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Vol. 20. Núm. 5.
Páginas 85-95 (Mayo 2001)
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El combate contra la celulitis. Prevención y tratamiento
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ANTONIETA GARROTEa, RAMON BONETb
a Farmacéutica.
b Doctor en Farmacia.
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En la competitiva sociedad actual, la imagen es una preocupación creciente que afecta tanto al sexo masculino como al femenino. Sin embargo, hoy día aún es la mujer la que dedica más tiempo y recursos al cuidado corporal. El 95% de las mujeres sufren algún grado de celulitis, independientemente de que sean delgadas o gruesas. La baja tolerancia que la estética tiene frente a este problema provoca que los preparados anticelulíticos sean cosméticos muy utilizados, sobre todo en esta época del año, por lo que son motivo de consulta en muchas oficinas de farmacia.

 

La celulitis, término incorrecto de una alteración histofisiológica producida en el tejido conjuntivo subcutáneo, etimológicamente significa «inflamación del tejido celular», pero en ningún momento podrá ser considerada como una respuesta inmunitaria de tipo celular aunque exista edema.

Alguna de las denominaciones científicas correctas de la celulitis serían: lipoesclerosis, lipodistrofia o paniculopatía, que se corresponderían con un incremento de la actividad del tejido adiposo y una retención de agua, grasas y toxinas en el espacio intersticial, asociados a un problema de circulación sanguínea y a una degeneración del tejido conjuntivo subcutáneo. Se manifiesta a través de una serie de modificaciones en la textura del tejido subcutáneo que da lugar a los típicos nódulos celulíticos denominados popularmente como «piel de naranja». Se produce también un aumento en el espesor y sensibilidad de la piel, hipotermia localizada y una disminución en la movilidad de la piel al formarse adherencias con el plano cutáneo profundo.

Es difícil determinar cuál es la alteración que inicia el proceso, aunque se apunta con bastante probabilidad la polimerización de los mucopolisacáridos (ácido hialurónico y condroitin sulfato), componentes de la sustancia fundamental que forma parte del tejido conjuntivo de la dermis e hipodermis. Estos compuestos son muy sensibles a alteraciones en los niveles hormonales, lo que evidencia el origen endocrino de la celulitis.

Paralelamente a la citada polimerización se produce una modificación de la permeabilidad vascular. Ésta se halla aumentada y provoca que se acumulen transudados plasmáticos en el tejido conjuntivo subcutáneo, donde también es frecuente encontrar proteínas de origen sanguíneo como la fibrina y algunas globulinas. Dichas proteínas dificultan los intercambios tisulares, ya que contribuyen a que no tenga lugar un correcto drenaje linfático y, por consiguiente, se produce una acumulación de toxinas y metabolitos de desecho.

Esta situación, en la cual existe una significativa acumulación de exudado plasmático, provoca una modificación del tejido adiposo: los adipocitos se distribuyen en islotes de forma no homogénea y se acentúa la compresión de los vasos sanguíneos y nervios presentes en el tejido conjuntivo subcutáneo. La falta de riego sanguíneo, así como un deficiente drenaje linfático, provocan que se acumulen cada vez más sustancias de desecho del propio organismo, el cual no es capaz de reconocerlas y las trata como cuerpos extraños, desencadenando las siguientes reacciones:

­ Reacción fibrosa. Los fibroblastos dérmicos, células destinadas a sintetizar proteínas fibrosas (colágeno, elastina y mucopolisacárido) ven incrementada su actividad y su génesis, formando una matriz compacta y fibrosa que degrada aún más los intercambios celulares y oprime las terminaciones nerviosas allí existentes. Esta sobrepro ducción de proteínas fibrosas también incrementa el contenido proteico del núcleo celulítico y, mediante densas redes de colágeno, aísla los islotes de adipocitos cada vez más afuncionales.

