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Vol. 11. Issue 1.
Pages 31-42 (February 2015)
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La estadística de las exportaciones argentinas, 1875-1913. Nuevas evidencias e interpretaciones
Argentine export statistics, 1875-1913. New evidence and interpretations
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Agustina Rayes
Instituto de Estudios Histórico Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires/Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Tandil, Argentina
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Tabla 1. Crecimiento de las exportaciones argentinas a precios corrientes, 1875-1913
Tabla 2. Crecimiento de las exportaciones argentinas, a precios constantes, con valores corregidos, 1875-1913
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Resumen

Las exportaciones argentinas entre las últimas décadas del siglo xix y la Primera Guerra Mundial han sido ampliamente abordadas por la historiografía internacional. En este artículo, presentamos la construcción de una nueva serie, contribuyendo a los debates sobre las limitaciones del uso de la estadística oficial. La nueva base se ha creado con criterio sistemático, multilateral y de largo plazo. El grado de desagregación, por composición y distribución geográfica conjuntamente, es la principal contribución.

A lo largo del trabajo describimos el procedimiento de corrección de los datos originales y contrastamos los resultados con series anteriores. Los aportes más relevantes de la nueva evidencia son: la periodización en las fluctuaciones del crecimiento agroexportador, la evolución de los precios y los volúmenes, la desconcentración en la canasta, la reevaluación de los embarques a puertos intermedios y la diversificación de los destinos.

Palabras clave:
Exportaciones argentinas
Composición de comercio
Distribución geográfica
Primera globalización
Códigos JEL:
F14
N01
N7
N76
Abstract

Argentine export statistics from the last decades of the nineteenth century up until the First World War has been widely revisited over the years. This paper presents a reconstruction of an economic data series, contributing to well-documented debates around the reliability and limitations of existing official records. This new database adopts a systematic, multilateral and long-term approach. The level of granularity both, in terms of product breakdown and geographic distribution, is its main contribution.

Through this work, we describe how original data was modified, and our results are compared with previous data series. Key highlights from our research include: the identification of export cycles, the performance of volumes vs. prices, the fragmentation trend of the Argentine international trade, a revaluation of the intermediate ports, and the diversification destinations.

Keywords:
Argentine exports
Trade composition
Geographical distribution
First wave globalization
JEL classification:
F14
N01
N7
N76
Full Text
1Introducción

En las décadas finales del «largo siglo xix» América Latina experimentó un importante crecimiento basado en la exportación de bienes primarios. En este proceso, Argentina ocupó el lugar más destacado, comparable al de otros países de «nuevo poblamiento» como Australia, Canadá o Nueva Zelanda.

En los últimos tiempos, la historiografía ha planteado que la teoría del desarrollo para América Latina requiere de un análisis cuantitativo en el largo plazo, en cuyo centro se encuentran las series de comercio exterior (Carreras et al., 2003). Este es, en realidad, un diagnóstico que tiene larga data (Platt, 1971). Recientemente, se ha indicado la necesidad de contar con datos fiables en la materia, ya que la fragilidad o la ausencia de estimaciones de los productos internos brutos de los países han conducido a los analistas a evaluar el desempeño económico sobre la base de una apreciación de la performance exportadora (Bértola y Ocampo, 2010, p. 71). Asimismo, el estudio cuantitativo del comercio mundial de bienes agropecuarios ha sido materia de discusión (Aparicio et al., 2009) y, sin duda, en la época aquí analizada la Argentina fue uno de los principales oferentes.

La reconstrucción de series de comercio de la región ha sido emprendida desde hace algunos años y ha logrado destacados resultados (Baptista y Bértola, 1999; Kuntz Ficker, 2002, 2007, 2010; Tena Junguito y Willebald, 2013). Dentro del debate, el caso argentino toma especial relevancia tanto por su centralidad en el comercio latinoamericano como por la complejidad de los problemas estadísticos de los datos oficiales de las exportaciones. Las series preexistentes, aun habiendo algunas representado notables contribuciones en la fiabilidad de las estadísticas, adolecen del nivel de desagregación para conocer la composición y la distribución geográfica del comercio. En este sentido, nuestro principal aporte consiste en el enriquecimiento del conocimiento de los productos y los destinos conjuntamente, más allá de la construcción de series agregadas a precios corrientes o constantes, con el fin de evaluar de manera más precisa las características del proceso de export-led-growth.

