Buscar en
Acta Sociológica
Toda la web
Inicio Acta Sociológica CAUSA Y RESPONSABILIDAD: VULNERABILIDAD Y CLIMA EN EL ANTROPOCENO
Información de la revista
Vol. 73.
Páginas 13-81 (Mayo - Agosto 2017)
Compartir
Compartir
Descargar PDF
Más opciones de artículo
Visitas
4000
Vol. 73.
Páginas 13-81 (Mayo - Agosto 2017)
Open Access
CAUSA Y RESPONSABILIDAD: VULNERABILIDAD Y CLIMA EN EL ANTROPOCENO
Cause and Response: Vulnerability and Climate in the Anthropocene
Causa e responsabilidade. Vulnerabilidade e clima no anthropocene
Visitas
4000
Jesse Ribot1
Este artículo ha recibido

Under a Creative Commons license
Información del artículo
Resumen
Texto completo
Descargar PDF
Estadísticas
Figuras (2)
Resumen

El análisis de la vulnerabilidad busca identificar las causas de raíz de las crisis para encontrar soluciones transformadoras. Las perspectivas del riesgo asociado al cambio climático usualmente localizan la causalidad en las amenazas, aunque atribuyen algún peso causal a variables sociales como la pobreza o la falta de capacidad. Con poca frecuencia se preguntan por qué hay falta de capacidad, los bienes son inadecuados o los resguardos sociales están ausentes o fallan. Esta contribución enmarca vulnerabilidad y seguridad como problemas de acceso a bienes y resguardos sociales. Activos y resguardos tienen ambos sus propias, contingentes y contextuales cadenas causales. Un elemento recursivo clave en esas cadenas causales es la habilidad –medios y poder– de la gente vulnerable para influenciar en la economía política que da forma a sus bienes y resguardos sociales. Según lo observó adecuadamente Sen, la vulnerabilidad está ligada a la falta de libertad para influir en la economía política que define las titularidades. En el Antropoceno, las causas humanas de amenazas climáticas deben ser tomadas en cuenta en las etiologías del desastre. Sin embargo, la atención al cambio climático antropogénico no debe ocultar las causas de (y la responsabilidad sobre) la vulnerabilidad que se continúa produciendo en y por la sociedad.

Palabras clave:
adaptación
Antropoceno
cambio climático
emancipación
representación
riesgo
vulnerabilidad
Abstract

Causal analysis of vulnerability aims to identify root causes of crises so that transformative solutions might be found. Yet root-cause analysis is absent from most climate response assessments. Framings for climate-change risk analysis often locate causality in hazards while attributing some causal weight to proximate social variables such as poverty or lack of capacity. They rareland ask why capacity is lacking, assets are inadequate or social protections are absent or fail. This contribution frames vulnerability and security as matters of access to assets and social protections. Assets and social protections each have their own context-contingent causal chains. A key recursive element in those causal chains is the ability –means and powers– of vulnerable people to influence the political economy that shapes their assets and social protections. Vulnerability is, as Sen rightly observed, linked to the lack of freedom –the freedom to influence the political economy that shapes these entitlements. In the Anthropocene, human causes of climate hazard must also now be accounted for in etiologies of disaster. However, attention to anthropogenic climate change should not occlude social causes of (and responsibility for) vulnerability –vulnerability is still produced in and by society.

Keywords:
adaptation
Anthropocen
climate change
emancipation
representation
risk
vulnerability
Resumo

O análisis da vulnerabilidade, pesquisa identificar as causas raíces das crisis para encontrar soluções transformadoras. As perspetivas do riesgo associado ao cambio climático, normalmente localizam a causalidade nas ameaças, mas atribuem algum peso causal para variáveis sociais como a pobreza ou a ausência da capacidade. Não é muito frecuente se perguntar porquê tem falta da capacidade, se os bens não são os corretos ou se os resguardos sociais estão ausentes, ou estão errados. Essa contribuição assina a vulnerabilidade e também a seguridade como problemas dó acesso à bens e resguardos sociais. Ativos e resguardos tem suas próprias, contingentes e do contexto, cadeias causales. Uma figura repetitiva e chave nessas cadeias causales é a habilidade –meios e poder– das pessoas vulneráveis para influenciar na economia política que molda os bens e resguardos sociais. Conforme Amartya Sen, a vulnerabilidade está ligada com a falta da liberdade para influir na economia política que define as titularidades. No anthropocene, as causas humanas das ameaças climáticas tem que se escutar nas etiologias do desastre. Porém, a atenção ao câmbio climático antropogênico não tem que as causas de (e a responsabilidade sobre) a vulnerabilidade que continua se reproduzindo en e por a sociedade.

Palavras chave:
adaptação, anthropocene, câmbio climático, emancipação, representação, riesgo, vulnerabilidade
Texto completo
Introducción

Los esfuerzos por reducir el sufrimiento se han enfocado comúnmente en controlar y reparar cuerpos individuales. Los orígenes sociales del sufrimiento y la angustia, incluidas pobreza y discriminación, aun siendo rápidamente reconocidos, son dejados de lado.

Margaret Lock2

En el Antropoceno, los eventos climáticos y el sufrimiento que les acompaña no pueden ser más descartados como actos de Dios o de la naturaleza. Al menos en parte, hoy están ligados a la agencia y la responsabilidad humanas. Por supuesto, las causas de desastres climáticos han sido siempre sociales. La vulnerabilidad es, por definición, la precariedad social presente cuando arriban las amenazas. No cae del cielo. Si bien no existe desastre sin amenaza, sin vulnerabilidad la amenaza es nula.3 Las condiciones de precariedad tienen que estar dadas. El análisis de vulnerabilidad identifica las causas de esta precariedad.

A medida que nos adentramos en el Antropoceno, los desastres climáticos son atribuidos al cambio climático antropogénico.4 Pero ¿en qué medida esta atribución es apropiada o completa?, ¿qué genera las vulnerabilidades preexistentes? Resulta irónico que, mientras cierta responsabilidad sobre los estresores climáticos pueda hoy viajar por el cielo, el renovado interés en la amenaza climática nuble la atención hacia las causas socialmente determinadas de la precariedad, que exponen y sensibilizan a la gente frente a la amenaza. La vulnerabilidad y, al menos parte del clima son hoy antropogénicos. Es necesario un análisis bifurcado de la causa social enmarcado en las estructuras generativas de la vulnerabilidad.

Los Estudios Campesinos tienen una larga historia explicando la marginalidad y flexibilidad, vulnerabilidad y aseguramiento de los hogares campesinos mediante su subsunción, como una economía dentro de una economía, en relaciones sociales y político-económicas estratificadas.5 Para entender la vulnerabilidad rural –incluyendo la seguridad alimentaria– se ha requerido y utilizado un similar análisis multiescalado.6 Estos análisis explican por qué los campesinos tienen acceso a activos limitados y resguardos inadecuados, tanto como qué es lo que les permite enfrentar el estrés en condiciones de explotación, la subordinación a los dueños de la tierra, la dependencia, el intercambio desigual, el limitado acceso al mercado y servicios sociales, y las políticas que van desde la conscripción y el trabajo forzoso hasta el pago de impuestos.

La investigación social de campo no explica la precariedad del hogar campesino o su aseguramiento y habilidad para salir de la subsistencia en términos sólo de una relación de proximidad entre hogar y ambiente o amenaza. Se explican la precariedad y el aseguramiento colocando al individuo en el hogar, la comunidad, la política, el mercado, la nación y en una economía política global. Se explican mediante la capacidad política para definir dichos contextos. Esto se aplica a cualquier análisis social de la precariedad –de los campesinos, los jóvenes y viejos, de quienes no tienen derechos– incluyendo el análisis social de la vulnerabilidad relacionada con el clima.7

En el Antropoceno, ciertos análisis causales deben definir la dinámica de los impulsores de gases de efecto invernadero, explicando cómo son activados y cómo su regulación y mitigación resultan de una compleja historia social y político-económica. Pero las causas de los estresores en el cielo se distinguen de la vulnerabilidad subyacente. Esta contribución se enfoca en la espina de la vulnerabilidad del actual análisis bifurcado de la causa social. El artículo vincula el análisis de vulnerabilidad con aproximaciones a las respuestas de adaptación y resiliencia al cambio climático mediante la “capacidad”, integrando la explicación causal de la capacidad y la habilidad. Como lo sugieren Downing y Patwardhan,8 Cardona9 y Manyena,10 el análisis de vulnerabilidad es un complemento necesario de la planeación para la adaptación. La capacidad y sus causas completan la evaluación de vulnerabilidad.

El arreglo de esta contribución comienza con la teoría de las titularidades,11 colocada en el más amplio contexto de la perspectiva de la economía política y el empoderamiento,12 y la conecta con el pensamiento más reciente sobre las capacidades.13 Articulando diversas lecturas de la causalidad, el marco delimita los elementos recursivos14 del análisis de vulnerabilidad mediante la exploración de las formas en que aquellos que están en riesgo definen la economía política que condiciona su precariedad y aseguramiento.15 Elementos recursivos y emancipatorios, tan necesarios para el desarrollo, incluyen representación,16 relaciones estructurales,17 y efectos discursivos.18 Los mecanismos causales19 y la teoría sobre el acceso20 encuadran el punto de partida empírico para explicar los activos, los resguardos sociales y las relaciones de emancipación.

La habilidad de la gente vulnerable para definir la economía política que condiciona su seguridad y vulnerabilidad –esto es, la emancipación– permanece poco investigada. Apelando a relaciones recursivas en las estructuras causales de vulnerabilidad, Appadurai21 introdujo los derechos de acceso (enfranchisement) en el estudio de las hambrunas; Drèze y Sen22 evocan el rol de los medios de comunicación libres en la facilitación de los bienes alimenticios (la comida que la gente podría obtener), y Watts23 integró el empoderamiento como posibilidad de influenciar la economía política que determina aquellos derechos. Lappé24 considera la democracia populista como el camino hacia la seguridad. Estos son llamados para que democracia y herramientas públicas obliguen a los gobiernos a responder a las demandas.25 La democracia debe ser integrada en cualquier análisis completo de la causalidad. En cierta forma, para equipar a las demandas y al debate público para llevar a cabo “soluciones transformadoras”, la democracia debe orientarse por análisis de causas que revelen contextos generativos subyacentes.26 La ciudadanía informada, trae al gobierno al debate y deja que Dios y las amenazas naturales descansen.

La siguiente sección del artículo, “Peligros de oclusión”, explora los vínculos entre causa, responsabilidad y visibilidad de la vulnerabilidad como producto socio-histórico. “Clima y sociedad” delinea las tensiones entre el análisis de amenazas y el análisis socialmente fundado en el contexto de la teoría climático-humana, al tiempo que explora la noción de capacidad como vértice de integración. “Análisis de vulnerabilidad” define a grandes rasgos las teorías causales de la vulnerabilidad climática en dos partes –encuadres básicos de la causalidad, y elementos recursivos de representación, estructura y discurso–. Antes de concluir, la última sección bosqueja una agenda para la “investigación causal”. El repaso y la contextualización no pretenden ser exhaustivos ni teóricamente consistentes. El objetivo es evocar un rango de modelos para empezar a construir un repertorio de potenciales relaciones causales que cualquier investigador debería tratar de identificar y poner a prueba de forma consistente.

Peligros de oclusión: causa y culpa en el Antropoceno

ninguna persona sufre falta de abrigo sin un fracaso social para organizar el abrigo de manera tal que sea accesible para todas y cada una de las personas. Y nadie sufre desempleo sin un sistema o una economía política que fracase en asegurar la protección frente a esa posibilidad.

Judith Butler27

Culpar a la naturaleza puede ser, por supuesto, un gran consuelo. Puede ser muy útil especialmente para quienes ocupan posiciones de poder y responsabilidad. La confortable inacción se adquiere, sin embargo, a un precio muy alto –un precio que es pagado por otros, generalmente con sus vidas.

Drèze y Sen28

La gran mayoría de las publicaciones académicas y de política pública sobre la vulnerabilidad y la adaptación relacionadas con el clima se preocupan por la respuesta más que por la causalidad.29 Buscan identificar quién es vulnerable más que por qué, buscan indicadores más que explicaciones, soluciones más que causas –como si la causa no participara en la producción de la vulnerabilidad y de su remedio–. Algunos ocultan las causas de la vulnerabilidad y las crisis detrás de las amenazas, la naturaleza o Dios –como actos que no requieren mayor explicación–.30 Muchos se detienen en explicaciones convenientemente aproximativas tales como los activos o la pobreza, sin preguntar cómo es que se producen. Otros, desde las escuelas de la adaptación y la resiliencia, circunscriben la causalidad a las capacidades, como capacidad adaptativa o capacidad de respuesta.31 Estas aproximaciones ponen atención en las características “innatas” de los individuos, hogares o grupos: la unidad en riesgo.32 La capacidad es hoy un factor explicativo común en casi todas las perspectivas del riesgo y la vulnerabilidad.33 Pero la capacidad como causa no es suficiente sino que nos exige cuestionarnos sobre lo que la perfila.34 Entonces, aún si aquellos análisis apuntan hacia dentro, resulta difícil escapar al hecho de que la causalidad apunta hacia fuera, hacia el más amplio conjunto de variables sociales, políticas y económicas, estructurales. Ciertamente, todo aquello que permite o impide que las personas mantengan su seguridad es parte de la estructura causal de la vulnerabilidad.

La oclusión de la causa no sorprende. En términos teóricos, éticos y políticos la causa es polémica, como lo son las soluciones transformadoras a las que la causa puede apuntar.35 Debemos mirar hacia atrás de forma estructurada para evaluar cómo y por qué las sociedades ponen en riesgo y abandonan a ciertas categorías de personas.36 Pero, aunque tal entendimiento de la causalidad sea un elemento necesario de la respuesta,37 la explicación rápidamente genera conflicto –de teorías, métodos, interpretación, pero también y más fundamentalmente, sobre implicación e interés–. La causalidad es una categoría discutible. La causa indica culpa, responsabilidad y obligación, al vincular los daños con la organización social y la agencia humana. Los análisis causales, y las transformaciones que implican, cuestionan de manera profunda el status quo.38 Rastrear la causalidad en cualquier instancia de crisis amenaza a aquellos que pudieron haber jugado un rol –de ignorancia, negligencia, intención, arrogancia o ambición– en la producción del dolor. Es una amenaza para quienes se benefician, pasiva o activamente, de relaciones de producción, intercambio y consumo cotidianos, aunque inaceptables. No resulta sorprendente por tanto que los análisis climáticos se enfoquen en quiénes son vulnerables y no en porqué lo son. El por qué resulta social y políticamente conflictivo. Sin embargo, el conflicto no debe detenernos. Debe nutrir la discusión pública –activando el proceso democrático alrededor del riesgo y la respuesta–.

30 años atrás, Appadurai39 dividió las explicaciones de la hambruna en “posiciones evolucionistas que acentúan función y adaptación, y posturas históricas que acentúan causalidad y contingencias”. Distinciones similares persisten en los estudios sobre riesgo climático.40 Sin embargo, tales puntos de vista no son tan distinguibles. Como observa Somers en su análisis41 de Nueva Orleans después de Katrina, “no podemos ver hacia delante hasta que no hayamos visto hacia atrás para entender cómo llegamos a ser lo que somos y hasta que sepamos qué hemos perdido o ganado”. El análisis socio-histórico de la vulnerabilidad es un complemento necesario de los planes de adaptación.42 Pero más que estudiar el pasado, la mayor parte de los practicantes de la adaptación, la resiliencia y la atención de desastres, comienzan por atribuir los desastres climáticos a actos de la natualeza o, en el Antropoceno, al cambio climático antropogénico.43 Haciendo esto, más que buscar la causalidad en la historia social, continúan colocando al riesgo en la amenaza a la cual las personas se adaptan, atribuyendo implícitamente dolor y sufrimiento a las sequías, inundaciones y tormentas.44 Más que explicar la vulnerabilidad, continúan enmarcando a los desastres como resultados directos del impacto de eventos climáticos. Aun así, muchos teóricos y analistas del riesgo climático colocan la causalidad social en modelos integrados, definiéndola como “capacidad” de ajuste, soporte o restablecimiento. Pero la fugaz visión de dichos análisis aproximativos, cuenta sólo una parte de la historia.

Por definición, los desastres climáticos ocurren en la intersección entre amenaza y vulnerabilidad. Sin amenazas climáticas no existe riesgo de desastre climático y no hay desastre sin vulnerabilidad.45 Trabajando sobre desastres antes y después del cambio climático, Blaikie46 puso en el centro los análisis de causalidad y de alternativas para reorientar la atención hacia el factor de la vulnerabilidad dentro de la ecuación del riesgo. Para ellos, la parte del problema que se refiere a la amenaza tiende a la modelación y la predicción probabilística, a producir imaginarios riesgos futuros.47 Las amenazas son eventos probabilísticos que, aunque esperados, no están sujetos a manipulación en el terreno. Por tal motivo, el análisis de causalidad y prevención de desastres de Blaikie y sus colegas se enfoca en la evaluación y reducción de la vulnerabilidad, mientras que la amenaza es tomada como condición externa en la ecuación para corregir la situación. En este marco, la amenaza no puede ser excluida pero la vulnerabilidad puede reducirse. En la actualidad, si bien la mitigación puede modificar las amenazas climáticas, continúa siendo cierto que el clima está más allá del control local. Teniendo como telón de fondo a la amenaza externa, Wisner,48 O’Keefe,49 Chambers,50 Swift,51 Watts y Bohle,52 y Blaikie53 pusieron el análisis causal y social de la vulnerabilidad en el centro de la investigación social sobre reducción de riesgo de desastres.

Aunque disparadas por tensiones climáticas, está bien documentado que las crisis son productos históricos, sociales y político-económicos. La hambruna de 1943 en Bengala fue causada por mercados que funcionaban adecuadamente, no por sequía o escasez.54 La hambruna de 1959-1960 en China, fue producto de la administración, no de la sequía.55 La hambruna de 2011 en Somalia fue producto del “juego entre recursos, clanes y política” no de la sequía.56 Los 1,300 muertos en Nueva Orleans en 2005 se debieron a la negligencia gubernamental, no al huracán Katrina.57 Al contrario, la reducción en 150 por ciento de los decesos en Bangladesh (de más de 500,000 a 3,406 muertes), entre los ciclones similares Bohla y Sidr, se debió a reformas en la planeación.58 La incapacidad de soportar el estrés es resultado de procesos locales de diferenciación social, desigual acceso a recursos, pobreza, infraestructura mediocre, falta de representación e inadecuados sistemas de seguridad social, alerta temprana y planeación.59 Estos factores transforman caprichos climáticos en sufrimiento y pérdida.

En la actualidad, en el Antropoceno, enfrentamos un nuevo dilema para explicar las causas de los desastres relacionados con el clima. La naturaleza se ha socializado de forma reconocible. Una parte del clima es antropogénica. Las amenazas, ellas mismas eventos climáticos, no son más naturales y exentas de culpa.60 Parece “natural” que causa y culpa se devuelvan a la amenaza, que los desastres se atribuyan al cambio climático y que se rastreen hasta perpetradores conduciendo camionetas en Nueva Jersey. Tales culpa y responsabilidad han sido largamente debatidas en las negociaciones climáticas.61 Cada vez más instituciones globales, mediante acuerdos con la Convención Marco sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (UNFCCC por sus siglas en inglés) están, al menos implícitamente, haciéndose responsables del cambio climático, patrocinando fondos de adaptación para apoyar a la gente a evadir el estrés “adicional” que se proyecta producirá el cambio climático. Los países en desarrollo también están llamando a reparar, como ocurrió después del súper-ciclón Haiyan en Filipinas.62

Sin embargo, bajo la Convención Marco, los fondos de adaptación son etiquetados para atender sólo los daños que las tensiones adicionales del cambio climático puedan causar. El artículo 4.4 “se refiere a la ayuda que proporcionarán los países desarrollados asociados para enfrentar los costos adicionales de adaptación que emerjan del impacto del cambio climático”.63 Esta postura aditiva –junto con los reclamos de tipo “el que contamina paga” y la “agenda de daños y pérdidas” del UNFCCC– reconoce de forma implícita que el cambio climático es antropogénico y que las partes responsables deben invertir en adaptación.64 Pero, además, la adición implica una falta de responsabilidad por la precariedad preexistente de aquellos en riesgo –la mayoría de quienes eran vulnerables frente al estrés climático mucho antes de que el cambio climático ocupara el horizonte.65 Tal postura aditiva renuncia a un acuerdo para atender a la vulnerabilidad. Sólo reconoce el incremento del sufrimiento asociado con el estrés añadido, aunque tal sufrimiento se pueda aún atribuir a las condiciones subyacentes que convierten todo estrés climático, antropogénico o no, en crisis.66

La orientación aditiva de los fondos de adaptación hacia un incremento del cambio climático antropogénico acepta que la naturaleza ha sido efectivamente socializada, pero de forma paradójica requiere que la miseria de la precariedad preexistente sea naturalizada como una condición de fondo. Las escuelas del manejo de desastres comparten esta tendencia a promover un regreso de los grupos afectados por desastres a la “normalidad”, naturalizando su estado pre-desastre.67 Sin embargo, las poblaciones más afectadas, o cuya situación empeora con el cambio climático son de suyo las más vulnerables frente a extremos climáticos ordinarios.68 La pobreza preexistente sigue siendo la más destacada condición de vulnerabilidad climática.69 Los pobres, los menos capaces de parapetarse ellos mismos frente a y recuperarse del estrés, viven en un estado de precariedad. Pero en el marco conceptual aditivo, la precariedad preexistente es la condición “normal” y no es más concebida como antropogénica. Paradójicamente, entonces, en su aclamado énfasis en la agencia humana, la respuesta al cambio climático antropogénico produce el efecto de naturalizar y por tanto obscurecer la vulnerabilidad antropogénica preexistente.

