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Vol. 109. Núm. 4.
Páginas 127-128 (Octubre - Diciembre 2012)
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Vol. 109. Núm. 4.
Páginas 127-128 (Octubre - Diciembre 2012)
Editorial
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Repercusiones del desempleo en la salud
Langabeziaren ondorioak osasunean
Effects of unemployment on health
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Ricardo Franco-Vicario
Servicio de Medicina Interna, Hospital Universitario de Basurto, Bilbao, Bizkaia, España
Secretario General de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao, Bilbao, Bizkaia, España
Miembro de la Sociedad de Estudios Psicosomáticos Iberoamericana (SEPIA)
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La maldición bíblica ganarás el pan con el sudor de tu frente se ha convertido en el último lustro en una bendición del cielo para aquellos que todavía tienen la oportunidad de trabajar. Qué buena reflexión la de Víctor Hugo de que el trabajo es la mejor de las regularidades y la peor de las intermitencias. En efecto, trabajar, sobre todo en lo que a uno le gusta, es el bien más preciado que todos deseamos y el único medio de hacer la vida soportable.

La duración y la intensidad de la actual crisis económica iniciada con la implosión del mercado hipotecario en 2007ha conducido a tasas de desempleo altísimas (en torno a 5.273.600 en el cuarto trimestre de 2011) y al deterioro de los niveles de protección social, debido a la caída tanto de la tasa de cobertura (proporción de desempleados con acceso a alguna prestación) como del importe de las prestaciones. Estamos asistiendo a una visibilización diaria de situaciones extremas como desahucios y pobreza severa. Hasta el año pasado llegaban a Cáritas familias con problemas de alquiler, de alimentos, de carencias inaplazables. Ahora ha surgido un nuevo perfil de ciudadanos que literalmente no tienen donde caerse muertos.

El paro se ha convertido en un fenómeno que está presente en todas las facetas de nuestra vida diaria. Para millones de ciudadanos con los que convivimos, el desempleo es un drama personal, familiar y social. Una tragedia que afecta seriamente a la salud psicofísica del individuo.

El trabajo aporta a cualquier persona adulta un conjunto de ingredientes indispensables para seguir viviendo con ilusión, para mantener en perfecto equilibrio su autoestima: a) remuneración económica y capacidad adquisitiva para él y su familia; b) integración social; c) prestigio profesional; d) desarrollo expansivo y madurativo de la personalidad; e) percepción de seguridad cara al futuro; f) relaciones humanas inherentes al mundo laboral, y g) asunción e identificación de roles.

Cuando ocurre la pérdida del empleo y el paro se cronifica, el trabajador afectado atraviesa una serie de fases psicológicas de carácter disadaptativo que repercuten muy seriamente en su salud psicosomática.

El parado vive la situación en un estado permanente de ansiedad con sentimientos de inferioridad, mala suerte, debilidad, temor lancinante. La angustia flotante deriva en síndromes psicosomáticos asociados muy variopintos: trastornos del sueño, hiperemotividad e irritabilidad, repentinos cambios de humor, problemas digestivos (colon irritable) y urinarios (urgencia miccional), dolores de cabeza, contracturas musculares dolorosas, palpitaciones, disminución o supresión del deseo sexual, cansancio, fatigabilidad precoz y un largo etcétera.

Si la situación se perpetúa y la desesperanza se incrementa, el individuo desarrolla un trastorno depresivo, incluso melancólico, al asociar fracaso laboral con fracaso personal.

En este contexto la frecuentación de los servicios de salud es la norma. Cuando el trabajador se convierte en un enfermo por las somatizaciones de su angustia, lo habitual es un recorrido interminable de especialista en especialista tratando de que le otorguen nombre y apellido (diagnósticos) a sus múltiples quejas. Siempre se soporta más la condición de enfermo que la de desempleado.

Si las capacidades de afrontamiento frente a este revés de la vida no son eficaces, el individuo puede refugiarse en el consumo de sustancias o conductas nocivas para su salud (tabaco, alcohol, juego), empeorando aún más la situación.

La ansiedad y la depresión pueden acabar indicando una consulta psiquiátrica y de ella derivarse el inicio del consumo de psicofármacos. El suicidio es una de las espadas de Damocles que pende sobre las cabezas de los afectados.

El sujeto atraviesa un proceso de duelo por la pérdida de la identidad social que el trabajo le proporcionaba, adquiriendo de forma insensible una conciencia de marginalidad.

Si esta crisis continúa y la protección social se limita, el sistema sanitario se verá desbordado por las graves consecuencias psicofísicas que entraña el desempleo.

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