En este artículo, en primer lugar se considera la fiabilidad de los documentos comerciales oficiales en el mundo, en general, y en el caso argentino, en particular. Luego, se exponen brevemente las series existentes basadas en las estadísticas nacionales, y sus alcances y limitaciones. Finalmente, se realiza un balance en el que se señalan las novedades que la nueva serie introduce respecto a las anteriores, y se proyectan algunas interpretaciones sobre el comercio de exportación argentino entre 1875 y 1913.

2La fiabilidad de las estadísticas oficiales argentinas

Se supone que toda exportación es al mismo tiempo una importación; por lo tanto, lo declarado por los exportadores debiera ser coincidente con lo declarado por los importadores del país de destino –exceptuando los gastos de flete, seguro y otros en que se incurra desde el momento en que la mercadería inicia el trayecto al salir del país de origen–. Sin embargo, esta reciprocidad tan evidente no se produce fácilmente en la práctica del comercio internacional, cuestión que ha llevado a quienes trabajan sobre el tema a efectuar correcciones y utilizar los complementos necesarios para alcanzar una mayor precisión en la información provista por las fuentes empleadas.

Los primeros esfuerzos en la homogeneización internacional de las estadísticas datan de 1913; no obstante, fueron interrumpidos por la contienda y se retomaron en el período de entreguerras. Luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando fueron desarrollados más eficientemente los sistemas internacionales para uniformar las estadísticas comerciales, el análisis de los períodos previos mostró importantes diferencias entre los registros de las importaciones y aquellos de las exportaciones, lo que impulsó a algunos autores a desaconsejar el uso de las estadísticas oficiales de comercio exterior (Morgerstern, 1963). Se reconocieron al menos 5 factores generadores de diferencias en la contabilidad de exportaciones e importaciones, a saber: distintas definiciones de las mercancías comercializadas, diferentes niveles de agregación geográfica, variados sistemas de valoración de las mercancías, desiguales criterios de asignación geográfica del origen de la importación o del destino de la exportación, y los errores –voluntarios o involuntarios– de los agentes comerciales encargados del registro estadístico (Allen y Elly, 1953). Adicionalmente, existieron otros problemas no contemplados en esta lista, como el contrabando.

Estudios más cercanos en el tiempo han revalidado las estadísticas comerciales, concluyendo que, excepto en algunos países, en general los registros poseen un grado de confiabilidad aceptable. Los resultados de las investigaciones de Giovanni Federico y Antonio Tena, orientadas a explicar las discrepancias estadísticas entre socios comerciales, fueron positivos acerca de una aproximación agregada, pero se mostraron más pesimistas en el nivel desagregado, es decir, en el comercio bilateral entre pares de países (Federico y Tena, 1991).

Por su parte, en un tono también optimista, pero en este caso respecto de las fuentes latinoamericanas, Badia-Miró y Carreras-Marín (2008) han señalado que el problema principal ha radicado en la distribución geográfica, por lo que se propusieron evaluar la fiabilidad estadística a través de la comparabilidad entre fuentes de socios comerciales respecto del carbón entre América Latina y sus principales proveedores, Gran Bretaña y Estados Unidos. Sus conclusiones pudieron aplicarse a una porción nada desdeñable del intercambio internacional. Otros estudios llegaron a ideas similares a través del análisis del comercio de productos como los bienes de equipo (Tafunell, 2009), cemento, automóviles y textiles, no pudiéndose extrapolar al comercio de valores ni otros productos cuyas discrepancias fueran por aranceles o criterios de clasificación. Recientemente, el estudio de Mar Rubio y Mauricio Folchi (en Yáñez y Carreras, 2012) muestra cierta tendencia a la fiabilidad de los datos de los exportadores latinoamericanos en relación con sus importadores.

En síntesis, de alguna manera, el pesimismo acerca del trabajo con las estadísticas oficiales de mediados del siglo xx se ha ido suavizando con el correr del tiempo, por un lado, por la falta de fuentes alternativas, y por el otro, por la compensación de errores de agregación geográfica y sectorial de datos (Carreras-Marín, 2008, p. 21). No obstante, cabe resaltar que los trabajos más utilizados para el estudio del comercio permanecen fieles a los datos oficiales, omitiendo las correcciones antes mencionadas. Así, por ejemplo, la gran obra de Mitchell (1975, 1995), cuyo mayor mérito ha sido la amplia cobertura temporal y de países, es una compilación de los datos oficiales de cada país, con fiabilidad y precisión muy variables puesto que ha dejado de lado las correcciones disponibles. Sin embargo, sus datos son ampliamente citados por la historiografía internacional.