La precariedad preexistente que el cambio climático encuentra en el terreno se produce dentro de la misma economía política global que activa al cambio climático: Rodney,70 Wallerstein71 y muchos otros han establecido estas conexiones globales desde hace mucho tiempo. Frente al incremento antropogénico, la comunidad internacional parece movilizarse de nuevo para hacerse cargo sin culpar a nadie, aunque simultáneamente naturalice la vulnerabilidad preexistente. Esta ayuda requiere una línea base natural más allá de la cual quienes producen el cambio climático no son ya responsables; los exenta de cargos. En conjunto, la postura aditiva y los análisis aproximativos de la adaptación ocultan la causa social, borran la historia y las relaciones extractivas, enmascaran la violencia estructural que dio lugar a la vulnerabilidad sistémica, climática y no climática, de los pobres a través de múltiples ejes, geografías e historias.72

Al tiempo que naturaliza la miseria, la lógica aditiva devuelve la atención hacia las amenazas. La causalidad socialmente fundada es doblemente oscurecida al suponer que las amenazas son culpables y que la precariedad existente es natural. ¿Cómo integramos naturaleza socializada con vulnerabilidad no-natural y socialmente generada? Ahora que la naturaleza es socializada, podemos rastrear las causas del estrés a través del cambio climático. Sin embargo, aunque las amenazas son ahora producidas socialmente, un clima antropogénico hace que la causa de la vulnerabilidad se desplace a la amenaza. Dado que los eventos biofísicos son parcialmente antropogénicos, la explicación de la amenaza debe, por supuesto, tomar en cuenta ahora la voluntad, la intencionalidad, la negligencia y el interés humanos y, por supuesto, la gente, los jueces y los gobiernos están culpando de forma apropiada a la sociedad por los eventos climáticos.73 La atribución a la sociedad se vuelve aún más severa con las traviesas intervenciones en el clima de la geoingeniería.74 Aún si los desastres nunca fueron actos de Dios o de la naturaleza,75 los eventos climáticos, que eran vistos como exteriores al mundo social, son hoy referidos a sistemas y agentes sociales.76 Estas nuevas responsabilidades residen en la sociedad no en el cielo. No se agregan o borran las causas de la vulnerabilidad; más bien se suman al paisaje amenazante que, cuando se combina con la vulnerabilidad, es responsable del desastre. Las cadenas causales detrás de la amenaza y la vulnerabilidad permanecen diferenciadas –aunque también se sobreponen e interactúan,77 y tal vez comparten causas de raíz.

La responsabilidad en el Antropoceno se encuentra bifurcada. Amenazas y vulnerabilidad tienen causa social. Ni Dios ni la naturaleza pueden absolvernos. Por supuesto, no es como si la sociedad hubiera alguna vez podido lavarse las manos respecto de la producción de la vulnerabilidad – con o sin cambio climático antropogénico, con o sin Dios. La vulnerabilidad en el terreno es (y ha sido siempre) un producto de fuerzas sociales lejanas tanto como lo son los cambios que hoy percibimos en el cielo. El estrés se articula a través de eventos climáticos al amparo de acciones de gente real en sitios reales que, sin responsabilidad directa mediante reglas, estructuras y subjetividades de diferenciación, definen patrones de inclusión y exclusión que externalizan el costo de sus deseos y ganancias sobre otros situados lejos. La estructura de vulnerabilidad continúa siendo social. Las diferentes causas de la vulnerabilidad en un lugar dado deben aún ser buscadas desde ese lugar a través de las relaciones sociales de producción, intercambio, dominio, subordinación, gobierno y subjetividad. Deben ser aún analizadas y comprendidas a partir de la instancia de crisis en un sitio y tiempo reales. Aunque el reconocimiento del cambio climático antropogénico ofrece un nuevo camino para la atribución social de causalidad, y por tanto de responsabilidad y culpa –así como de demandas de rectificación y compensación–78 la vulnerabilidad sigue siendo una condición social de quienes están expuestos.

El sentido de los eventos climáticos cambia de manera profunda cuando estos se consideran como antropogénicos. Para los no negacionistas, los humanos son ahora demostradamente responsables no sólo de la vulnerabilidad terrenal sino también de los estresores que atraviesan el cielo. Y sí, la antropogénesis integra una nueva dimensión a la conectividad global que era ya evidente para historiadores y teóricos políticoeconómicos.79 Las causas sociales de la vulnerabilidad in situ y de los estresores en el cielo –las dos cadenas de causa y culpa– están vinculadas. El acceso desigual a las oportunidades que producen gases de efecto invernadero es, de manera parcial, responsable de la pobreza y marginalidad que ubica a ciertas personas en sitios seguros mientras pone a otras en riesgo. Aquellos que pueden consumir más allá de la subsistencia son menos vulnerables que quienes no pueden hacerlo.80 El libre acceso a activos y titularidades –facilitado por una economía política global desigual cuyas normas y relaciones sociales protegen a ciertos actores y subordinan a otros– permite el consumo excesivo que está transformando el clima e incrementando las tensiones de aquellos en riesgo. Las estratificaciones sociales que dan lugar a patrones desiguales de vulnerabilidad in situ en forma simultánea contribuyen al estrés articulado con un sistema climático cambiante. Esta es una de las direcciones que la modelación integral humano-ambiental debe seguir, lejos de la miope interface humanidad-naturaleza en la que la gente se encuentra directamente con los elementos.

Lo que resta de esta contribución explora los aspectos de un análisis fundado en la vulnerabilidad y la inseguridad, de forma tal que el cambio climático antropogénico no se incorpore al ofuscado repertorio que desde ya oculta las causas y responsabilidades multi-escala de los desastres climáticos. Pese a que el análisis causal podría ahora bifurcarse, el análisis en este ensayo no lo hace. El artículo no examina estructuras causales del cambio climático antropogénico; ellas son abordadas de forma parcial, en el sentido causal casiaproximativo, como funciones de emisiones.81 Por supuesto, un análisis social y político-económico generativo completo de tales emisiones y de la atribución de responsabilidad es necesario.82 Un análisis causal multi-escala y multi-factor de vulnerabilidades específicas puede señalar las varias escalas sociales en las cuales se pueden encontrar soluciones. Las respuestas deben entonces ser forjadas en la fragua de la política.

El clima y la sociedad: teorías de la vulnerabilidad

… Poner en entredicho el marco conceptual implica mostrar que nunca incluyó completamente la escena que debía describir, que algo quedaba afuera, aquello que daba sentido al interior, que lo volvía reconocible.

Judith Butler83

La vulnerabilidad es motivada inadvertida o deliberadamente por acciones humanas que, al tiempo que interactúan con sistemas físicos y ecológicos, refuerzan el interés propio y la distribución del poder.

Neil Adger84

De manera usual, el análisis de vulnerabilidad se encuentra polarizado entre posturas de riesgo-amenaza y socio-constructivistas.85 El riesgoamenaza se caracteriza como la escuela positivista (o realista) mientras que quienes ponen atención en las titularidades y los activos son agrupados como constructivistas. La etiqueta “socio-constructivismo” es poco adecuada porque ni el enfoque de titularidades ni el de activos se fundamentan en posturas constructivistas.86

Para los positivistas:

el riesgo (…) es un subproducto tangible de procesos naturales y sociales que ocurren efectivamente. Puede ser mapeado y medido por expertos y, dentro de ciertos límites, controlado. En las perspectivas socio-constructivistas, el riesgo no refleja directamente la realidad natural, sino que es refractado en cada sociedad a través de lentes definidos por la historia, la política y la cultura.87

La literatura sobre vulnerabilidad climática contrasta de forma errónea el positivismo o “realismo” de las ciencias naturales con el socio constructivismo de las ciencias sociales. Peor aún, muchos científicos sociales que se interesan por el clima parecen haber aceptado estas categorizaciones confusas.88

Para cualquier científico social debería ser evidente, sin embargo, que tanto la postura de riesgo-amenaza como la de las titularidades y activos pueden ser positivistas.89 Ambos tipos de análisis pueden también sujetarse o incorporar una perspectiva socio-constructivista. Si uno distingue entre una ontología constructivista, que se refiere a la naturaleza de las cosas, y una metodología constructivista, como forma de entender el conocimiento situado, el constructivismo no necesariamente sugiere que las condiciones y causas de la vulnerabilidad sean “irreales”.90 Tal metodología respetaría la fenomenología de la vulnerabilidad, entendiendo sus efectos materiales y afectivos. Además, es perfectamente positivista afirmar que los significados socialmente construidos que sostienen actores en posiciones distintas moldean la causalidad.91 En pocas palabras: debemos descartar esta falsa dicotomía que sirve sólo para desacreditar los análisis de las ciencias sociales al contrastarlos con lo “real”. Por ejemplo, desde su postura de realismo crítico,92 Forsyth consigue este objetivo reconociendo la posibilidad de usar perspectivas constructivistas para producir una ciencia mejor y más relevante.93

Persisten todavía las dos principales tradiciones de pensamiento en lo que concierne a la relación entre clima y riesgo. El modelo riesgo-amenaza, ostensiblemente científico-natural, tiende a evaluar los múltiples resultados (o “impactos”) de un evento climático particular (ver Figura 1).94 Por supuesto, ambas perspectivas pueden aplicarse utilizando estrategias positivistas, constructivistas o, con más fuerza aún, un análisis combinado. La diferencia clave reside en que la postura de riesgo-amenaza establece una relación causal lineal cuyo origen está en la amenaza ambiental, mientras que las perspectivas de titularidades y activos suelen conectar la causa con múltiples factores sociales y político-económicos. La perspectiva de titularidades-activos localiza la causalidad en la sociedad y por tanto tiende a otorgar un rol a los fenómenos naturales, pero no los ve como “causa” del riesgo o del daño frente a un evento.95

La perspectiva de riesgo-amenaza, que define la vulnerabilidad como “relación de respuesta dosificada (dose-response) entre una amenaza exógena al sistema y sus efectos adversos”,96 se preocupa por predecir el “impacto” de un evento o estrés climático específico, y por estimar el incremento del daño causado por una intensificación desde condiciones climáticas “normales” hasta las condiciones esperadas en escenarios de cambio climático.97 Este abordaje, que ve a la gente como vulnerable a las amenazas, localiza al riesgo en la amenaza y, como lo han señalado algunos investigadores, incorpora de forma inadecuada sus dimensiones sociales.98 Esta perspectiva también habilita las visiones “aditivas” comunes en los círculos de la política climática, que se basan en la noción imaginaria (o “construida”) de que los efectos del cambio climático se pueden separar de las condiciones subyacentes.

En contraste, las escuelas de titularidades y activos se interesan por cadenas de eventos que derivan en vulnerabilidad. Consideran que la gente es vulnerable a resultados no deseados como la pérdida de activos valiosos. También se preocupan por lo que se puede esperar que suceda después de un evento o tendencia. Mientras para estas posturas el riesgo de desastre y el sufrimiento son sociales, ven al clima como un fenómeno externo en sí mismo. La externalización de amenazas coloca el peso de la explicación –de la vulnerabilidad y el consiguiente desastre– dentro del sistema social. Adger99 ha dicho de esta postura que representa “a la vulnerabilidad como falta de titularidades” o carencia de medios para protegerse o mantenerse frente a eventos climáticos, donde el riesgo se determina por la provisión social de alimentos, recursos productivos y arreglos de protección social. Aunque algunos han sugerido que las aproximaciones de titularidadesactivos ignoran los factores biofísicos, como han argumentado Blaikie y otros, esta escuela explícitamente vincula vulnerabilidad con amenazas biofísicas al reconocer que las amenazas modifican la disponibilidad de activos de los hogares y pueden entonces intensificar la vulnerabilidad.100 Este marco atiende a la cuestión de por qué la unidad doméstica está tan cerca del límite del riesgo, condición que vuelve crítico el cambio en los activos.

Marcos integradores que ligan las dos perspectivas suelen tomar como base el modelo de riesgo-amenaza con algunos préstamos de las perspectivas de activos y titularidades. Sin embargo, la integración sociobiofísica resulta aún incómoda y da lugar a problemas de límite. Los marcos integradores ven la vulnerabilidad como dependiente de factores tanto biofísicos como humanos. Muchos caracterizan a la vulnerabilidad como dotada de una dimensión externa, representada por la “exposición” de un sistema a variaciones climáticas, y de una dimensión interna que incluye su “sensibilidad” y su “capacidad adaptativa” a tales estresores.101 Sin embargo, las nociones de externo e interno dependen por completo de cómo se tracen los límites del sistema bajo análisis. Perspectivas ligadas emergen también de las teorías de la resiliencia.102 Todas ellas tienden a integrar lo social a teorías de sistemas de forma que no dan cuenta de una teoría social sobre la historia y el cambio político o económico. Las teorías de la resiliencia y de sistemas aún tienen dificultades para expandir sus límites.103 Hasta ahora, la mayoría de ellas resultan esperanzados modelos de amenazas adosados de campanillas y silbatos sociales.

La propuesta analítica que aquí se describe, se construye sobre el trabajo de Blaikie104 y Watts y Bohle105 para esquivar estos problemas de límite.106 Estos autores han adoptado una perspectiva que rastrea de forma empírica las causas de la vulnerabilidad en instancias específicas de crisis –explicando por qué individuos, familias, grupos, naciones o regiones específicas estaban en riesgo de sufrir un particular conjunto de daños (ver Figura 2). Al trazar la causalidad desde cada unidad afectada, su modelo ve al sistema como un todo. Da cuenta de todos los factores, biofísicos y sociales, que dieron lugar a la crisis de la unidad relevante.107 Esto permite un análisis de vulnerabilidad multi-factor y multi-escala. Las cadenas causales se orientan hacia fuera, hacia cualquiera de los factores –materiales, sociales, políticos, discursivos– que se descubre definen la vulnerabilidad. Cuando el clima es parte de tal constelación, digamos como disparador de la crisis, emerge como relevante pero tal relevancia necesita aún de una explicación social de la vulnerabilidad.

Esta “contextualización progresiva” (término acuñado por Vayda,108 quien lo aplicó de forma ateórica) sociológica y político-económica, o el abordaje de ecología política109 o la nueva perspectiva de “red político-ecológica” del análisis de vulnerabilidad,110 enfoca la atención en todo el arreglo de causas, permitiendo entonces que el analista identifique las múltiples causas de resultados no deseados.111

Otras dos escuelas son comúnmente requeridas para evaluar las relaciones entre el clima y la sociedad. La literatura sobre “adaptación” y “resiliencia” al clima tiene como preocupación primaria reducir la vulnerabilidad –la ingeniería y el manejo del cambio. Sin embargo, por lo general proceden sin aplicar ningún esquema analítico amplio de la vulnerabilidad para comprender las causas de raíz del riesgo. Suelen tomar una aproximación desde la amenaza y emplazar a la vulnerabilidad en el término “capacidad”, dando por resultado anodinas prescripciones para la “construcción de capacidades”.112 Aun así, el término “capacidad” –la capacidad de adaptarse, resistir o responder– abre un camino para el análisis causal.113 Algunas aproximaciones, tales como la “capacidad adaptativa” como la definen Yohe y Tol,114 ofrecen una alternativa parcial de la vulnerabilidad.115 La pregunta de qué causa la vulnerabilidad puede ser parcialmente contestada si se cuestiona por qué un individuo u hogar dados no tienen capacidades de adaptación, resistencia o respuesta. Las causas de esta falta están entre las causas de vulnerabilidad. Un análisis exhaustivo de la capacidad, sin embargo, requeriría una cadena causal, un análisis progresivo y contextual de las causas de la capacidad, más que sólo atender a la capacidad como explicación. Tal análisis de las causas de la capacidad debería complementarse también con el análisis del contexto social, político y económico de variables tales como los resguardos sociales, que podrían situarse más allá de la definición de capacidades. Los resguardos sociales pueden compensarse con las capacidades si, por ejemplo, la seguridad es formulada como capacidad (habilidad, potencialidad) de individuos y grupos más los arreglos de seguridad social que complementan y suplementan los activos de individuos y grupos.

La capacidad pues debe aún colocarse dentro de la más amplia economía política que estratifica a la sociedad, habilitando a algunos y deshabilitando a otros, proveyendo para algunos y excluyendo a otros. Como se desarrolla más adelante, el análisis de la capacidad necesitaría además completarse con las relaciones recursivas elaboradas mediante la misma capacidad, o habilidad, de influir sobre el sistema político reinante, dando forma a la base de la capacidad, v. gr. titularidades y activos, tanto como resguardos sociales.116 Aquí, el análisis de vulnerabilidad que ha interrogado y teorizado sobre las micro-macro relaciones de diferenciación y acceso a recursos y poder, puede nutrir estudios de adaptación y resiliencia para que extiendan sus análisis hacia las estructuras generativas, previniendo que mantengan una orientación interna, ahistórica y ateórica. Trazar hacia fuera las cadenas que causan y deshabilitan la capacidad es entonces un punto de partida productivo hacia un más completo análisis de vulnerabilidad, y un fundamento necesario para cualquier programa de adaptación o resiliencia.

Los análisis causales de vulnerabilidad, incluyendo las perspectivas de titularidades y activos, son usualmente clasificados como socio constructivistas, muy complejos o no relevantes, e ignorados por la mayoría de modeladores socio-climáticos.117 Estos especialistas siguen apostando por la amenaza e incluyen “factores sociales” sólo si interactúan de forma directa con el paisaje y los peligros. La postura de la amenaza, aún donde se incluyen “factores sociales”, continuamente tuerce la causalidad hacia la interface entre gente y naturaleza. Pero un modelo social verdaderamente integral se pregunta qué causa la exposición y el daño de la gente en presencia de una amenaza. En esencia, un análisis realmente integral cuestiona qué hace de la amenaza una amenaza y no sólo un mero evento. La habilidad de transformar las amenazas en eventos o los eventos en amenazas es social: sin vulnerabilidad no hay amenaza (así como no hay desastre). Para la política pública esto es crucial dado que lleva la atención a las agencias (en todo sentido) y configuraciones sociales que generan la crisis. El análisis de vulnerabilidad debe esforzarse por devolver la atención desde la amenaza hacia la sociedad. En el Antropoceno, esto incluye la producción física de eventos –la agencia detrás de las emisiones y sus efectos en la naturaleza– tanto como la producción social de la vulnerabilidad que convierte esos eventos en amenazas. Ambos requieren de explicación progresiva y contextualizada.

En esta sección se bosquejaron algunos de los modelos más importantes que relacionan eventos climáticos con pérdida de atributos valiosos. El apartado resalta modelos que explican las causas de raíz de la pérdida–con una mirada que se ramifica hacia la producción del riesgo y los resguardos sociales. Un marco realista y crítico de la vulnerabilidad puede sostenerse en modelos positivistas, reconociendo que la ciencia en sí misma es socialmente construida, y tomando en cuenta que marco y discurso dan forma a la acción y tienen consecuencias materiales. Necesitamos entender causas que permitan relocalizar –mediante la identificación de eslabones que pueden ser transformados– así como a las instituciones y estructuras responsables. En un análisis completo, esas causas pueden ser materiales, discursivas y recursivas. En la siguiente sección se abunda acerca de un marco sin restricciones de análisis de vulnerabilidad. Le sigue un apartado en el que se delinean algunas de las relaciones recursivas que definen la habilidad de las personas para modelar la economía política que determina el bienestar. Se trata de relaciones de emancipación.

Análisis de vulnerabilidad – un marco de acceso sin restricciones

Nadie diría que la razón de que haya gente pobre es una falta de dinero en el mundo; sin embargo, muchos sugieren con ligereza que una falta de alimento es la razón de que billones padezcan hambre.

Frances Lappé118

Clima, “sobrepoblación” y guerra, aunque potencialmente significativos como factores desencadenantes o próximos, han sido sustancialmente desacreditados como factores primarios.

Michael J. Watts119

El reto hoy es integrar agencia y estructura en el examen de la producción de vulnerabilidad en sitios específicos, al tiempo que se reconoce la importancia de los sistemas físicos en la generación de amenazas que desencadenan desastres.

Mark Pelling120

Dos objetivos de cualquier análisis de vulnerabilidad orientado a la política pública para la acción climática son identificar quién es vulnerable y cómo asistirlo. Los analistas deben preguntar dónde debemos gastar fondos públicos etiquetados para la reducción de la vulnerabilidad o la adaptación climática, y qué valores preservar. La primera pregunta, cómo orientar los gastos, requiere identificar qué regiones y grupos sociales (quién) y las cosas que les son valiosas y que están en riesgo (qué). La cuestión sobre lo que se debe invertir, proyectos y reformas de política requiere una comprensión de las características de su vulnerabilidad para entender las razones por las cuales ciertas personas y cosas están en riesgo (por qué), sólo así podemos sopesar el conjunto de medios para reducir esa vulnerabilidad. Quién y qué son preguntas muy distintas de por qué. Saber quién y qué nos indica cómo colocar los gastos –este es el mundo de los indicadores de vulnerabilidad. Saber por qué nos indica qué modificar o mejorar en los lugares y comunidades seleccionados –este es el mundo de la estructura causal de vulnerabilidad. El por qué también indica la complejidad y costo de soluciones de corto y largo plazos de vulnerabilidades asociadas con variabilidad y cambio climático –tal es el mundo del análisis causal. La acción climática debería guiarse por quién, qué y por qué. Se ha dado mucha atención a la evaluación de impacto, indicadores y mapeo para definir objetivos.121 Esta sección pone atención en los elementos materiales, recursivos y discursivos de un análisis de estructuras causales de vulnerabilidad, elementos del “por qué”. Se trata de un punto de partida para una reforma creativa.

