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Vol. 21. Núm. 11.
Páginas 48-55 (Diciembre 2007)
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Afecciones dermatológicas del deportista
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Eva Vilarrasaa, Xavier Garcíaa, Francisca Corellaa, Dídac Barcoa, Lluís Puiga
a Dermatólogos. Servicio de Dermatología. Hospital de la Santa Creu i Sant Pau. Barcelona
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Infecciones fúngicas, víricas y bacterianas, reacciones alérgicas e irritativas, alteraciones derivadas de agresiones medioambientales y traumatismos. Estas son los principales problemas que pueden afectar a la piel de las personas que practican actividad física intensa o regular. Por supuesto, el ejercicio tiene muchas ventajas para la salud, pero en este trabajo se analizan los riesgos que puede entrañar para la piel, muchos de ellos evitables.

La actividad física es muy beneficiosa para la salud pero en determinadas circunstancias nuestra piel puede verse afectada por diversos factores relacionados con el deporte. Tanto es así que el Colegio Americano de Medicina del Deporte ha estimado que el 21% de las consultas médicas de los deportistas hace referencia a problemas dermatológicos.

Este hecho obliga a prestar una especial atención al cuidado de la piel de los deportistas: son imprescindibles tanto una prevención eficaz como un tratamiento adecuado cuando sea necesario.

Dependiendo del deporte practicado, la indumentaria, el entorno, la frecuencia con la que se realice, la susceptibilidad y las características de cada individuo, la piel se podrá ver expuesta a agresiones de distinta índole. Las más frecuentes son las originadas por microorganismos que causan infección, agentes medioambientales, reacciones alérgicas e irritativas y traumatismos.

Infecciones

Cuando la epidermis pierde su capacidad para protegerse del exterior o los microorganismos externos consiguen alterar el equilibrio defensivo de la piel, se produce la infección. Tanto la flora comensal como los microorganismos exógenos pueden causar patología. El microtraumatismo repetido en ciertas localizaciones, el exceso de humedad, el calor, la mala transpiración, el contacto con el equipamiento y con otros jugadores, entre otros factores, hacen al practicante de cualquier deporte especialmente proclive a sufrir infecciones. La infecciones pueden ser bacterianas, fúngicas o víricas.

Infecciones bacterianas

Las infecciones bacterianas son frecuentes en los atletas, aunque no suelen ser graves y presentan buena respuesta al tratamiento. Entre las más comunes encontramos el impétigo, la foliculitis, los forúnculos y abscesos, las celulitis y erisipelas, la queratólisis punctata y el eritrasma.

Impétigo. Es una de las infeccionas bacterianas mas frecuentes. Se trata de una infección superficial de la piel causada por Streptococcus betahemolíticos y Staphylococcus aureus. En estudios recientes se ha encontrado un predominio en la mayoría de casos de Staphylococcus aureus. Las lesiones son muy contagiosas y clásicamente se extienden entre niños y adolescentes que comparten espacios comunes (clases, campos de deporte, etc.), aunque pueden aparecer en cualquier edad. Las lesiones iniciales son vesículas o ampollas de contenido claro que evolucionan rápidamente a pústulas y posteriormente forman costras amarillentas de color miel (costras melicéricas). Pueden afectar cualquier parte del tegumento pero raramente afectan palmas y plantas. El diagnóstico suele ser clínico, aunque la tinción y el cultivo son de utilidad para confirmarlo. La mayoría de veces el tratamiento tópico con antibióticos como el ácido fusídico o la mupirocina o antisépticos como la clorhexidina son suficientes, pero en algunos casos más extensos o con falta de respuesta al tratamiento tópico se puede administrar un betalactámico (cloxacilina), un macrólido (eritromicina) o cualquier otro antibiótico con actividad contra cocos grampositivos por vía oral. En los casos resistentes al tratamiento en los que se demuestra la presencia de Stapyilococcus aureus resistentes a meticilina (MRSA), la primera línea la constituyen la doxiciclina y el trimetroprim-sulfametoxazol por vía oral. En todos los casos es muy importante intentar evitar el contagio y a este respecto, la National Collegiate Athletic Association ha establecido normas estrictas para la lucha libre que son aplicables a cualquier otro deporte de contacto o en el que se comparte equipo o entorno (como la natación): se recomienda no volver a practicar deporte hasta que hayan pasado más de 72 h con tratamiento antibiótico, 48 h sin nuevas lesiones y que éstas no presenten exudación.