En el caso argentino, el registro de información estadística fue una preocupación de los distintos gobiernos desde la independencia del Río de La Plata, enfatizada aún más en la segunda mitad del siglo xix, cuando cristalizó el proceso de construcción del estado nacional. Entonces, existió un reconocimiento explícito de la necesidad de traducir en cifras las transformaciones sociales y económicas (Otero, 2006; González Bollo, 2007). En el marco de estos esfuerzos estadísticos, desde 1864 se publicaron los Anuarios de la Dirección General de Estadística de la Nación (ADGEN)1, base fundamental de nuestra investigación. Aunque existen inconsistencias surgidas del levantamiento y procesamiento de información, es rescatable la labor crítica de sus directores, Francisco Latzina y Alejandro E. Bunge. De su trabajo, no solo ha sido posible recuperar las cifras, sino también detallados análisis sobre las principales limitaciones, así como propuestas y sugerencias de estudios alternativos para reparar los vacíos y los errores2.

Por otro lado, cabe reconocer que aunque resulta necesario corregir algunos aspectos, grosso modo las tendencias generales de los registros de los ADGEN han estado en concordancia con los volúmenes y las clases de productos exportados. La estadística del comercio de exportación ha reflejado los cambios en la estructura productiva. El aumento de la tierra sembrada y el incremento en la producción, así como las condiciones climáticas adversas, coincidieron con el aumento o el declive, respectivamente, de las exportaciones agrícolas. Las transformaciones en los planteles de ganado por el refinamiento de las razas también impactaron en las ventas externas de animales en pie a mercados más exigentes. Y las instalaciones frigoríficas fueron paralelas a los inicios de la oferta de carne congelada y enfriada. En suma, es posible sostener que los ADGEN tuvieron cierto grado de fiabilidad en términos amplios. Y probablemente por ello, además de que no existe una fuente alternativa que los reemplace, fueron la base en la que se sustentaron todas las series conocidas de comercio de exportación argentino.

3Las series de exportaciones argentinas existentes

En 1965 un pequeño grupo de notables historiadores argentinos, compuesto por Roberto Cortés Conde, Tulio Halperin Donghi y Haydée Gorostegui de Torres (Cortés Conde et al., 1965), ordenó y organizó la estadística de exportación entre 1864 y 1963 de acuerdo con los ADGEN. La base de datos lograda es cronológicamente la más completa que se ha elaborado hasta la fecha. Sin embargo, este prolijo y sólido trabajo no ha tenido un impacto historiográfico paralelo al aporte brindado, ya que la obra no fue publicada y solo se conservan 2 copias mimeografiadas en las bibliotecas de la Universidad Torcuato Di Tella y de la Universidad de San Andrés. Asimismo, en esta serie no existe una interpretación de los resultados, y solo está acompañada de un detallado apéndice metodológico. De hecho, ha sido escasamente utilizada por otros historiadores (algunos ejemplos son Diéguez, 1972; Cortés Conde, 1974; Cortés Conde y Hunt, 1985; Míguez, 2008). El desuso de esta serie se refleja en que valiosos trabajos que han reinterpretado la historiografía latinoamericana y argentina no han empleado sus resultados y han reproducido la información oficial (por ejemplo, Di Tella y Zymelman, 1973; Díaz Alejandro, 1983; Rapoport, 1990; Bulmer-Thomas, 1998; Della Paolera y Taylor, 2003; Gerchunoff y Llach, 2007; Bértola y Ocampo, 2010; Bértola y Gerchunoff, 2011).

Adicionalmente, como el interés de la obra de Cortés Conde et al. (1965) no fueron las exportaciones per se, sino las transformaciones en la estructura productiva de la Argentina, no fueron contemplados los destinos y, por tanto, la serie elaborada no dio cuenta de la distribución geográfica, o sea, la importante corrección de precios no tuvo correlato en la participación relativa de los distintos socios comerciales. Adicionalmente, la obra contiene algunos otros problemas menores, mayormente derivados de la dificultad de la recopilación y copia de datos con la tecnología disponible entonces.

