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Investigaciones de Historia Económica - Economic History Research
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Inicio Investigaciones de Historia Económica - Economic History Research Enrique Llopis y Carlos Marichal (Coords.). Latinoamérica y España, 1800-1850....
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Vol. 9. Núm. 2.
Páginas 129-130 (Junio 2013)
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Vol. 9. Núm. 2.
Páginas 129-130 (Junio 2013)
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Enrique Llopis y Carlos Marichal (Coords.). Latinoamérica y España, 1800-1850. Un crecimiento económico nada excepcional. Madrid, Marcial Pons Historia-Instituto Mora, 2009, 295 págs.
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Izaskun Álvarez Cuartero
Universidad de Salamanca, Salamanca, España
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Este libro es el resultado del seminario internacional de Historia Económica titulado «Obstáculos al crecimiento económico en Iberoamérica y España, 1790-1850», auspiciado por la Fundación Ramón Areces. La editorial Marcial Pons y el Instituto José María Luis Mora de México han hecho posible la publicación de los trabajos presentados por los expertos que se reunieron en Madrid en la primavera de 2007. A las aportaciones de los especialistas debemos añadir la colaboración como comentaristas de historiadores e historiadoras de la economía como Blanca Sánchez, Carmen Sarasúa, Aurora Gómez, John Coatsworth, Pere Pascual, José Antonio Sebastián o Luis Jáuregui. La sesión de trabajo contó con asistentes de excepción, como Nicolás Sánchez Albornoz, Pablo Martín Aceña o Emilio Pérez Moreno, que proporcionaron sugerencias a los autores y animaron el debate.

El tema que se abordaba era extraordinariamente sencillo: reflexionar sobre «las causas del lento crecimiento de Latinoamérica y, en menor grado, de España durante la primera mitad del siglo xix», pero su planteamiento incluía valorar otros aspectos que lo volvían espinoso y poliédrico: esos 50 años de historia atlántica coincidieron con la ocupación española por las tropas francesas, las sublevaciones independentistas y el desmoronamiento del imperio colonial.

Alexander von Humboldt, en su Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España, criticaba la ligereza de la economía política de reducirlo todo a razones simples por considerar la extracción de metales preciosos una de las causas de la falta de producción agrícola en países que tienen 3 o 4 veces más extensión que Francia; esta explicación no le convencía en absoluto, alegaba «que si se perfeccionan las instituciones sociales, las comarcas más ricas de producciones metálicas serán también y acaso mejor cultivadas, que las que aparecen desprovistas de metales». Los autores de este volumen —al contrario que los economistas criticados por Humboldt— estiman que fueron múltiples los factores desencadenantes del escaso desarrollo económico de la región y revisan la historiografía y las afirmaciones vertidas sobre este período. Llopis y Marichal ya adelantan en la introducción del libro que la etapa de 1820 a 1870 no acumula en América Latina el retraso pretendido por las visiones más clásicas del tema. Asimismo, los trabajos de este volumen marcan con vehemencia los contrastes regionales y nacionales en América y también se apunta que España, a pesar de su distancia en el desarrollo con el de Europa occidental, mantiene un nivel de PIB que podría calificarse como satisfactorio.

El capítulo titulado «Herencia colonial y desarrollo económico en Iberoamérica: una crítica a la «nueva ortodoxia»», de Rafael Dobado, incluido al final del libro —recomiendo su lectura como lección introductoria—, centra su atención en revisar la clásica tesis del peso de la herencia colonial en el desarrollo iberoamericano y las diferencias con el caso anglosajón. Su revisión de los estudios de los autores que Dobado llama los nuevos ortodoxos (Acemoglu, Johnson, Robinson, Engerman y Sokoloff) señala la profunda influencia que estos científicos sociales están ejerciendo sobre organismos como el Banco Mundial. Su aportación es una crítica fundamentada a estos peligrosos revisionismos, por desconocedores de la realidad económica y social del pasado americano. El autor también se detiene en valorar con agudeza el concepto de colonialismo, reducido a una nota al pie, pero que bien vale una consideración más extensa.