Enmarcando la causalidad

Sen122 proporcionó las bases para analizar las causas de la vulnerabilidad a la desnutrición y la hambruna con lo que él llamó “titularidades”.123 Las titularidades se componen del conjunto de derechos y oportunidades con los que un hogar puede comandar –o a través de los cuales puede obtener legalmente– distintos paquetes de mercancías. Por ejemplo, la atribución alimentaria del hogar delimita el alimento que el hogar puede controlar u obtener a través de la producción, el intercambio o convenciones extralegales pero legítimas como relaciones de reciprocidad u obligaciones ligadas al parentesco.124 Un hogar puede contar con un legado o un conjunto de activos que incluya medios productivos, almacenes de comida o dinero, o demandas que pueda hacer a otros hogares, patrones, jefes o al gobierno.125 Los activos protegen a la gente ante la falta de alimento.126 Pueden ser reservas de comida o cosas que la gente puede usar para hacer u obtener comida. Las titularidades de una persona pueden fallar

…tanto por una disminución de su legado (v. gr. separación de la tierra o pérdida de fuerza de trabajo debido a mala salud) o por un cambio desfavorable en los términos de sus atribuciones de intercambio (v. gr. pérdida de empleo, caída de salarios, aumento en el precio de la comida, caída en el precio de los bienes o servicios que vende, declive del auto-empleo).127

El concepto de “titularidades”, como creo lo reconoce Sen, también forma parte del problema de la exclusión: se predica sobre la base de una fuerte justificación de la propiedad privada siguiendo a Locke, Kant y Nozick.128 Las titularidades son vistas como propiedades justas si se obtienen mediante una “justa adquisición”, en formas reconocidas por un particular sistema legal. Sen129 muestra de forma clara que las hambrunas se desenvuelven ante la propiedad y el intercambio legítimo (legalmente sancionado). Su observación cuestiona la base moral del régimen legal. Si el procedimiento es legal-legítimo, pero el resultado es moralmente inaceptable, entonces las aproximaciones basadas en “titularidades” son claramente inadecuadas. Para ir más allá de las titularidades, Sen promueve un “consecuencialismo” limitado o “sensibilidad consecuencial” en la cual los resultados pueden ser utilizados para juzgar y justificar la anulación de procedimientos legales.130

Dado que es poco plausible –de plano increíble creo yo– sostener [privilegiando sólo la adquisición] que las consecuencias en forma de vida o muerte, hambruna o nutrición, placer o dolor, son asuntos moralmente indiferentes o que tienen una débil relevancia moral intrínseca, no resulta fácil ver por qué ciertas reglas de procedimiento históricamente fundadas deban ser tan invulnerables a sus consecuencias evidentes.131

Aquí es donde el consecuencialismo nos retrotrae al análisis causal. Requiere un análisis de causa y efecto –la consecuencia es consecuencia de algo– que pueda incluir como causa las reglas y procedimientos legalmente legítimos, entre otras cosas. Mi objetivo es convertir el brillante planteamiento de Sen en una investigación empírica –preguntar qué causa los diferentes resultados observados. Hecho esto, se pueden buscar los equilibrios morales entre procedimiento y consecuencia, con una cadena causal ponderada en términos de juicios morales. Al exponer causalidades, el juicio moral puede ser asunto de debate público. Más aún, al entender la causa, tal debate público se puede extender hasta sopesar el rol de la agencia individual o pública, o del interés detrás de la causa. De esta forma también pueden atribuirse responsabilidades.132 La consecuencia que más preocupa a Sen es la “libertad”: libertad para y libertad de; en particular, libertad de pobreza, libertad de “ser” y “hacer”, de “funcionar”, de alcanzar resultados deseables.133 Estas libertades tienen como condición necesaria titularidades alimentarias (food entitlements) dado que leyes y mercados definen el acceso a la comida. Por supuesto, resultados deseados más amplios también requieren de estar libre de sufrir un régimen opresivo, estigmatización, normas culturales sesgadas y hurtos, del Estado y la violencia estructural.

La noción de “titularidades”, tomada tal cual (sin sensibilidad ante las consecuencias) de forma implícita legitima cualquier distribución de propiedad existente y oculta otras fuerzas no legales, extralegales o dañinas. Aun así, el marco y proceso de análisis de fallas en las titularidades ofrece una base robusta para dar cuenta de la hambruna. Un abordaje empírico más amplio entendería los activos como dependientes de la “habilidad” de un hogar (tal y como sea sostenida por derechos y otras estructuras o poderes), más que de sólo el “derecho”, de producir excedente que se pueda guardar, invertir en capacidad productiva y mercados, y utilizar en el sostenimiento de vínculos sociales.134 El imperio de la ley y los derechos no son todo. Teorías sobre el acceso –que explican la habilidad de las personas para beneficiarse de las cosas– ofrecen un marco de análisis empírico amplio (no sólo legal) sobre lo que las personas son capaces de obtener y usar.135 Más aún, el modelo de Sen no da cuenta de la economía moral –la base de expectativas que la gente tiene de sus gobernantes.136

Habilidad es más que capacidad, siempre y cuando no se trate de características innatas de quienes están en riesgo, sino de todo aquello que habilita o deshabilita –dado que las teorías sobre el acceso se concentran en la habilidad de beneficiarse de cosas tangibles e intangibles: incluyendo recursos materiales, conocimiento, ideologías, discursos, doxas, habitus, relaciones sociales, estatus, estructuras sociales, legales y políticas, el ocultamiento y la violencia.137

La vulnerabilidad en un marco de titularidades consiste en el riesgo de que las alternativas de bolsos de mercancías de un hogar no logren protegerlo del hambre, la hambruna, el desplazamiento u otras perdidas. Tal es para Sen el riesgo de “falla de titularidades” o “falla de acceso” (falla en el acceso a, o disfrute de los beneficios de aquellos bolsos de mercancías alternativos). La vulnerabilidad es una medida relativa a la tendencia de un hogar a fallar en ese sentido [del acceso].138 Comenzando con los componentes del marco de “titularidades” (esto es, producción, inversiones, almacenamiento y reclamos) en lo que se refiere a lo que faculta a los hogares a sostener su consumo de alimentos, una conceptualización sobre el acceso permite analizar las causas de las crisis alimentarias. Analizando las cadenas de factores que dan lugar a la crisis en un hogar, todo un rango de causas es revelado, y existe la esperanza de señalar probables políticas para reducir la vulnerabilidad.139 Este modelo social aplicado a instancias donde eventos climáticos son asociados con crisis alimentarias reemplaza modelos ecocéntricos de la amenaza y el cambio ambiental.140 Al mostrar un rango de causas, estresores legales, extra-legales o ilegales son puestos entre otras condiciones materiales y sociales que definen el bienestar de un hogar, y su rol es ahí explicado. El hambre, por ejemplo, puede ocurrir durante la sequía debido a políticas privatizadoras que limitan la movilidad de los pastores y los vuelven dependientes de una agricultura de temporal precaria.141

Los modelos cuyo foco es el hogar o unidad doméstica también ilustran lo importante que es que los activos sean suficientes para enfrentar o ajustarse a (parapetarse contra) variaciones y cambios ambientales de manera tal que las actividades de producción basadas en la tierra no sean socavadas por, ni socaven a, los recursos naturales de que dependen.142 Estos modelos, sin embargo, generalmente fallan en dar cuenta de diferencias de género y edad al interior del hogar en lo que se refiere a producción, consumo y reproducción. Las luchas internas al hogar deben ser una parte explícita de todo análisis completo. La diferencia de género en el acceso a comida y bienes, a recursos naturales, empleo, mercados, servicios y representación, es constitutiva del bienestar del hogar y el individuo.143 Si no son teorizados, los modelos que parten de la unidad doméstica pueden también pasar por alto más amplias relaciones estructurales de producción e intercambio dentro de los mercados y de un sistema globalizado que moldea la distribución a gran escala.144 Pero todo esto debe ligarse dentro de cadenas de causalidad mediante un análisis completo de las fallas de acceso.

El marco conceptual sobre “titularidades ambientales” de Leach145 introduce la noción de sub-componente de titularidad, el conjunto de beneficios que un recurso o sector particular aporta al bienestar (v. gr. el ambiente) permitiendo el análisis de insumos en arenas de subsistencia específicas. Esta perspectiva, abrevando de Swift,146 sintoniza el concepto de Sen de titularidades desde la unidad doméstica hacia cualquier otra unidad social (o unidad de exposición para el caso de los análisis relacionados con el clima), tales como individuos, hogares, mujeres, grupos étnicos, pescadores, granjeros, organizaciones, comunidades, naciones o regiones.147 Leach148 desarrolla además una idea del derecho como aquello que puede ser “reclamado” más que sólo “poseído”.149 En este contexto, los reclamos pueden ser atendidos –algo que se le escapa a Sen al evadir reclamos no legales y pluralismos legales. Así pues, legados (endowements) tales como los recursos naturales pueden ser accesibles por vía de relaciones sociales que podrían introducir, con la mediación de sistemas de legitimación distintos u opuestos a la ley estatal, cooperación, competencia o conflicto.150 Se introduce una noción plural de los derechos,151 en lo que Sen ve como singular y estático. En esta perspectiva, los reclamos se basan en múltiples y potencialmente conflictivas relaciones sociales y político-económicas de acceso.152

Han sido identificadas muchas cadenas causales que definen los activos y titularidades de la unidad doméstica más allá de Sen (ver también la postura neoclásica de Moser),153 que identifica mecanismos extractivos que ni los mercados ni los modelos institucionales atienden, y que explican por qué los hogares carecen de excedentes para invertir en su propio bienestar y desarrollo. Esto incluye el pago de impuestos en efectivo, especie y servidumbre, explotación laboral y términos de intercambio desiguales. Scott154 mostró además cómo los activos de las unidades domésticas son drenados a través de la aparcería y la servidumbre (corvée) a cambio de una seguridad incierta. Isakson155 muestra cómo el financiamiento de los mercados agrícolas está reduciendo aún más las cadenas de suministro y demanda, disminuyendo las ganancias que retienen los agricultores. Ribot y Peluso156 muestran cómo factores de producción e intercambio complementarios definen la habilidad de formar activos. Tierra sin trabajo o trabajo sin tierra o productos cuyo acceso al mercado es contingente con respecto a la identidad o la obtención por parte del gobierno de permisos o licencias, pueden aportar a la falla en la formación de activos o la destitución. El control de ambos elementos de ganancia –la propiedad de la tierra y el trabajo– hace más lucrativos los derechos sobre la tierra.157 Blaikie158 muestra como los activos son una función de la identidad de la gente dentro de una más amplia economía política. Estas identidades definen el acceso a bienes, crédito, mercados, empleos, derechos y servicios sociales que están en la base de la formación de activos. Muchos de estos factores son producto de la política pública –esto es, cómo los mercados son producto de, o pueden ser activados o desactivados por, políticas–. No se trata de auto-regulados sistemas sociales “naturales” con manos invisibles.159

Agrawal160 distingue otro importante sendero causal hacia la vulnerabilidad y la seguridad al mostrar cómo instituciones rurales (organizaciones públicas, civiles y privadas) permiten o impiden la acción colectiva para compartir el riesgo. Las poblaciones rurales se protegen compartiendo el riesgo vía almacenamiento (en el tiempo), migración (en el espacio), compartiendo activos (entre hogares) y diversificando (entre los activos). En su modelo, el intercambio (vía mercados) puede substituir cualquiera de tales respuestas colectivas de distribución del riesgo. Las instituciones/organizaciones rurales juegan diferentes roles en la activación de cada una de estas prácticas de reducción colectiva del riesgo. Elaborando sobre la investigación de Agrawal, un análisis causal completo introduciría otras tres importantes preguntas: además de las instituciones ¿qué es lo que permite a la gente compartir el riesgo (v. gr. economía moral, activos, el entorno político y regulatorio)?, ¿qué regímenes de activos y legitimación permiten a esas instituciones jugar un papel de soporte?, ¿qué define el acceso de la gente a las distintas instituciones? Cardona161 agrega: “expandir el dominio institucional para incluir la economía política (…) y diferentes modos de producción –feudal, capitalista, socialista– plantea preguntas sobre la vulnerabilidad de las instituciones y la vulnerabilidad causada por las instituciones (incluyendo al gobierno)”. La habilidad de individuos y hogares para involucrarse con las instituciones es parcialmente atendida por otros autores arriba mencionados. El paisaje de instituciones, la mezcla de instituciones en su interior, las fuerzas que habilitan o deshabilitan instituciones, no han sido explicados de manera adecuada.162

Las políticas, la hechura de políticas y las políticas de influencia son, por supuesto, parte de la estructura causal de la vulnerabilidad y la seguridad, y parte de las muchas relaciones políticas, económicas, institucionales y estructurales discutidas arriba. Las políticas, incluidas aquellas que crean, impulsan o minan paisajes institucionales locales, definen las libertades y activos de la gente, cuyas capacidades y libertades forman siempre parte de su habilidad para definir dichas políticas. Comprender la autoridad que la produce, y sus efectos sobre las autoridades en distintas escalas, es parte de la cadena causal de la vulnerabilidad. Las políticas de reducción de vulnerabilidad, así como otras leyes y regulaciones, tendrán efectos intencionales, aunque también efectos dañinos y beneficios auxiliares.163 Las políticas pueden ser además dañinas o emancipatorias al redefinir las autoridades a través de las cuales trabajan, reconfigurando así representación y derechos.164 La política pública es la expresión formal de la estructuración intencional de la más amplia economía política. Su formación y efectos son elementos clave del análisis causal.

Un análisis completo de las causas del acceso, debe seguir las cadenas hacia fuera para explicar el estado de activos y titularidades –incluyendo el paisaje de extensas titularidades o resguardos sociales. Debe incluir un análisis completo de la estructura de acceso a bienes y servicios de la gente. Partiendo de un enfoque de titularidades limitado, los teóricos han delineado un conjunto más grade de factores materiales y discursivos que definen los activos de la gente, los resguardos sociales y titularidades. Conceptos tales como capacidad o política pública deben encontrar su lugar en cadenas causales, antes que ser explicaciones finales. La siguiente sub-sección explora las relaciones recursivas entre aquellos en riesgo y las autoridades que gobiernan –canales que definen más amplias relaciones políticas y prácticas.

Elementos recursivos – representación y emancipación

Dado que la hambruna es la falta socialmente diferenciada de control sobre la comida, se refiere naturalmente al poder, las políticas y los derechos ampliamente entendidos, que se encuentran inmersos en una multiplicidad de arenas desde la doméstica (política patriarcal) hasta el Estado nación (cómo las clases dirigentes y grupos subalternos adquieren y defienden ciertos derechos).

Michael J. Watts165

Desde el punto de vista de cualquier teoría económica sofisticada, el control individual de recursos públicos forma parte de sus [sic] recursos privados. Alguien que puede influir en las decisiones sobre la calidad del aire que respira, por ejemplo, es más rico (o rica) que quien no puede hacerlo. Así pues, una teoría general de la equidad debe encontrar la forma de integrar recursos privados y poder político.

Ronald Dworkin166

Representación y ciudadanía

Al tiempo que proveer defensas contra el estrés y los shocks,167 los activos son además un ingrediente necesario para influenciar los derechos, apelación y representación que se requieren para definir la política económica que, a su vez, define tanto acumulación como resguardos sociales.168 Activos excedentes –tiempo y recursos– permiten a la gente hacer demandas y presionar a los sistemas de gobierno. Estar libre de riesgo, entonces, depende del excedente en su doble rol de permitir a las personas ajustarse por sí mismas y de permitirles impulsar cambios sociales que atiendan sus necesidades y aspiraciones. Este poder emancipador es parte central de relaciones recursivas entre individuos, hogares o comunidades y los regímenes que los gobiernan. La relación recursiva con la economía política, reconecta con el bienestar al dar forma a los activos privados y a los resguardos sociales y públicos –juntos, activos y resguardos sociales forman la base de la seguridad o la inseguridad.169

Los medios mediante los cuales la gente incide en la economía política que define sus activos, o mediante los cuales influyen sobre quienes gobiernan, han sido vistos desde hace mucho como un aspecto crítico del bienestar duradero, la seguridad alimentaria y la formación de políticas. Appadurai,170 elaborando sobre las “titularidades” de Sen, llamó la atención sobre el “derecho de voto” (enfranchisement), “la medida en que un individuo o grupo puede legítimamente participar en las decisiones sobre titularidades en una sociedad de determinada”.171 Drèze y Sen172 observaron el papel de ciertos tipos de “derecho de voto” en la reducción de vulnerabilidad, en específico el rol de los medios en la creación de crisis de legitimidad en sistemas democráticos. Integrando el “empoderamiento”, Watts,173 y Watts y Bohle174 emplazaron a la vulnerabilidad en una economía política multiescala, y argumentaron que la vulnerabilidad se configura por la triada de relaciones mutuas entre titularidades, empoderamiento y economía política –donde empoderamiento es la habilidad de influenciar la economía política que define las titularidades. Más tarde, Sen175 incluyó el diálogo público en el contexto de elecciones y política partidista. Sin embargo, el punto de Watts y Bohle sobre el empoderamiento implica de manera más amplia que protesta, resistencia, lucha de clases, movimientos sociales, sindicatos, presiones de la sociedad civil y representación directa en conjunto definen la política pública, los procesos políticos o la más abarcadora economía política que da forma a las titularidades de las unidades domésticas. Su propuesta incorpora la política de la producción y de los reclamos frente a procesos de marginalización.176

Adoptando otro punto de vista sobre el bienestar, Sen177 define las capacidades como el conjunto de “funcionamientos” que un individuo tiene la libertad de lograr.178 Los funcionamientos se componen de “formas de ser” y “formas de hacer” que los individuos valoran con razón. De aquí se sigue que las capacidades son los conjuntos de logros que las personas pueden conseguir –los elijan o no. Las titularidades alimentarias, discutidas antes, describen los distintos bolsos de alimento que la gente puede obtener. Las capacidades describen los distintos conjuntos de logros que las personas pueden alcanzar. Siendo consecuente, las capacidades son más amplias que las titularidades alimentarias, dado que incluyen todos los resultados (no sólo acceso a comida) a los que una persona tiene derecho. Las capacidades expanden los “activos” al tomar en cuenta características de los individuos y de los activos que controlan. Titularidades y capacidades son similares en la medida en que se basan en formas legales/legítimas de producción e intercambio. De entre los funcionamientos que reconoce, Sen destaca “su relevancia directa sobre el bienestar y la libertad de las personas”, “su rol indirecto al influir en la producción económica” y “su rol indirecto al influir en el cambio social”.179 Las capacidades son, en efecto, el ensamble de resultados al cual los individuos tienen acceso dadas sus características personales más el ensamble de activos y derechos que les permite actuar. Las capacidades delinean las libertades sustantivas del individuo dentro de un régimen social, político, administrativo y legal –incluyendo la habilidad de definir dicho régimen.

En esencia, las capacidades son los conjuntos alternativos de resultados a los cuales una persona o grupo tiene acceso (y la habilidad de disfrutar) –utilice o no dicho acceso. Por tanto, dado el énfasis en lo que la gente “puede” hacer más que en lo que “hace”, Sen180 caracteriza esos resultados potenciales como sus libertades sustanciales. La perspectiva de las capacidades permite a Sen alejarse de un marco puramente procedimentalutilitario hacia uno que es consecuencial-sensitivo que puede dar cuenta de la aceptabilidad moral de los resultados. Este movimiento permite juzgar las leyes cuando producen resultados inaceptables –hambruna, desnutrición o cualquier otra forma de privación. En este marco, el “intercambio justo”, legal y legítimo, no justifica los resultados ahí donde algunas personas cuentan con insuficientes activos para subsistir. En este sentido, la teoría de las capacidades, sin desmantelar la noción de justicia procedimental, provee una base moral para expandir las libertades de tal forma que todo el mundo tenga al menos la capacidad de sobrevivir, y con suerte vivir una vida deseable. Sen181 define al desarrollo en términos de las libertades que las capacidades habilitan. Sen atribuye parcialmente el incremento de capacidades y libertades a la democracia, que define como medios libres, elecciones regulares y partidos de oposición.182 Esto debe complementarse con el diálogo y la deliberación pública, y con ciudadanos comprometidos con las virtudes cívicas. Los derechos políticos y civiles incluyen la promoción de “debates y discusiones abiertas, política participativa y libre oposición”.183 Esta discusión pública da forma a las normas y valores movilizados por la gente cuando se compromete. Debates y discusiones son habilitadas por libertades políticas y derechos civiles que definen los mismos valores expresados cuando existen tales libertades políticas.184 Las capacidades de Sen representan un desplazamiento brillante hacia un mundo donde las libertades que permiten el bienestar –incluyendo la habilidad de influir en el cambio social– se convierten en un problema de derechos humanos.

