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Vol. 27. Núm. 6.
Páginas 42-47 (Noviembre 2013)
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Curso básico. Actualización en dermofarmacia
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Juan del Arco Ortiz de Záratea
a Director. Doctor en Farmacia. Director técnico del CIF de Bizkaia.
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Objetivos generales

Conocer las características de la piel en cada etapa de la vida, desde la infancia hasta la vejez, para poder aconsejar a sus clientes todos aquellos tratamientos que permitan conservar la piel sana o combatir las afecciones dermatológicas que con mayor frecuencia se consultan en la farmacia.

Objetivos específicos

Al término de este curso, el farmacéutico participante debería:

Conocer y comprender las características de la piel del bebé, sus diferencias con la del adulto y saber qué consejos se deben facilitar a los padres y a las madres desde la farmacia en relación con el cuidado de sus hijos recién nacidos.

Conocer las afecciones dermatológicas más frecuentes en los bebés (costra láctea, dermatitis del pañal, dermatitis atópica) y comprender los principales

aspectos de su prevención y tratamiento para ser capaces de ofrecer una atención personalizada desde la farmacia.

Conocer la sintomatología del acné y las medidas preventivas y los tratamientos disponibles, con y sin receta, para ser capaces de realizar una correcta consulta de indicación, dispensación informada y seguimiento de los tratamientos.

Conocer la sintomatología de las dermatitis, de la celulitis y de las úlceras y las quemaduras para ser capaces de realizar una correcta consulta de indicación, dispensación informada y seguimiento de los tratamientos y de facilitar los consejos más adecuados en cada caso.

Conocer y comprender las características de la piel del adulto en las distintas etapas de la vida para poder ayudar a los usuarios, desde la farmacia, a que conserven la piel sana.

Metodología

El curso se articula en 6 temas que se publican en Farmacia Profesional en 2013, también en su versión electrónica en www.dfarmacia.com. La inscripción es gratuita para suscriptores.

Evaluación

El período de autoevaluación (activación de cuestionarios electrónicos) se publicará en dfarmacia. com. Para realizar los test de autoevaluación de cada tema (10 preguntas con respuesta múltiple y una sola correcta para cada uno de los 6 temas), es necesario registrarse y acceder a dfarmacia.com. Para superar el curso, es preciso responder correctamente al 80% del total de preguntas. El alumno recibirá la calificación de apto de forma automática, tras la realización correspondiente a cada tema. Al final del curso se dará acceso a las respuestas correctas y el alumno podrá descargarse el diploma a través de la misma plataforma.

Sumario

1. La piel del bebé. Características. Higiene. Cuidado del cordón umbilical. Problemas (dermatitis del pañal, costra láctea, dermatitis atópica). Fotoprotección infantil.

2. Dermatitis. Características. Tipos. Prevención. Tratamiento y seguimiento del mismo.

3. Celulitis. Características. Tipos. Prevención. Tratamiento y seguimiento del mismo.

4. Úlceras y quemaduras. Definición, características y tipos. Tratamiento y seguimiento del mismo.

5. Acné. Sintomatología del acné. Medidas preventivas y los tratamientos disponibles según el tipo de piel.

6. Cuidados de la piel sana. Características de la piel sana del adulto en las distintas etapas de la vida (juventud, madurez, vejez).


Tema 6

Piel sana

La piel es el órgano más versátil del cuerpo y el único que está directa y constantemente abierto al exterior. Es un «organismo vivo» que hay que respetar y cuidar, que nos protege de agentes externos, del calor y el frío, el aire, las radiaciones solares, los microorganismos... Es impermeable, se repara y lubrica a sí misma e incluso tiene función excretora al eliminar algunos residuos del cuerpo.

Rosa Melero

Vocal de Dermofarmacia del COFBi. Farmacéutica comunitaria en Bizkaia.

Diana Ibáñez

Máster en Dermocosmética. Farmacéutica comunitaria en Bizkaia.

Como el pelo y las uñas, la piel refleja tanto la salud física como la mental.

Puede avisar de enfermedades internas con cambios en su color o textura, con aparición de granos o de manchas. Proporciona el sentido del tacto, puede ser áspera o delicada, suave o arrugada y va variando según la edad. Puede erizarse, presentar ampollas, producir sensación de hormigueo, picar, doler, sudar, estirarse, encogerse, sangrar y sonrojarse. La piel contribuye a la producción de vitamina D, vital para la salud de huesos y articulaciones. Controla la temperatura del cuerpo. Puede mostrar las emociones, es fuente de atracción social y sexual y denota el origen racial.

