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Vol. 19. Núm. 5.
Páginas 64-69 (Mayo 2005)
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Fotoprotección infantil
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a Farmacéutica comunitaria de Bizkaia. Máster en Cosmética y Dermofarmacia.
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Invertir en salud

En este artículo se recuerdan las características específicas de la piel del niño; se clasifica su capacidad de respuesta al sol en fototipos; se describen las lesiones fotodermatósicas que puede sufrir la piel infantil y se explican las características de los fotoprotectores infantiles.

 

Según un estudio realizado por el Consejo General de Colegios Farmacéuticos el 42% de la población española no se protege correctamente del sol, ya que no se aplica el fotoprotector ni en cantidad suficiente ni 30 minutos antes de la exposición solar. Los niños están expuestos, a través de sus actividades lúdicas al aire libre, a una radiación ultravioleta (UV) hasta 3 veces superior a la de un adulto. Actualmente sabemos que entre el 50 y el 80% de la exposición a la radiación UV durante la vida tiene lugar a lo largo de los primeros 18 años. Por tanto, la aplicación adecuada de fotoprotectores, con un factor de protección solar (FPS) mínimo de 15 durante los primeros 18 años de vida, puede disminuir hasta en un 75% el riesgo de desarrollar cáncer cutáneo en la edad adulta. Por tanto, la protección de la piel infantil frente a la radiación solar es de vital importancia para prevenir cánceres de piel en los adultos.

El sol y los niños

La piel del bebé está desprotegida frente a la radiación solar ya que, como hemos explicado anteriormente, los mecanismos de fotoprotección natural resultan insuficientes: su estrato córneo es fino y poco compacto y además el niño no tiene desarrollados completamente ni la melanogénesis ni el sistema inmunitario. Se ha demostrado que los efectos de la radiación solar son acumulativos e irreversibles durante los 10 primeros años de vida. Incluso se relacionan las quemaduras solares sufridas en la infancia con el desarrollo posterior de melanoma. Por esta razón, se aconseja no someter a los niños menores de 3 años a radiación solar directa. Es importante que el farmacéutico recuerde a los padres que los niños debajo de la sombrilla o a la sombra de un árbol también reciben radiación solar, debido a la reflexión de la radiación solar que la arena y la hierba realizan. Entre los 6 meses y los 4 años de edad, el niño requiere una máxima protección de la piel, ya que las quemaduras pueden tener efectos muy importantes en la edad adulta, generando enfermedades dermatológicas graves.

Es importante que desde la farmacia informemos a los padres del fototipo que presenta su hijo, de manera que sean conscientes de su sensibilidad cutánea frente a la radiación solar. Definimos fototipo como la capacidad eritematógena y melanógena que presenta una persona en respuesta a la radiación solar. Fitzpatrick clasificó los diferentes tipos de piel en 6 fototipos (tabla I):

 

* Fototipos 1 y 2: personas con piel blanca, ojos y pelo claros, y pecas. Suelen quemarse con mucha facilidad. Necesitan protección muy alta.

* Fototipos 3 y 4: personas con piel menos blanca y pelo más oscuro. Se queman de manera moderada. Necesitan protección alta.

* Fototipos 5 y 6: personas con piel oscura que raras veces se queman. Necesitan protección media.

 

La protección solar infantil no sólo va encaminada a evitar los efectos a largo plazo del sol acumulado durante las primeras etapas de la vida sino también a evitar los procesos dermatológicos provocados por la radiación solar. Denominamos fotodermatosis a los procesos cutáneos que pueden iniciarse o agravarse por la exposición a la radiación solar. A continuación se describen los más frecuentes en la edad infantil.

 

Protoporfiria eritropoyética. Quienes padecen esta afección (sobre todo, niños) presentan un déficit en la ferroquelatasa, hecho que produce un aumento de protoporfirina en hematíes y plasma. Los síntomas clásicos son sensación de escozor después de la exposición al sol, principalmente en nariz, mejillas y palmas de las manos. Las lesiones son eritematoedematosas con ligero prurito y pueden desarrollarse durante la exposición solar o poco tiempo después.