Los estudios de Ernest Sánchez Santiró –«El desempeño de la economía mexicana tras la independencia, 1821-1870: nuevas evidencias e interpretaciones»– y de Luis Jáuregui y Carlos Marichal –«Paradojas fiscales y financieras de la temprana república mexicana»– se dedican al caso mexicano. Sánchez Santiró sustenta que el crecimiento de México se debe estudiar teniendo en cuenta las características regionales y sectoriales tan desiguales del país. Mantiene que el período comprendido entre 1826 y 1855 experimentó un crecimiento apreciable. Esta etapa iría seguida de la recesión provocada por las guerras civiles (Reforma, Intervención, Segundo Imperio) y por la ralentización productiva de los años 1855 a 1870, sin olvidar las consecuencias de la guerra con su vecino del norte de 1846 a 1848 y la pérdida de territorio. El autor valora positivamente los esfuerzos postindependentistas por construir el Estado-nación. Sin embargo, el contexto postbellum de 1848 cuestionaría «los límites y empleo de las grandes propiedades agrarias, así como el ejercicio oligárquico del poder municipal». Como es bien sabido, el auténtico poder se mide en las sinergias municipales, que son aprovechadas magistralmente por instituciones como la iglesia y las distintas corporaciones activas en los entornos regionales. La propuesta de Sánchez Santiró es apoyada por la contribución de Jáuregui y Marichal, que aseveran, con un exhaustivo análisis de fuentes documentales, la fragilidad de las cuentas de la Federación y apuntan, como causantes de ellas, a 3 crisis transversales y de larga duración: la del mercado financiero, la fiscal y la de deuda pública. Ambos autores recogen en su minucioso trabajo los malogrados afanes por reformar el Estado y el continuo intento de controlarlo por los grupos políticos mexicanos.

Jorge Gelman, en su ensayo «¿Crisis postcolonial en las economías sudamericanas? Los casos del Río de la Plata y Perú» nos ofrece una concienzuda revisión de la influencia del derrumbe del centro minero peruano en regiones cercanas como el noroeste y centro de Argentina. La crisis de la monarquía hispánica afectó indiscutiblemente a la savia del reino, la minería de oro y plata nutrió una amplia horquilla de regiones que aprovecharon los réditos y necesidades de insumos derivadas de la extracción. Sin negar la importancia del descalabro que provocaron en Perú los reajustes postindependentistas, no fueron tan onerosos en el caso de otras áreas. En el litoral argentino se habían atisbado los amplios beneficios que podían reportar las conexiones con los mercados internacionales. Su situación privilegiada y la amplia experiencia en el comercio marítimo marcaron las posibilidades de futuro argentinas. La «lotería de bienes» sería en esta parte de América determinante. No obstante, es conveniente señalar que las diferencias de desarrollo entre Buenos Aires y otras zonas del país comienzan a notarse en estos años. El trabajo de Gelman coincide con el de Dobado en rebajar el peso de las interpretaciones de Engerman, Sokoloff y el resto de autores revisados, manifestando que «estas interpretaciones, más allá de las lógicas que las sustentan, […] se basan en datos de calidad más que dudosa» (pág. 27).

El apartado dedicado a la economía española lo integran el trabajo de Pedro Tedde de Lorca, «Oro y plata en España: un ensayo de cuantificación (1770-1850). La economía monetaria española y la independencia de América», y el firmado por Enrique Llopis y José Antonio Sebastián «Impulso económico e inestabilidad: España, 1808-1850». Tedde de Lorca muestra cautela con respecto a las fuentes a las que se refería Gelman; en efecto, el autor hace notar la falta de información para cuantificar la cantidad de dinero metálico en las 3 últimas décadas del siglo xviii y la primera mitad del siglo xix, pero ello no le impide probar que la península ingresó notables cantidades de plata americana, lo que hizo que se incrementara la cantidad de circulante a finales de la década de los cuarenta. Otra de las hipótesis de trabajo que plantea el autor es que España, en la segunda mitad del siglo xix, pudo acoplarse a los nuevos tiempos gracias a las existencias metálicas que acumulaba. El crecimiento español después de las guerras de independencia es tratado por Llopis y Sebastián, quienes también se lamentan de las escasas fuentes de las que disponen para reconstruir las «principales macromagnitudes» durante la primera mitad del siglo xix. Quisiera recalcar que, además de las consecuencias negativas del fin del Antiguo Régimen (vacío de poder, crisis financiera, pérdida del monopolio comercial con las que habían sido sus colonias, colapso del régimen señorial), los autores apuntan a la «pérdida de poder político del «frente antirroturador» que había dominado la mayoría de los gobiernos municipales del país desde el siglo xvii» (pág. 165) como uno de los aspectos con mayor repercusión en la economía española entre 1815 y 1850. A esta situación se unió la mejora del sistema de transportes y el auge de la economía internacional, que favorecieron el crecimiento español, demasiado centrado todavía en el mercado nacional.

Esta obra es un punto de partida fundamental para los análisis económicos del período. Cabe destacar que los trabajos se complementan unos con otros, los distintos casos regionales nos sirven para aclarar y comparar sus historias, una metodología fructífera para escribir historia económica de América Latina, que requiere dominar los procesos históricos de enorme complejidad que se suceden. La regionalización, los comportamientos heterogéneos e intermitentes llevan a una evolución nada apacible de la economía y la historia del continente. Tal vez esta circunstancia hace de su estudio un reto difícil, impermeable a fáciles generalizaciones y solo apto para unos pocos. Los trabajos de estos investigadores son un buen reclamo para continuar profundizando en su estudio.

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