Foliculitis. Es una inflamación de la parte superficial del folículo pilosebáceo que se presenta en forma de pequeñas pústulas de base eritematosa. Cabe destacar 3 tipos de foliculitis relacionadas con la actividad física: la foliculitis estafilocócica (la más frecuente), la foliculitis por Pseudomonas y la pseudofoliculitis barbae.

La foliculitis por Staphylococcus (fig. 1) puede darse en cualquier parte del cuerpo pero es más frecuente que aparezca en zonas ocluidas bajo materiales o trajes ajustados y poco transpirables. La mayoría de estas infecciones son causadas por microorganismos meticilinsensibles, por lo que suelen responder correctamente al tratamiento antibiótico contra bacterias grampositivas.

Fig. 1. Foliculitis por Staphylococcus

La foliculitis por Pseudomonas aparece en personas que frecuentan bañeras o jacuzzis de agua caliente contaminadas, comparten esponjas u otros productos de limpieza o se exponen prolongadamente a tejidos elásticos o prendas oclusivas mojados por una sudoración intensa u otros fluidos. Las lesiones suelen ser muy pruriginosas y se localizan de forma agrupada bajo las áreas ocluidas por el bañador (tronco y piernas). El tratamiento no suele ser necesario porque tienden a involucionar espontáneamente en 8-10 días. Puede realizarse tratamiento tópico con ácido acético al 1% o sulfadiazina argéntica. En casos recalcitrantes se pueden administrar quinolonas orales, aunque la respuesta es variable. Para evitar la progresión del contagio es importante localizar el punto de infección y realizar una cloración adecuada del agua.

La foliculitis barbae no es una infección bacteriana propiamente dicha, ya que su etiología es debida a una reacción de cuerpo extraño a los folículos pilosos con crecimiento interno, pero lo cierto es que suele sobreinfectarse. Las lesiones son parecidas a las que se aprecian en las de origen estafilocócico pero con menos inflamación. La zona más frecuentemente afectada es la parte posterior del cuello, pero también pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo que haya sido afeitada. El tratamiento de este tipo de foliculitis puede ser difícil y exige interrumpir el afeitado del área afectada, liberar manualmente los folículos pilosos con agujas estériles y considerar el tratamiento con una tanda corta (5-7 días) de antibiótico sistémico activo contra MRSA.

En los 3 casos las medidas de prevención son las mismas que las del impétigo, excepto en la foliculitis por Pseudomonas en la que no hay contagio de piel a piel.

Forúnculos, ántrax y abscesos. Los forúnculos son infecciones del folículo piloso en profundidad; el ántrax es debido a la confluencia de varias lesiones de tipo forúnculo (no debe confundirse con la enfermedad producida por el Bacillus anthracis, que genera el carbunco) y el absceso es una infección profunda de los tejidos blandos. Se presentan como zonas eritematosas circunscritas, fluctuantes y dolorosas. La hipersudoración y la oclusión son factores de riesgo para desarrollar una forunculosis. Las localizaciones más frecuentes son las axilas, las ingles y la parte posterior de los muslos debido a la fricción, pero también pueden afectar a la cara o las orejas. El Staphylococcus aureus es el patógeno más frecuente, aunque en la región perianal las bacterias gramnegativas pueden tener un papel importante. El mejor tratamiento es el desbridamiento con incisión. Suele ser necesario añadir antibióticos sistémicos.

Celulitis y erisipelas. Son infecciones que afectan la dermis y el tejido celular subcutáneo de forma progresiva. La erisipela es una infección más superficial, mientras que la celulitis implica la afectación del tejido celular subcutáneo. Puede haber fiebre y linfadenopatía regional. Los microorganismos causales más frecuentes son los estreptococos betahemolíticos del grupo A, pero también se han visto implicados otros estreptococos y S. aureus. Se caracterizan por la tétrada de eritema, edema, calor y dolor. Los traumatismos repetidos o el daño crónico de la piel pueden ser factores predisponentes. El dermatólogo pide un cultivo siempre que es posible y el tratamiento consiste en antibióticos por vía oral activos contra cocos grampositivos (betalactámicos, macrólidos). Hay que tener siempre presente la posibilidad de MRSA y seguir de cerca la evolución. En algunos casos será necesario un tratamiento endovenoso.