Como datos significativos diremos que la piel de un adulto medio cubre casi 2 m2, pesa más de 2,5 kg y muda alrededor de 19 kg de células muertas a lo largo de la vida. Por otra parte y en lo que se refiere a su función sensitiva y motora, la de cada mano tiene 17.000 receptores táctiles y 200 terminaciones nerviosas por centímetro cuadrado.

Estructura de la piel

Su estructura es compleja y está formada por 3 capas diferentes: la epidermis, la dermis y la hipodermis o tejido subcutáneo (fig. 1).

Fig. 1. Estructura de la piel.

Epidermis

Es la capa más externa y su grosor es variable (de 1 mm en las palmas de las manos y plantas de los pies, donde la protección contra la presión es lo más importante, a una décima de milímetro en la cara, párpados y labios, donde se necesita precisión y rapidez en los movimientos).

La epidermis no contiene vasos sanguíneos ni nervios, aunque sí receptores neuronales de dolor y temperatura. No tiene hematíes, pero produce melanina, que oscurece la piel para protegerla del sol. El tono rosáceo de las personas con la piel blanca está influido por el color rojo de las células sanguíneas y por el caroteno, que filtra la luz solar.

La epidermis está dividida en 5 estratos que se denominan, de dentro a fuera: basal o germinativo, espinoso, granuloso, lúcido y córneo.

En la parte más profunda de la epidermis, las células jóvenes, que son ovaladas, suaves y blandas, se dividen constantemente y llegan a la superficie aproximadamente al cabo de 28 días. Cambian según suben a la zona germinativa y se rellenan de queratina (una sustancia fibrosa que también se encuentra en el pelo y las uñas), se aplanan y se unen unas a otras estrechamente para formar el estrato córneo. Sujetas a constante desgaste, estas células se descaman, pero son continuamente reemplazadas y le confieren unas propiedades características de penetración, hidratación, resistencia y protección (función barrera).

El estrato córneo está formado por células anucleadas y aplanadas, con alto contenido de proteínas (queratina), lípidos cementantes y ácidos grasos y agua procedente del Factor Hidratante Natural o FHN (conjunto de metabolitos hidrófilos que ayudan a mantener el nivel de hidratación). En esta capa también ocurre la melanogénesis, una reacción por la cual el aminoácido tirosina se transforma en melanina mediante la radiación ultravioleta. Existen 2 tipos de melanina: eumelanina y feomelanina. La presencia mayoritaria de uno u otro va a dar lugar a los distintos tipos de color de piel.

Dermis

Está bajo la epidermis, es una capa fibrosa, más gruesa en los hombres que en las mujeres, más basta en la espalda y variable en grosor (entre 0,5 y 3 mm). Está llena de colágeno, que con sus fibras elásticas confiere a la piel solidez y elasticidad. También tiene vasos sanguíneos y terminaciones nerviosas.

La dermis alimenta la producción de queratina, extrae los desechos y regula la temperatura corporal. Varios miles de terminaciones nerviosas juegan un papel esencial en el sentido del tacto, percibiendo frío, calor, presión y dolor. Dentro de la dermis se encuentran los anejos cutáneos, que son los folículos pilosos y las glándulas sudoríparas y sebáceas.

Hipodermis o tejido celular subcutáneo

Es la capa situada debajo de la dermis, está presente en todo el cuerpo, excepto en las palmas de las manos y plantas de los pies. Está formada por adipocitos, cuya misión es producir y almacenar grasa. Su función es mantener la temperatura corporal, servir de reserva y depósito de calorías y proteger frente a traumas mecánicos. También tiene fibras de colágeno y mucopolisacáridos.

Pigmentación de la piel

La cantidad y la distribución del pigmento oscuro (melanina) determina el color de la piel, y sus variaciones reflejan la adaptación del cuerpo a diferentes ambientes. La piel negra, por ejemplo, ayuda a proteger mejor de las quemaduras solares, mientras que los escandinavos tienen la piel pálida para evitar las deficiencias de vitamina D en un entorno en el que la luz solar es reducida.

Melanina

Es la sustancia responsable de que las pieles oscuras tarden más en mostrar los efectos de la edad que las claras. Las personas de piel negra fabrican más melanina y no dejan de hacerlo a medida que envejecen, mientras que en las otras razas la melanina disminuye con la edad y la exposición al sol.

