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Investigaciones de Historia Económica - Economic History Research
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Vol. 9. Núm. 1.
Páginas 59-60 (Febrero 2013)
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Robert B. Ekelund Jr., Robert D. Tollison. Economic Origins of Roman Christianity. Chicago & London, University of Chicago Press, 2011, 269 págs.
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José Luis Herranz Guillén
Instituto Universitario de Estudios de la Ciencia y la Tecnología, Universidad de Salamanca, Salamanca, España
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En plena eclosión de la psicofísica decimonónica (una «psicología sin alma», para el humanismo cristiano), un ilustre materialista de amplísimas miras morales, el polifacético John Stuart Mill, escribía el 5 de marzo de 1854 en su diario: «La religión empieza dándose por supuesta; después es elaboradamente probada; por fin, llega un momento en que todo esfuerzo va dirigido a hacer que se la deje en paz» (Mill, 1996 [1854]). El fenómeno religioso, campo de estudio tradicional de la filosofía, la historia, la antropología y la sociología, se ha convertido actualmente en un atractivo objeto de interés para un abanico creciente de disciplinas académicas: desde la neuropsicología, pasando por la sociobiología, hasta parar en la economía. Para el teólogo, el creyente convencido, y sobre todo el practicante místico, estas aproximaciones de la ciencia a la religión pueden resultar pintorescas intromisiones, o simplemente intentos de explicar una experiencia existencial, la religiosa, con unas herramientas inadecuadas. Ya lo dijo William James, uno de los psicólogos más eminentes de su época, cuando concluyó en el ciclo de conferencias Glifford sobre religión natural celebrado en 1902: «puedo situarme en la actitud sectaria científica y pensar que las sensaciones, las leyes y los objetos pueden serlo todo; pero si lo hago siento aquella advertencia interior… que murmura: “¡Tonterías!”. La hipocresía es hipocresía, aunque lleve un nombre científico, y la expresión total de la experiencia humana, tal como la entiendo objetivamente, me empuja inexorablemente más allá de los estrechos límites “científicos”» (James, 2002 [1902], p. 692). En cualquier caso, el pronóstico de Mill parece estar cumpliéndose, cuando el creyente de hoy se ve desbordado ante una insólita cantidad de publicaciones que plantean desde que lo que llamamos alma, o Dios, e incluso el propio sujeto humano, tan solo son productos azarosos de complejas interacciones neuroquímicas que se reproducen de cerebro en cerebro, hasta, como es el caso del volumen que aquí se comenta, que la experiencia religiosa es un artículo de consumo, y la religión organizada, una actividad empresarial como cualquier otra.

Ya casi desaparecidas las cautelas o líneas rojas a la hora de tratar lo religioso desde una razón despojada de la fe, la religión aparece como territorio de análisis escasamente explorado para ramas y enfoques científicos que no habían entrado en él, o que lo habían hecho tímidamente (como la economía). La economía de la religión, una joven especialidad académica en apogeo, ha entrado en el estudio del fenómeno, y presenta la religión como ya hiciera John Locke y la actual teoría de los clubes: una asociación de personas, que persiguen su propio interés, y que ha de ser libre y voluntaria como cualquier otra iniciativa asociativa. Asimismo –y esta puede ser la vertiente más controvertible– la religión también se explica como un producto de consumo de masas, igual que la política, el deporte o los libros de autoayuda. En este ardid científico –y a la par divulgativo– se presenta el libro de Ekelund y Tollison, 2 profesores de economía estadounidenses precursores de la economía de la religión, y veteranos especialistas en economía de la competencia imperfecta, economía institucional, elección pública e historia económica, y del análisis económico. Los autores nos aportan una obra ingeniosa y provocativa, que ha tenido buena acogida de la crítica en el mundo anglosajón de primacía protestante.

Economic Origins viene a completar 2 trabajos previos de ambos autores sobre la misma temática: The marketplace of Christianity (Ekelund et al., 2006), con Robert Hebert, donde se presenta la Reforma protestante como una revolución competitiva en el mercado de las ideas y creencias religiosas; y Sacred trust: The medieval Church as an economic firm (Ekelund et al., 1996), con Gary Anderson y Audrey Davidson, un estudio sobre lo acontecido en la época de máximo poder de la Iglesia Católica (s. xii), hasta la eclosión y éxito de las ideas reformistas en el s. xvi. El leitmotiv de la trilogía es desmitificar la religión organizada, y presentarla como organización económica maximizadora de beneficios igual que cualquier empresa. Tales beneficios no son siempre o solo rentas monetarias. El objetivo más preciado a maximizar en las religiones que, como la cristiana católica, aspiraron a crecer rápidamente y convertirse en fenómeno de masas, es el de la captación y fidelización de «clientes» por medio de conversiones y bautizos, y comercializando un «producto» sencillo e innovador, sin rival en el mercado.