Una fortaleza de la perspectiva de capacidades de Sen radica en su atención a las consecuencias –los logros potenciales que se suman a las libertades. El marco, sin embargo, requiere complementarse con un método empírico explicativo que trace la causalidad desde los resultados. En particular, al atender a la vulnerabilidad relacionada con el clima, nos interesa explicar dos fenómenos: 1) seguridad o falla en la titularidad o el acceso (v. gr. suficiencia de activos y resguardos sociales), y 2) la habilidad de influir sobre aquellos que gobiernan y sobre la más amplia economía política. Cómo se logra esto es una cuestión empírica a la que se aplica la teoría del acceso –preguntando qué permite o impide acceder a activos e influencia. Como la teoría de las titularidades, el marco de capacidades de Sen sigue siendo legalista aún si cuestiona a la ley. Al traer la atención de vuelta a los activos (base material de la seguridad y la influencia) y hacia los resguardos sociales que definen los activos necesarios para la sobrevivencia y la libertad, la teoría de acceso preguntaría cómo se estructura el acceso a seguridad (activos y resguardos sociales) y la influencia. Sen atribuye esta estructuración a la ley y las formas en que la ley es influenciada –por argumentos morales y opinión pública dentro de la democracia. La teoría de acceso atiende a un más amplio conjunto de factores, incluyendo relaciones causales legales, ilegales, extralegales, identitarias, estructurales y discursivas185 y se pregunta qué permite las libertades necesarias para evadir riesgos e influir sobre aquellos que gobiernan y el amplio sistema político económico, y a qué medios deben acceder los individuos y grupos. El análisis causal basado en el acceso, comienza con la teoría de la titularidad y traza cadenas causales hacia fuera y más allá, a la ley y las operaciones mercantiles, a las esferas estructural y discursiva.

Aún si uno acepta la idea de Sen de que la democracia liberal es el único medio de influencia, su marco de capacidades lleva a la democracia de vuelta hacia posibles cambios en la economía política más amplia. Tal retorno puede existir haya o no derechos legales o elecciones, haya o no verdadera competencia electoral, se permita o no la protesta y la crítica, tenga o no el gobierno los medios para responder. La gente lucha por el cambio utilizando activos excedentes y otros medios públicos aún en contextos no democráticos –activos excedentes y medios públicos son dos elementos clave de la capacidad de involucramiento. El acceso a activos excedentes es un elemento que debe ser evaluado para entender el involucramiento. La permisividad del entorno político-legal (ya sea democracia procedimental à la Sen, u otra forma) debe también ser evaluado, pero de forma separada. Aunque imbricados (fusionados en la teoría de las capacidades), su análisis necesita desagregarse. Así, las capacidades, como el empoderamiento de Watts y Bohle, expanden el vocabulario sobre el nexo entre seguridad e involucramiento. Los medios para actuar son un elemento básico de la libertad y la influencia. Separar el entorno legal de los activos expande el rango de senderos analíticos –de esta forma podemos tomar la parte de los activos en las capacidades como punto de partida (como hacen Sen,186 Watts y Bohle,187 Bebbington188), pero sin limitar el contexto habilitante a la democracia idealizada por Sen. Esto no quiere decir que la democracia liberal no sea el medio ideal para influir sobre quienes gobiernan y sobre la gran economía política, sino que para la exhaustividad del análisis no es el único medio.

Elaborando sobre Sen, Bebbington189 coloca los activos en el centro del vínculo entre capacidades y emancipación, argumentando que además de permitir a la gente sobrevivir, adaptarse y escapar de la pobreza, “…son también la fuente de poder del agente para actuar y reproducirse, desafiar y cambiar las reglas que gobiernan el control, uso y transformación de los recursos…”. Ve a los activos como esenciales para “hacer su vida”, “hacer su vida significativa”, y para “la acción emancipatoria (que desafía las estructuras bajo las cuales uno hace su vida)”. Bebbington190 da a los activos el papel de “capitales” y presenta a la influencia como un problema de inversión en capital social. La teoría de acceso colocaría a la influencia en un contexto material y estructural más amplio. El marco de capacidades, incluyendo lo que se base en “capitales”, siembra en la ley, la producción y en el intercambio legales la explicación de los activos y la influencia. En lugar de capitales sociales, Ribot y Peluso191 usan el lenguaje de identidades, estatus y relaciones sociales como parte clave del acceso al gobierno o la habilidad de obtener beneficios (incluyendo cambios en leyes y prácticas) a partir de la influencia del Estado. Estos trabajan conjuntamente con recursos materiales, finanzas, conocimiento, ideología, voz, acción colectiva, sabotaje, protesta, hurto y violencia como medios para moldear las condiciones que definen un régimen de acceso. La perspectiva del acceso provee un método empírico para explicar lo que permite pérdidas o ganancias por vía de mapear las cadenas causales en cualquier instancia en la que se consigue o se pierde un beneficio –incluyendo cambios en activos, resguardos sociales o en el régimen de formación de activos y resguardos.

La crítica relación entre gente y gobierno se reconoce como importante, aunque de forma vaga en la literatura sobre vulnerabilidad.192 Se puede definir de manera sustancial a la representación como sensibilidad de la autoridad a las necesidades y aspiraciones de la gente. Cuando se conduce por medio de sanciones y rendición de cuentas.193 Imitando a la representación, la ciudadanía puede ser sustancialmente definida como la habilidad de influir sobre quienes gobiernan –la habilidad de imputar y sancionar al gobierno.194 Esta definición de ciudadanía es el opuesto sustancial del “sujeto” –una condición producida de forma intencional por aquellos que dominan.195 La ciudadanía sustancial es parte de las capacidades constitutivas de la habilidad de afectar el cambio estructural –la representación, democrática o no, es muchas veces parte de la estructura siendo transformada y que genera el cambio. Activos excedentes permiten funcionamientos valiosos más allá de la subsistencia, incluyendo la ciudadanía. Los marcos de capacidades y empoderamiento requieren expandirse más allá de nociones de responsabilidad política a través de los medios o movimientos sociales, hacia un rango mucho más amplio de medios para atribuir responsabilidad y sancionar, lo que Agrawal y Ribot196 llamaron “contra-poderes”.

Las intervenciones climáticas, como toda intervención de políticas, define representación y ciudadanía a través de las instituciones locales que la sostienen.197 Distintas instituciones tienen diferentes formas de adscripción (residencia, identidad o interés, inclusivas o excluyentes) y responsabilización (ascendente, descendente; de base estrecha o amplia).198 Estas características implican diferentes grados de representación y democracia, de aquí que sea relevante qué instituciones vigilan las intervenciones de ayuda. Agrawal199 encontró que las organizaciones civiles apoyan el intercambio de riesgos con más frecuencia que los gobiernos locales. Esto implica que apoyar a las organizaciones civiles resulta preferible para la reducción de la vulnerabilidad. Pero ¿por qué son capaces los civiles mientras las autoridades electas son incapaces de atender las necesidades locales? y ¿cuáles son las implicaciones de largo plazo para la representación y la seguridad? Manor200 muestra que gobiernos centrales e instituciones de ayuda financian preferentemente organizaciones autodesignadas u organizaciones no gubernamentales (ONGs) externas mientras que subestiman a gobiernos locales electos –volviendo la representación local menos capaz y relevante. De igual forma, procesos participativos y líderes indígenas suelen ser más favorecidos por los gobiernos centrales y donantes que gobiernos locales de manera tal que minan la representación.201 Esta predilección por instituciones locales no representativas a expensas de la representación formal es un ejemplo de lo que Swyngedouw202 critica como “gobernancia-más-allá-del-estado” horizontalmente organizada, que mina representación formal y democracia.

Las acciones y resguardos sociales que las instituciones locales pueden sostener y sostienen, son parte de la amplia economía política que se encuentra detrás de la producción estratégica de instituciones.203 Como muestran Majid y McDowell,204 la asistencia contra la hambruna en Etiopía en 2011 fue retenida para impedir que apoyara o legitimara organizaciones insurgentes. Las instituciones no están ahí sólo para ser seleccionadas por compensadores de riesgo locales (risk-poolers). No emergen de forma “natural” u orgánica desde un éter policéntrico.205 Las instituciones, y las formas de representación o servicio que permiten, son producto de historias locales subsumidas en decisiones políticas de más alto nivel.206 Como argumentó Bates,207 los gobiernos eligen opciones de política con base en el beneficio político. Gobierno y organizaciones internacionales fomentan autoridades e instituciones locales de la misma forma, apoyando a quienes impulsen sus objetivos externos.208 Cuando instituciones de más alto nivel dan forma a instituciones y estructuras de autoridad locales, definen la habilidad de las personas de sostenerse, de ser representadas y de definir las políticas a las que están sujetas.

En suma, se requieren dos cadenas causales para analizar la vulnerabilidad –una que concierne a lo que define el acceso a activos y otra que refiere al acceso a la influencia dentro de la economía política que define las titularidades. Estas cadenas están recursivamente ligadas. Los activos permiten el involucramiento y son un punto de partida productivo para el análisis de la libertad.

Recursividad estructural – Scott, Polanyi, Fraser y los resguardos sociales

Para explicar la economía política que define el bienestar, además de la democracia formal deben tomarse en cuenta otras relaciones recursivas de influencia entre gente y autoridad. Scott209 muestra que, cuando los jefes fallan en la provisión de comida, los campesinos se rebelan y hacen demandas en términos morales. Ética de reciprocidad y expectativa moral pueden erosionarse con la mercantilización.210 Dinámicas paralelas definen demandas y revueltas urbanas.211 Swift212 subraya que “la expansión de la producción de mercancías y de las relaciones de mercado ha fortalecido la seguridad alimentaria en ciertos aspectos, pero ha minado las garantías redistributivas [economía moral] de la economía pre colonial, remplazándolas con un incierto mecanismo de mercado”.213 También anota las expectativas recíprocas entre gobierno y pueblo según las cuales los impuestos generan la expectativa moral de apoyo (ver también Moore, 1997).214

Polanyi215 se refiere a la forma en que la sociedad moviliza resguardos sociales (y resguardos ambientales). Argumenta que los resguardos sociales son un artefacto que resulta de un doble movimiento del capitalismo. El primer movimiento es la tendencia del capitalismo a destruir al trabajo (la vida misma) y a la tierra (la naturaleza o el ambiente), porque, como “mercancías ficticias” que no son producidas por, ni para el mercado, el trabajo y la tierra son devaluados y sobrexplotados.216 En respuesta, un segundo movimiento emerge desde la sociedad para resguardar al trabajo y a la tierra. Estos resguardos encuentran apoyo en el interés propio e ilustrado de los capitalistas. Es así que las fuerzas destructivas del capitalismo provocan una respuesta social protectiva. Fraser217 ve ambos movimientos como mediados por un tercer movimiento de emancipación. Desde su punto de vista los mercados son emancipatorios y destructivos. También lo son las políticas de resguardo.218 Así pues, la sociedad demanda que tanto mercados como resguardos sean sujetos al escrutinio público. Dado su sentido del derecho, la sociedad demanda el escrutinio y su sujeción a criterios de paridad participativa –un juicio basado en el acceso equitativo a la representación. Estos movimientos forman otro potencial conjunto de vínculos circulares entre pueblo y gobierno, que conectan la seguridad con la economía política más amplia.

Las mercancías ficticias de Polanyi ofrecen otra cadena de vínculos entre economía política y vulnerabilidad. El riesgo –como probabilidad de estresores– es un producto de la naturaleza (tormentas, sismos) y un subderivado de los mercados (emisiones, toxinas). No es generado de forma intencional o producido para el mercado. Los riesgos parecen ser una mercancía ficticia más –algo cuya mercantilización causa una disfuncional producción del riesgo mismo a través de la cuantificación, empaque y venta de un abstracto derivado de circunstancias. En este caso, más que destruir un insumo positivo (tierra o trabajo), el mercado acentúa esta fuerza destructiva como fuente de ganancia –v. gr. el riesgo moral generado por los seguros y la asistencia para desastres que se basan en el riesgo como objeto de intervención. Ciertamente, los rendimientos del riesgo se complementan con lo que Rose219 llamó la producción de sujetos de riesgo –donde mediante la gobernamentalidad, los individuos internalizan las explicaciones del riesgo como si fueran producto de su propio comportamiento y no de más amplias fuerzas sociales y políticoeconómicas. Así, el riesgo y las demandas de protección se vuelven demandas de aseguramiento financiero (insurance). Culpándose a sí mismos, los sujetos de riesgo cargan el fardo de la auto-protección y no buscan protección social. Este es un eslabón causal que empantana la rendición de cuentas y la demanda de respuesta220 –y que hace de la mercantilización y empaque de riesgos un eslabón causal en la relación recursiva entre gobierno y sujetos.

Otro giro polanyiano sobre la producción del riesgo deriva de ver a la naturaleza a través de los lentes con los cuales Polanyi vio la historia social de los mercados. Los mercados sirvieron a los pueblos durante el período del capital mercantil. En la transición al capitalismo industrial, sin embargo, el pueblo fue transformado en trabajo al servicio de los mercados (generando los “molinos satánicos” de la Revolución Industrial). Como trabajo, la gente se convirtió en aporte a los mercados, más que los mercados un aporte a la producción y reproducción humana –un insumo para la vida de la gente. De forma similar, la naturaleza alguna vez sirvió a la gente. Más y más gente sirve ahora a la naturaleza –como manera de servir a los mercados a los que la naturaleza se subordina como insumo cada vez más escaso. Sato221 muestra que “el gobierno del ambiente va de la mano con el gobierno de la gente”. Muestra cómo, en Tailandia, los recursos naturales juegan un papel en la formación Estado-sociedad en los márgenes societales –integrando a pueblos de las montañas y otros pueblos a la sociedad mediante relaciones sociales extractivas. Con la mercantilización de la naturaleza, la gente se subordina a servir la extracción y reproducción de la naturaleza (a través de la explotación y el manejo). En este proceso, naturaleza y trabajo son convertidos en mercancía sin mecanismos que reflejen los costos de su reproducción. Al incorporarse los márgenes, la gente transita desde usar a la naturaleza para vivir hacia ser usada para (subordinada a) la producción económica de la naturaleza. Esta enorme transformación humano-ambiental invierte la relación agraria de la gente con la naturaleza – de servirse a servir. En el proceso la gente es también excluida de las recompensas en tanto su trabajo se transforma en mercancía y es explotado. Esta transformación es parte consustancial de la marginalización. Esta marginalización es fundamento de la vulnerabilidad. Reclama la pregunta polanyi-fraiseriana: ¿bajo qué condiciones tal vulnerabilidad fomenta un segundo movimiento demandando protección social y otro más hacia la emancipación? y ¿cómo se observan tales movimientos en la práctica?

Discursividad recursiva en la representación y la emancipación

Las relaciones discursivas forman otro vínculo recursivo entre gobierno y pueblo. El discurso es una forma distintiva de “representación” que afecta sistemáticamente –es un elemento causal de– la inseguridad material.222 El discurso da forma a expectativas y comportamientos de individuos y grupos en todas las escalas de la política.223 Rebotier224 desarrolla un marco de análisis de riesgo para entender la producción iterativa, biofísica y social del riesgo. Examina cómo en el discurso, la apelación a un lugar, a una comunidad, o a un área geográfica de la ciudad como “riesgosa”, crea sus propios resultados y puede resultar en una profecía que se cumple a sí misma. Muestra también que la interpretación del riesgo está siempre estratificada por la relación diferenciada de individuos y grupos con los riesgos físicos y los discursos sobre ellos. En este sentido, muestra además cómo el riesgo es siempre político –sus interpretaciones implican acciones que otorgan a las distintas personas diferentes identidades sociales y medios.

Rebotier también muestra que una vez que el riesgo es identificado y traducido a medios –esto es, interpretado– se vuelve performativo e instrumental. La identificación del riesgo, las palabras que usamos para describirlo e inscribirlo en un lugar, implica acciones e intervenciones que tienen consecuencias para el control y uso del espacio. Observa que “los territorios son espacios en los que se inscribe el sentido. Además de la transformación física de los territorios que el riesgo pueda implicar, el riesgo es en sí uno de los sentidos inscritos en el terreno y define tanto las relaciones como las acciones de sus ocupantes, incluyendo a los que gobiernan”.225 Así pues, el “marco de territorialización del riesgo” de Rebotier nos demanda tomar una postura holística que salve la distancia entre hecho material y representaciones –colocando ambos en el espacio político de la aprehensión y evaluación del riesgo. Aquí, mediante su naturaleza performativa, el insulto se convierte en daño –profundizando la marginalidad material a través de sus efectos perlocutorios.226

De otra perlocutoria forma, el riesgo se inscribe en las reformas de la tierra en Brasil. Wolford227 muestra cómo la inseguridad en el acceso a la tierra puede ser referida a creencias comunes tanto de la derecha como de la izquierda. Mientras los neoliberales culpan al Estado y los populistas culpan al mercado por las ineficiencias en la distribución de la tierra, ambos presuponen que los derechos de propiedad enraízan en inversiones de trabajo (à la Locke).228 El resultado es que, desde ambos lados, el agricultor es presionado para que muestre evidencia de productividad para asegurar y mantener sus derechos de propiedad. Los beneficiarios de reformas agrarias que ganaron acceso a la tierra a partir de una teoría de la propiedad basada en el trabajo encuentran difícil sentirse seguros en su carácter de propietarios –si no es que utilizan la tierra de maneras que sean consistentes con las normas colectivas referidas a la productividad y el productivismo.229 Ella muestra que esas normas acorralan a los agricultores en la auto y mutua vigilancia, produciendo inseguridades de tenencia que orientan el uso de la tierra en conformidad con los programas gubernamentales –produzcan éstos o no una mayor eficiencia en el uso de la tierra. El análisis llama la atención hacia la conceptualización de las reformas agrarias, las formas de titulación y las normas comunitarias de uso de la tierra como medios que moderan las inseguridades y presiones entre agricultores que los discursos de reforma producen.

También la vulnerabilidad se establece discursivamente en una escala de organización social muy elevada. La mera conceptualización de “tercer mundo” o “en desarrollo” como lo otro lejano, produce otredad. Como afirma Butler230 “… aquellos cuyas vidas no son ‘miradas’ como potencialmente dignas de pena, y por tanto valiosas, son obligados a soportar la carga del hambre, el desempleo, la falta de derechos y una exposición diferenciada a la violencia y la muerte”. Anota a continuación que es imposible distinguir si la “mirada” lleva a la “realidad material” o si son las diferencias materiales las que dan forma a una mala mirada.231 El punto clave es que las categorías mismas elaboran perpetuamente el mundo material. En suma, la percepción tiene efectos materiales. Los marcos conceptuales cuentan.232

Se ha hecho bastante trabajo en los estudios sobre ciencia y tecnología, en sociología y en antropología sobre la politización del riesgo (incluyendo la apertura o cierre del debate), sus definiciones, identificación, comunicación, percepción, juicio y sobre sus efectos discursivos en los individuos y la política, sobre su preclara naturaleza desviada de la norma.233 Más trabajo debe hacerse sobre cómo ciencia y política ocluyen el análisis causal, favorecen conceptualizaciones basadas en la amenaza y alejan de la sociedad la culpabilidad y la responsabilidad. Esto está más allá de los alcances de esta contribución que se enfoca en el análisis causal de la vulnerabilidad, a pesar de que dicha vulnerabilidad y sus causas no lleguen a ser visibles o tratables en algunas circunstancias discursivas, cientifizadas y gobernamentalizadas. En síntesis, un análisis completo de la vulnerabilidad rastrea hacia fuera las cadenas de causalidad y las relaciones recursivas entre tales cadenas, las que están en riesgo y las que analizan y gobiernan la causa. Cuando la causa se ocluye, los responsables y capaces de responder se escudan de la culpa y la responsabilidad, y sin un discurso público informado, se trunca la representación y se facilita la injusticia. Cualquier movimiento lejos de la causalidad es un movimiento lejos de la recomposición, que se presta a sostener la legitimidad y protección legal de regímenes de injusticia divinizada, naturalizada, presta, lenta y silenciosa.

Integración recursiva

Si bien vulnerabilidad y amenaza requieren marcos analíticos separados, el cambio climático reconfigura la vulnerabilidad. Las causas de tal cambio se remontan al origen social de las emisiones. El primer nivel de integración de las relaciones entre clima y humanos es donde las cadenas causales de cambio climático y vulnerabilidad convergen en una economía política global que es parcialmente responsable de la producción de ambos. Un segundo punto de integración está en la co-formación de amenazas y crisis. Ninguna existe sin la otra. Un aumento de los estresores climáticos cambia el umbral de vulnerabilidad, incrementando los activos y resguardos requeridos para mantener la seguridad.234 Este cambio de umbral es la adicionalidad sobre la que la política internacional de adaptación busca responsables. Es tal vez medible, pero no es línea que define responsabilidades dado que la convergencia de causas muestra que no existe una línea que distinga la producción de (y responsabilidad ante) amenaza y vulnerabilidad. Trazando hacia fuera la causalidad tanto de amenaza como de vulnerabilidad, podemos ver cómo esos dos elementos se integran en el origen y la co-producción de crisis.