Queratolisis punctata (o queratolisis plantar sulcatum) es la infección superficial de la capa córnea de la planta de los pies. Se han implicado varios agentes causantes como Corynebacterium, Streptomyces, Dermatophilus y Micrococcus. Es frecuente en varones adolescentes o adultos, sobre todo en los que practican algún deporte. Suele estar relacionada con una hipersudoración de los pies. Además puede ir asociada a mal olor y adelgazamiento local de la piel. Afecta predominantemente a los dedos, parte anterior del pie y talón en forma de erosiones y defectos redondeados de pocos milímetros de diámetro, sobre zonas tumefactas. Es muy importante modificar el microambiente del pie disminuyendo la hipersudoración: usando calzado y calcetines transpirables y cloruro de aluminio hexahidratado tópico. También puede ser útil añadir un antifúngico azólico tópico. Otras alternativas son el ácido undecilénico, la eritromicina y el ácido fusídico tópicos. No es contagioso, por lo que no hacen falta medidas estrictas de aislamiento hasta la curación.

Eritrasma. Es una infección cutánea superficial por corinebacterias. El agente causal es el Corynebacterium minutisimum. Aparece en adultos, sobre todo en varones, en forma de placas eritematosas o marronáceas irregulares pero bien delimitadas en los pliegues (sobre todo axilas e ingles) y en ocasiones en los surcos interdigitales de los pies. La obesidad, la hiperhidrosis, la diabetes y la baja higiene son factores de riesgo para esta infección. Aunque sólo condiciona problemas de tipo estético, es importante descartar una infección fúngica concomitante (hasta en un 30% de los casos se ha visto asociación con Candida). La aplicación tópica de antifúngicos azólicos suele ser efectiva (miconazol al 2% en crema, 2 veces al día durante 14 días; mejor evitar el ketoconazol porque no siempre es útil). En casos muy extensos o resistentes se recomienda tratamiento con eritromicina oral durante 10 días.

Granuloma de las piscinas. Es debido a la infección por Mycobacterium marinum, una micobacteria atípica que se encuentra en algunas piscinas de agua natural y en los acuarios. Se presenta en forma de nódulos eritematosos en el dorso de las manos, pies, codos o rodillas. El tratamiento consiste en rifampicina y etambutol o minociclina y claritromicina durante 3-4 meses.

Infecciones fúngicas

En los deportistas las infecciones fúngicas superficiales son muy frecuentes, sobre todo las que afectan a los pies. La transmisión de éstas al compartir material, ducha u otros espacios no es infrecuente, por lo que es importante no sólo un correcto tratamiento sino también una buena información y prevención.

Dermatofitosis o tiñas. Son infecciones cutáneas superficiales causadas por dermatofitos que están presentes tanto en el ambiente (suelo), como en los humanos y animales. Por tanto, el contagio puede darse con la exposición a cualquiera de estos portadores o directamente del entorno. Pueden infectar la piel, los cabellos y las uñas. Los tres géneros principales de dermatofitos son Microsporum, Epidermohyton y Trichophyton, cada uno con varias subespecies. Tienen gran apetencia por las estructuras queratinizadas, por lo que la infección se limita al estrato córneo. Se clasifican en función de la zona del cuerpo afectada: la tinea capitis se presenta en la cabeza y el cuero cabelludo), la tinea corporis (cuerpo), tiña inguinal o tinea cruris (ingles, piernas), tinea pedis (o pie de atleta) y onicomicosis (si afecta las uñas).

Se cree que del 10 al 20% de la población mundial está infectada por un dermatofito. La manifestación clínica más frecuente es la tinea pedis, que afecta al 70% de los adultos al menos una vez en la vida. Los deportistas son especialmente susceptibles a estas infecciones fúngicas, especialmente por la tiña inguinal y la de los pies. Un estudio europeo multicéntrico reveló que el 36,1% de los individuos que realizaban alguna actividad física presentaban infección fúngica en los pies. Los nadadores y usuarios de piscinas en general también presentan altas tasas de dermatofitosis plantar.

La tinea pedis (fig. 2) puede mostrar distintas presentaciones (interdigital, en mocasín, bullosa): la interdigital se caracteriza por la maceración con fisuras de los surcos interdigitales de los pies, la forma en mocasín afecta al talón y laterales de los pies en forma de placa eritematosa e hiperqueratósica y la bullosa presenta vesículas confluentes de contenido claro. La tinea capitis suele presentarse en forma de una placa hiperqueratósica anular, con pérdida de pelo en el cuero cabelludo. Las lesiones de tinea corporis suelen ser placas eritematosas bien definidas de bordes sobreelevados, con crecimiento centrífugo y zona central clara. La tinea cruris se caracteriza por la aparición de placas eritematosas extensas y descamativas en las ingles, el pubis y el pliegue interglúteo. La onicomicosis suele afectar las uñas de los pies (y de las manos, aunque con menos frecuencia) debilitándolas y cambiando el color de éstas a blanco-amarillento