Según el enfoque que proponen los autores en su último libro, todas las religiones nacen y se desarrollan en mercados (más o menos competitivos) en los que se ofertan y demandan ideas y servicios religiosos. Las religiones siguen comportamientos económicos, adoptando estrategias competitivas al uso que incluyen desde la innovación, la diferenciación de productos o la internacionalización, hasta la búsqueda de rentas en los mercados políticos, el establecimiento de barreras a la entrada a otros sistemas religiosos, y el afán por restringir la competencia y monopolizar el mercado. Así pues, la Iglesia Católica (pre y post-Concilio de Nicea) muestra con su comportamiento histórico una clara lógica económica, o sea, que sigue un comportamiento maximizador y responde a incentivos. Obviamente, esta visión de las cosas supone un desafío para aquellos que presentan la actividad tanto de la Iglesia como de otras organizaciones, públicas y privadas, en consonancia con los principios altruistas, ya sean la solidaridad universal, el amor-caridad, la justicia social, o la promoción del bien común. Ekelund y Tollison lo expresan sin rodeos: «no importa qué maximizan de hecho las religiones. Riqueza, utilidad y almas salvadas son posibilidades. Nuestro punto de vista es que se comportan de acuerdo con un propósito en la persecución de sus metas, incluso considerando una concepción más amplia de la racionalidad» (p. 31).

Ni el enfoque ni el método de la economía de la religión resultan completamente novedosos, y tienen ilustres antecedentes en el empirismo filosófico de Locke, Hobbes y Hume, y en el utilitarismo economicista à la Gary Becker. A diferencia de la tradición weberiana, los autores no entran en la recurrente controversia acerca de las causas –religiosas o no– del desarrollo económico occidental moderno, sino que directamente van a tratar el fenómeno religioso como un asunto económico en sí mismo. De este modo, su modelo apunta sugerentes hipótesis sobre cuáles fueron las razones que llevaron a un crecimiento anual acumulativo del 3,4% en la población cristiana entre los años 40 y 350 d.C., período en el que los cristianos se expandieron desde una pequeña secta de 7.400 integrantes, a 1,1 millones en el año 250, y 32 millones en el 350.

Para Ekelund y Tollison las razones de este éxito se basan en aciertos de estrategia orientados a conseguir y mantener una posición dominante de monopolio, que llegará a ser multinacional y verticalmente integrado en casi toda Europa entre 1100-1200 d.C. Algunos de esos aciertos, que se analizan en el libro (si bien con escasas aportaciones empíricas en algunos casos), atañen a la política de alianzas que condujo a la cooperación simbiótica con el poder político, como es el caso de las relaciones con los emperadores Constantino y Teodosio en el s. iv, y Carlomagno y los reinos francos en los ss. viii-ix. Pero quizás lo más interesante corresponde a la interpretación y análisis de, según los autores, 3 aciertos decisivos concernientes a las políticas de innovación, distribución comercial y management: 1) las innovaciones introducidas en el «producto estrella» de la gama: la resurrección de los muertos y la vida eterna, que para Ekelund y Tollison consiste en un seguro –que cubre la contingencia de la salvación eterna–, con una prima muy «barata» respecto a otros productos sustitutivos ofrecidos por las demás religiones; 2) el marketing empleado (publicidad de los martirios de los apóstoles y otros líderes, y de las persecuciones colectivas; campañas de proselitismo en grandes ciudades habitadas por una población diana bien escogida; un uso bien planificado de las redes sociales, etc.) y, sobre todo, 3) el papel desempeñado por los apóstoles y especialmente por San Pablo, el «apóstol de los gentiles», caracterizado (sin demasiadas aportaciones empíricas, estadísticas o biográficas) como un brillante consejero delegado de la firma «Cristianismo», un ejecutivo dotado de extraordinarias capacidades que hacen de él una mezcla de empresario, consultor, estratega visionario, ideólogo publicista y franquiciador, que consiguió una rentabilidad extraordinariamente alta medida en conversiones de judíos y, especialmente, de paganos.

Bibliografía
[Ekelund et al., 2006]
R. Ekelund Jr., R.F. Hebert, R.D. Tollison.
The marketplace of Christianity.
MIT Press, (2006),
[Ekelund et al., 1996]
R. Ekelund Jr., R.F. Hebert, R.D. Tollison, G. Anderson, A. Davidson.
Sacred trust: The medieval Church as an economic firm.
Oxford University Press, (1996),
[James, 2002]
W. James.
Las variedades de la experiencia religiosa. Estudio de la naturaleza humana (versión castellana de J.F. Yvars, prólogo de José Luis Aranguren).
Ediciones Península, (2002 [1902]),
[Mill, 1996]
J.S. Mill.
Diario.
Alianza Editorial, (1996 [1854]),
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