribuyendo a erradicar el estigma sociocultural asociado a esta enfermedad. Por otro lado, una de las ideas capitales en su obra (la de que un momento de felicidad, recordado y revivido, puede colmar toda una vida de felicidad) guarda una estrecha relación con el aura extática experimentada por el escritor. Las fabulosas recreaciones inspiradas en su epilepsia ocupan necesariamente un puesto destacado dentro de una larga y fructífera simbiosis entre medicina y literatura. El particular caso de Dostoievski ilustra el buen uso de una enfermedad común por un genio literario que supo transformar en arte el sufrimiento y la adversidad en oportunidad.

Conflicto de intereses

El autor declara no tener conflictos de intereses ni haber recibido financiación alguna.

Presentaciones

El presente artículo supone la culminación de un proyecto iniciado con la comunicación oral presentada a la LII reunión anual de la SEN del año 2000 bajo el título «El papel de la epilepsia en el proceso de creación artística: el caso de Fiódor M. Dostoievski», junto al doctor Jose Maria Lopez Agreda, y constituye una extensión de la conferencia pronunciada en Réplika Teatro el día 26 de marzo de 2011, Noche de los Teatros.

Agradecimientos

A Mikolaj y Jaroslav Bielski, por invitarme a participar en el fabuloso ciclo de conferencias «Dostoievski Confabulado» celebrado con motivo del año de Rusia en España y de España en Rusia en su Réplika Teatro durante el mes de marzo de 2011.

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