El envejecimiento cutáneo tiene distintas características según la raza. Las pieles blancas se arrugan y se vuelven flácidas más temprano, mientras que las oscuras sufren las consecuencias del exceso de pigmentación, como la formación de cicatrices por inflamación (queloides) o la aparición de manchas de tonos irregulares.

Sin embargo, lo que diferencia las pieles no es solo la pigmentación; las características de la capa córnea, de las glándulas y de la microflora determinan cómo envejece y qué riesgos debe afrontar la piel de cada color.

El proceso de formación de la melanina se denomina melanogénesis, y se produce en el estrato más profundo de la epidermis (estrato basal), donde se sitúan las células que la originan, denominadas melanocitos. Una exposición solar única solo induce la síntesis de melanina a nivel melanocítico, mientras que exposiciones prolongadas y continuas estimulan el incremento del número de melanocitos.

El bronceado por UVB tendría un efecto protector por la transferencia ascendente de melanina hacia la capa córnea, a diferencia de la UVA, donde los cambios se producen en el ámbito de la capa basal.

Los albinos carecen del gen que produce la melanina, no tienen ese pigmento y por ello deben evitar exponerse a la radiación solar, ya que están mucho menos protegidos frente a las quemaduras y los efectos mutagénicos que pueden derivar en cáncer de piel.

Diferencias entre la piel del hombre y la de la mujer

El hombre, igual que la mujer, debe hidratar y proteger la piel frente a las agresiones externas, como el viento, la polución, el sol, etc. Así, el uso de hidratantes específicos está perfectamente justificado y es también importante emplear protectores solares que, aunque no sean específicos de hombre o de mujer, son necesarios para proteger la piel de las radiaciones ultravioleta e infrarrojas.

Existen diferencias importantes entre la piel de hombres y de mujeres:

La producción de lípidos de la glándula sebácea es estimulada por los andrógenos, principalmente la testosterona, lo que implica que la cantidad y tipo de secreción sean distintas. De hecho, en el hombre hay una mayor producción de sebo, ya que las glándulas sebáceas bajo influencia androgénica son: más voluminosas, más numerosas (400-900 cm2) y más activas. Todo ello da lugar a acnés más severos y prolongados que en la mujer, pero confiere un mejor índice de hidratación.

La piel del hombre tiene muchos más folículos pilosos (entre 20-80 pelos/cm2 mejilla), y además a la piel de la cara se le aplica una exfoliación permanente por el afeitado de cada día, cosa que no ocurre con la femenina.

La piel masculina es más espesa y resistente debido a que tiene más cantidad de colágeno dérmico. Es más firme y elástica, más grasa y de pH más ácido. Transpira más que la mujer y tiene un envejecimiento más tardío, pero más marcado (el proceso de envejecimiento de la piel en las mujeres se inicia alrededor de los 30 años y en los hombres, aproximadamente a los 40) y conlleva arrugas más profundas, además de una pérdida de firmeza y elasticidad drástica. También las bolsas y ojeras son más visibles. Además, la piel está fragilizada por el afeitado, ya que es un proceso traumático que produce irritaciones y agresiones por el deseo de apurado y da lugar a deshidratación con pérdida de la función barrera.

Es aconsejable que los hombres sigan unos hábitos cosméticos para mantener su piel sana y cuidada, como por ejemplo:

Hacerse una buena limpieza facial con productos específicos.

Afeitarse después de la ducha, y limpiar previamente la cara con un producto que prepare el rostro para el afeitado.

Aplicarse un tratamiento después del afeitado que refresque, hidrate y calme la piel.

Usar tratamientos faciales hidratantes, antiarrugas, antiedad, contorno de ojos, para pieles grasas, etc.

Utilizar protectores solares antes y durante la exposición al sol, y productos reparadores y calmantes después de la misma.

Características de la piel del anciano

Con el envejecimiento la epidermis se adelgaza, el número de melanocitos disminuye y los que quedan aumentan de tamaño, de modo que la piel envejecida aparece más delgada, más pálida y transparente (traslúcida). Las manchas pigmentadas grandes (denominadas manchas por la edad, manchas hepáticas o lentigos) pueden aparecer en áreas expuestas al sol y están relacionadas en el ámbito molecular con la aparición de actividades oxidativas descontroladas.

La piel del anciano presenta una menor sensibilidad y un menor riesgo de desarrollar alergias por contacto, ya que con la edad se reduce el número de células del sistema inmune presentes en la dermis.