­ Lipoesclerosis. Los adipocitos presentes en la hipodermis ven incrementado el número de mitosis y la síntesis de lípidos. Los triglicéridos formados en exceso provocan que se formen vacuolas de origen graso, las cuales se localizan dentro de los nódulos. Al mismo tiempo, se ve aumentada la esclerosis de las fibras de colágeno alrededor de los islotes de adipocitos.

La evolución de los procesos que acabamos de describir comportan la formación de nódulos compuestos en su parte más externa por tejido fibroso afuncional (colágeno, elastina, mucopolisacáridos) donde la turgencia, elasticidad y flexibilidad que caracterizan a estas proteínas ha desaparecido, y posa sustancias de inclusión en la parte interna (fibrina, globulinas, tirosina, triglicéridos procedentes de los adipositos) que dotan de cohesión al nódulo.

Localización

La distribución del tejido adiposo y, por tanto, de la celulitis es diferente en el varón que en la mujer. En el primero la celulitis tiende a localizarse en el abdomen y en las partes más altas del cuerpo: es la llamada «distribución androide». En cambio, en la mujer, excepto en casos concretos de mujeres muy obesas que sufren de celulitis generalizada, las zonas afectadas con mayor frecuencia se hallan situadas en las pares inferiores del cuerpo: región pelviana, nalgas, muslos y rodillas: es la denominada «distribución ginoide». Este tipo de celulitis regional, conocida popularmente como «pantalón de montar», es la más frecuente y la que se manifiesta en primer lugar. Dicha deformación se localiza particularmente en la cara posterior externa de los muslos, aunque también afecta a los glúteos, caderas y, en muchas ocasiones, se acompaña de lordosis y atonía muscular en la zona glútea.

Otro tipo de celulitis regional bastante frecuente es la que afecta a los tobillos, pantorrilla y rodilla, conocida con el nombre de «pierna en bota». Generalmente se desarrolla de forma paralela a la deformación anterior, afectando la infiltración edematosa a la totalidad de la pierna.

Existen otras clases de celulitis en las que la afección se halla localizada en una zona concreta. En estos casos la celulitis está muy arraigada y causa dolor. Algunas de las localizaciones más comunes son: cervicales (denominada «cuello de bisonte», suele asociarse a cervicoartrosis y puede provocar cefaleas») y lumbares (se presenta como un profundo canal dispuesto a lo largo de la columna vertebral).

Tipos de celulitis

A continuación se describen las distintas formas clínicas de la celulitis.

 

Celulitis blanda o flácida

Se manifiesta como tejido superficial de poca consistencia, esponjoso y móvil. Se caracteriza porque cuelga con facilidad, es fácil de pellizcar y cambia de forma al efectuar presión sobre él, ya sea con la mano o por un cambio postural. Las zonas más afectadas por este tipo de celulitis son la cara anterior de los muslos y los brazos. No suele ser dolorosa y es padecida con mayor frecuencia por mujeres mayores de 40 años. Son factores predisponentes a su aparición la falta de ejercicio físico, los cambios bruscos de peso y una musculatura atrófica.

Celulitis edematosa o acuosa

Es consecuencia de una excesiva retención de líquidos y se manifiesta como un tejido de consistencia pastosa y doloroso al tacto. La parte del cuerpo más afectada por esta alteración son las piernas y se caracteriza por provocar sensación de pesadez, edema, varices, telangiectasias, calambres, etc., en la mayoría de los casos.

Celulitis compacta o dura

Los nódulos celulíticos se hacen patentes sin necesidad de presionarlos, por lo que la piel aparece tensa pero con un aspecto acolchado conocido como «piel de naranja». Suele estar asociada con piel seca y pies fríos, y puede llegar a ser dolorosa al tacto a causa de la compresión que presentan los nervios y vasos sanguíneos entrelazados con las fibras del tejido conjuntivo. Se localiza normalmente en la mitad inferior del cuerpo, afectando principalmente a la cara interna de las rodillas y la cara posterior externa de los muslos, siendo muy difícil de eliminar.

