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Vol. 25. Núm. 2.
Páginas 121-123 (Enero 2014)
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Reseña del libro
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Laura Stephany Rocha Sánchez
Facultad de Filosofía y Letras, unam
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Realizar un homenaje es conjugar una multiplicidad de voces que reconfiguran la imagen del homenajeado; esas voces son atisbos de percepciones fijadas en un espacio acotado que narran fragmentariamente la vida, la obra y el legado del autor en cuestión. Llevar a cabo esta labor es especialmente arduo si se trata de José Emilio Pacheco, quien tenía intereses tan diversos como disímiles, pues incursionó en géneros distintos tales como la poesía, la crónica, la narrativa y el periodismo.

Edith Negrín y Álvaro Ruiz Abreu coordinaron este libro como resultado del coloquio realizado en el 2011 en la Universidad Autónoma Metropolitana, en esfuerzo conjunto con la unam, en el marco de la celebración múltiple a propósito del cumpleaños número setenta de José Emilio Pacheco, del cincuenta aniversario de su carrera literaria y del treinta de la publicación de su famosa novela Las batallas en el desierto. En dicho evento se dio cabida a treinta y seis participantes cuyas investigaciones se agruparon en cuatro apartados: “La permanencia del oleaje: las voces del afecto”, “El monopolio eterno de la magia: hablamos de poesía”, “Tinta de la memoria: inventarios y procesos” y “Nada altera el desastre: acercamientos a la narrativa”.

El primer capítulo retrata el ámbito personal de Pacheco. Se compone de anécdotas, historias y detalles que ofrecen quienes lo conocieron. Una de las facetas que se destaca en esta parte es la de Pacheco como profesor, enfatizada por el artículo de inicio de Elena Poniatowska titulado “José Emilio Pacheco y los jóvenes”. Para una figura tan importante, es trascendental su tarea como modelo para las nuevas generaciones. Sin duda esta faceta tiene repercusiones no solo en quienes lo conocieron, sino también en quienes por medio de su literatura experimentan una parte de lo que él quiso transmitir.

No obstante la estructuración del homenaje dividido según los géneros que el escritor practicó, para fines de esta reseña, se identifica en los artículos otro tipo de andamiajes que dan cuenta, por un lado, de los intereses de la crítica sobre la obra de Pacheco, y por otro, de las recurrencias presentes en su quehacer literario. Así, pueden reconocerse cuatro grupos: influencias, temas recurrentes en Pacheco, la labor crítica del autor y la visión de otros especialistas sobre su obra.

En la primera de las categorías propuestas, se observa a Pacheco emparentado literariamente con algunos autores coetáneos, ya sea por decisión propia, ya por semejanza. Evodio Escalante en “Una poética compartida: Alfonso Reyes y José Emilio Pacheco” (91-105) sustenta que hay una relación de paternidad que gustosamente asume el autor de Morirás lejos. Asimismo, se presentan lazos por similitud temática encontrados en la comparación ejecutada por Demetrio Anzaldo-González entre Jardines y Jardín de niños de Juan Gelman y Pacheco, respectivamente. Por último, Ana Rosa Domenella enumera escritoras que dejaron huella en la literatura de Pacheco (279).

En el grupo de temas recurrentes se estudia la ciudad y la memoria. La urbe es trascendental en la obra de Pacheco. Carmen Dolores Carrillo, Juan Leyva y Luis de la Peña Martínez abarcan algunos aspectos de estructuración, construcción y motivaciones que incurren en la aparición de aquella en los textos del autor. Los estímulos que sobresalen en esos aspectos son la experiencia del individuo en la ciudad, la fijación de esta en el tiempo y principalmente, la influencia de la urbe en la memoria.

La rememoración sirve de puente con otros intereses como los que expresa José Manuel Mateo en el artículo “José Emilio o la estrategia del tiempo” que trata sobre el transcurrir temporal aplicado a la poesía y para tal fin, identifica tres direcciones con las que Pacheco delinea un “programa”:

la incorporación del tiempo al discurso poético configura un programa que actúa al menos en tres direcciones: un doble movimiento de apropiación e inoculación del canon y de la tradición, la afirmación de la variabilidad del texto escrito y una postura éticoestética que las dos direcciones previas estimulan (194).

Estos tres ejes pueden ser válidos para el resto de su obra. Por ejemplo, la experiencia del hombre frente a su entorno y el diálogo con la tradición poética inmediata son asuntos que ya se habían mencionado previamente y que se retoman en los artículos de Marlene Fautsch Arranz y Jorge Aguilera.

El tercer grupo da cuenta de la labor crítica de Pacheco. Álvaro Ruiz Abreu y Tanius Karam Cárdenas lo retratan como cronista y Blanca Rodríguez como antologador. En estas dos vertientes, se traslucen los planteamientos éticos y estéticos que Pacheco asume como figura de autoridad; puesto que, como cronista expresa la fijación de los hechos presentes como herencia para el futuro y como antologador, la fijación en el canon de textos que considera dignos de entrar en él.

Por último, en la visión de otros especialistas sobre su obra, se hallan los textos de José Ramón Ruisánchez y de Margarita León Vega. El texto “La mirada poética de José Emilio Pacheco” de Ruisánchez trata el polvo como una imagen análoga a la expresión de la poesía que apunta hacia la nada. Por su parte, el artículo “El silencio de la luna: la prehistoria, la historia y el fin de la historia en la poesía de José Emilio Pacheco” utiliza la luna como imagen de lo fluctuante para mostrar la temporalidad.

De manera independiente a los grupos mencionados, vale la pena destacar el artículo elaborado por Enrique Serna como un trabajo de síntesis puesto que enuncia temas recurrentes en la literatura de Pacheco, así como la indagación sobre su proceso creativo. Añade a los temas anteriormente señalados en este homenaje, los relatos de terror y el “país extranjero” de la infancia (243). Cabe mencionar que el escrito de Serna es uno de los más útiles para iluminar la percepción de la obra de Pacheco ya que se mueve con gran libertad en ella y es capaz de entresacar detalles que, de otra forma, resultarían invisibles.

Solo resta decir que un homenaje tiende a andar por amplios derroteros y así como los temas son diversos, sus tratamientos también lo son. A pesar de haber algunas discrepancias en la calidad general de los textos, la mayoría son capaces de aportar conocimientos nuevos con respecto al escritor homenajeado y abonan a la discusión sobre su obra.

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