Aproximadamente en la misma época se encuadra la obra de Vicente Vázquez Presedo (1969, 1971). Su trabajo, posiblemente el más referenciado por la historiografía argentina, se centró en los ADGEN sin realizar ninguna modificación conducente a mejorar su fiabilidad. Es decir, simplemente sistematizó la información oficial, aunque cabe reconocer el gran esfuerzo interpretativo de este autor.

Tampoco las series más generales de los últimos tiempos, como Mitchell (1998) o Ferreres (2010), revisaron los valores oficiales ni distribuyeron las exportaciones «a órdenes». Simultáneamente a nuestro trabajo, Tena Junguito y Willebald (2013) desarrollaron una serie de exportaciones argentinas con algunos criterios distintos a los nuestros, como la distribución proporcional de los embarques «a órdenes» y el uso de los precios de Londres.

4La creación de una nueva serie de comercio de exportación argentino: montos totales, composición y distribución geográfica

La ausencia de un análisis simultáneo del movimiento de los productos y los mercados, así como los problemas en el establecimiento de los precios, han planteado la necesidad de crear una nueva serie con hipótesis explícitas para lograr una mayor fiabilidad en los datos. No obstante, la tarea es compleja y se requieren ciertos pasos metodológicos que, a continuación, describimos.

4.1Clasificación de las exportaciones en los Anuarios de la Dirección General de la Estadística de la Nación

Un problema a resolver en la configuración de la estadística comercial ha sido la clasificación de las mercaderías en grupos afines, que permita encuadrar la exportación en sus grandes categorías, discriminando los productos de las actividades extractivas y los que sufrieron varias transformaciones posteriores. Dada la escasa exportación industrial de la Argentina, esta clasificación resulta poco relevante. Según los directores de los ADGEN, la categorización solo podía tener 2 criterios de base, la de la materia que compone los bienes y la de su aplicación final. Finalmente, los estadígrafos acordaron que la naturaleza de los artículos era la más útil y racional, dado que así las clases y subclases se formaban con mayor facilidad (ADGEN, 1897, p. xi). Finalmente, la composición resultante ha sido la siguiente: i) productos de la ganadería; ii) productos de la agricultura; iii) productos forestales; iv) productos de la minería; v) productos de la caza y la pesca, y vi) artículos varios.

4.2Homogeneización de las unidades de medida

Afortunadamente, se utilizaron siempre las mismas mediciones físicas a lo largo del período de nuestro interés, a excepción de los cueros vacunos salados y secos, que fueron contados por unidades hasta 1893, y luego se computaron en toneladas3.

4.3Unidad monetaria

Argentina estableció en 1882 una moneda convertible, con valor similar al dólar y al viejo peso plata colonial, denominada peso oro. Aunque en 1885 se abandonó la convertibilidad, restablecida en 1899 (Álvarez, 1929, pp. 115-120), el peso oro fue generalmente la unidad monetaria usada por las estadísticas argentinas por la posibilidad de establecer paridades con otras divisas y para evitar distorsiones inflacionarias.

Para subsanar los problemas de valoración, siguiendo la propuesta de la serie de Cortés Conde et al. (1965, p. 57), para convertir el peso papel en peso oro se tomó en cuenta la cotización del oro metal en la Bolsa de Comercio, pues esta relación era transparente, ya que no se trataba de una conversión oficial entre 2 monedas, sino la cotización del metal oro (una mercancía) en billetes (pesos papel) en las operaciones diarias de dicha institución. Para hacer más fácilmente comparables los resultados de nuestra serie con bases de datos de otros países, hemos convertido los pesos oro a libras esterlinas (Álvarez, 1929)4.

4.4La corrección de los valores de las exportaciones

Las estadísticas oficiales argentinas de exportación utilizaron precios medios que, aplicados a las cantidades vendidas, dieron por resultado los montos totales de cada uno de los productos. Como señalara Francisco Latzina (1905), si se hubieran conocido los volúmenes correspondientes a cada precio, no hubiera habido necesidad de calcular un promedio, dado que simplemente hubiera bastado con multiplicar las cantidades por el precio de la unidad, sumar los valores así obtenidos, por un lado, y el volumen, por el otro. Pero como la Dirección General de Estadística de la Nación no conoció los diferentes valores en cada uno de los destinos, se debió calcular un valor que correspondiera «lo más probablemente» a todas las calidades englobadas (ADGEN, 1889, p. v), ya que, en el caso de los volúmenes, se tuvo especial cuidado para que las «cantidades» anotadas fueran tan exactas como ello fuera posible. En síntesis, siendo el quantum técnicamente verdadero, los errores y las omisiones fueron reducidos a un mínimo aceptable (Bunge, 1918, p. 10).

