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Investigaciones de Historia Económica - Economic History Research
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Inicio Investigaciones de Historia Económica - Economic History Research Jorge Gelman (Coord.). El mapa de la desigualdad en la Argentina del siglo XIX. ...
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Vol. 9. Núm. 1.
Páginas 54-55 (Febrero 2013)
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Vol. 9. Núm. 1.
Páginas 54-55 (Febrero 2013)
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Jorge Gelman (Coord.). El mapa de la desigualdad en la Argentina del siglo XIX. Rosario (Argentina), Prohistoria Ediciones, 2011, 405 págs.
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Enric Saguer Hom
Centre de Recerca d’Història Rural, Universitat de Girona, Girona, España
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Latinoamérica se caracteriza por unos índices de desigualdad económica muy elevados. El último informe sobre desarrollo humano del PNUD señala que muchos países latinoamericanos con un índice de desarrollo alto o medio continúan siendo líderes mundiales en desigualdad en las franjas del IDH donde se sitúan. La curva de Kuznets, como ya es sabido, es de escasa utilidad para explicar la trayectoria de estos países y, por ello, resulta atinada e incluso necesaria la realización de investigaciones que permitan avanzar tanto en la descripción de los procesos históricos de desarrollo de la desigualdad como en la explicación de sus causas y motores. La obra coordinada por Jorge Gelman responde claramente a dichos objetivos y se enmarca en un programa más ambicioso del cual el libro recoge unos resultados de gran solidez, si bien los propios autores no los presentan como definitivos, especialmente en cobertura geográfica y en materia de interpretación.

En primera instancia el libro pretende, como su título sugiere, elaborar una cartografía de las diferencias interprovinciales en los niveles de desigualdad que se generaron durante el período posterior a la independencia, en un contexto caracterizado por la expansión de la frontera interior y por un importante crecimiento demográfico. Se trata de examinar la desigualdad en la distribución de la riqueza expresada en forma de bienes sujetos a imposición fiscal (inmuebles, ganado, capital comercial), no del ingreso, aspecto explícitamente pospuesto para abordarlo en investigaciones futuras. Dicha cartografía, aunque parcial porque el libro abarca 9 de las 24 circunscripciones provinciales en que se organiza el territorio argentino (4 de la franja occidental próxima a la cordillera andina: Mendoza, Jujuy, Salta y Tucumán; y 5 de la franja centroseptentrional: Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, provincia de Buenos Aires y ciudad de Buenos Aires), permite apreciar claramente la existencia de trayectorias económicas divergentes al tiempo que se registraba un aumento generalizado –pero con intensidades distintas– de la desigualdad.

A lo largo del libro destacan 3 hilos argumentales que tienen carácter transversal: los problemas metodológicos en la medición de la desigualdad, la magnitud de dicha desigualdad y su evolución a lo largo del siglo xix, y finalmente la relación entre la desigualdad y los procesos de crecimiento económico y demográfico. Por lo que se refiere al primer aspecto, debe valorarse especialmente la existencia de un planteamiento metodológico compartido que se expresa en la utilización sistemática de algunos indicadores, básicamente el porcentaje de concentración en el primer y el cuarto quintil y los índices Gini sobre los propietarios y sobre el total de unidades censales. Aunque las fuentes no permiten un enfoque estrictamente homogéneo, el esfuerzo por obtener esta batería de indicadores comunes dota de mayor interés y alcance a cada uno de los análisis provinciales y facilita su comparabilidad. El fruto de ello queda claramente recogido en el interesante capítulo introductorio redactado por el coordinador.

Los autores del libro también han sabido sacar partido de la ventaja comparativa que supone disponer de territorios de análisis superficialmente amplios, pero con un volumen de población relativamente bajo y un número de contribuyentes aún más asequible. La mayor parte de los trabajos utiliza como fuente la Contribución directa establecida a partir de 1839 y, aunque existen marcadas diferencias en la cronología, en el marco normativo provincial y en el contenido de la fuente –permitiendo unas veces observar solo la riqueza inmobiliaria y pecuaria y otras incluir la riqueza comercial e industrial–, la escala de análisis provincial les ha permitido cruzar sistemáticamente los datos fiscales con censos demográficos. Con ello consiguen superar una limitación habitual de las investigaciones realizadas exclusivamente a través de fuentes fiscales e integrar a la población no propietaria y a aquella cuya base imponible no alcanzaba los mínimos establecidos para tributar. La imagen resultante cambia de forma substancial cuando los índices de desigualdad miden no solo a los contribuyentes y propietarios, sino al conjunto de las unidades censales que conforman el total de población. Entonces se alcanzan niveles de desigualdad muy elevados y, al mismo tiempo, se liman muchas diferencias aparentes entre zonas con distintos niveles de acceso a la propiedad o de inclusividad en la categoría de contribuyentes.

