Por definición, la palabra enfermera es un nombre, y en inglés nurse también es un verbo. En este contexto, enfermera es nombre y verbo. Recientemente adquirí un conocimiento próximo al mundo de la enfermería como espectador.
A lo largo de un año, he debido pasar unas 100 noches ingresado y muchos otros días como paciente ambulatorio. Un diagnóstico de leucemia mieloblástica aguda me proporcionó un asiento de primera fila a la profesión enfermera, desde el que he sido testigo del “corazón” del sistema de salud.
Cada una de mis enfermeras me hacía una valoración rutinaria breve y me preguntaban cosas que la mayoría de chicos de 19 años no querrían contestar. Una y otra vez, mis enfermeras me trataron con respeto y compasión. Cuando me visitaban los médicos, pude observar las responsabilidades entretejidas de la enfermera y el médico. Mucho más allá de simplemente dar medicamentos, las enfermeras están realmente bien formadas y tienen grandes conocimientos.
Aunque supieran que la vida de un paciente se acercaba a su final, sus cuidados no menguaban. Expresaban tanta alegría al recibir los resultados positivos de las pruebas de un paciente, que uno llegaba a creer que parecía un miembro de la familia. Compartían el dolor y la alegría; las enfermeras son los ángeles de este mundo.
Con frecuencia me preguntaba cómo podían soportar ese ritmo frenético, día tras día. Hay una razón para que la palabra enfermera sea un nombre y un verbo: se lo han ganado. Como futuro médico, pienso aportar mi grano de arena para iluminar a todos aquellos con los que me vaya encontrando con esta idea sobre las enfermeras, las heroínas del sistema sanitario. ■
Jacob Adashek, Ba
Pomona, Cal.