El cambio climático mantiene una relación meta-recursiva con la democracia. El cambio en el umbral de vulnerabilidad es además un cambio en la colocación de excedentes –un cambio de la prestación para la libertad, para ser y hacer libre de riesgo y privación. En este sentido representa una disminución de libertades positivas, incluyendo la emancipatoria libertad de intervenir en la economía política que define los activos y los resguardos. Se trata de libertades que dan forma a la economía política en la que convergen las causas del cambio climático y la vulnerabilidad. Poniendo atención al largo arco histórico, Chakrabarty235 observó que la energía barata liberó a la sociedad, pero que sus emisiones están disminuyendo esa misma libertad. “En ninguna discusión sobre la libertad desde la Ilustración hubo nunca algún reparo en la agencia geológica que los seres humanos estaban adquiriendo al mismo tiempo y a través de procesos vinculados a su adquisición de libertad”. Si el desarrollo es libertad (à la Sen)236 entonces el cambio climático eleva el umbral de su consecución. En el Antropoceno, la libertad está en riesgo.

Esta sección sobre un marco sin restricciones de análisis de la vulnerabilidad provee algunos elementos sobre cadenas causales de la instancia de vulnerabilidad. Un análisis causal trata de explicar por qué la gente tiene o no acceso a elementos esenciales de seguridad. Dos elementos clave que deben ser explicados son los activos y los resguardos sociales, junto con las relaciones recursivas mediante las cuales individuos o grupos dan forma a la economía política que define esos fundamentos del bienestar. La siguiente sección delinea de forma breve una agenda comparativa de investigación sobre estructuras causales de vulnerabilidad.

Investigación causal: hacia la reducción de la vulnerabilidad.

En términos generales, promover sociedades resilientes y adaptivas requiere de un cambio de paradigma que lleve el foco primario de atención desde las amenazas naturales y eventos climáticos extremos hacia la identificación, evaluación y ordenación (ranking) de la vulnerabilidad… Así pues, entender la vulnerabilidad es un prerrequisito para entender el riesgo y el desarrollo de estrategias de reducción del riesgo y de adaptación a eventos extremos en el contexto de cambio climático.

Omar Darío Cardona237

La investigación sobre vulnerabilidad en general busca entender las causas subyacentes de vulnerabilidad… aproximaciones de resiliencia que buscan asegurar la sustentabilidad futura no se pueden realizar sin entender el proceso socio-político que cimienta a la vulnerabilidad.

Fiona Miller238

Los análisis de la vulnerabilidad asociada al clima comienzan por 1) identificar unidades de exposición que han perdido atributos valiosos y la distribución de esas pérdidas entre individuos, hogares y grupos (quién perdió qué); 2) vincular las pérdidas a fallas específicas de activos y resguardos; 3) evaluar las causas inmediatas de la falla en el acceso a activos y resguardos adecuados, y 4) localizar esas causas inmediatas, capacidades, conocimiento, identidades, relaciones intra-hogar, jerarquías sociales y políticas locales, relaciones de producción e intercambio, y más amplias relaciones físicas, sociales y político-económicas, en mapas de exposición de las unidades.239 Un análisis completo entonces 5) evalúa los medios y mecanismos por los cuales las unidades expuestas pueden influir o son impedidas de influir en las estructuras donde operan y que gobiernan.240

Analizar las “cadenas de causalidad”241 detrás de la privación crónica o las crisis, mostrando cómo los resultados se producen por factores próximos dependientes de eventos y procesos más distantes,242 puede indicarnos qué tipo de promoción o resguardos243 –a los que agregaría emancipaciones, restructuraciones y redistribuciones– podrían evaporar la vulnerabilidad en determinadas escalas; y, donde sea relevante, quién debe pagar el costo de la reducción de vulnerabilidad. Como notan Drèze y Sen,244 lo importante es “examinar todas las influencias causales sobre estos asuntos”.245 Tales son los tipos de análisis que deben preceder y complementar la planeación en adaptación y mitigación. Para robustecer este tipo de investigación, un gran número de estudios de caso a profundidad deben desarrollarse y compararse para identificar los factores causales más relevantes en diferentes escalas sociales, políticas y económicas.246

Cualquier análisis empírico de vulnerabilidad frente al cambio climático revelará el rol del clima. El evento ocurre, disparando el desastre en un paisaje de vulnerabilidades subyacentes. En estudios anteriores de desastres climáticos, los analistas sociales tomaron las amenazas climáticas como eventos probabilísticos externos a la agencia social que no requieren explicación. El riesgo podía limitarse sólo al espacio de la vulnerabilidad.247 Hoy, esa probabilidad es antropogénica y tiene una estructura causal relevante para la reducción de desastres –en tanto 1) la mitigación es un camino para el control de amenazas; 2) reducir las desigualdades que producen emisiones podría también reducir vulnerabilidades y 3) amenazas incrementadas mueven el umbral de vulnerabilidad y el rango de libertades, ahogando potencialmente relaciones emancipatorias recursivas. Sigue siendo cierto que sin vulnerabilidad no hay desastre, por tanto, mientras las amenazas permanezcan en el cielo, la causalidad de amenaza y vulnerabilidad continúa estando bifurcada y la reducción de vulnerabilidad sigue siendo una solución distintiva. Una cobertura bifurcada completa incluiría un análisis de vulnerabilidad y un análisis de las causas antropogénicas de las probabilidades de amenaza – hasta el fondo de los efectos de derechos y representación o de la mercantilización del riesgo basada en la generación y control de amenazas.

Las amenazas son hoy antropogénicas y potencialmente manipulables. El marco de amenazas, ampliamente usado todavía, no puede contener el rango completo de opciones disponibles para asegurar el bienestar. Su postura causal-lineal de impacto desplaza las causas y soluciones sociales de la vulnerabilidad. Por supuesto, las perspectivas de amenazas, como las aproximaciones de titularidades y recursos, son lógica y de manera demostrables. Cada conceptualización dirige la atención sobre distintas variables observables y sobre las relaciones entre ellas. No es que una sea correcta y la otra incorrecta. Son marcos conceptuales. Cada uno conceptualiza diferentes realidades y tienen diferentes objetivos e implicaciones. Los investigadores necesitan comprender cuáles son esos objetivos para que podamos elegir marcos que lleven a estudios empíricos que iluminen los caminos hacia las aspiraciones individuales y colectivas –reducir el dolor y el sufrimiento e incrementar el bienestar y potencial humano. Las ontologías no son afirmaciones objetivas de la verdad. Son elecciones conceptuales y objetivos definidos. Los investigadores no son objetivos. Tienen objetivos –marcos conceptuales que construyen para dar sentido al mundo. Una vez enmarcados dentro de objetivos y acepciones, son los métodos los que deben mantener el rigor y la credibilidad del análisis.

“Ninguna historia puede ser contada, ni teoría ser propuesta, que no responda preguntas primordiales (implícitas o explícitas), y nuestras preguntas son siempre el producto de nuestra circunstancia situada”.248 Yo elijo un marco de vulnerabilidad con una ontología que privilegia a los humanos y a los valores humanos y tomo una postura política que lo hace a través de la representación. El humanismo privilegia la agencia humana en nuestro mundo, que no puede ser más que social. Yo elijo ver el bienestar humano como socialmente interconectado –a través de la política y de nuestro cielo antropocénico. Nuestro bien es ineluctablemente social, como lo es nuestro precario e interdependiente ser.249 Es la agencia humana, manifiesta en actos y estructuras, la que moldea lo que somos y tenemos, y por tanto lo que podemos llegar a ser y hacer. Esta posición convierte la elección de un marco conceptual que coloca la causalidad fuera de la agencia humana en una selección que se realiza gracias a propósitos vinculados a los valores y la agencia humanos. El marco de amenazas no es erróneo en cuanto el marco seleccionado que representa. Las tormentas resultan en daños. Pero debemos saber lo que implica elegir este marco –qué revela y qué oculta, y quién o qué intereses son atendidos por dicha selección. La postura de la amenaza es una instantánea que elude el tiempo. Oculta la historia y la causa social. La falta de atención sobre nuestras ontologías las vuelve naturales, las oculta de nosotros de tal forma que podamos creer que no se trata de marcos conceptuales sino del mundo en sí.

Conclusión

… la causa del hambre no es escases de comida sino escases de democracia…

Francis Moore Lappé250

… la democratización debe remover la camisa de fuerza que ahoga al campesinado, porque cualquier movimiento popular hacia la transformación de la vida política debe romper el control que las clases dominantes ejercen sobre los productores rurales.

Michael Watts251

Si la habilidad de sostener los requerimientos nutricionales mínimos es lo que distingue a ricos de pobres,252 entonces aquellos cuya nutrición no les ofrece la energía extra para involucrarse en política deben ser considerados una clase –los inhabilitados (disenfranchised). Ciertamente, como Drèze y Sen253 argumentan, la vulnerabilidad es un estado que debilita la posición de negociación –permitiendo, por ejemplo, la explotación del trabajo. Esa posición de negociación forma parte también de la base material de la ciudadanía y la representación. La emancipación requiere suficiente riqueza más allá de la mera subsistencia que permita a individuos, hogares, grupos o comunidades alejarse del trabajo diario el tiempo suficiente para involucrarse en dar forma a la economía política que define sus titularidades. La ciudadanía sustantiva es esa habilidad –la habilidad de influir en quienes gobiernan. La democracia sustantiva es cuando esa influencia provoca una respuesta. Muchos no tienen el conocimiento (usualmente oculto por diseño) y las habilidades (desplazadas por la exclusión), ni tampoco el tiempo (subordinado a la supervivencia), necesarios para ejercer influencia.

Casi 40 años atrás O’Keefe, Westgate y Wisner escribieron “Taking the Naturalness Out of Natural Disasters [Quitando lo natural a los desastres naturales]”.254 Con la preocupación por la naturaleza, el carácter social del bienestar y la crisis deberían ser más evidentes hoy. Aunque uno podría pensar que llamar a nuestra era el Antropoceno devuelve la atención desde la naturaleza hacia la gente, extrañamente guía la mirada de vuelta a las amenazas. Así, en el Antropoceno, la lucha sigue siendo mantener la atención en la producción y reproducción social y política del riesgo. El marco conceptual delineado en esta contribución presenta un análisis integrador de las causas sociales y político-económicas de la vulnerabilidad –con la esperanza de que generar un Antropoceno sociocéntrico, así tal vez podamos llegar al socioceno o democeno. De la forma en que lo llamamos, en análisis climático como en la política, hay siempre una lucha por representar lo social. Como el marco de este artículo muestra, necesitamos caracterizar y saber de las amenazas, pero no necesitamos explicar las amenazas –aún si fuesen antropogénicas– para entender los orígenes de la vulnerabilidad que se produce en el terreno. Atender las amenazas puede cambiar los resultados. Pero mitigación no es reducción de vulnerabilidad –aunque puede ayudar a evadir daños. La vulnerabilidad reside en la anterior precariedad de las personas.

Existen docenas de definiciones de vulnerabilidad.255 Como con la adaptación y la resiliencia, ninguna es completa ni podría serlo. La definición es contingente del objeto en riesgo y los valores que uno desea preservar, restaurar o eliminar.256 La elección de la teoría es en sí social –orientada a ciertos resultados, preservando unos valores sobre otros.257 Pero en cuanto se sabe cuáles son los objetivos –reducción del hambre y la hambruna o la soberanía y seguridad de sistemas agrícolas– entonces es preciso contar con un análisis de causalidad coherente. El análisis causal, problemático o no, teóricamente singular o fragmentado, es necesario. “La multiplicidad de definiciones refleja la diversidad filosófica y metodológica que ha emergido del trabajo académico y la investigación sobre desastres”.258

Las medidas de reducción de vulnerabilidad, por supuesto, no derivan sólo del entendimiento de las causas. Ciertamente, algunas causas pueden ser (o parecer) inmutables, otras no vigentes, transitorias o incidentales. Atender causas directas podría no ser siempre la solución más efectiva.259 El objetivo del análisis de vulnerabilidad es identificar los procesos activos de producción de vulnerabilidad y entonces identificar cuáles son susceptibles de ser tratados. También pueden identificarse otras intervenciones diseñadas para contrarrestar condiciones o síntomas de vulnerabilidad sin atender a sus causas –como apoyo para estrategias de distribución de riesgos o políticas de reducción de la pobreza y alivio frente a desastres. Todas las formas disponibles de análisis deben practicarse para identificar los medios más equitativos y efectivos de erradicación de la vulnerabilidad.

La contribución de los estudios sobre adaptación es complementar el análisis de vulnerabilidad con una imagen más completa de cómo las innovaciones moldean nuestro mundo –y transformar ese conocimiento en acción. Los estudiosos de la adaptación climática están al tanto de que las “adaptaciones” –un término ecológico– no son resultado del trabajo aleatorio de la evolución de Darwin. Como lo señala Arendt260 los milagros de la evolución son autoría de la probabilidad, mientras que conocemos al autor del aún más frecuente milagro del cambio político a través de mujeres y hombres “… quienes, gracias a que han recibido el doble don de la libertad y la acción, pueden establecer una realidad propia”. Ella coloca la causa (y la responsabilidad) del cambio y la innovación dentro de la sociedad. En este sentido, la “capacidad adaptativa” se convierte en algo que debe explicarse socialmente. Como cualquier otra contribución a la vulnerabilidad o al bienestar, la innovación es socialmente promovida. Es parte de la cadena causal (y reparatoria) de vulnerabilidad.

Las libertades de actuar e innovar se siguen de derechos y representación. Mientras vemos a más y más analistas de vulnerabilidad y adaptación optar por perspectivas “basadas en derechos” sobre el manejo de recursos naturales y el cambio climático,261 es importante guardar en mente que el derecho fundamental es el de influir sobre quienes gobiernan e involucrarse en la hechura, escrutinio e implementación de los derechos. Somers262 considera el derecho a tener derechos como lo que define la ciudadanía. Pero el derecho a definir derechos es aún más importante –tal es el derecho a los medios y libertades de influir sobre quienes gobiernan. Eso es la emancipación.

La representación es uno de los medios por los cuales individuos, hogares y grupos pueden modelar la economía política que define sus titularidades. Los movimientos sociales son otro.263 El criterio del que habla Fraser264 es la paridad participativa. Esto no significa formas simbólicas de participación sin influencia real sobre los proyectos en los cuales participa la gente.265 La habilidad de influir en las autoridades y en las reglas que hacen e implementan, da lugar a las mismas titularidades que conjuran la seguridad y crean la flexibilidad que permite a la gente parapetarse contra estresores impredecibles pero esperables. Por supuesto, para ser funcional la representación requiere poder: los representantes requieren autoridad discrecional, medios y recursos para atender las necesidades y aspiraciones de la gente; la gente debe tener recursos y conocimiento para actuar como ciudadanos e influir en quienes gobiernan.266 La pobreza no es sólo la base de la vulnerabilidad, también inhabilita –minando la habilidad de los pobres para influir en quienes gobiernan.

Ser representado es ser visto y atendido. Demandar representación es vislumbrar la posibilidad de respuesta. Hacer legible la vulnerabilidad es parte del proceso de entender dónde reside esa posibilidad –labor de investigación y apelación. La legibilidad que producen iglesias y gobiernos se engarza con oclusiones e ilusiones que distraen la atención. No quieren que los ciudadanos vean lo que ven –quieren externalizar la causalidad para que ciudadanos y víctimas desplacen sus frustraciones hacia Dios y la naturaleza o las refieran a sí mismos. Los ciudadanos deben insistir en que el gobierno vea y deben mostrar que los ciudadanos tienen el conocimiento de sus dirigentes. Es en este contexto en el que la sanción ciudadana del gobierno puede dar lugar a respuestas. Insistir en la seguridad requiere conocimiento de la vulnerabilidad, sus causas y los canales para su posible atención. Requiere recursos materiales y tiempo para analizar, organizar y ejercer el contra-poder que traduce voz en respuesta. La pregunta obvia, sin obvia respuesta, es “cómo” crear esa representación o paridad dadas las asimetrías de poder en la sociedad y la investidura de autoridad en la ciencia y los expertos.267

Polanyi describió el movimiento doble del capitalismo en el cual el capital puede destruir sus propios insumos –trabajo y tierra– pero la gente responde a los riesgos y daños demandando resguardos. Fraser268 ve un tercer movimiento emancipatorio, demandando que tanto capitalismo como resguardos sean sujetos a público escrutinio. El capitalismo puede ser tanto dañino como emancipatorio. Las reglas que lo guían y sus efectos requieren ser disciplinadas y sujetas a juicio público. Los resguardos sociales y ambientales también ofrecen cobijo ante los inconvenientes del capitalismo –v. gr. los sistemas que generan y amplifican el riesgo. Estos resguardos sociales y ambientales –sistemas de seguridad social, fortalezas de conservación y políticas climáticas– también afectan la redistribución con consecuencias negativas y positivas. Derechos de apelación y representación deben ser afirmados y reafirmados para hacer visibles y someter a escrutinio público las conexiones entre riesgo, causa, responsabilidad y culpa en cuanto conforman la interdependencia que hace posible la sustentabilidad de la vida.269

Una de las dos fabulosas dictaminadoras externas de esta contribución, preguntó: “¿qué tan lejos puede esperarse que un proceso climático llegue en la corrección de errores pasados?” y “¿deben todos los investigadores climáticos ser responsables de analizar las cuestiones sociales subyacentes?”. Mi respuesta es que cualquier intervención ambiental puede ir muy lejos, y “sí” tal es nuestra responsabilidad. Si no toman en cuenta al pasado, como en cualquier área de emprendimiento, los investigadores del clima pueden reproducir y profundizar los errores pasados. De aquí que entender el pasado o hacer equipo con los analistas de vulnerabilidad no es opcional. El dictamen continuaba: “Los tipos de instituciones, procesos y foros que podrían permitir los cambios fundamentales que usted demanda no existen aún” y preguntaba “¿puede su artículo ayudarnos a imaginar su devenir?”. No existen en algunos lugares, en algunos momentos, para algunas personas. Este ensayo forma parte de imaginarlos en un devenir más amplio. “La sociedad es positivamente transformada mostrando, a través de la crítica, qué es lo que más requiere cambiarse o por qué medios particulares”.270 Si nosotros, como analistas o activistas, insistimos en requerir que todas las intervenciones activen la democracia, y si insistimos en que esta demanda sea obedecida, podemos forzar la práctica –procurando rendición de cuentas, sanción, exposición y atribución de culpa. No quiero actuar o estar en un mundo que no intenta. La democracia es una lucha en marcha. No es un estado al que arribar. Va y viene de forma gradual. Intentar es la lucha que produce momentos emancipatorios –lo efímeros que sean. La satisfacción fugaz y la creatividad de la libertad hacen que valga la pena.

Traducción: Ignacio Rubio C.

Los editores agradecen a Taylor & Francis por la autorización para traducir y publicar este artículo, que apareció originalmente en el Journal of Peasant Studies (volumen 41, número 5, 2014: Global Agrarian Transformations (1) New Directions in Political Economy). http://tandfonline.com/doi/full/10.1080/03066150.2014.894911

“Displacing suffering”, citado en Fassin, Didier (2012), Humanitarian Reason: A Moral History of the Present, University of California Press, Berkeley, p. 21.

Blaikie, Piers, et al. (1994), At Risk: Natural Hazards, People's Vulnerability, and Disasters, Routledge, Londres.

Véase: Hayes, Ashley (2009), “Court: army corps of engineers liable for Katrina flooding”, CNN [en línea]. Disponible en: http://edition.cnn.com/2009/US/11/18/louisiana.katrina.lawsuit/ 12 julio 2013; IPCC (2013), “Climate change 2013: the physical science basis”, Grupo de trabajo I Contribution to the IPCC Fifth Assessment Report (Final Draft Underlanding Scientific-Technical Assessment), disponible en: http://www.ipcc.ch/report/ar5/wg1/#.UlAbIGRgY8C 5 octubre 2013]; Myers, S. L. y N. Kulish (2013), “Growing clamor about inequalities of climate crisis”, New York Times, 16 noviembre 2013, sección 1, p. 10.

Por ejemplo, ver: Shanin, Teodor (1971), Peasants and Peasant Societies: Selected Readings, Penguin, Harmondsworth; Scott, James C. (1976), The Moral Economy of The Peasant, Yale University Press, New Haven; Wolf, Eric (1981), Europe and the People Without History, University of California Press, Los Angeles; Watts, Michael J. (1983a), Silent Violence, University of California Press, Berkeley; Deere, Carmen Diana y A. de Janvry (1984), A Conceptual Framework for the Empirical Analysis of Peasants, Giannini Foundation Paper, n. 543, Giannini Foundation, Berkeley, pp. 601-611; Blaikie, Piers (1985), The Political Economy of Soil Erosion in Developing Countries, Longman Press, Londres; Bernstein, Henry (1996), “Agrarian questions then and now”, The Journal of Peasant Studies, vol. 24, n. 1-2, pp. 22-59.

Ver: O’Keefe, Phill, Ken Westgate y Ben Wisner (1976), “Taking the naturalness out of natural disasters”, Nature, vol. 260, number 5552, pp. 566–567; Wisner, Ben (1976), Manmade Famine in Eastern Kenya: The Interrelationship of Environment and Development, Discussion Paper, n. 96, Institute of Development Studies at the University of Sussex, Brighton, England; Chambers, Robert (1989), “Vulnerability, coping and policy”, IDS Bulletin, vol. 20, n. 2, pp. 1-7; Swift, Jeremy (1989), “Why are rural people vulnerable to famine?”, IDS Bulletin, vol. 20, n. 2, pp. 8-15; Agarwal, Bina (1993), “Social security and the family: coping with seasonality and calamity in rural India”, Agriculture and Human Values, vol. 17, n. 3, pp.156-165; Watts, Michael J. y Hans Bohle (1993), “The space of vulnerability: the causal structure of hunger and famine”, Progress in Human Geography, vol. 17, n. 1, pp. 43-68; Blaikie, P., et al. (1994), op. cit.

