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Investigaciones de Historia Económica - Economic History Research
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Vol. 14. Issue 1.
Pages 54-55 (February 2018)
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Vol. 14. Issue 1.
Pages 54-55 (February 2018)
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Andrea Lluch (Ed.). Las manos visibles del mercado. Intermediarios y consumidores en la Argentina. Rosario-La Pampa, Prohistoria Ediciones-Universidad Nacional de La Pampa, 2015, 248 págs., ISBN: 978-987-3864-08-7.
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Agustina Rayes
IGEHCS-CONICET, Argentina
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El libro, editado por Andrea Lluch, cuenta con la contribución de un numeroso grupo de historiadores económicos argentinos, quienes han centrado parte de sus investigaciones en el estudio de la intermediación y del consumo de diferentes productos en Argentina entre mediados del siglo XIX e inicios del siglo XXI. Los aportes reunidos en el tomo, parten de la premisa de que en América Latina la atención se ha focalizado tradicionalmente en el rol del mercado externo, más que en el del mercado doméstico, y en la esfera de la producción más que en la intermediación y el consumo. En efecto, como demuestran la mayor parte de los capítulos, estas categorías, generalmente estudiadas por separado en la teoría, se han complementado en la experiencia histórica.

Compuesta por nueve capítulos, la obra se inserta dentro de los esfuerzos historiográficos internacionales iniciados en la década de 1990, por combinar los factores económico-empresariales y tecnológicos del mass marketing y trabajar sobre los aspectos políticos y culturales del consumo. En este sentido, los diferentes estudios reunidos utilizan distintas fuentes —estadísticas de comercialización interna y externa, archivos de empresas, protocolos notariales, revistas o publicaciones especializadas en un bien, anuncios publicitarios en la prensa y guías provinciales, libros contables, memorias de intendencias, artículos de prensa, informes ministeriales, actas y memorias de firmas, censos agropecuarios, etc.—, para ilustrar un panorama por demás dinámico.

Los primeros tres capítulos apuntan a desentrañar el proceso de comercialización de artículos de consumo como la harina de trigo, el azúcar y la leche especialmente desde mediados del siglo XIX, hasta principios de la centuria siguiente. Allí se analizan los obstáculos, entre otros, logísticos (transporte, almacenaje), tecnológicos y crediticios (liquidez) para ampliar la llegada de esos bienes a mercados mayores o distantes. Asimismo, se muestra cuáles fueron las estrategias para lograrlo. En todos los casos los autores llegan a la conclusión de la necesidad de la intermediación, progresivamente más compleja, aunque menos en el caso de la leche, como nexo entre los productores y los consumidores. El estudio de Juan Martirén sobre las cadenas de comercialización de harina de trigo en la provincia de Santa Fe prueba que los consignatarios —que concentraron casi la totalidad de las operaciones en detrimento de las ventas directas— fueron beneficiosos particularmente desde 1880 por el manejo de información actualizada, el matching, el almacenaje, la provisión de liquidez y la garantía. El capítulo de Daniel Moyano concluye en que las trabas a la comercialización masiva del azúcar tucumano en el Litoral se vencieron a partir de la última década decimonónica gracias a los intermediarios, muchos de ellos procedentes de Rosario, Córdoba y Buenos Aires, los que adicionalmente contribuyeron a ordenar el comercio evitando sobreofertas y su consiguiente desplome de precios. Por su parte, el capítulo de Fernando Gómez e Ignacio Zubizarreta acerca del comercio de leche en la ciudad de Buenos Aires y su hinterland, revela que el proceso se sofisticó a finales del siglo XIX, en parte por la tendencia al higienismo, la valoración social del producto y la regulación estatal, pero también por el rol de las grandes firmas comercializadoras, aunque los autores muestran que no desaparecieron en este caso las antiguas formas de elaboración y distribución de la leche.

El cuarto capítulo, a cargo de Andrea Lluch, aborda un bien de consumo muy trabajado por la historiografía, las carnes, pero casi exclusivamente desde las exportaciones. A diferencia de esta tradición, la autora se concentra en la multiplicidad de actores existentes en el proceso de distribución de las carnes para el mercado doméstico, así como en las políticas de regulación estatal, en las primeras décadas del siglo XX. Como en los capítulos ya reseñados, esta investigación aporta evidencia empírica que destaca el rol de la intermediación más allá del mero intercambio de bienes y las implicancias que tuvo en términos de financiación, coordinación de tareas y manejo de la información.

Ya en el marco de un período que podría caracterizarse como de crecimiento hacia adentro, es decir, más centrado en el mercado interno que en las exportaciones como factor de crecimiento, el libro presenta dos capítulos. Uno de ellos, escrito por Evangelina Tumini, trabaja sobre las políticas económicas, y la intermediación en el comercio de cereales entre 1930 y 1955. La autora señala que aquélla sobrevivió pese a que desde el estado se tomaron medidas para favorecer la venta directa; de hecho, los intermediarios fueron actores claves debido a que evitaron el aumento de los costos de transacción, dadas las condiciones de oferta y de demanda del sector. Por su parte, Patricia Olguín, quien aborda la cadena de intermediación en el vino entre 1943 y 1970, muestra que la extensión ya sea de las zonas productivas, así como del consumo del producto final se debió al papel de los fraccionadores, distribuidores o comerciantes, quienes se integraron en una cadena en la que cada eslabón agregó valor.

El estudio sobre bienes específicos culmina con un capítulo de Glenda Miralles sobre la comercialización de la fruta del Alto Valle del río Negro entre fines del siglo XX y comienzos de la centuria siguiente. En este estudio la autora revela el rol de los empacadores-comercializadores en el control de la oferta, tanto para el mercado externo como para el doméstico, y su consecuente mayor poder de negociación.

Finalmente, cierran la obra dos capítulos distintos a los hasta aquí presentados. Se trata de dos trabajos centrados en el Territorio Nacional de La Pampa en la primera mitad del siglo XX. Por un lado, Leonardo Ledesma aborda la historia del consumo de bienes masivos como la carne, la leche y la harina de trigo. Este estudio complementa de alguna forma a los tres primeros capítulos, ya que analiza la relevancia del consumidor como actor no pasivo. Por el otro, Federico Martocci analiza la circulación de saberes agronómicos en el espacio de la pampa seca y su relevancia entre los chacareros, engranaje de la cadena de intermediación.

En síntesis, cada mosaico de esta obra se integra para persuadirnos sobre la existencia de un mercado que a todas luces no es impersonal. Los trabajos reunidos en este libro han aportado evidencia empírica que indica que, a diferencia de lo que planteara el memorable filósofo escocés Adam Smith, el mercado de bienes de consumo en la Argentina del último siglo y medio ha tenido manos, ciertamente visibles.

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