Factores predisponentes

Hormonales

Como ya hemos comentado, se admite que el origen de la celulitis es endocrino. Existen diversas disfunciones glandulares endocrinas desencadenantes de la celulitis como son el hipotiroidismo, las disfunciones hipofisarias, el hiperfoliculismo y distintas disfunciones ováricas. En concreto, un desequilibrio en el nivel de estrógenos puede provocar que exista una mayor retención de agua y un aumento en la viscosidad del tejido conjuntivo. Este hecho tiene lugar durante la menopausia, embarazo, pubertad y cuando se utilizan anticonceptivos orales.

Otra hormona, la ACTH, que es una hormona hipofisaria que estimula la síntesis de corticoides y glucocorticoides, provoca una disminución de la concentración de mucopolisacáridos que forman parte de la sustancia fundamental y favorece su polimerización.

Hereditarios

La herencia genética juega un papel importante en la aparición de la celulitis. Tanto es así que suele heredarse tanto la tendencia a padecer celulitis como su grado de formación. Asimismo, se ha observado que existen razas que presentan una mayor predisposición que otras a padecer dicha alteración.

Psicosomáticos

Los trastornos afectivos, el estrés, la ansiedad, la depresión o el nerviosismo pueden provocar un desequilibrio neurovegetativo capaz de provocar alteraciones vasculares periféricas, dificultando la eliminación de agua y sustancias de desecho de los tejidos.

Alimentarios

El tipo de dieta influye tanto en la formación de la celulitis como en su control. Una dieta desequilibrada con un contenido calórico superior al requerido por nuestro organismo favorece la síntesis y almacenamiento de grasas en el tejido adiposo.

Alimentos desaconsejados son todos aquellos que contengan un lato contenido en azúcar, cafeína, alcohol, sal y alimentos precocinados o muy condimentados.

Metabólicos

Enfermedades como la diabetes, la obesidad y los trastornos hepáticos colaboran a la instauración de la celulitis, ya que pueden alterar el drenaje linfático y provocar trastornos circulatorios.

 

La inclusión en las formulaciones reductoras de agentes suavizantes e hidratantes, aunque por sí mismos no presenten ningún tipo de actividad anticelulítica, sí ayudan a mejorar la estructura externa de la piel, manteniéndola más fina y flexible

 

Sociales

Llevar una vida sedentaria, permanecer muchas horas sentada o en pie, no realizar ningún tipo de ejercicio físico, usar fajas o prendas de vestir ajustadas, usar tacones altos y finos, fumar, así como el embarazo, cansancio general, sueño, etc., son factores que dificultan la circulación, en concreto el retorno venoso, por lo que favorecen la aparición de la celulitis.

Prevención

Para combatir de forma eficaz la celulitis se deben modificar algunos de los hábitos que el paciente efectúa con regularidad e instaurar otros que lo ayuden a controlar la evolución de la celulitis. Algunos de ellos los pasamos a comentar a continuación.

Dieta equilibrada

Con una ingesta de calorías controlada, que deberá ser además hipocalórica sólo si existe un real exceso de peso. En dicha dieta no deben faltar los alimentos ricos en fibra, frutas y verduras, y los alimentos pobres en grasas y en hidratos de carbono de absorción rápida.

Se debe evitar la cafeína y un exceso de sal, ya que ésta favorece el edema, al fomentar la retención de líquidos. También se aconseja beber abundante agua o zumos de fruta bajos en calorías (1,5-2 litros diarios), pues mejoran la eliminación de toxinas.

Es recomendable no comer entre horas y respetar un horario o pautas de comidas regular.

Practicar ejercicio físico

Además de ayudarnos a sentirnos mejor, la práctica regular de algún tipo de deporte alivia el estrés, fortalece la musculatura, mejora y modela la figura, y favorece el riego sanguíneo. Las células se hallan mejor oxigenadas y se ve incrementado su metabolismo.