Fig. 2. Pie de atleta

El tratamiento consiste en antifúngicos tópicos (imidazoles, alilaminas, tolnaftato, etc.) aplicados en crema, soluciones acuosas, laca o polvos según la zona a tratar y la exudación de la lesión. Los agentes orales incluyen la griseofulvina, alilaminas e imidazoles. Las alilaminas son fungicidas y se prefieren a la griseofulvina y los imidazoles, que son fungistáticos. Hay que valorar de forma individual según la localización, extensión de las lesiones y características de la propia persona afectada si el tratamiento será exclusivamente tópico o también oral. Hay distintas pautas de tratamiento concretas para los distintos tipos de tiñas que duran entre 2 y 6 semanas. Las onicomicosis suelen requerir tratamientos más prolongados y constantes. Debido a que se trata de una enfermedad contagiosa, es imprescindible seguir unas normas higiénicas y de aislamiento básicas de la parte del cuerpo afecta hasta la curación, tanto en casa como en los ambientes compartidos.

Pitiriasis versicolor es una infección crónica de las capas más superficales de la piel causada por distintas especies de Malassezia. Los hongos del género Malassezia forman parte de la flora normal de la piel, especialmente en tronco, flexuras y cuero cabelludo. En ciertas circunstancias éstas pueden adquirir patogenicidad y causar la pitiriasis versicolor. Su crecimiento se ve favorecido por el calor, la humedad y los estados de inmunodepresión. De hecho, se trata de una micosis muy frecuente en los países cálidos y húmedos. Suele afectar a varones jóvenes y su incidencia aumenta en verano. Se presenta en forma de «manchas» de color variable (claras, anaranjadas u oscuras), redondeadas y bien delimitadas, con escamas finas en su superficie en tronco, cuello y brazos, que suelen ser asintomáticas. Al curar pueden dejar hipopigmentación residual durante meses. Los tratamientos más utilizados son los derivados azólicos, las alilaminas o la ciclopiroxolamina aplicados una vez al día durante 3 semanas. En casos extensos puede tratarse con antifúngicos por vía oral (itraconazol 200 mg al día durante 5 días). Aunque realicen el tratamiento correcto, en pacientes predispuestos hay una alta tendencia a la recidiva, por lo que en ocasiones se recomienda repetir la misma pauta de tratamiento tópico un mes antes y después del verano siguiente.

Infecciones víricas

Los deportistas pueden infectarse con una amplia variedad de agentes virales. La sudoración excesiva, las ropas ocluidas y el roce con otros deportistas aumentan el riesgo de desarrollar este tipo de infecciones. Se han descrito brotes de herpes simple, herpes zóster, molusco contagioso y verrugas vulgares en varios grupos de deportistas. Las infecciones más frecuentes son por herpes simple, molusco contagioso y verrugas vulgares.

Virus del herpes simple (VHS). Puede causar tanto infección primaria como recurrente en atletas. El herpes simple de tipo 1 es el responsable de la mayoría de casos de herpes labial, mientras que el de tipo 2 está detrás del genital. La transmisión se da por contacto directo a través de la piel infectada. El período de incubación para una primoinfección oscila entre 2 y 20 días tras el contacto. La reactivación de los virus herpéticos desde el ganglio neural donde se encuentran quiescentes es lo que genera las recurrencias. Éstas pueden ser debidas a múltiples factores (estrés emocional o físico, radiación ultravioleta, fiebre, inmunodepresión) y suelen ir precedidas por sensación de quemazón local. Este tipo de infección puede ocurrir en los atletas (de aquí proviene el antiguo término herpes gladiatorum, en referencia al contagio entre luchadores). Las lesiones consisten en pequeñas vesículas agrupadas sobre una base eritematosa que evolucionan posteriormente a costras. Son frecuentes en labios, cara, manos y cuerpo. En las infecciones primarias pueden aparecer síntomas sistémicos como fiebre y adenopatías. El tratamiento consiste en la administración oral de aciclovir, valaciclovir o famciclovir, para los que hay disponibles distintas pautas. Las más utilizadas en España son: aciclovir 200 mg 5 veces al día durante 5 días, valaciclovir 500 mg 2 veces al día durante 5 días y famciclovir 125 mg 2 veces al día durante 5 días. Las 3 pautas dan resultados similares.