Sen, Amartya (1981), Poverty and Famines: An Essay on Entitlement and Deprivation, Oxford University Press, Oxford; Drèze, Jean y Amartya Sen (1989), Hunger and public action, Clarendon Press, Oxford; Watts, Michael J. y Hans Bohle (1993), op. cit.; Blaikie, Piers, et al. (1994), op. cit.

Downing, Thomas E. y Anand Patwardhan (2005), “Assessing vulnerability for climate adaptation”, en: Lim, Bo, Erika Spanger-Siegfried, Ian Burton, Elizabeth L. Malone y Saleemul Huq (eds.), Adaptation Policy Frameworks for Climate Change, Cambridge University Press, Cambridge, pp. 67-89.

Cardona, Omar Dario, et al. (2012), “Determinants of risk: exposure and vulnerability” en: Christopher B. Field, Vicente Barros, Thomas F. Stocker, Dahe Qin, David Jon Dokken, Kristie L. Ebi, Michael D. Mastrandrea, Katharine J. Mach, Gian-Kasper Plattner, Simon K. Allen, Melinda Tignor y Pauline M. Midgley (eds.), A Special Report of Working Groups I y II of the Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC), Cambridge University Press, Cambridge, pp. 65-108.

Manyena, Siambabala Bernard (2006), “The concept of resilience revisited”, Disasters, vol. 30, n. 4, pp. 434-450.

Sen (1981), op. cit.; Drèze y Sen (1989), op. cit.

Watts (1983a), op. cit.; Watts y Bohle (1993), op. cit.

Sen, Amartya (1984), “Rights and capabilities”, en Amartya Sen (ed.), Resources, Values and Development, Basil Blackwell, Oxford, pp. 307-204; Sen, Amartya (1999), Development as Freedom, Knopf, Nueva York; Bebbington, Anthony (1999), “Capitals and capabilities: a framework for analysing peasant viability, rural livelihoods and poverty”, World Development, vol. 27, n. 12, pp. 2021-2044; Yohe, Gary y Richard S. J. Tol (2002), “Indicators for social and economic coping capacity-moving toward a working definition of adaptive capacity”, Global Environmental Change, vol. 12, n. 1, pp. 25-40.

Por “recursivo” entiendo circular, iterativo o que produce retroalimentación.

Watts, Michael J. (1991), “Entitlements or empowerment? Famine and starvation in Africa”, Review of African Political Economy, n. 51, pp. 9-26.

Sen, Amartya (1981), op. cit.; Sen, Amartya (1999), op. cit.; Watts and Bohle (1993), op. cit.; Appadurai, Arjun (1984), “How moral is South Asia's economy? –a review article”, The Journal of Asian Studies, vol. 43, n. 3, pp. 481-497; Lappeì, Frances Moore (2013), “Beyond the scarcity scare: reframing the discourse of hunger with an eco-mind”, The Journal of Peasant Studies, vol. 40, n. 1, pp. 219-238.

Polanyi, Karl (2001 [1944]), The Great Transformation, Rinehart, Nueva York; Scott, James C. (1976), The Moral Economy of the Peasant, Yale University Press, New Haven; Swift, Jeremy (1989), “Why are rural people vulnerable to famine?”, IDS Bulletin, vol. 20, n. 2, pp. 8-15; Watts, Michael J. (1991), op. cit.; Moore, Mick (1997), “Death without taxes: democracy, state capacity, and aid dependence in the fourth world”, Borrador, publicado en: Gordon White y Mark Robinson (eds.) (1998), Towards a Democratic Developmental State, Oxford University Press, Oxford; Pelling, Mark (2003), The Vulnerability of Cities: Natural Disasters and Social Resilience, Earthscan, Londres.

Como en: Beck, Ulrich (1992), Risk Society: Towards a New Modernity, Sage, Londres; Rose, Nikolas (1996), “The death of the social? Re-figuring the territory of government”, Economy and Society, vol. 25, n. 3, pp. 327-356; Butler, Judith (1997), Excitable Speech: A Politics of the Performative, Routledge, Londres & Nueva York; Butler, Judith (2009), Frames of War: When Is Life Grievable?, Verso Books, Londres; Fraser, Nancy (2000), “Rethinking recognition”, New Left Review, vol. 3, n. 3, pp. 107-120; Luhmann, Niklas (2002), Risk: A Sociological Theory, Adeline Transaction, New Brunswick; Agrawal, Arun (2005), Environmentality: Technologies of Government and the Making of Subjects, Duke University Press, Durham; Wolford, Wendy (2007), “Land reform in the time of neoliberalism: a many-splendored thing”, Antipode, vol. 39, n. 3, pp. 550-570; Wilkinson, Iain (2010), Vulnerability In Everyday Life, Routledge, Londres; Connolland, William E. (2013), The Fragility of Things: Self-Organizing Processes, Neoliberal Fantasies, and Democratic Activism, Duke University Press, Durham.

Blaikie, Piers (1985), The political economy of soil erosion in developing countries, Longman Press, Londres.

Ribot, Jesse y Nance Lee Peluso (2003), “A theory of access: putting property and tenure in place”, Rural Sociology, vol. 68, n. 2, pp. 153-181.

Appadurai, A. (1984), op. cit.

Drèze, J. y A. Sen (1989), op. cit.

Watts, M. J. (1991), op. cit.

Lappeì, F. M. (2013), op. cit.

Como en: Manin, Bernard, Adam Przeworski y Susan C. Stokes (1999), “Elections and representation”, en: Adam Przeworski, Susan C. Stokes y Bernard Manin (eds.), Democracy, Accountability and Representation, Cambridge University Press, Cambridge, pp. 29-54.

Fraser, Nancy (2008), “From redistribution to recognition? Dilemmas of justice in a ‘postsocialist’ age”, en Kevin Olson (ed.), Adding Insult to Injury: Nancy Fraser Debates Her Critics, Verso Books, Londres, p. 28.

Butler, Judith (2011), “For and against precarity”, Tidal: Occupy Theory, Occupy Strategy, n. 1: “The beginning is near”. Disponible en: http://tidalmag.org/ [3 diciembre 2011].

Drèze, Jean y Amartya Sen (1989), Hunger and Public Action, Clarendon Press, Oxford, p. 47.

Bassett, Thomas J., Charles Fogelmann (2013), “DeìjaÌ vu or something new? The adaptation concept in the climate change literatura”, Geoforum, vol. 48, pp. 47.

Sobre los roles de Dios, incluyendo la distracción, ver Schipper, E. Lisa F. (2010), “Religion as an integral part of determining and reducing climate change and disaster risk: an agenda for research”, en: M. Voss (ed.), Climate Change: The Social Science Perspective, Wiesbaden, Germany, VS-Verlag, pp. 377-393.

Manyena, S. B. (2006), op. cit.

Véase: Gaillard, Jean-Christophe (2010), “Vulnerability, capacity and resilience: perspectives for climate and development policy”, Journal of International Development, vol. 22, n. 2, pp. 220. Esto es consistente con el punto de Rose (1996), op. cit., de que los estados producen sujetos de riesgo orientando la causa hacia dentro, hacia el individuo y el grupo para hacerlos responsables de sus propios pecados –culpando a la víctima y pidiéndole que se culpe a sí misma. Aunque que existen tales características “internas” (à la Chambers, en Chambers, R., 1989, op. cit.), deben ser aún entendidas en la más amplia economía política que las produce.

Yohe, G. y R.S.J. Tol (2002), op. cit.; Manyena, S. B. (2006), op. cit.; Folke, Carl et al. (2010), “Resilience thinking: integrating resilience, adaptability, and transformability”, Ecology and Society, vol. 15, n. 4, p. 20; Cardona, O. D., et al. (2012), op. cit., p. 72. Folke –en Folke, Carl (2006), “Resilience: the emergence of a perspective for social-ecological systems analyses”, Global Environmental Change, vol. 16, n. 3, pp. 253– toma en cuenta lo social en su modelo de interacción incluyendo “procesos como aprendizaje social y memoria social, modelos mentales e integración de sistemas de conocimiento, visualización y construcción de escenarios, liderazgo, agentes o grupos de actores, redes sociales, inercia y cambio institucional y organizativo, capacidad adaptativa, transformatividad y sistemas de gobernancia adaptativa”. Estos procesos son todos aproximativos (excepto la mal definida “gobernancia”).

Para Cardona et al. (2012), op. cit., p. 76, “los impulsores de capacidad incluyen: una economía integrada; urbanización; tecnología de información; atención a derechos humanos; capacidad agrícola; instituciones internacionales robustas; acceso a seguros; estructura de clase; expectativa de vida, salud y bienestar; grado de urbanización; acceso a servicios de salud; organizaciones comunitarias; normas de planeación existentes a nivel nacional y local; marcos institucionales y de toma de decisiones; alerta y protección frente a peligros naturales; y buena gobernancia”. Mediante estas variables la capacidad puede ser entendida como un resultado de la estratificación social dentro de una economía política más amplia.

Pelling, Mark (2011), Adaptation to Climate Change: From Resilience to Transformation, Routledge, Abingdon; O’Brien, Karen (2012), “Global environmental change II: from adaptation to deliberate transformation”, Progress in Human Geography, vol. 36, n. 5, pp. 670-671.

O’Keefe, Phill, Ken Westgate y Ben Wisner (1976), “Taking the naturalness out of natural disasters”, Nature, vol. 260, n. 5552, pp. 566-567; Wisner, Ben (1976), Man-Made Famine In Eastern Kenya: The Interrelationship of Environment and Development, Discussion Paper, n. 96, Institute of Development Studies at the University of Sussex, Brighton, England; Watts, M. J. (1983a), op. cit.; Swift, Jeremy (1989), op. cit.; Watts, M. J. y H. Bohle (1993), op. cit.; Blaikie, Piers et al. (1994), op. cit.; Wisner, Ben, et al. (2004), At Risk: Natural Hazards, People's Vulnerability and Disasters (2nd ed.), Routledge, Nueva York; Somers, Margaret (2008), Genealogies of Citizenship: Markets, Statelessness, and the Right to Have Rights, Cambridge University Press, Cambridge.

Véase Somers, Margaret (2008), op. cit.; Miller, Fiona et al. (2010), “Resilience and vulnerability: complementary or conflicting concepts?” Ecology and Society, vol. 15, n. 3. http://www.ecologyysociety.org/vol15/iss3/art11/

Ver además O’Brien, K. (2012), op. cit., p. 668.

Appadurai, A. (1984), op. cit., p. 491.

Adger, W. Neil (2006), “Vulnerability”, Global Environmental Change, vol. 16, n. 3, pp. 268-281; Fussel, H.M. y R.J.T. Klein, 2006, “Climate change vulnerability assessments: an evolution of conceptual thinking”, Climatic Change, vol. 75, n. 3, p. 305.

Somers, M. (2008), op. cit., p. 10.

Downing, T. E. y A. Patwardhan (2005), op. cit.

Véase Gaillard, J. D. (2010), op. cit.; Bassett, T. J. y C. Fogelman (2013), op. cit.

Gaillard, J. D. (2010), op. cit., p. 223, quien observa que este marco de la amenaza está “recobrando espacio”.

Blaikie, P., et al. (1994), op. cit., p. 49.

Idem.

Como en Beck, U. (1992), op. cit.

Wisner, B. (1976), op. cit.

O’Keefe, P., K. Westgate y B. Wisner (1976), op. cit.

Chambers, R. (1989), op. cit.

Swift, J. (1989), op. cit.

Watts, M. J. y H. Bohle (1993), op. cit.

Blaikie, P., et al. (1994), op. cit.

Sen, A. (1981), op. cit.

Jisheng, Yang (2012), Tombstone: The Great Chinese Famine, 1958-1962, Farrar, Straus y Giroux, Nueva York.

Majid, Nisar y Stephen McDowell (2012), “Hidden dimensions of the Somalia famine”, Global Food Security, vol. 1, n. 1, pp. 36-42.

White House (2006), “The federal response to Hurricane Katrina”. Febrero 2006. Disponible en: http://www.whitehouse.gov/reports/katrina-lessons-learned.pdf [5 diciembre 2008]; Hayes, A. (2009), “Court: army corps of engineers liable for Katrina flooding”, CNN [online]. Disponible en: http://edition.cnn.com/2009/US/11/18/louisiana.katrina.lawsuit/ [12 julio 2013]; Somers, M. (2008), op. cit.

Bern, Caryn, et al. (1993), “Risk factors for mortality in the Bangladesh cyclone of 1991”, Bulletin of World Health Organization, vol. 71, n. 1, pp. 73-78; CEDMHA (Center for Excellence in Disaster Management and Humanitarian Assistance) (2007), Cyclone Sidr Update, November 15; Batha, Emma (2008), “Cyclone Sidr would have killed 100,000 not long ago. November 16, 2007”, AlertNet [en línea]. Disponible en: http://alertnet.org/db/blogs/19216/2007/10/16-165438-1.htm [5 diciembre 2008]; Government of Bangladesh (2008), abril, Cyclone Sidr in Bangladesh: Damage, Loss, and Needs Assessment for Disaster Recovery and Reconstruction. Preparado por el Gobierno de Bangladesh, con el apoyo de la International Development Community y el apoyo financiero del European Commission; Ministry of Food and Disaster Management of Bangladesh (2008), Super Cyclone Sidr 2007: Impacts and Strategies for Interventions, Bangladesh Secretariat, Dhaka. Disponible en: http://www.ecologyandsociety.org/vol15/iss3/art11/

Ribot, Jesse (1995), “The causal structure of vulnerability: its application to climate impact analysis”, GeoJournal, vol. 35, n. 2, pp. 119-122.

Cardona et al. (2012), op. cit., p. 69, las llama “amenazas socio naturales”.

La Alianza de pequeños Estados Isleños, China y el Grupo de los 77 señalaron la responsabilidad y compensación por el cambio climático desde los años de 1990, en Khan, Mizan R. y J. Timmons Roberts (2013), “Adaptation and international climate policy”, WIREs Climate Change, vol. 4, n. 3, pp. 171-189.

Khan, M. R. y J. T. Roberts (2013), op. cit.; Myers, Steven Lee y Nicholas Kulish (2013), “Growing clamor about inequalities of climate crisis”, New York Times, 16 de noviembre, secc. 1, p. 10.

Khan, M. R. y J. T. Roberts (2013), op. cit., p. 182-184. Enmarcar la adaptación como restitución contó con el apoyo del Grupo de los 77 pero fue rechazado por los países del Anexo I, aunque después la inclusión de una “agenda de pérdidas y daños” en la COP 16 en 2010 y en Doha COP18 en 2012, parece mostrar cierta aceptación de las naciones desarrolladas.

Khan, M. R. y J. T. Roberts (2013), op. cit.

Idem., p. 182.

Khan y Roberts señalan que “esta premisa global de adaptación como un peso adicional para el desarrollo en países particularmente vulnerables presenta los “riesgos” del cambio climático como debidos a un cambio biofísico en la atmósfera, más que como factores que hacen vulnerable a la gente frente a esos cambios”. Los autores asocian esos factores con “necesidades y contextos existentes de desarrollo” y, continúan, “con base en esta consideración, los países desarrollados argumentan que su responsabilidad de apoyar la adaptación debe limitarse al problema en sí mismo, v. gr. acciones de adaptación adicional a la línea base que los países en desarrollo deberían seguir en ausencia del cambio climático; de esta forma la parte de responsabilidad de las naciones ricas se refiere sólo a daños atribuibles al cambio climático causado por la humanidad”.

Manyena, S. B. (2006), op. cit., p. 438

Drèze, J. y A. Sen (1989), op. cit., p. 60; Ribot, Jesse, Antonio Rocha MagalhaÞes y Stahis Panagides (eds.) (1996), Climate Change, Climate Variability and Social Vulnerability In The Semi-Arid Tropics, Cambridge University Press, Cambridge; Cannon, Terry, John Twigg y Jennifer Rowell (2004), Social Vulnerability, Sustainable Livelihoods and Disasters, Report to DFID, Conflict y Humanitarian Assistance Department, and Sustainable Livelihoods Support Office, DFID, Londres, p. 5; Anderson, Simon, John Morton y Camilla Toulmin (2010), “Climate change for agrarian societies in drylands: implications and future pathways”, en: Robin Mearns y Andrew Norton (eds.), Social Dimensions of Climate Change: Equity and Vulnerability in a Warming World, Washington, DC, The World Bank, pp. 199-230; Heltberg, Rasmus, Paul Bennett Siegel y Steen Lau Jorgensen 2010), “Social policies for adaptation to climate change”, en: R. Mearns y A. Norton (eds.), Social Dimensions of Climate Change: Equity and Vulnerability In A Warming World, Washington, DC, The World Bank, pp. 259-275; Figueiredo, Patricia y Patricia E. Perkins (2012), “Women and water management in times of climate change: participatory and inclusive processes”, Journal of Cleaner Production, vol. 60, pp. 192; IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change) (2012), “Managing the risks of extreme events and disasters to advance climate change adaptation”, en: Christopher B. Field, Vicente Barros, Thomas F. Stocker, Dahe Qin, David Jon Dokken, Kristie L. Ebi, Michael D. Mastrandrea, Katharine J. Mach, Gian-Kasper Plattner, Simon K. Allen, Melinda Tignor y Pauline M. Midgley (eds.), A special report of working groups I y II of the Intergovernmental Panel on Climate Change, Cambridge University Press, NY, p. 76; European Commission (2013), Climate Change, Environmental Degradation, and Migration, Commission Staff Working Document 138, Brussels, p. 5.

Sen, A. (1999), op. cit., p. 171-2; Yohe, G. y R.S.J. Tol (2002), op. cit., p. 29; Prowse, Martin (2003), Toward A Clearer Understanding of “Vulnerability” in Relation to Chronic Poverty, CPRC Working Paper n. 24, University of Manchester, Manchester, Chronic Poverty Research Centre, p. 3; Pelling, M. (2003), op. cit., p. 52; Cannon, T., J. Twigg y J. Rowell (2004), op. cit., p. 5; Yerson, S., J. Morton y C. Toulmin (2010), op. cit.; Heltberg, R., P. B. Siegel y S. L. Jorgensen (2010), op. cit.; Cardona, O. D., et al. (2012), op. cit., p. 67.

Rodney, Walter (1973), How Europe Underdeveloped Africa, BogleL’Ouverture Publications, Londres and Dar es Salaam.

Wallerstein, Immanuel (1974), The Modern World System I: Capitalist Agricultur and The Origins of The European World-Economy In The Sixteenth Century, Academic Press, Nueva York.

Estoy en deuda con Erin Collins por esta intuición y fraseo.

Sobre Katrina ver: Hayes, A. (2009), op. cit.; sobre Haiyan, ver: Myers, S. L. y N. Kulish (2013), op. cit., secc. 1, p. 10.

Klein, Naomi (2012), “Geoengineering: testing the waters”, New York Times, 27 octubre.

O’Keefe, P., K. Westgate y B. Wisner (1976), op. cit.; Drèze, J. y A. Sen (1989), op. cit., p. 46; Smith, Neil (2006), There's no such thing as a natural disaster, post de blog. Disponible en: http://libcom.org/library/there%E2%80%99s-no-such-thing-natural-disaster-neil-, [2 enero 2014].

Arthur, C. (2002), “Revealed: how the smoke stacks of America have brought the world's worst drought to Africa”, The Independent, 12 junio. Disponible en: http://www.freerepublic.com/focus/news/699049/posts [2 noviembre 2013]; Jones, T. y S. Edwards (2009), The Climate Debt Crisis: Why Paying Our Dues is Essential for Tackling Climate Change, World Development Movement and Jubilee Debt Campaign Report. Disponible en: http://wdm.org.uk/sites/default/files/climatedebtcrisis06112009_0.pdf [3 agosto 2013].

O’Brien y Leichenko –en Leichenko, Robin M. y Karen O’Brien (2008), Environmental Change and Globalization: Double Exposures, Nueva York, Oxford University Press; y en O’Brien, Karen y Robin M. Leichenko (2003), “Winners and losers in the context of global change”, Annals of the Association of American Geographers, vol. 93, n. 1, pp. 89103, hablan de una “doble exposición” al clima y a la globalización–. Esta separación no es análoga. Los miran como estresores paralelos que interactúan entre sí, frente a los cuales la gente está expuesta. En un análisis de vulnerabilidad climática, el clima es el estrés al que la gente está expuesta. La vulnerabilidad permanece en la sociedad y la globalización es, por supuesto, parte de su estructura causal, y explica por qué la gente está expuesta. Ver además Shackelton y Shackelton –en: Shackelton, Sheona E. y Charlie M. Shackelton (2012), “Linking poverty, HIV/AIDS and climate change to human and ecosystem vulnerability in southern Africa: consequences for livelihoods and sustainable ecosystem management”, International Journal of Sustainable Development and World Ecology, vol. 19, n. 3, pp. 275-286– para un modelo que coloca los factores sociales en paralelo con los estresores climáticos, definiendo a las poblaciones vulnerables como “expuestas” a esos múltiples estresores, entre los que está el clima.