Evitar baños o duchas con agua muy caliente

Resulta muy tonificante y ayuda a estimular la circulación terminar la ducha matinal con un chorro de agua fría, elevándolo de los tobillos hasta las rodillas.

Llevar un ritmo de vida regular y sano

Respetar las horas de sueño, relajarse, saber respirar, intentar eliminar el estrés y la ansiedad, prescindir del tabaco y del alcohol son algunas de las medidas que nos ayudarán a frenar y controlar la celulitis.

Tratamiento

Para abordar el tratamiento hemos de recalcar que la constancia es un elemento clave a la hora de combatir la celulitis. El ejercicio físico, una dieta equilibrada y la utilización por vía tópica de preparados anticelulíticos deben formar parte de la rutina cotidiana. Sin embargo, hemos de partir de la premisa que los preparados cosméticos presentan sólo una eficacia apreciable si se aplican en una fase inicial de la celulitis; es entonces cuando actúan mejorando la elasticidad y plasticidad del tejido cutáneo al activar la circulación sanguínea, e incluso pueden llegar a provocar una disminución del contorno de las zonas afectadas por estimulación de los adipocitos para que eliminen grasa.

Para que la acción de los preparados anticelulíticos sea máxima se deberá preparar previamente la piel. La exfoliación corporal o al menos de las zonas a tratar es básica para así facilitar la absorción de los principios activos reductores. Un masaje suave con un gel exfoliante o con un guante de crin, además de eliminar las células muertas que quedan adheridas a la piel, mejoran su aspecto, activan la microcirculación, favorecen el intercambio celular y oxigenan la piel. La aplicación del anticelulítico debe realizarse sobre la piel seca después de efectuada la exfoliación y tras la ducha diaria, pues es en estas condiciones cuando los poros están dilatados, limpios y más receptivos para absorber los principios activos incorporados en la formulación con mayor rapidez y efectividad.

La tendencia actual es que las sustancias activas destinadas a tratar esta alteración se vehiculen en excipiente no grasos, de fácil aplicación, con buena extensibilidad y rápida absorción. Las características organolépticas del excipiente serán decisivas a la hora de que el preparado tenga o no una buena aceptación. Los geles, cremigeles y emulsiones fluidas de fase externa acuosa y silicónicas tienden a ser los vehículos más aceptados al cumplir las premisas que acabamos de citar. Se recomienda que sean aplicados efectuando un ligero masaje en la zona afectada, pues así se favorecerá la circulación. La composición de este tipo de formulaciones suele ser compleja e incluye distintos tipos de principios activos. En concreto, los extractos vegetales ocupan un papel muy importante, ya que muchos de ellos integran principios activos que poseen propiedades que resultan útiles para tratar esta alteración.

Lipolíticos

Actúan eliminando el exceso de líquidos. En el interior de los adipocitos existen unas enzimas, las lipasas, reguladas por un nucleótido, el AMP cíclico (AMPc), responsables de la descomposición de los triglicéridos en glicerina y ácidos grasos, permitiendo de esta forma su movilización y degradación. Las moléculas capaces de modificar la actividad fosfodiesterasa (enzima responsable de la degradación del AMPc) resultarán eficaces como lipolíticos al prolongar indirectamente la actividad del AMPc y, por tanto, la degradación de triglicéridos.