Xeroderma pigmentoso. Esta enfermedad es de carácter hereditario y se caracteriza por presentar lesiones pigmentadas en la piel después de la exposición al sol. En los primeros estadios, las lesiones tienen forma de efélides y se manifiestan en cara y manos. Más tarde pasan a cuello y parte inferior de las piernas. En estadios más avanzados aparecen telangiectasias y máculas atróficas. A los 3-4 años se presentan tumores malignos en forma de epiteliomas basocelulares, espinocelulares o incluso melanomas.

 

Erupción polimórfica lumínica. Los síntomas de esta erupción pueden tardar en aparecer desde 30 minutos hasta varios días. Las lesiones eritematopustulosas se manifiestan en las zonas cutáneas expuestas al sol de manera dispersa, liquenificadas y con ligero prurito. Generalmente se observan en las mejillas, dorso de las manos, antebrazos y cuello. La erupción suele darse a brotes en primavera y verano.

Hidroa vacciniforme. Es una de las fotodermatosis menos comunes. Sólo afecta a la piel expuesta a la radiación solar. Se producen lesiones eritematopapulosas que se desarrollan en vesículas e incluso ampollas, que se hacen purulentas y que al formar costras y desprenderse dejan cicatriz. Los brotes aparecen un tiempo después de la exposición solar y producen malestar, picor y febrícula.

 

Dermatitis ampollosa de los prados.

Esta fotodermatosis es muy común en primavera y verano. Cuando la piel mojada se pone en contacto con una planta rica en psoralenos y simultáneamente se expone a la radiación solar, se produce una reacción fototóxica por la acción fotosensibilizante de las cumarinas, en la que la piel manifiesta lesiones rojizas, ampollosas con mucho picor.

Filtros solares

Para prevenir los daños solares los fotoprotectores incluyen en su formulación unas moléculas que absorben, reflejan o dispersan la luz solar, denominadas filtros solares. Dependiendo de su mecanismo de acción se clasifican en:

 

Filtros físicos. Actúan reflejando la luz solar. Se denominan de amplio espectro, ya que reflejan tanto la luz ultravioleta como la visible o infrarroja. Son los más aconsejados para la fotoprotección infantil, porque no se absorben a través de la piel y no producen ninguna reacción de fotosensibilidad. La única desventaja es que no son cosméticamente tan aceptados como los filtros químicos, ya que algunos pueden dejar la piel blanquecina, con efecto tipo máscara. De entre ellos destacamos el dióxido de titanio, el óxido de cinc y la mica.

 

Filtros químicos. Estas moléculas absorben la radiación solar, transformándola en otro tipo de energía con diferente longitud de onda, de manera que resulte inocua para la piel. Estos filtros pueden provocar reacciones de fotosensibilidad y dermatitis de contacto, por lo que no están aconsejados en niños. Suelen combinarse diferentes filtros, para así captar las diferentes longitudes de onda de la radiación ultravioleta.

 

Filtros biológicos. No son propiamente filtros, ya que ni absorben ni reflejan la radiación solar. Son antioxidantes que evitan la formación de radicales libres, potenciando el sistema inmunológico de la piel. Los más utilizados son las vitaminas A y E.

 

Filtros organominerales. Estos filtros actúan tanto por absorción como por reflexión. Presentan, como los físicos, una gran capacidad filtrante, son muy seguros y, desde el punto de vista cosmético, las fórmulas son mejores.

 

En los fotoprotectores infantiles, además de los filtros solares mencionados, encontramos activos hidratantes, emolientes, antiinflamatorios y antirradicales para minimizar los efectos actínicos de la radiación solar sobre la piel del bebé.

Conclusión

Durante la infancia el niño está recibiendo radiación solar de una manera prolongada, dado que en esta etapa de la vida pasa mucho tiempo al aire libre. Es muy importante que los padres sean conscientes de los efectos malignos que produce la exposición excesiva al sol en la edad infantil, ya que se ha demostrado que los efectos de la radiación solar absorbida durante los primeros años de vida son acumulativos e irreversibles.

El farmacéutico puede aconsejar desde la farmacia unos hábitos de protección solar efectivos y adecuados, dejando bien claro que la protección solar en la infancia es la salud del mañana. *

 

 

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