Jones, T. y S. Edwards (2009), op. cit.; Hyvarinen, Joy (2012), Loss and Damage Caused by Climate Change: Legal Strategies for Vulnerable Countries, October 2012, Report of the Foundation for International Environmental Law and Development (FIELD), Londres, Disponible en: http://www.field.org.uk/sites/field.org.uk/files/papers/field_loss__damage_legal_strategies_oct_12.pdf

Wallerstein, I. (1974), op. cit.; Wolf, E. (1981), Europe and The People Without History, University of California Press, Los Angeles.

Sen, A. (1981), op. cit.; Watts, M. J. (1983b), “On the poverty of theory: natural hazards research in context, en: K. Hewitt, ed., Interpretations of Calamity, Londres, Allen Unwin, pp. 231-261; Anil Agarwal y Sunita Narain (1991), Global Warming in an Unequal World, Centre for Science and Environment, New Delhi.

Ver, para un análisis técnico aproximativo: IPCC (2013), “Climate change 2013: the physical science basis”, Working Group I Contribution to the IPCC Fifth Assessment Report (Final Draft Underlanding Scientific-Technical Assessment), disponible en: http://www.ipcc.ch/report/ar5/wg1/#.UlAbIGRgY8C [5 octubre 2013].

Como en: Agarwal, A. y S. Narain (1991), op. cit., y Sachs, W. (2008), “Climate change and human rights”, Development, vol. 51, pp. 332-337.

Butler, Judith (2009), Frames of War: When is Life Grievable? Verso Books, Londres, p. 9.

Adger, W. Neil (2006), “Vulnerability”, Global Environmental Change, vol. 16, n. 3, pp. 270.

Ver: Fussel, H. M. y R. J. T. Klein (2006), op. cit., p. 305; Adger, W. N. (2006), op. cit.; O’Brien, Karen et al. (2007), “Why different interpretations of vulnerability matter in climate change discourses”, Climate Policy, vol. 7, n. 1, pp. 76; Cardona, O. D., et al. (2012), op. cit., p. 70. Prowse y Scott (en: Prowse, Martin y Lucy Scott (2008), “Assets and adaptation: an emerging debate”, IDS Bulletin, vol. 39, n. 4, pp. 42-52) los llaman aproximaciones conductuales y estructuralistas. Miller et al. –en: Miller, F., et al. (2010), op. cit.–, coloca la resiliencia dentro del campo de los “sistemas” (implicando teoría de sistemas) y junta vulnerabilidad y adaptación en la categoría de “actores”. No parecen tener lugar para “estructura”.

En Cardona, O. D., et al. (2012), op. cit., usa el término de forma distinta, refiriéndose simplemente a la idea de que la vulnerabilidad es un “producto” social, por lo tanto “construido” en el sentido de fabricado o producido. Pero no es tal el sentido que las ciencias sociales tienen del término “construido” (ver: Douglas, Mary y Aaron Wildavsky (1982), Risk and Culture, University of California Press, Berkeley).

Jasanoff, Sheila A. (1999), “The songlines of risk”, Environmental Values, vol. 8, n. 2, pp. 137 y 139 (fragmentos citados).

Por ejemplo, Ribot, J. (1995), op. cit.; Adger, W. N. (2006), op. cit.; Fussel, H. M. y R. J. T. Klein (2006), op. cit.; O’Brien, K., et al. (2007), op. cit., p. 76.

Como en Jasanoff, S. A. (1999), op. cit.

Leach, M., 2008, “Pathways to sustainability in the forest? Misunderstood dynamics and the negotiation of knowledge, power, and policy”, Environment and Planning A, vol. 40, n. 8, p.7.

Rebotier, Julien (2012), “Vulnerability conditions and risk representations in Latin America: framing the territorializing of urban risk”, Global Environmental Change, vol. 22, n. 2, pp. 391-398.

No existe un razonamiento positivista que impida el estudio de la interpretación y la posicionalidad como parte de la analítica de la casualidad –dado que las diferencias y luchas sobre significado e interpretación son parte integrante de la causalidad. Además, el discurso no es menos “real” que un árbol o un sistema de tormenta. Las causas de las decisiones que definen seguridad y daño son resultado de batallas discursivas por el dominio, la autoridad, el poder de decisión, y en última instancia por la práctica política. La posicionalidad define el comportamiento de la gente y es por tanto parte de la estructura político-económica material de la causalidad. Estas no son triviales notas de categorización. El emplazamiento mismo de los análisis de las ciencias sociales dentro del “constructivismo social” y el no-”realismo” es una forma de deslegitimar esas perspectivas como si los factores sociales, discursivos o constructivistas no fuesen parte de la estructura causal “real” de la vulnerabilidad. Ciertamente, son esenciales a ella. Por supuesto, cualquier “realista” que no entienda que la interpretación es multifacética, y que el sentido es atribuido, pasa por alto que tales observaciones no niegan la materialidad de su “ciencia”.

Forsyth, Tim (2001), “Critical realism and political ecology”, en A. Stainer y G. Lopez (eds.), After Postmodernism: Critical Realism?, Athlone Press, Londres, pp. 146-154. Ver también, sobre “realismo reflexivo”, a Beck, Ulrich (2007), World at Risk, Polity Press, Cambridge, UK, p. 89.

Ribot, J. (1995), op. cit.; Adger, W. N. (2006), op. cit.

Al localizar al ambiente, incluido el clima, en un marco social, el ambiente puede parecer marginalizado, como uno entre muchos otros factores que afecta y es afectado por la producción, reproducción y desarrollo –ver también Brooks, Nick (2003), Vulnerability, Risk and Adaptation: a conceptual framework, Tyndall Centre for Climate Change and Research Working Paper 38, p. 8–. Esto parece ser otra razón de la resistencia a los análisis de vulnerabilidad desde el lado climático. Pero esto no disminuye la importancia de la variabilidad y el cambio climático. Al contrario, fortalece los argumentos climáticos al dejar en claro cuán importante –en grado y forma– es para el bienestar social la calidad de y el acceso a recursos o insumos naturales. Por supuesto, también nos indica las formas menos costosas de reducir el problema que al fin todos tratamos de resolver: el daño.

Fussel, H. M. y R. J. T. Klein (2006), op. cit., p. 305. Ver también Bassett, T. J. y C. Fogelman (2013), op. cit.

En O’Brien, K., et al. (2007), op. cit., pp. 75-76, coloca la perspectiva de titularidades-activos como vulnerabilidades de “partida” y a las de “riesgo-amenaza” como vulnerabilidades de “llegada” la primera comenzando con el atributo de valor amenazado y la segunda comenzando al final del análisis con la amenaza misma. Este lenguaje me parece confuso.

Watts, M. J. y H. Bohle (1993), op. cit.; Ribot, J. (1995), op. cit.; Adger, W. N. (2006), op. cit., p. 270; Cannon, Terry (2000), “Vulnerability analysis and disasters”, en: D. J. Parker (ed.), Floods, Routledge, Londres y Nueva York.

Adger, W. N. (2006), op. cit., p. 270.

Blaikie, P. (1985), op. cit., p. 110; Blaikie, P., et al. (1994), op. cit., pp. 21-22; Shackelton, S. E. y C. M. Shackelton (2012), op. cit., p. 275.

Fussel, H. M. y R. J. T. Klein (2006), op. cit., p. 306; Chambers, R. (1989), op. cit., p. 1.

Gunderson, Lance H. & C. S. Holling (2002), Panarchy: Understying Transformations in Human and Natural Systems, Island Press, Washington, DC.

Brooks, N. (2003), op. cit.; Manyena, S. B. (2006), op. cit.; Duit, Andreas et al. (2010), “Governance, complexity, and resilience”, Global Environmental Change, vol. 20, n. 3, pp. 363-368; Miller, F., et al. (2010), op. cit.; Beymer-Farris, Betsy A. y Thomas J. Bassett (2012), “The REDD menace: resurgent protectionism in Tanzania's mangrove forests”, Global Environmental Change, vol. 22, pp. 332-341.

Blaikie, P. (1985), op. cit.

Watts, M. J. y H. Bohle (1993), op. cit.; ver también Turner II, B. L., et al. (2003a), “Illustrating the coupled human-environment system for vulnerability analysis: three case studies”, Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, vol. 100, n. 14, pp. 8080-8085; Turner II, B. L., et al. (2003b), “A framework for vulnerability analysis in sustainability science”, Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, vol. 100, n. 14, pp. 8074-5.

El “modelo de presión-respuesta” de Blaikie, et al. (1994), también adopta esta postura causal. Ve a la gente en riesgo como presionada entre amenaza y vulnerabilidad, con la vulnerabilidad como el locus de la causa y por tanto del tratamiento –la presión es liberada al reducir la vulnerabilidad –actualizado en Wisner, et al. 2004, op. cit.–. Una postura similar, diferenciada por un nuevo lenguaje de “red ecológico política”, es descrita por Birkenholtz –en Birkenholtz, Trevor (2011), “Network political ecology: method and theory in climate change vulnerability and adaptation research”, Progress in Human Geography, vol. 36, n. 3, pp. 295-315–, quien explica: “Para la red ecológico política, esto implica un foco sobre la conectividad tanto vertical (jerárquica) como horizontal (nojerárquica) en lugares que experimentan efectos comunes del cambio climático, entendidos a través de sus conexiones con otros procesos”. En la práctica, esta perspectiva de “red”, a pesar de su aparente nueva postura latouriana, trabaja con los mismos métodos que otros teóricos han estado usando por décadas.

Kasperson, R. E., et al. (2005), “Vulnerable peoples and places”, en: Rashid Hassan, Robert Scholes y Neville Ash (eds)., Ecosystems and Human Wellbeing: Current State and Trends, vol. 1, Island Press, Washington DC, pp. 159-61. Esta mirada sin restricciones no hace colapsar las categorías de vulnerabilidad “interna” y “externa” de uso común en la literatura –ver Chambers, R. (1989), op. cit.; Brooks, N. (2003), op. cit.; Fussel, Hans-Martin (2007), “Vulnerability: a generally applicable conceptual framework for climate change research”, Global Environmental Change, vol. 17, n. 2, p. 158). Más bien, nos lleva a reconocer a la amenaza como un estresor o disparador de eventos, que son aun explicados como resultado de aspectos sociales (internos) al sistema. Podemos ver los roles de las amenazas, pero tales siguen siendo socialmente definidos (como el término mismo de amenaza que resulta incomprensible sin vulnerabilidad).

Vayda, Andrew P. (1983), “Progressive contextualization: methods for research in human ecology”, Human Ecology, vol. 11, n. 3, pp. 265-281.

Watts, M. J. y H. Bohle (1993), op. cit.; Ribot, J. (1995), op. cit.

Birkenholtz, T. (2011), op. cit.

Birkenholtz –Birkenholtz, T. (2011), op. cit.– usa el lenguaje de “efecto de cambio climático” que parece resbalar hacia el lenguaje de las amenazas. Podría ser resultado de su uso de Latour –cuya ontología plana convierte los objetos en actores (con problemáticas implicaciones anti-humanistas) y contrasta con la que utilizo en este trabajo. Sin embargo, a pesar de Latour el artículo de Birkenholtz mantiene el foco en lo social y usa “efecto” para indicar que el clima produce acciones y reacciones recursivamente, ambas dentro de la sociedad. La acción permanece con los humanos, así que podemos descartar a Latour.

Dill, Brian (2013), Fixing the African State: Recognition, Politics, and CommunityBased Development in Tanzania, Palgrave Macmillan, Nueva York, pp. 13-5, argumenta que la capacidad es una explicación sin salida de las fallas del desarrollo, apuntando hacia marcos analíticos que tratan arenas institucionales y culturales, mientras que señala que esas explicaciones suelen carecer de profundidad histórica. Lo mismo es cierto cuando se aplica a la adaptación y resiliencia frente al cambio climático. Ribot (Ribot, J. (2004), Waiting for Democracy: The Politics of Choice in Natural Resource Decentralization, World Resources Institute, Washington DC) puntualiza también que la falta de “capacidad” es generalmente referida como excusa para no empoderar a la gente, a pesar de que ganaría en capacidad si fuese empoderada a actuar (como en la novela Trampa 22). Sin capacidad no se le puede confiar poder; sin poder no pueden ganar capacidad.

Las escuelas de la resiliencia se enfocan en la capacidad de resistir o responder –ver Manyena, S. B. (2006), op. cit.; Gaillard, J. D. (2010), op. cit.; o Beymer-Farris, B. A. y T. J. Bassett (2012), op. cit., quien agrega valoración diferenciada y acceso a modelos de resiliencia).

En Yohe, G. y R. S. J. Tol (2002), op. cit.

Ver Brooks, N. (2003), op. cit.; y Ribot, Jesse (2011), “Vulnerability before adaptation: toward transformative climate action”, Global Environmental Change, vol. 21, n. 4, pp. 1160-1162. Yohe y Tol –Yohe, G. y R. S. J. Tol (2002), op. cit., pp. 27-28– encuadran la capacidad como si sus causas fueran local-específicas y dependientes de la senda, con micro y macro determinantes. Rastrean la causalidad en (1) la disponibilidad de tecnología y (2) un grupo de factores incluyendo recursos, instituciones, capital humano, procesos difusores del riesgo, manejo de la información y la “atribución a la fuente de señales de cambio”. Su modelo puede capturar alguna causa de la “capacidad” de ajustarse, pero falla aun en explicar los factores o “determinantes” que identifica. No provee una analítica de las causas de raíz. Observan las variables que se correlacionan con el desastre sin explicar sus sendas causales o génesis. Su perspectiva no ofrece un mapa para la generación de soluciones; más bien indica las fijaciones y obstáculos técnicos para su adecuación e implementación –un problema universal en esta corriente. En una aproximación más sofisticada, las capacidades incluyen la habilidad de influir en la política.

Tal vínculo fue hecho por Sen, A. (1984), op. cit.; Sen, A. (1999), op. cit.; Bebbington, A. (1999), op. cit.; y Prowse, M. y L. Scott (2008), op. cit. Prowse y Scott (op. cit., p. 43) amontonan “capitales” tangibles e intangibles en activos –físicos y financieros tanto como humanos y sociales. Atribuyen sólo al capital social intangible la habilidad de influir sobre quienes gobiernan. Introducen la política, pero sólo como producto del capital social.

Wisner, B., et al. (2004), op. cit., p. 61.

Lappé, F. M. (2013), op. cit., p. 227.

Watts, M. J. (1991), op. cit., p. 15.

Pelling, M. (2003), op. cit., p. 47.

Ver Downing, Thomas E. (1991), Assessing Socioeconomic Vulnerability to Famine: Frameworks, Concepts, and Applications, Final Report to the U. S. Agency for International Development, Famine Early Warning System Project, January 30th; Adger, W. Neil et al. (2004), “New indicators of vulnerability and adaptive capacity”, Tyndall Center for Climate Change Research Technical Report 7; Kasperson, R. E., et al. (2005), op. cit., p. 150; Deressa, T., R. M. Hassan y C. Ringler (2008), “Measuring Ethiopian farmers” vulnerability to climate change across regional states”, IFPRI Discussion Paper No. 806, Washington, DC, IFPRI, Environment and Production Technology Division, pp. 1-22.

Sen, A. (1981), op. cit.; Sen, A. (1984), op. cit.; Drèze, J. y A. Sen (1989), op. cit.

Traduzco “entitlements” por “titularidades” siguiendo a Bolvitnik. (N. del T.).

DreÌze, J. y A. Sen (1989), op. cit.

Swift, J. (1989), op. cit., p. 11; Drèze, J. y A. Sen (1989), op. cit.; Bebbington, A. (1999), op. cit.

Swift, J. (1989), op. cit., p. 11.

Drèze, J. y A. Sen (1989), op. cit., p. 23.

Ver Nozick, Robert (1974), Anarchy, State, and Utopia, Basic Books, Nueva York. Ver también Gasper, Des (1993), “Entitlement analysis: concepts and context”, Development and Change, vol. 24, pp. 679-718, para un análisis de los límites de la propuesta de “titularidades” de Sen.

Sen, A. (1981), op. cit.; Sen, A. (1984), op. cit., p. 312.

Sen, A. (1984), op. cit., p. 312.

Idem, p. 313.

La razón para evaluar la agencia es atribuir responsabilidad. De la misma forma con el interés. Con o sin agencia, hay ganadores y perdedores en cualquier resultado. Estos ganadores y perdedores pueden aplicar su agencia para mantener o cambiar ese resultado (y los procedimientos que lo hicieron posible), dependiendo de dónde se encuentran en la línea del daño o el beneficio.

Sen, A. (1984), op. cit.

Ver Scott, J. (1976), op. cit.; Berry, S. (1993), No Condition Is Permanent: The Social Dynamics of Agrarian Change in sub-Saharan Africa, The University of Wisconsin Press, Madison; Ribot, J. (1998), “Theorizing access: forest profits along Senegal's charcoal commodity chain”, Development and Change, vol. 29, n. 2, pp. 307-341; Ribot, J. y N.L. Peluso (2003), op. cit.

Ribot, J. y N. L. Peluso (2003), op. cit.

Scott, J. (1976), op. cit.; Swift, J. (1989), op. cit.

Ribot, J. y N. L. Peluso (2003), op. cit.

Downing, T. E. (1991), op. cit.; Downing, T. E. (1992), “Vulnerability and global environmental change in the semi-arid tropics: modeling regional and household agricultural impacts and responses”, Paper presented to the International Conference on Sustainable Development in the World's Drylands, 27 ene-1 feb. Fortaleza-Cearaì, Brasil; Watts, M. J. y H. Bohle (1993), op. cit., p. 46; Chambers, R. (1989), op. cit., p. 1.

Blaikie, P. (1985), op. cit.; Turner II, B. L., et al. (2003a), op. cit.; Turner II, B. L., et al. (2003b), op. cit.

Watts, M. J. (1983b), op. cit.

Smucker, Thomas A. y Ben Wisner (2008), “Changing household responses to drought in Tharaka, Kenya: vulnerability persistence and challenge”, Journal Compilation, Overseas Development Institute, Oxford, Blackwell; también ver: Leichenko, R. M. y K. O’Brien (2008), op. cit.

Blaikie, P. (1985), op. cit.

Ver Guyer, Jane y P. Peters (1987), “Conceptualizing the household: issues of theory and policy in Africa”, Development and Change, vol. 18, n. 2, pp. 197-327; Vaughan, Megan (1987), The Story of an African Famine: Gender and Famine in Twentieth Century Malawi, Cambridge University Press, Cambridge; Carney, Judith (1988), “Struggles over land and crops in an irrigated rice scheme: the Gambia”, en: J. Davison (ed.), Agriculture, Women and Land: The African Experience, Westview Press, Boulder, pp. 59-78; Hart, Gillian (1992), “Household production reconsidered: gender, labor conflict, and technological change in Malaysia's Muda región”, World Development, vol. 20, n. 6, pp. 809-823; Agarwal, Bina (1993), “Social security and the familand: coping with seasonality and calamity in rural India”, Agriculture and Human Values, vol. 17, n. 3, pp. 156-165; Schroeder, Richard (1999), “Community forestry and conditionality in the Gambia”, Africa, vol. 69, n. 1, pp. 1-22; Turner, Matthew D. (2000), “Drought, domestic budgeting and wealth distribution in Sahelian households”, Development and Change, vol. 31, n. 4, pp. 1009-1035.

Polanyi, K. (2001 [1944]), op. cit.; Leichenko, R. M. y K. O’Brien (2008), op. cit.; Butler, J. (2009), op. cit.; Fraser, Nancy (2011), “Marketization, social protection, emancipation: toward a neo-Polanyian conception of capitalist crisis”, en: Calhoun, Craig y Georgie Derluguian (eds.), Business as Usual: The Roots of the Global Financial Meltdown, New York University Press, Nueva York, pp. 137-158.

Leach, Melissa, Robin Mearns e Ian Scoones (1999), “Environmental entitlements: dynamics and institutions in community-based natural resource management”, World Development, vol. 27, n. 2, pp. 225-247.

Swift, J. (1989), op. cit., p. 10; Chambers, R. (1989), op. cit.

Drèze y Sen –Drèze, J. y A. Sen (1989), op. cit., p. 30– también indican agrupaciones como unidades de estudio, con atención en grupos ocupacionales, enfatizando así una visión más desagregada de la que ofrece el análisis de clase.

Leach, M., R. Mearns e I. Scoones (1999), op. cit.

Sobre reclamos, ver Swift, J. (1989), op. cit.

Ver Lund, Christian (2008), Local Politics and the Dynamics of Property in Africa, Cambridge University Press, Cambridge; Lund, Christian (2013), “The past and space: on arguments in African land control”, Africa, vol. 83, n. 1, pp. 14-35; Lund, Christian y Catherine Boone (2013), “Land politics in Africa –constituting authority over territory, property and persons”, Africa, vol. 83, n. 1, pp. 1-13.

Como en: von Benda-Beckmann, Keebet (1981), “Forum shopping and shopping forums: dispute processing in a Minangkabau village in West Sumatra”, Journal of Legal Pluralism, vol. 19, pp. 117-159; Griffiths, John (1986), “What is legal pluralism?”, Journal of Legal Pluralism, vol. 24, pp. 1-55.

Como en: Blaikie, P. (1985), op. cit.; Ribot, J. y N. L. Peluso (2003), op. cit.