Sin embargo, cabe hacer aclaraciones respecto a la aplicación de los precios. A partir de 1873, en la Ley de Aduanas se indicó que los valores de las exportaciones debían establecerse sobre los existentes en plaza al tiempo del embarque. No obstante, por diversas circunstancias, como la existencia de una tasa única ad valorem –que solo podía generar una disminución en los derechos a pagar si se fijaba un valor menor que el real al producto– y que las tarifas no se modificaran al mismo tiempo que los precios, ello no se hizo así. Para la confección de los ADGEN se utilizaron los valores de las tarifas de avalúos (ADGEN, 1880, p. 17), sensiblemente diferentes a las cifras reales, escenario compartido con otros países de la región como Uruguay (Finch, 1981), pese a la intención de tomar recaudos en la elaboración de la estadística por la importancia de la renta aduanera para los países recientemente independizados (Coatsworth y Williamson, 2004).

Los bienes con cierta presencia en la canasta agroexportadora que estuvieron gravados fueron los cueros vacunos salados y secos, los cueros lanares sucios, la cerda, los huesos, las cenizas de huesos, la lana sucia, el sebo y el tasajo. Entre 1875 y 1876 pagaron 6% ad valorem, entre 1877 y 1884, un 7% ad valorem, entre 1885 y 1887, un 3% ad valorem, en el bienio 1888-1889 quedaron libres, y entre 1891 y 1905 tuvieron tasas del 4% ad valorem para quedar, luego, exentos de aranceles. En cambio, carnes, animales, extracto de carne, harina de trigo, harina de carne, lino, maíz, manteca, maderas, pasto seco, rollizos y extracto de quebracho, queso y trigo, entre otros, estuvieron libres de impuestos en todo el período y, sin embargo, sus precios también estuvieron infravalorados, por lo que la subvaluación no se trató de un patrón ligado solo a los intereses de los exportadores. Es decir, probablemente la situación de desfasaje entre los valores nominales y los precios de plaza, más allá de las intenciones de evasión impositiva, se haya debido a la falta de servicios estadísticos adelantados y completos que realizaran investigaciones sistemáticas sobre los precios, circunstancia más vinculada a la escasez de recursos y personal que a la incapacidad de los directores de las oficinas encargadas de la tarea (Latzina, 1905; Bunge, 1918; Cortés Conde et al., 1965, p. 42; Rayes, 2013a, pp. 50-54).

Aunque un recorrido por los valores de la plaza argentina da cuenta de las diferencias con respecto a la información oficial, los hacedores de los ADGEN los consideraron como «buenas aproximaciones a la verdad» (ADGEN, 1892, p. iv). Desde 1864 y hasta 1891 se utilizaron para fijar los valores de la exportación las tarifas oficiales de precios. Pero a partir de 1892 se modificaron para los artículos cotizados sistemáticamente en plaza, no gravados con derechos de exportación, lo cual implicó que solo los bienes agrícolas estuvieron expresados en valores reales. Desde 1906, suprimidos los aranceles a la exportación, se amplió la modificación, haciéndola extensiva a todos los artículos cotizados, como los cueros lanares, caprinos, vacunos secos y salados, lana sucia, grasa y sebo, cerdas y pelos, aplicándoseles los precios de plaza del Boletín de la Bolsa de Comercio y, desde 1913, el Boletín de la Bolsa de Cereales, y conservando para los demás los de las tarifas oficiales.

Uno de los primeros que propuso una revisión de precios retrospectiva fue Alejandro Bunge, director de la Dirección General de Estadística de la Nación desde 1917, cuyos datos estuvieron orientados a «contribuir a una política económica-internacional argentina» (Bunge, 1918, pp. 7-9). Se intentó corregir la estadística hacia atrás, pero, dada la imposibilidad de hacerlo desde sus orígenes, se hizo desde 1910. Entonces, el problema mayor para el período previo a 1917 fue que algunos bienes estuvieron infravalorados o sobrevalorados, situación estadística similar a la de Grecia, Rumanía o España para la misma época (Tena Junguito, 1992, p. 27).