El envejecimiento produce elastosis, que es un estado degenerativo debido a cambios en las fibras elásticas del tejido conjuntivo, especialmente pronunciada en las áreas expuestas al sol (elastosis solar), la cual disminuye la resistencia y la elasticidad de la piel. Esta afección produce apariencia acartonada de la piel y se presenta sobre todo en personas que pasan gran parte del tiempo al aire libre. También se produce xerosis, debida a una pérdida excesiva de agua por alteraciones en la capa córnea (como las alteraciones en la corneodesmólisis y en su contenido en lípidos) y en las sustancias cementantes.

Los vasos sanguíneos de la dermis se vuelven más frágiles, lo cual lleva a que se presenten hematomas, sangrado debajo de la piel (a menudo llamado púrpura senil), hemangiomas capilares y afecciones similares.

Las glándulas sebáceas producen menos grasa a medida que se envejece. Los hombres experimentan una mínima disminución, por lo general, después de los 80 años de edad, mientras que las mujeres producen gradualmente menos grasa después de la menopausia. Esto puede hacer que sea más difícil mantener la humedad de la piel, lo que causa sequedad y prurito.

La capa de grasa de la hipodermis se adelgaza, lo que reduce su capacidad de aislamiento térmico y amortiguación mecánica. Esto incrementa el riesgo de lesiones cutáneas y disminuye la capacidad de conservar la temperatura corporal.

Consejos básicos para tener una piel sana

La piel es tan autosuficiente que podemos llegar a pensar que su correcto funcionamiento y aspecto están garantizados para siempre o que podemos abusar de ella sin problemas. Pero merece y requiere de cuidados adecuados a lo largo de nuestra vida.

El mayor riesgo para la piel es el exceso de luz solar. La exposición excesiva causa no solo sequedad o quemaduras, sino cambios a largo plazo que pueden provocar envejecimiento prematuro o, incluso, cáncer cutáneo.

Durante el verano, suele estar más expuesta a posibles daños, debido sobre todo a una exposición a la luz solar mayor de lo habitual, así como al contacto con el agua del mar o el cloro de las piscinas. Asimismo, los cambios climáticos y la polución ambiental se comportan como agentes nocivos para la piel.

Todo ello hace que la vuelta de las vacaciones sea un buen momento para examinar el estado de la piel y tomar diversas medidas para su cuidado.

Recomendaciones

Beber suficiente cantidad de agua

El cuerpo pierde agua y electrolitos a lo largo del día debido a sus funciones vitales y a la transpiración cutánea. Por ello, se necesita al menos reponer lo que se pierde. El agua ayuda a que el cuerpo funcione correctamente (no en vano, dos tercios de nuestro organismo son agua) y hace que la piel tenga una apariencia más tersa y fresca.

Beber agua, consumir frutas y verduras frescas e ingerir alimentos ricos en antioxidantes es un hábito que debemos incorporar en la rutina diaria para mantener la piel sana.

Llevar una dieta equilibrada

El estrés fotooxidativo es producido por los radicales libres formados por la acción de los rayos ultravioleta. Por ello, el consumo de alimentos antioxidantes y vitaminas en la dieta es una importante línea de fotoprotección sistémica. Por ejemplo:

• Vitamina E: por su acción antioxidante, neutraliza la acción dañina de los radicales libres, especialmente de los efectos del sol.

• Vitamina A: es útil en la renovación de la piel.

• Licopeno: es un antioxidante presente en el tomate, la sandía, etc.

• Vitamina C: además de su potente acción antioxidante, se relaciona con la producción de colágeno, tanto por vía oral como aplicada sobre la piel.

• Selenio: es un antioxidante y está relacionado con un menor riesgo de aparición de ciertos tumores, entre ellos el de piel o melanoma.

• Vitaminas del grupo B: intervienen en el buen estado de la piel y en los procesos de renovación celular.

Hacer ejercicio

La elasticidad y la tonificación de la piel se pierden con la edad. Se puede mantener su firmeza haciendo ejercicio físico regularmente. Una actividad moderada como el yoga, pilates o andar puede ser tan beneficiosa como el más vigoroso deporte.

Al hacer ejercicio se incrementa el flujo sanguíneo hacia la piel, lo que implica que esta reciba de manera óptima los nutrientes y las vitaminas esenciales. Por otra parte, tonifica los músculos, lo que ayuda a darle forma.

Además, el ejercicio moderado permite conciliar mejor el sueño y hacerlo más reparador.

Dejar de fumar

Lo más importante que se puede hacer para mejorar el estado de la piel es dejar de fumar. El humo del tabaco produce deshidratación y vasoconstricción sanguínea, la priva de nutrientes esenciales y la satura de compuestos tóxicos.