Moser cambia el foco desde las titularidades y recursos hacia la acumulación y la atención a los medios de acumulación (Moser, Caroline (2007), “Asset accumulation policy and poverty reduction”, en: Caroline Moser (ed.), Reducing Global Poverty: The Case For Asset Accumulation, Brookings Press, Washington, DC, pp. 83-103). En lugar de mantener recursos o resguardos sociales, su modelo propone una política social que promueva la acumulación de activos (ver Prowse, M. y L. Scott (2008), op. cit., p. 48-49. El objetivo de su modelo es mejorar los ingresos derivados de activos mejorando la infraestructura y la competencia en los mercados –como si los mercados que operan adecuadamente no fuesen parte del problema (Idem –citando a Moser, Caroline y Anis Dani (eds.) (2008), Assets, Livelihoods, and Social Policy, The World Bank, Washington DC; ver también Sen, A. (1981), op. cit. Esta postura neoclásica de la acumulación no toma en cuenta que debajo de cierto nivel de ingreso, llamado el límite Micawber, muchos hogares no pueden limitar el consumo lo suficiente para acumular (para un análisis matizado de límites, ver Luers, Amy L., et al. (2003), “A method for quantifying vulnerability, applied to the agricultural system of the Yaqui Valley, Mexico”, Global Environmental Change, vol. 13, n. 4, pp. 255-267. Prowse y Scott argumentan entonces que los servicios sociales son necesarios; reconociendo la necesidad de una aproximación desde los activos, es requisito entender la calidad y rol que deben tener para afectar una pobre estrategia de adaptación, así como la necesidad de contar con un piso (el límite Micawber) por debajo del cual una “pobre adaptación” debe sostener a los hogares –reminiscencia de “titularidades probadas como medios”. Su muy neoclásico modelo de acumulación depende enteramente del acceso a activos y las decisiones que hacen acerca de su uso, ver Pelling, M. (2003), op. cit., p. 58. Su autor, Moser, toma una postura conservadora y negativa sobre la intervención gubernamental, afirmando que es inefectiva.

Scott, J. (1976), op. cit.; véase también Alavi, Hamza (1965), “Peasants y revolution”, Socialist Register, vol. 2, pp. 241-247; Berry, S. (1993), op. cit.

Isakson, Ryan (2013), Financialization and the Transformation of Agro-Food Supply Chains: A Political Economy, Paper presented at the Yale Program on Agrarian Studies “Conference on Food Sovereignty: A Critical Dialogue”, 15-16 septiembre 2013. Disponible en: http://www.yale.edu/agrarianstudies/foodsovereignty/papers.html [5 octubre 2013].

Ribot, J. y N. L. Peluso (2003), op. cit.

de Janvry, Alain et al. (2001), “Access to land and policy reforms”, en: Jean-Philippe Platteau, Alain de Janvry, Gustavo Gordillo y Elisabeth Sadoulet (eds.), Access To Land, Rural Poverty, and Public Action, Oxford University Press, Oxford, pp. 1-27.

Blaikie, P. (1985), op. cit.

Ver Polanyi, K. (2001 [1944]), op. cit.

Agrawal, Arun (2010), “Local institutions and adaptation to climate change”, en Robin Mearns y Andrew Norton (eds.), Social Dimensions of Climate Change: Equity and Vulnerability in a Warming World, The World Bank, Washington DC, pp. 173-198.

Cardona, O. D. et al. (2012), op. cit., p. 85.

Para un marco conceptual, ver Ribot, Jesse, Ashwini Chhatre y Tomila Lankina (2008), “Institutional choice and recognition in the formation and consolidation of local democracy”, Conservation and Society, vol. 6, n. 1, pp. 1-11.

Burton, Ian, et al. (2002), “From impacts assessment to adaptation priorities: the shaping of adaptation policy”, Climate Policy, vol. 2, n. 2-3, pp. 145-159; Turner II, B. L., et al. (2003b), op. cit.; Moser, Caroline y David Satterthwaite (2010), “Toward pro-poor adaptation to climate change in the urban centers of low-and-middle-income countries”, en Robert Mearns y Andrew Norton (eds.), Social Dimensions of Climate Change: Equity and Vulnerability In A Warming World, The World Bank, Washington DC, pp. 231-258; Beymer- Farris, B. A. y T. J. Bassett (2012), op. cit.; Marino, E. y J. Ribot, special issue editors (2012), “Adding insult to injury: climate change, social stratification, and the inequities of intervention” (special issue introduction), Global Environmental Change, vol. 22, n. 2, pp. 1-7.

Idem.

Watts, M. J. (1991), op. cit., p. 21.

Dworkin, Ronald (2013), “What is equality? Part II: equality of resources”, Philosophy and Public Affairs, vol. 10, n. 4, pp. 283-345.

Como en Swift, J. (1989), op. cit.

Watts, M. J. y H. Bohle (1993), op. cit.; Bebbington, A. (1999), op. cit., p. 2022; Como sugiere Leach en: Bebbington, A. (1999), op. cit., p. 2033, es “importante invertir en la capacidad de la gente de controlar y defender activos”; Moser y Norton (Moser, Caroline y Andrew Norton –with T. Conway, C. Ferguson y P. Vizard), 2001, To Claim Our Rights: Livelihood Security, Human Rights and Sustainable Development, Overseas Development Institute, Londres, XI), en su perspectiva orientada al mercado, apoyan la acumulación como un medio central para la seguridad. También señalan que los enfoques de democracia y derechos humanos son un recurso que empodera a la gente para que exija rendición de cuentas al gobierno sobre la provisión de necesidades básicas y seguridad social. En el contexto de la vulnerabilidad, los autores ven la movilización para reclamar derechos básicos como un medio importante para que los pobres incidan en la economía política más extensa, véase Moser, et al. (2001), op. cit., X.

Sen, A. (1981), op. cit.; Drèze, J. y A. Sen (1989), op. cit.

Appadurai, A. (1984), op. cit., p. 481.

Itálicas en el original.

Drèze, J. y A. Sen (1989), op. cit., p. 263.

Watts, M. J. (1991), op. cit.

Watts, M. J. y H. Bohle (1993), op. cit.

Sen, A. (1999), op. cit.

Ver también Swift, J. (1989), op. cit., basado en Watts, M. J. (1983a), op. cit.

Sen, A. (1999), op. cit., p. 75.

Ver también Sen, A. (1984), op. cit.

Idem.

Idem. Ver también: Sen, A. (1997), “Editorial: Human capital and human capability”, World Development, vol. 25, n. 12, pp. 1959-1961; Sen, A. (1999), op. cit.

Sen, A. (1999), op. cit.

Idem, pp. 152-3 y p. 178. La postura de capacidades de Sen se ve limitada por el mismo legalismo presente en la teoría de las titularidades, que ha sido criticado por pluralistas legales y la teoría del acceso, véase Leach, M., R. Mearns y I. Scoones (1999), op. cit.; y Ribot, J. y N. L. Peluso (2003), op. cit.

Ibid., p. 158.

Idem.

Ribot, J. y N. L. Peluso (2003), op. cit.

Sen, A. (1981), op. cit.

Watts, M. J. y H. Bohle (1993), op. cit.

Bebbington, A. (1999), op. cit.

Idem, p. 2022.

Idem.

Ribot, J. y N. L. Peluso (2003), op. cit.

Appadurai, A. (1984), op. cit.; Drèze, J. y A. Sen (1989), op. cit.; Watts, M. J. y H. Bohle (1993), op. cit.; Leach, M., R. Mearns e I. Scoones (1998), “Challenges to community based sustainable development: dynamics, entitlements, institutions”, IDS Bulletin, vol. 28, n. 4, pp. 4-14; Bebbington, A. (1999), op. cit.; Sen, A. (1999), op. cit.; Lappé, F. M. (2013), op. cit.

Manin, Bernard, Adam Przeworski, y Susan Stokes (1999), “Elections and representation”, en Adam Przeworski, Susan Stokes y B. Manin (eds.), Democracy, Accountability, and Representation, Cambridge University Press, Cambridge, pp. 29-54.

Isin, Engin F. y Brian S. Turner (eds.) (2002), Handbook of Citizenship Studies, Sage Publications, Londres, p. 4; Ribot, J., A. Chhatre y T. Lankina (2008), op. cit.; Somers, M. (2008), op. cit.

Ver Mamdani, Mahmood (1996), Citizen and Subject: Contemporary Africa and the Legacy of Late Colonialism, Princeton University Press, Princeton.

Agrawal, Arun y Jesse Ribot (1999), “Accountability in decentralization: a framework with South Asian and African cases”, The Journal of Developing Areas, vol. 33, n. 4, pp. 473-502; véase también: Agrawal, Arun y Jesse Ribot (2012), Assessing the Effectiveness of Democratic Accountability Mechanisms in Local Governance, Report commissioned for USAID by Management Systems International (MSI) Project No. 380000.12–500–03– 11, USAID, Washington, DC; Ribot, Jesse (2001), “Integral local development: “accommodating multiple interests” through entrustment and accountable representation”, International Journal of Agricultural Resources, Governance and Ecology, vol. 1, n. 34, pp. 327350; Ribot, Jesse (2004), op. cit.

Véase Ribot, Jesse (2001), op. cit.; Marino, E. y J. Ribot (special issue editor) (2012), op. cit.; vale notar que la respuesta se basa en que aquellos que gobiernan tengan el poder de responder. Sin poder el gobierno no puede responder. De aquí que los programas de ajuste estructural que debilitan al gobierno minan su habilidad para responder, aun cuando existen mecanismos de rendición de cuentas. La rendición de cuentas sin poder es como dar a la gente la habilidad para apostar por un caballo muerto –un fenómeno común en el gobierno local –Ribot, J. (2004), op. cit.–. Eso no es democracia. Véase también Gaillard y Mercer, en Gaillard, J. C. y Jessica Mercer (2013), “From knowledge to action: bridging gaps in disaster risk reduction”, Progress in Human Geography, vol. 37, n. 1, p. 108, quienes piden rendición de cuentas sobre el cambio climático.

Ribot, J., A. Chhatre y T. Lankina (2008), op. cit.

Agrawal, A. (2010), op. cit.

Manor, James (2005), “User committees: a potentially damaging second wave of decentralization?” en: Jesse Ribot y Anne M. Larson (eds.), Decentralization of Natural Resources: Experiences in Africa, Asia and Latin America, Frank Cass, Londres, pp.192-213.

Mansuri, Ghazala y Vijayendra Rao (2003), Evaluating Community Driven Development: A Review of the Evidence, First Draft Report, febrero 2003, The World Bank, Development Research Group, Washington, DC; Mansuri, Ghazala y Vijayendra Rao (2012), Localizing Development: Does Participation Work?, World Bank Policy Research Report, The World Bank, Washington, DC; Swyngedouw, Erik (2005), “Governance innovation and the citizen: the Janus face of governance-beyond-the-state”, Urban Studies, vol. 42, n. 11, pp. 1991-2006; Ribot, Jesse y Robin Mearns (2008), Steering Community Driven Development? A Desk Study of NRM Choices, WRI Environmental Governance in Africa Working Paper. Disponible en: http://www.wri.org/publication/steering-community-driven-development; Burga Cahuana, Carol (2013), Participation and Representation: REDD+ in the Native Communities of Belgica and Infierno in the Peruvian Amazon, Master's Thesis, University of Illinois at Urbana-Champaign; Mbeche, Robert (en prensa), REDD Stakeholder Consultation –Symbolic or Substantive Representation in Preparing Ugya for REDD? Working Paper for the Responsive Forest Governance Initiative, Council for the Development of Social Science Research in Africa, Mimeo, noviembre 2013.

Swyngedouw, Erik (2005), “Governance innovation and the citizen: The Janus face of governance-beyond-the-state”, Urban Studies, vol. 42, n. 11, pp. 1991-2006.

Bates, Robert (1981), Markets and states in Tropical Africa, University of California Press, Berkeley; Ribot, Jesse (2007), “Representation, citizenship and the public domain in democratic decentralization”, Development, vol. 50, n. 1, pp. 43-49; Ribot, J., A. Chhatre y T. Lankina (2008), op. cit.

Majid, N. y S. McDowell (2012), op. cit.

Como en: Ostrom, Elinor (2009), A Polycentric Approach for Coping with Climate Change, World Bank Policy Research Working Paper n. 5095, The World Bank, Development and Economics Research Group, Washington, DC.

Ribot, J. (2007), op. cit.

Bates, R. (1981), op. cit.

Ribot, J. (2007), op. cit.; Ribot, J., A. Chhatre y T. Lankina (2008), op. cit.

Scott, J. (1976), op. cit.

Watts, M. J. (1983a), op. cit.; Watts, M. J. (1991), op. cit., p. 22; McElwee, Pamela (2007), “From the moral economy to the world economy: revisiting Vietnamese peasants in a globalizing era”, Journal of Vietnamese Studies, vol. 2, n. 2, pp. 81-96.

Por ejemplo, el “derecho a la ciudad” de Harvey, David (2008), “The right to the city”, New Left Review, vol. 53, pp. 23-40.

Swift, J. (1989), op. cit., p. 12.

Ver también: Polanyi, K. (2001 [1944]), op. cit.; Stiglitz, Joseph E. (2001), “Foreword” en K. Polanyi. The Great Transformation, Beacon Press, Boston, pp. 7-17; Pelling, M. (2003), op. cit., p. 53.

Moore, M. (1997), op. cit.

Polanyi, K. (2001 [1944]), op. cit., pp. 187-200.

Su tercera mercancía ficticia son las finanzas, no entendidas aquí como si fuesen tangenciales a micro-nociones de seguridad. A nivel macro, mercancías ficticias tales como los derivados minan la seguridad de todos.

Fraser, N. (2011), op. cit.

Marino, E. y J. Ribot, special issue editors (2012), op. cit.

Rose, N. (1996), op. cit.

Ahogando la representación à la Manin, en Manin, B., A. Przeworski, y S. Stokes (1999), op. cit.

Sato, Jin (2013), “Resource politics and state-society relations: why are certain states more inclusive than others?”, Mimeo, mayo 2013.

Ver ejemplo anterior sobre gobernamentalidad de Rose, en Rose, N. (1996), op. cit.

Definiendo la virtud à la Sen, en Sen, A. (1999), op. cit., p. 158; la esfera pública de Sen (Idem) y Habermas, Jürgen (1991), The Structural Transformation of the Public Sphere: An Inquiry Into a Category of Bourgeois Society, Cambridge University Press, Cambridge; las gobernamentalidades/medioambientalidades de Agrawal A. (2005), op. cit., y Rose N. (1996), op. cit.; à la Foucault; la doxa y el habitus de Bourdieu, en Bourdieu, P. (1977), Outline of a Theory of Practice, Cambridge University Press, Cambridge.

Rebotier, J. (2012), op. cit.

Idem, p. 392.

Butler, J. (1997), op. cit.

Wolford, W. (2007), op. cit.

Locke, John (1823), Two Treatises of Government, Thomas Tegg & W. Sharpe y Son, Londres.

Wolford, W. (2007), op. cit., p. 552.

Butler, J. (2009), op. cit., p. 25.

Cfr. Taylor, C. (1994), “The politics of recognition”, en: A. Guttman (ed.), Multiculturalism, Princeton University Press, Princeton; Fraser, N. (2000), op. cit.; Kymlicka, Will (2002), Contemporary Political Philosophy: An Introduction, Oxford, Oxford University Press, sobre la direccionalidad en los efectos de reconocimiento y redistribución.

Ver también Forsyth, Timothy (2003), Critical Political Ecology: The Politics of Environmental Science, Routledge, Londres; y O’Brien Karen (2011), “Responding to environmental change: a new age for human geography?”, Progress in Human Geography, vol. 35, n. 4, pp. 542-549. Sobre la importancia de conceptualizar en las analíticas ambientales y climáticas, véase Jasanoff, Sheila (2010), “A New Climate for Society”, Theory Culture Society, vol. 27, pp. 233-253, acerca de cómo la forma en que la tierra y el clima son vistos científicamente reconfigura las relaciones de la gente con la naturaleza, atendiendo a la justicia y a los derechos sobre y alrededor de los recursos.

Por ejemplo, Beck, U. (1992), op. cit.; Demeritt, D. (2001), “The construction of global warming and the politics of science”, Annals of the Association of American Geographers, vol. 91, n. 2, pp. 307-337; Luhmann, Niklas (2002), op. cit.; Wilkinson, I. (2010), op. cit.; Fassin, D. (2012), Humanitarian Reason: A Moral History of the Present, Berkeley, University of California Press; Connolland, W. E. (2013), op. cit.

Ver Luers, A. L., et al. (2003), op. cit., para un modelo excelente.

Chakrabarty, D. (2009), “The climate of history: four theses”, Critical Inquiry, vol. 35, n. 2, p. 208.

Sen, A. (1999), op. cit.

Cardona, O. D. et al. (2012), “Determinants of risk…”, op. cit., p. 72.

Miller, F. et al. (2010), “Resilience and vulnerability…”, op. cit., p. 6-7.

Turner II, B. L., et al. (2003a), op. cit., p. 8075; Blaikie, P. (1985), op. cit.; Downing, T. E. (1991), op. cit.; Watts, M. J. y H. Bohle (1993), op. cit.; Fussel, H. M. (2007), op. cit.

Sen, A. (1981), op. cit.; Sen, A. (1999), op. cit.; Watts, M. J. y H. Bohle (1993), op. cit.; Bebbington, A. (1999), op. cit.

Blaikie, P. (1985), op. cit.

Véase Swift, J. (1989), op. cit., p. 8, quien distingue “entre variables próximas o intermedias, que son los eslabones directos hacia la hambruna, y las indirectas o factores primarios que son procesos más generales ecológicos, económicos o políticos que determinan si las comunidades prosperan o declinan” –itálicas en el original.

Drèze, J. y A. Sen (1989), op. cit., p. 60.

Idem, p. 15.

Ver también Sen, A. (1999), op. cit., p. 161; Miller, F., et al. (2010), op. cit., p. 6-7; Cardona, O. D., et al. (2012), op. cit., p. 72.

Ver Ribot, J. (2013), “Vulnerability does not just fall from the sky: toward multi-scale pro-poor climate policy”, en Michael R. Redclift y Marco Grasso (eds.), Handbook On Climate Change and Human Security, Edward Elgar, Cheltenham, pp. 164-199.

Blaikie, P., et al. (1994), op. cit.; Wisner, B., et al. (2004), op. cit., pp. 49-55.

Somers, M. (2008), op. cit., p. 10.

Butler, J. (2011), op. cit.

Lappé, F. M. (2013), “Beyond the scarcity scare…”, op. cit., p. 230.

Watts, M. J. (1991), “Entitlements or empowerment?”, op. cit., p. 25.

Sen, A. (1981), op. cit.; Appadurai, A. (1984), op. cit., p. 482.

Drèze, J. y A. Sen (1989), op. cit., p. 49.

O’Keefe, P., K. Westgate y B. Wisner (1976), op. cit.; véase también: Watts, M. J. (1991), op. cit.; Manyena, S. B. (2006), op. cit., pp. 439-40.

Manyena, S. B. (2006), op. cit., p. 440; Miller, F., et al. (2010), op. cit.

O’Brien, K. (2011), op. cit., p. 545.

Beymer-Farris, B. A., T. J. Bassett y I. Bryceson (2012), “Promises and pitfalls of adaptive management in resilience thinking: the lens of political ecology”, en: Tobias Plieninger y Claudia Bieling (eds.), Resilience and the Cultural Landscape, Cambridge University Press, Cambridge, pp. 283-300.

Manyena, S. B. (2006), op. cit., p. 440.

Drèze, J. y A. Sen (1989), op. cit., p. 34.

Arendt, B. (2000 [1960]), “What is freedom?”, en: Peter Baehr (ed.), The Portable Hannah Arendt, Penguin Books, New York, p. 460.

Roberts, J. Timmons y Bradley C. Parks (2007), A Climate of Injustice: Global Inequality, North-South Politics, and Climate Policy, MA, MIT Press, Cambridge; McDermott, Melanie H., Sango Mahanty y Kate Schreckenberg (2012), “Examining equity: a multidimensional framework for assessing equity in payments for ecosystem services”, Environmental Science and Policy, http://dx.doi.org/10.1016/j.envsci.2012.10.006 [2 noviembre 2013]; Walsh-Dilley, Marygold, Wendy Wolford y James McCarthy (2013), en revisión, “Rights for resilience: bringing power, rights and agency into the resilience framework”, Paper prepared for Oxfam America, Mimeo.

Somers, M. (2008), op. cit.

Luhmann, N. (2002), op. cit., p 138-4; Peet, Richard y Elaine Hartwick (2009), Theories of Development: Contentions, Arguments, Alternatives, 2nd ed., Guilford Press, Nueva York, pp. 286-87.

Fraser, N. (2008), op. cit.

Ribot, Jesse (1996), “Participation without representation: chiefs, councils and forestry law in the West African Sahel”, Cultural Survival Quarterland, vol. 20, n. 1, pp. 4044; Swyngedouw, E. (2005), op. cit; Mansuri, G. y V. Rao (2012), op. cit.

Ribot, J., A. Chhatre y T. Lankina (2008), op. cit.

Agradezco a Tim Forsyth por esta pertinente pregunta.

Fraser, N. (2011), op. cit.

Butler, J. (2009), op. cit., p. 14 y 23.

Peet, R. y E. Hartwick (2009), op. cit., p. 282.

Copyright © 2017. Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Opciones de artículo
Herramientas