Otra forma de incrementar la concentración de AMPc es a través del sistema adenilatociclasa: su activación provoca un aumento del AMPc a partir de ATP y, por tanto, una estimulación de la lipólisis. Las moléculas capaces de activar este sistema son de tipo hormonal. Es por ello que se hallan excluidas de la formulación cosmética, ya que existe la posibilidad de que puedan provocar efectos secundarios. Por consiguiente, el único modo fiable de incrementar la lipólisis es mediante el primer sistema. Algunos de los principios activos más representativos de este grupo son:

­ Bases xánticas (cafeína, teofilina, teobromina). Estas sustancias, cuya eficacia ha sido bien demostrada, son muy frecuentemente incluidas en los cosméticos reductores. Su principal representante, la cafeína, además de inhibir la enzima fosfodiesterasa y con ello favorecer la acumulación de AMP cíclico, actúa estimulando la adenilciclasa sinérgicamente con algunas hormonas, transformando el ATP en AMPc. También ejerce una acción antiedematosa y presenta un efecto antilipogénico: regula el almacenamiento de grasa en el adipocito y reduce la actividad de lipasas (lipoproteína lipasa), impidiendo de esta forma la lipogénesis. Esta familia de principios activos es segura, ya que no es posible atribuir efectos sistémicos a su aplicación tópica. Dentro de este grupo no debemos olvidar citar los extractos vegetales ricos en bases xánticas como el de nuez de cola, guaraná y té verde.

­ Compuestos yodados de naturaleza no hormonal. Como el yoduro potásico, triyodoacetato de sodio, monoyodamina y extractos de algas como el de Fucus vesiculosus. Son utilizados para desencadenar la lipólisis en los adipocitos.

­ L-canitina. Es un aminoácido cuya misión se cree que consiste en mejorar el transporte de las cadenas grasas procedentes de los triglicéridos para facilitar su degradación.

Existen otras muchas moléculas cuya actividad, al menos teóricamente, está basada en la capacidad de degradar los triglicéridos acumulados en los adipocitos.

Principios venotónicos y antiedematosos

Este grupo incluye aquellos principios activos destinados a aumentar la resistencia de las paredes de los vasos, disminuir la permeabilidad capilar y mejorar la circulación sanguínea y el drenaje linfático. Su aplicación vía tópica está orientada a conseguir un estado satisfactorio del tejido conjuntivo por estar correctamente nutrido, oxigenado y ser capaz de eliminar las sustancias de desecho allí acumuladas.

Este tipo de sustancias activas resulta de especial utilidad en todas aquellas personas que sufran celulitis que asocie un componente edematoso importante, como es el caso de las celulitis difusas deformantes.

Su incorporación a los preparados anticelulíticos se realiza empleando extractos vegetales, generalmente de base glicólica o hidroglicólica. Los más utilizados son:

­ Castaño de Indias (Aesculus hippocastanum). Sus acciones venotónica, antiedematosa, antiinflamatoria y lipolítica son debidas a su amplia gama de principios activos. Entre los más significativos está la escina, el saponósido triterpénico y el aesculósido, derivado cumarínico con acción vitamínica P.

­ Brusco o rusco (Ruscus aculeatus). Posee propiedades antiedematosas y vasoprotectoras. Entre sus principios activos destacan la ruscogenina, que actúa provocando vasoconstricción del sistema venoso, y la rutina, responsable de la acción vitamínica P que refuerza la pared de los capilares sanguíneos, mejorando así la circulación de retorno.

­ Hiedra (Hedera helix). Su extracto es rico en saponinas triterpénicas (hideracósido A y hederinas alfa, beta y gamma), flavonoides (rutina), ácido cafeico y clorogénico, que le confieren propiedades antiedematosas, vasocontrictoras, desensibilizantes y antisépticas. Tras su aplicación se consigue mejorar la microcirculación de la zona tratada, facilitando el drenaje del líquido allí acumulado.

­ Ginkgo biloba. Es una planta de origen oriental con reconocidas propiedades terapéuticas vasculares y antioxidantes. En su composición se han identificado flavonoides (quercetina, caempterol, quercetina ramnósido), flavonas (luteolina), biflavonas, diterpenos, sesquiterpenos y taninos, entre otros.