Molusco contagioso (Molluscum contagiosum). Lo causan virus de la familia de los Poxvirus. Suele afectar a niños pero también se puede dar en adultos. El contagio es por roce directo con la piel afectada. Las lesiones que genera suelen ser asintomáticas y son pápulas o nódulos de pequeño tamaño del color de la piel con una característica umbilicación central. Aparecen en cara, cuello, tronco y genitales. Su evolución es hacia la resolución espontánea en los individuos imunocompetentes en unos 6 meses. El problema reside en que son altamente contagiosos. Las opciones terapéuticas incluyen el curetaje, la crioterapia, la electrocoagulación, el uso tópico de cantaridina al 0,7%, la pasta de nitrato de plata o el imiquimod al 5% o al 1% en crema con buenas respuestas en todos ellos. El aislamiento y la prevención del contagio son básicos tanto en el molusco contagioso como en el herpes virus.

Verrugas vulgares. Las producen distintos tipos de papilomavirus humanos. El contagio se produce por contacto directo con las lesiones. Las presentaciones que muestran pueden ser muy variables, pero la mayoría de las verrugas vulgares son pápulas hiperqueratósicas firmes y pequeñas del color de la piel que pueden aparecer en cualquier parte del tegumento pero clásicamente afectan palmas y plantas. Teóricamente las lesiones tendrían que regresar espontáneamente pero este proceso puede ser muy lento o no producirse. Los tratamientos son muchos y no siempre efectivos: incluyen la excisión mecánica, la crioterapia, preparaciones con ácido salicílico o ácido tricloroacético, imiquimod al 5% en crema, láser, bleomicina intralesional, formulaciones con 5-fluoracilo tópico o retinoides. Las recidivas son frecuentes.

Reacciones alérgicas e irritativas

En este grupo se encuadran las dermatitis de contacto e irritativa, la urticaria y el angioedema.

Dermatitis de contacto (alérgica e irritativa)

La dermatitis de contacto define una reacción inflamatoria de la piel secundaria a un efecto irritante o a una respuesta del sistema inmunológico frente a una sustancia específica que actúa de sensibilizante. Así, dentro de la dermatitis de contacto, se distingue entre la dermatitis irritiva de contacto y la dermatitis alérgica de contacto. En la práctica, esta distinción no siempre es tan clara ya que la clínica y la etiología se solapan.

Con el paso de los años, los materiales que componen objetos, complementos e indumentaria vinculados a la práctica deportiva (desde pelotas hasta bicicletas, pasando por raquetas, cascos sudaderas, muñequeras, slips, maillots, gafas, guantes, etc.) han ido evolucionando para hacer más confortable la práctica de cualquier deporte. En ocasiones esto ha supuesto la introducción de materiales y productos químicos, algunos de ellos claramente irritantes (como el cloro de las piscinas o el magnesio para la escalada) y otros no tan irritantes pero que tras el contacto repetido también han producido la sensibilización y afectación de algunas partes del cuerpo. Entre los deportistas se han descrito casos de dermatitis de contacto causada por múltiples elementos: desde el traje de baño hasta las pelotas de baloncesto o rugby. Algunos de ellos contienen alérgenos conocidos como la N-isopropil-parafenilendiamina, el tiuram, el cobalto y las resinas con formaldehidos, entre otros. Lo cierto es que cualquier contacto prolongado con materiales potencialmente alergénicos puede propiciar la sensibilización de algunos deportistas.

Estas dermatitis suelen presentarse en forma de placas eritematosas inicialmente muy exudativas en las zonas donde se ha producido el contacto. En las lesiones crónicas puede producirse un engrosamiento marcado de la piel afectada con descamación y/o fisuras.

Lo característico es la simetría, morfología y localización especiales, que hacen sospechar este problema. El diagnóstico suele ser clínico, aunque en ciertas ocasiones las pruebas epicutáneas pueden ser útiles para confirmarlo.

El tratamiento en la fase aguda debe hacerse con soluciones astringentes como el permanganato potásico, el agua de tres sulfatos, agua de Burow o suero fisiológico. En una fase más avanzada se utilizan cremas corticoides de mayor o menor potencia según la localización. La hidratación de la piel con cremas emolientes es básica en todos los casos. El prurito que puede acompañar se trata con antihistamínicos orales. En caso de sobreinfección, se administran antibióticos tópicos, orales o combinaciones tópicas de corticoides con antibióticos. Además del tratamiento sintomático, en la dermatitis de contacto resulta fundamental realizar un tratamiento etiológico que se basa en la prevención, evitando o protegiendo (con ropas, guantes y otros de materiales inocuos) de la exposición a aquellas sustancias irritantes o a las que el paciente se haya sensibilizado. Existen también cremas y preparados barrera pero su efecto protector es temporal.