Consejos cosméticos

Limpiar la piel

Para mantenerla radiante, debemos asegurarnos de eliminar las células muertas y la suciedad acumulada durante el día, a fin de mantener la función barrera intacta. Una piel limpia es la mejor manera de mantener la piel sana.

La mayoría de los jabones, limpiadores faciales, geles de ducha, exfoliantes y productos de este tipo, deben ser testados previamente para garantizar que no provoquen irritaciones o reacciones alérgicas. La elección de unos u otros dependerá de las preferencias personales y del tipo de piel que tenga el usuario. Pero son más recomendables los jabones tipo syndet con tensioactivos suaves.

Los excesos de limpieza pueden provocar una pérdida excesiva de lípidos en las capas más externas y producir alteraciones en el estrato córneo que acentúen la sequedad de la piel y los problemas que ello conlleva. Tampoco se recomiendan baños muy largos o con agua muy caliente, sobre todo en las personas mayores.

El empleo de exfoliantes favorece el proceso de renovación celular sin agredir la epidermis y ayuda a eliminar las células muertas. Se debe tener en cuenta si el uso del exfoliante va a ser en la cara o en el cuerpo para elegir el más adecuado.

Hidratar la piel

Lo que se conoce como hidratación de la piel consiste en el restablecimiento de su contenido hídrico. La aplicación directa de agua no hidrata, por ello se necesita utilizar productos que retengan el agua o bien restablezcan el equilibrio hídrico. Se emplean generalmente incorporados en emulsiones o lociones de fase externa acuosa, que son más fáciles de extender. Las más habituales son sustancias con estructuras semejantes a las que en la propia piel constituyen el anteriormente citado factor de hidratación natural, o que tengan mecanismos de acción similares.

Entre las sustancias que más se utilizan en cosmética para hidratar la piel cabe destacar:

• Humectantes: captan agua de la atmósfera y la retienen sobre el estrato córneo por su carácter higroscópico. Por ello, en atmósferas suficientemente húmedas evitan la pérdida hídrica a través de la epidermis. Los más utilizados son los polioles (glicerina, propilenglicol, sorbitol...), los polisacáridos (glucosa, ramnosa...) y los polietilenglicoles de bajo peso molecular.

• Ácido hialurónico: es un polisacárido del tipo de los glucosaminoglicanos. Esta macromolécula posee la capacidad de retener el agua en un porcentaje equivalente a miles de veces su peso. Su gran tamaño le impide penetrar a través del estrato córneo, por lo que se utilizan ácidos hialurónicos fragmentados con menor tamaño molecular para facilitar la penetración cutánea. Hidrata intensamente, retiene el agua y evita su evaporación, reduce las arrugas superficiales y alisa y suaviza la superficie de la piel. También tienen esta capacidad de retener agua otros polímeros orgánicos como hidrolizados de colágeno (3-5%), hidrolizados de elastina (3-5%) u otros glucosaminoglicanos.

• Hidroxiácidos (ácido glicólico, láctico, málico, mandélico, tartárico, pirúvico, salicílico...): estos componentes actúan de diferente forma en función de su concentración. A bajas dosis, tienen efecto hidratante, y a dosis más altas son queratolíticos. Como resultado, se obtiene una piel más lisa, luminosa y elástica, se reducen las arrugas y las líneas de expresión, se homogeneiza el tono y se difuminan las manchas.

• Emolientes: al ser aplicados, forman una pequeña capa cubriente que se interpone con los lípidos cutáneos, para así suavizar, lubricar y dar elasticidad a la piel. Aunque por su naturaleza hidrófoba no son verdaderamente hidratantes, impiden la evaporación del agua por un efecto oclusivo más o menos prolongado dependiendo del tipo de aceite. Además, los diversos componentes que incorporan, sobre todo ácidos grasos esenciales (ácido linoleico y linolénico) y vitaminas liposolubles (A, E), la nutren en mayor o menor medida. Los aceites minerales y siliconas no penetran a través de la piel, a diferencia de los aceites vegetales, que al ser aplicados se dispersan en finísimas gotículas que van penetrando por la unidad pilosebácea al combinarse con los lípidos cutáneos.

• Componentes del FHN (escualeno, aminoácidos, sales inorgánicas, proteínas, urea...): se utilizan en cosmética como hidratantes por su alta tolerancia fisiológica.