Además de los ya citados, existe un largo número de extractos vegetales útiles en la terapia anticelulítica con propiedades antiedematosas (Fucus vesiculosus, árnica), descongestivas (castaño de Indias, Viburnum, salvia), calmantes (manzanilla, caléndula, malvalisco) que se incorporan en concentraciones que pueden oscilar desde el 1 al 20%, según el extracto y la formulación a realizar.

El ejercicio físico, una dieta equilibrada y la utilización por vía tópica de preparados anticelulíticos deben formar parte de la rutina cotidiana

 

Rubefacientes

Actúan activando la circulación periférica y, con ello, el metabolismo local. Se observa tras su aplicación un aumento de la temperatura en la zona tratada, aunque no existe reacción eritematógena. Nicotinato de metilo y tocoferilo, salicilato de metilo, mentol, alcanfor y algunos aceites esenciales son los rubefacientes más utilizados para el tratamiento de la celulitis.

Reestructurantes

Este grupo incluye todas aquellas sustancias destinadas a contrarrestar el deterioro provocado por el envejecimiento del tejido subcutáneo propio de la celulitis:

­ Despolimerizadores de mucopolisacáridos. Son las tiomucasas y las hialuronidasas, enzimas utilizadas para combatir la excesiva polimerización y reticulación de los mucopolisacáridos que forman la sustancia fundamental (ácido hialurónico y condroitin sulfato). Su acción permite recuperar la fluidez y permeabilidad propias del tejido conjuntivo, lo que facilita el drenaje de sustancias tóxicas retenidas en él, como la entrada de principios activos formulados en la misma preparación que estas enzimas.

­ Oligoelementos. Actúan favoreciendo la síntesis de las fibras de elastina y colágeno (manganeso, cobre, cinc, cobalto). En concreto, el silicio juega un papel estabilizador en el tejido conjuntivo, ya que interviene en diferentes procesos enzimáticos. Su presencia regula la proliferación de fibroblastos y facilita la mejor interacción entre las proteínas fibrosas y los glucosaminoglicanos, protegiendo la funcionalidad de los componentes dérmicos extracelulares. Su incorporación en estos preparados es en forma de silicio orgánico (monomanuronato de trimetilsilanol, silanoles y extracto glicólico de equiseto o cola de caballo).

­ Vitamina E. Basa su acción en sus propiedades antirradicalares. Protege y refuerza las fibras proteicas de colágeno y elastina, regenera el tejido conjuntivo y protege de la oxidación a los ácidos grasos poliinsaturados y a otras sustancias con actividad enzimática u hormonal.

­ Fibrinolíticos. Actúan desnaturalizando las fibras de colágeno o elastina insolubles que dan lugar a un tejido compacto, fibroso, responsable de los nódulos celulíticos.

­ Enzimas proteolítias. Como los de Carica papaya (papaína) o de ananás (bromelaína). Ejercen su acción sobre las fibras proteicas secretadas anormalmente y sobre todas aquellas que quedan aprisionadas en los nódulos.

­ Vitaminas (A, B y C), derivados de yodo (triac, triyodotironina, yoduro potásico, yodamina), polisacáridos y otros azúcares. También poseen propiedades anticelulíticas, por lo que resulta usual que los encontremos en estos preparados de tratamiento.

Por último, cabe señalar que la inclusión en las formulaciones reductoras de agentes suavizantes e hidratantes, aunque por sí mismos no presenten ningún tipo de actividad anticelulítica, sí ayudan a mejorar la estructura externa de la piel, manteniéndola más fina y flexible.

Además del tratamiento tópico con preparados dermocosméticos, existen otros tipos de medidas de probada eficacia como son la mesoterapia, la talasoterapia, la presoterapia, los masajes, la hidroterapia o terapia termal, la ultrasonoterapia, la laserterapia, la celulolipólisis, la ionoforesis y la cirugía estética (liposucción y lipoescultura). Todas estas técnicas pueden proporcionar resultados muy satisfactorios. *

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