Urticaria y angioedema

La urticaria (fig. 3) y el angioedema representan un espectro de reacciones de la piel ante distintos procesos inmunológicos e inflamatorios desencadenados por múltiples factores.

Fig. 3. Urticaria aguda

Su prevalencia es alta. Suponen hasta un 2% de las consultas dermatológicas y se estima que el 15-25% de los individuos sufre un episodio de urticaria o angioedema en el transcurso de su vida. La incidencia máxima se observa en los adultos jóvenes.

La lesión elemental fundamental y patognomónica de este cuadro es la denominada roncha o habón, que cuando es profunda y afecta a la dermis profunda o hipodermis se llama angioedema. Las ronchas son típicamente lesiones sobreelevadas rosadas y muy pruriginosas, mientras que el angioedema es de carácter pálido y doloroso. Se pueden presentar de forma aguda o crónica (si los episodios duran más de 6 meses, aunque sea de forma intermitente).

Para poder hacer el diagnóstico de urticaria es imprescindible que estas ronchas sean evanescentes (duren menos de 24 h en una localización concreta, aunque el cuadro en sí pueda durar más) y no dejen lesiones residuales.

Los factores estimulantes de la liberación de histamina por parte del mastocito que llevan a desencadenar un brote de urticaria pueden ser múltiples y muy variados. Algunos de ellos son inmunológicos (por sensibilidad a antígenos específicos o mediados por immunocomplejos) y otros no (urticarias físicas, por fármacos, etc.). Los agentes físicos como el frío, el calor, la presión, la radiación ultravioleta y el agua pueden producir urticaria aunque por mecanismos poco definidos. Este tipo de urticarias llamadas físicas es el que se ve más a menudo asociado al deporte. Las urticarias físicas tienen en común que los habones duran pocos minutos y que hay un periodo refractario tras la erupción en el que no aparecen lesiones a pesar de la exposición al factor desencadenante. Algunas de ellas son: el dermografismo, la urticaria colinérgica, la acuagénica, la solar, por frío, por calor o por presión.

Urticaria colinérgica. Denominada también micropapulosa, se caracteriza por la presencia de múltiples habones de 1-3 mm de diámetro, muy pruriginosos, localizados predominantemente en la porción superior del tórax. Se piensa que las lesiones se producen debido a la liberación de acetilcolina en las terminaciones nerviosas colinérgicas de las glándulas sudoríparas que se produce al sudar y que estimula a los mastocitos. La lesiones cutáneas suelen aparecer entre 5 y 20 minutos después de la sudación producida por el ejercicio físico, el calor, las emociones o estímulos gustativos. Así pues, en personas susceptibles, la reacción urticariforme se puede desencadenar ante cualquier ejercicio que produzca sudación.

Urticaria acuagénica. Es muy parecida a la colinérgica pero el brote se desencadena tras el contacto con el agua independientemente de su temperatura. Aunque una simple ducha puede activar un brote, los pacientes predispuestos que realizan deportes acuáticos (natación, waterpolo, submarinismo, windsurf, etc.) se ven especialmente afectados.

Urticaria solar y por frío. Pueden afectar especialmente a aquellos atletas que practican deportes al aire libre (corredores, escaladores, ciclistas, etc.). Se caracterizan por la aparición de habones en zonas descubiertas pocos minutos después de la exposición al sol (o a una fuente artificial de de radiación ultravioleta) o al frío. Las lesiones suelen desaparecer en menos de una hora. Cuando, en el caso del frío, se produce un enfriamiento de todo el cuerpo pos sumersión en agua fría, puede producirse hipotensión y choque. La urticaria por calor es muy similar a éstas y sólo cambia el factor desencadenante.

Otras. Hay una forma peculiar y muy infrecuente de anafilaxia inducida por alergia alimentaria al gluten y ejercicio, que se produce sólo cuando coinciden temporalmente la ingesta del alimento causal y la práctica de ejercicio intenso.

