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Revista Internacional de Odontología Restauradora y Periodoncia
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Inicio Revista Internacional de Odontología Restauradora y Periodoncia Reflexiones sobre más de 50 años de ejercicio
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Vol. 14. Núm. 6.
Páginas 557 (Noviembre 2010)
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Reflexiones sobre más de 50 años de ejercicio
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Samuel C. Ursua
a Beverly Hills, Michigan.
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Los profesionales dedicados a la odontología restauradora que tratan los estragos causados por patologías, traumatismos y malformaciones dentales, han aprendido que el resultado de su labor terapéutica depende, en gran medida, del paciente. La experiencia nos ha enseñado que, para obtener éxito con el tratamiento, es necesario que el paciente se implique directamente. Un paciente implicado tendrá una influencia positiva en casi cualquier tipo de terapia. Si no se establece un compromiso terapéutico continuado, es muy probable que, de una forma u otra, fracase el tratamiento. Si en algún momento no hay buena comunicación entre paciente y médico, la mejor recomendación para todos los implicados, es que el paciente recurra a los servicios de otro odontólogo o que el propio odontólogo renuncie a seguir tratando al paciente.

En una alianza terapéutica eficaz, habrá un punto de encuentro entre las necesidades emocionales, económicas e incluso intelectuales del paciente y la capacidad del profesional. Así, en cualquier tratamiento, debe existir un diálogo fluido entre paciente, odontólogo restaurador y cualquier otro especialista o asistente consultado.

En la rehabilitación dental, los procedimientos protésicos restauradores son los más laboriosos y costosos. No obstante, la labor protésica no es un fin en sí misma. Solamente constituye el medio para devolver al paciente a un buen estado de salud fisiológica y emocional. Para que una reconstrucción dental tenga éxito, no es necesario que el odontólogo comente su propio trabajo una vez concluido, ya que el resultado final se valorará en función de lo conseguido y, si esto es positivo, el paciente irradiará el brillo y la satisfacción de una persona a la que se le ha devuelto su integridad.

La reconstrucción dental es un arte, un proceso que lleva la marca individual que difiere de todas las restantes formas de odontología. El trabajo es el resultado del cumplimiento de las reglas y los principios científicos, aunque cada restauración es única.

Cada restauración es un trabajo individual y exclusivo. Por ello, aún en dos problemas terapéuticos idénticos que requieran los mismos procedimientos, pilares, materiales y parámetros, no se obtendrán dos restauraciones idénticas. La responsabilidad del odontólogo restaurador reside en la libertad de diseñar exclusivamente y de ejecutar este diseño exclusivo de forma creativa. Es por el cumplimiento de su responsabilidad que se medirá la labor de ese odontólogo.

El proceso de restauración se inicia con la visita del paciente que quiere ser tratado, seguida de la decisión del profesional de tratarlo. Después de haber llegado a un acuerdo mutuo, en el que no existe ninguna otra obligación más que la predisposición de ambas partes, odontólogo y paciente aliados desarrollan un tratamiento que difiere de todas las restantes terapias, un tratamiento no prescrito de forma concreta, sino a priori sólo descrito a grandes rasgos y que se desarrollará específicamente conforme vaya avanzando. El tratamiento es libre en cuanto a su concepción física a su forma y estructura, si bien está dirigido por la ley científica básica y los principios físicos y de arte, así como por las necesidades del paciente (expresas e implícitas) y, por añadido, por la buena voluntad por ambas partes.

A la vista de los estragos causados por enfermedad, tiempo y negligencia, el objetivo del profesional será diseñar un plan terapéutico que sirva y agrade al paciente. Por necesidad, el trabajo del odontólogo deberá basarse en sus capacidades y aceptar las limitaciones científicas de su conocimiento, así como las limitaciones percibidas e impuestas por el paciente y las leyes físicas del universo.

Como odontólogos, nos ocupamos de problemas dentales resistentes y refractarios, muchos de los cuales han sido tratados previamente por profesionales competentes y finalmente precisan de un tratamiento adicional. Considerando estos anteriores intentos de restauración, debemos plantearnos la pregunta de si con nuestras capacidades y limitaciones existe posibilidad de éxito.

En cada trabajo de restauración existe el optimismo del éxito probable. Sin embargo, es necesario reconocer que si el tratamiento de restauración dental comporta una dedicación suficientemente prolongada, finalmente puede fracasar. Debemos ser conscientes y aceptar que la perfección no es posible. Lo mejor que podemos desear es una ejecución impecable, corrigiendo y resolviendo los errores conforme se presentan.

Una vez diseñado un plan de tratamiento, volver atrás resulta complicado; avanzar parece la única opción viable. La inseguridad de lo desconocido prevalece, el coste físico y emocional que significará, sólo lo conoce Dios. El profesional y su equipo sufren ansiedad, dudas y miedos, mientras que, a la par, han de presentarse como enérgicos, hipercríticos y perfeccionistas, requiriendo introspección sobre la propia personalidad, las motivaciones y las ejecuciones.

Toda creatividad terapéutica está vinculada a la personalidad del profesional. El profesional no sólo vive en un espacio vacío, sino que es heredero de una tradición larga y obligatoria y delante de él tiene su futuro. Se encuentra en el cruce entre lo que se ha hecho y lo que puede hacerse, el cruce en donde justamente se sitúa la libertad y la responsabilidad del odontólogo.

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Con suerte, en un mal día al menos no hacemos daño y aprendemos. En un buen día, tampoco es que sea muy diferente.

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