En cuanto al nivel de desigualdad y su evolución, el libro parte de la idea de que si bien en época colonial era notable –pero no tanto como las tesis clásicas sostienen, en consonancia con la dominancia de las explotaciones pequeñas y medianas que han mostrado investigaciones recientes–, fue después de la independencia y, especialmente, durante las décadas centrales del siglo xix, cuando se produjo una fuerte expansión del modelo de la gran estancia y, con ella, un acentuado aumento de la desigualdad en la distribución de la tierra y de la riqueza. Los capítulos dedicados a la ciudad de Buenos Aires y a las provincias de Santa Fe y Buenos Aires –que adoptan una perspectiva diacrónica que globalmente comprende de 1839 a 1870– permiten constatar un marcado aumento de la desigualdad en un período temporal relativamente corto. La única excepción se plantea en el caso de Entre Ríos donde, además de factores específicos como el temprano agotamiento del espacio colonizable, la propia naturaleza de la fuente utilizada para el estudio (inventarios post mórtem) es probable que impida reflejar los efectos distributivos del crecimiento demográfico y calibrar con mayor precisión la desigualdad entre la población total. En cualquier caso, los niveles de desigualdad alcanzados durante este período son muy elevados, superando con gran frecuencia y para territorios extensos índices de Gini de 0,9. Tras ellos, ciertamente, los autores del libro también insisten en la existencia de situaciones microrregionales diversas y un cierto nivel de heterogeneidad que se manifiesta en varios aspectos. Por ejemplo, en la diversa facilidad para acceder a la propiedad y la variable proporción de unidades censales con bienes inmuebles, en el distinto peso que la riqueza urbana –cuya distribución no solía estar tan concentrada como la riqueza rústica– tenía en cada provincia y también en el surgimiento de iniciativas colonizadoras específicas dirigidas a la atracción de inmigrantes, la primera de las cuales fue la colonia Esperanza, de Santa Fe (1856), en el interior de la cual la distribución inicial de la riqueza era mucho más equilibrada.

El tercer eje que vertebra el libro es la relación, en ambas direcciones, entre desigualdad y crecimiento. Todos los trabajos incluidos en el libro analizan la distribución de la riqueza a la luz de la trayectoria económica específica seguida por cada provincia, al tiempo que el capítulo introductorio ofrece una visión de síntesis donde se remarca la existencia de grandes desigualdades regionales y donde se sostiene la hipótesis de una etapa de creciente divergencia de las economías regionales durante la primera mitad del siglo xix. La comparación interprovincial y, en algunos casos, intraprovincial, al poner de relieve la diversidad de dinámicas económicas y de situaciones distributivas, manifiesta también la dificultad de establecer relaciones simples, demasiado mecánicas, entre ambos fenómenos, y obliga a interpretar con cautela las influencias causales. Entre los elementos que se conjugan en la evolución de la desigualdad durante el siglo xix destacan, sin duda, la expansión de la frontera –la disponibilidad de tierras, pero también la forma como se distribuyeron y el uso que se les dio– y los flujos migratorios que alteraron por la base el statu quo y que neutralizaron el efecto de otras medidas y procesos redistributivos. Sin embargo, ni estos elementos, ni el patrón productivo, ni el grado de urbanización, son elementos suficientes para explicar los resultados obtenidos en cada unidad territorial y en algunos casos se advierte específicamente de los riesgos de sobrevalorar factores como el crecimiento demográfico para explicar las variaciones en la desigualdad. A su lado, se reivindica la necesidad de prestar también atención a las dinámicas políticas e institucionales y, en definitiva, a la historia como elemento explicativo de la compleja relación de la desigualdad con los contextos donde se produce y que la explican.

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