Tratamiento de la urticaria. El tratamiento etiológico de la urticaria consiste en evitar el factor precipitante de la reacción. Las lociones refrescantes y calmantes como la calamina o mentol al 1% en crema pueden ayudar a aliviar el picor. El pilar del tratamiento sintomático son los antihistamínicos. Los antihistamínicos clásicos son muy útiles pero debido a sus efectos secundarios sedantes y anticolinérgicos se suele restringir su administración a las horas nocturnas (especialmente los de acción corta como la clorfeniramina o hidroxizina) en combinación con antihistamínicos de segunda generación (desloratadina, cetirizina) durante el día. En algunos casos crónicos y refractarios deben aumentarse las dosis de los antihistamínicos no sedantes, o plantear terapias de segunda línea con doxepina, prednisona, ciclosporina, montelukast, colchicina o sulfasalazina. Es importante que el tratamiento se mantenga durante un período largo aunque la sintomatología haya desaparecido porque la reaparición de las lesiones al dejar la medicación no es infrecuente.

Alteraciones dermatológicas por exposición medioambiental

En todos los atletas que practican deporte al aire libre su piel está sometida a las inclemencias del tiempo. El sol, el calor, el viento, el frío y el agua pueden suponen un desgaste crónico del cutis.

Fotoenvejecimiento y quemaduras

Los rayos ultravioleta del sol no son sólo cancerígenos, sino que también aceleran otros procesos de envejecimiento de la piel, favoreciendo la formación de arrugas y manchas hiperpigmentadas en la piel.

En los casos más graves por exposición solar intensa y aguda pueden aparecer quemaduras de distintos grados en cualquier superficie cutánea (normalmente las áreas más afectadas serán cara, espalda y brazos). Para evitar el daño solar es imprescindible una fotoprotección adecuada (como mínimo, 30 UVA y UVB) siempre que se practique un deporte exterior durante el día. Esto es especialmente importante en los deportes de agua, porque ésta ejerce un efecto reflectante de los rayos solares, así como en la nieve y en los deportes de alta montaña. En estos casos es especialmente importante usar fotoprotección total y evitar las horas de máxima incidencia solar (de las 12 a las 4 de la tarde).

Xerosis

El frío, el viento y el agua también pueden afectar a la piel, alterando su equilibrio, provocando una xerosis (sequedad) importante e incluso fisuras en ella. Es muy importante, siempre que se realice una actividad en el exterior, llevar el atuendo y equipamiento adecuados que proteja al máximo de las inclemencias, así como una hidratación oral y cutánea con cremas emolientes de uso continuado.

Pelo verde

Los individuos que realizan natación regularmente, especialmente los que tienen el pelo y la piel clara, pueden experimentar un cambio en la coloración de su cabello hacia un tono verdoso. Esto es debido a la acumulación de cobre en la cutícula de los folículos pilosos. El cobre del agua proviene de las tuberías y de algunos productos desinfectantes. La prevención incluye el lavado del pelo inmediatamente después de nadar y el mantenimiento del pH de la piscina entre 7,4 y 7,6. Para eliminar la tonalidad verdosa hay que usar champús quelantes de cobre durante 30 minutos o peróxido de hidrogeno al 3% durante 3 horas.

Traumatismos

Debido a la fricción constante y repetitiva con el material empleado para practicar deporte, o debido a traumatismos, el atleta puede padecer alteraciones de la contigüidad de la piel en forma de abrasiones, erosiones y ampollas entre otras.

Ampolla de fricción

Las ampollas se deben al intenso estrés de roce al que se ven sometidas algunas zonas del cuerpo, lo que ocasiona una separación en la unión dermoepidérmica. El microambiente húmedo y cálido del pie del deportista favorece su formación. El tratamiento consiste en el drenaje cuidadoso del exudado intentando no alterar el techo de la ampolla; si éste se despega habrá que cubrir la lesión con un apósito o aplicar tintura de benzoilo. La prevención incluye el uso de calcetines absorbentes y polvos. También puede ser útil usar 2 calcetines distintos, uno encima del otro, para evitar la fricción o calcetines acrílicos especiales para esta indicación, pero sobre todo es imprescindible que el calzado deportivo sea el adecuado y se ajuste correctamente al pie.

Callos

Se dan en áreas expuestas a un trauma o rozamiento repetitivo y normalmente aparecen en zonas dónde previamente habían aparecido ampollas. La mayoría de callosidades no son dolorosas y pueden suponer una ventaja en ciertos deportes como la gimnasia, la halterofilia o el tenis. Éstas se pueden eliminar recortándolas por la base o rascándolas tras reblandecerlas con parches de ácido salicílico o con agua templada. Para prevenir su formación puede ser útil usar almohadillas.