Utilizar protección solar

Como ya se ha indicado, la piel es un órgano defensivo pero a la vez se relaciona con el medio. Reacciona frente a cualquier estímulo que incida sobre ella, y uno constante y agudizado en determinadas épocas del año es la radiación solar. Las mejores medidas preventivas consisten en evitar una excesiva exposición a los rayos del sol y usar fotoprotectores.

La piel tiene memoria, va acumulando daño solar (quemaduras, deshidratación, fotoenvejecimiento, etc.) aunque parezca imperceptible, y las manifestaciones pueden surgir mucho tiempo después de haber dejado de exponerse a las radiaciones solares.

Para evitar estos problemas se deben seguir los siguientes 10 consejos clave:

1. Utilizar un fotoprotector adecuado al fototipo cutáneo, así como protección física adecuada: sombreros, gafas de sol, etcétera.

2. Aplicar siempre el fotoprotector, 20-30 min antes de la exposición solar, sobre la piel limpia. Renovar la aplicación cada 2 h aproximadamente, sobre todo después de baños prolongados.

3. Ser especialmente rigurosos en la protección solar de los niños, pues una adecuada protección durante la infancia reduce la incidencia del cáncer de piel en la edad adulta.

4. Evitar tomar el sol entre las 12 h del mediodía y las 4 h de la tarde porque el riesgo de quemadura solar, a pesar de las precauciones, es muy elevado. Además, se debe tener en cuenta que deben evitarse las exposiciones prolongadas, sobre todo al principio de temporada, comenzando con exposiciones cortas e incrementándolas de forma progresiva.

5. Tener en cuenta que en un día nublado, aunque no se tenga la percepción de calor, el 80% de la radiación ultravioleta atraviesa las nubes, por lo que también debe utilizarse protección.

6. No olvidar que en el agua y en la sombra también se recibe radiación solar y es necesaria la protección.

7. Utilizar una fotoprotección adecuada durante la práctica de deportes al aire libre, incluso en los meses de invierno.

8. Beber abundante líquido -agua y zumos- para evitar la deshidratación.

9. Después de la exposición solar, limpiar e hidratar generosamente la piel.

10. Acudir al dermatólogo si se observa algún cambio en la forma, tamaño o color de los lunares (nevus) o si aparecen nuevas manchas.

La exposición solar causa deshidratación, fragilidad de la piel y pérdida de elasticidad. Para mantener el bronceado es importante una buena rehidratación después de cada exposición solar. El uso regular de los productos postsolares ayuda a regenerar el manto hidrolipídico de la piel y recuperar la pérdida de agua. Son recomendables los preparados con sustancias calmantes e hidratantes (tocoferol, bisabolol, pantenol, etc.), preferentemente con textura refrescante para calmar la zona expuesta.

Se debe recomendar la utilización de fotoprotectores adecuados en cada época del año, puesto que los rayos solares están presentes en cualquier estación y tanto la arena como el agua y la nieve reflejan los rayos del sol y aumentan su potencia.

Cuando una piel sana no se cuida de manera adecuada o siguiendo las pautas comentadas anteriormente puede sufrir alteraciones que se convierten en problemas, los cuales son motivo de consulta porque pueden causar dolor, picor, malestar, rojez o incluso patologías graves como cáncer cutáneo. Por lo que el objetivo fundamental es mantener una piel sana a lo largo de la vida con todas las variaciones propias de la edad, minimizando el desgaste diario y permitiendo una regeneración apropiada y natural.

consejos para una piel sana todo el año

Para cuidar la piel durante todo el año, existen rutinas específicas para cada estación que tienen en cuenta los distintos factores externos.

Verano: se debe utilizar la protección solar adecuada según el fototipo y el lugar donde se pasan las vacaciones. Una exposición solar excesiva, sin fotoprotección y con la piel impregnada en productos que contengan alcohol, puede favorecer la aparición de antiestéticas manchas cutáneas. Estas hiperpigmentaciones confieren a la piel un aspecto de envejecimiento prematuro, pero lo más importante es que en algunos casos pueden derivar en cáncer cutáneo.

Otoño: una vez pasada la temporada de sol por excelencia, es momento de evaluar la piel y controlar si ha habido algún cambio en manchas o lunares. Si es así, lo más importante es acudir al dermatólogo para que haga un diagnóstico de las posibles lesiones.

Invierno y primavera: el frío, el viento y los cambios bruscos de temperatura deshidratan la piel y aceleran su envejecimiento. La hidratación es vital para recuperar el agua perdida tanto por estos factores como por la exposición continuada a ambientes demasiado secos en interiores.


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