Uñas encarnadas

La mayoría de las veces son debidas al uso de calzado inadecuado o que no se ajusta correctamente a la forma del pie, ocasionando la entrada de la uña dentro de la dermis, donde generará una reacción a cuerpo extraño. Para evitarlo es imprescindible usar zapatillas adecuadas y recortar las uñas bien rectas. También se puede generar presión en el centro de la uña para que los extremos protuyan sin clavarse o poner un trozo de algodón debajo del margen lateral. Hay que erradicar posibles sobreinfecciones y, en casos graves, realizar la avulsión parcial o completa de la uña.

Talón negro (talon noir)

El talón negro consiste en petequias de distribución horizontal en el extremo superior del talón, asintomáticas y, habitualmente, bilaterales. Es común en jóvenes, especialmente en los que practican deportes con paradas y acelerones frecuentes como el tenis o el baloncesto. Es debido a las fuerzas de cizallamiento a las que se ven sometidos los capilares de las papilas dérmicas, que provoca hemorragias subepidérmicas puntiformes. Este fenómeno también puede darse en las palmas de las manos de golfistas, tenistas, escaladores y gimnastas. El tratamiento consiste en hacer reposo durante 2-3 semanas hasta que involucionen espontáneamente. Las almohadillas de fieltro son útiles para prevenir su aparición.

Pezón del corredor

El pezón del corredor es la irritación del pezón debida al roce crónico con camisetas o sujetadores de materiales rudos, que provocando erosiones y fisuras en éstos. Los corredores de fondo son los más susceptibles. El uso de telas blandas semisintéticas, de algodón o seda evitará estas abrasiones. También puede ser útil cubrir la zona con apósitos o vaselina.

Hombro de nadador

Se conoce como «hombre del nadador» una placa eritematosa que aparece en el hombro de algunos nadadores que realizan estilo libre, resultado de la irritación por el roce con la barbilla sin afeitar. Se previene rasurándose antes de nadar.

Erosiones, excoriaciones y contusiones superficiales

Este tipo de lesiones es relativamente frecuente, especialmente en los deportes de contacto, pero también en todos aquéllos en los que se usan pelotas, raquetas u otros instrumentos. El tratamiento se basa, sobretodo, en evitar la sobreinfección y secar las lesiones mientras se espera una cicatrización progresiva, con fomentos o soluciones astringentes como agua de Burow, permanganato potásico o simplemente suero fisiológico. En el mercado hay algunos apósitos con propiedades cicatrizantes que pueden ser útiles para acelerar la recuperación de la integridad de la piel.

Otros

En este grupo se encuadran la miliaria y las estrías de distensión.

Miliaria

La miliaria es debida a la obstrucción de los conductos sudoríparos ecrinos en el contexto de un aumento de la temperatura corporal o ambiental. Es muy frecuente en los recién nacidos pero también puede aparecer en adultos. Es habitual en deportistas, sobre todo en hombres, en la época estival y en las zonas ocluidas por mochilas o materiales no transpirables. Se presenta en forma de pequeñas pápulas o pústulas en la frente, el cuello, la parte superior del tronco y las partes cubiertas. Aunque haya pústulas, casi nunca se produce sobreinfección, por lo que suele resolverse espontáneamente con frío, al recobrar la temperatura normal. La prevención se realiza evitando el exceso de calor y de ropa.

Estrías de distensión

Las estrías de distensión son muy frecuentes en adolescentes en edad de crecimiento y se deben a la ruptura de las fibras elásticas de la dermis reticular. Aparecen en las zonas de la piel sujetas a mayor tensión, como la parte anterior de los hombros, la parte baja de la espalda y las piernas. Ningún tratamiento se ha demostrado realmente efectivo en estos casos.

La piel

La piel es el órgano más extenso del organismo y el más expuesto a agentes externos. Desempeña múltiples funciones, como la protección frente a las agresiones externas y microorganismos (barrera física), impermeabilización, termorregulación, producción de vitamina D, defensa inmunológica, percepción de estímulos sensoriales y regulación del equilibrio hidroelectrolítico del organismo. Los anejos cutáneos (glándulas sudoríparas, sebáceas, folículos pilosos y uñas) también forman parte de la piel. Cuando se realiza ejercicio físico, se producen cambios favorables en el estado metabólico de la piel: aumenta la circulación sanguínea (por un incremento de los nutrientes, la oxigenación y la eliminación de radicales libres), y también se incrementa la eliminación de toxinas y la liberación de hormonas.


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Bibliografía de consulta a texto completo en www.doymafarma.com

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