En la serie de Cortés Conde et al. (1965) se hizo una corrección retrospectiva para el período 1864-1916. Para ello, se buscaron los precios reales mensuales y se calculó una media anual aplicada a las cantidades. Los Boletines de la Bolsa de Comercio desde 1865 y los Anuarios de la Sociedad Rural Argentina desde 1876 fueron las fuentes primarias. Cuando estas instituciones no registraron valores, se tomaron los datos consignados en los diarios de Buenos Aires, El Nacional y La Prensa. En el caso de la carne congelada, se utilizó The Economist de Londres debido a que no existían cotizaciones nacionales para este producto. Dados estos precios en cost, insurance and freight –cif–, fueron ajustados a free on board –fob–, ejercicio que consistió en restar un quinto del valor total, según la metodología propuesta por el Board of Trade para calcular el comercio británico de carnes (Cortés Conde et al., 1965, p. 49).

Como se puede notar, se ha tratado en todos los casos de cotizaciones regulares para los productos comprados por las casas exportadoras, es decir, no fueron precios minoristas, sino que, como refirieron a commodities, han sido valores de bienes transables internacionales. Los productos para los que se corrigieron los precios, que en todos los casos estuvieron expresados en pesos oro, fueron: bovinos (1864-1916); cueros lanares, cueros vacunos secos y salados, cerda y pelos, grasa y sebo, y lana sucia (1864-1906); tasajo (1864-1896); trigo (1878-1891); maíz (1879-1891); lino (1887-1891); harina (1880-1891); cueros caprinos (1893-1906); carne ovina congelada (1893-1915); carne bovina congelada (1887-1915) y carne vacuna enfriada (1909-1915).

Consideramos que estos precios son los más apropiados para la reconstrucción estadística por distintos motivos. En primer lugar, la metodología internacional usada generalmente es la estimación de las exportaciones con los valores fob (Sutch y Carter, 2006; Montevideo-Oxford Latin America Economic History Data Base (MOxLAD, 2011; Organización Mundial del Comercio, 2011). Segundo, el país ha sido tradicionalmente tomador de precios internacionales. En este sentido, los valores de las plazas argentinas, registrados en las instituciones ya referidas, no estuvieron vinculados al pequeño mercado interno, sino que reflejaron los precios de los mercados externos, a los que se les restaron los costos de seguro y flete. Tercero, justamente estos elementos no se contrataron en la Argentina, y por ello, los precios de plazas domésticas son los que dan el valor de los ingresos monetarios del país por sus exportaciones. Cuarto, como la intención es que la serie se proyecte en el largo plazo, es preciso que sea homogénea con el método empleado en los ADGEN desde 1916, basado en los precios cotizados en las plazas locales. Finalmente, de tomarse los precios de las plazas compradoras de las exportaciones argentinas, se debiera cuidar que los mismos sean lo suficientemente representativos de la variedad de socios comerciales en los diferentes artículos exportados, lo que llevaría a un complejo ejercicio según la variación relativa de los destinos de la exportación.

En síntesis, en esta nueva serie se han usado los valores de la plaza de Buenos Aires, aquellos de los ADGEN que no fueron revisados por su baja incidencia, y los corregidos en el trabajo de Cortés Conde et al. (1965).

Recientemente, Tena Junguito y Willebald (2013, pp. 33 y 56-57) han revisado los valores de las exportaciones argentinas aplicando los precios de Londres para la carne vacuna –sin diferenciar entre congelada y enfriada–, carne ovina, lanas, cueros –sin distinguir por diferentes clases–, lino, trigo y maíz. No obstante, según nuestro criterio, estos valores no reflejan la calidad de los productos argentinos –por ejemplo, las lanas argentinas no fueron exportadas a los mercados británicos por su condición de suciedad, y distaron de las australianas, que marcaron las cotizaciones de la plaza londinense (Rayes, 2013a, pp. 187-192). Además, como se demuestra en esta contribución, la Argentina tuvo diversos socios comerciales, y por importante que haya sido el Reino Unido, observar exclusivamente sus valores impide enriquecer la perspectiva multilateral, la cual primó en el comercio internacional del período. Asimismo, Buenos Aires reflejaba, como se ha señalado, los precios de sus socios comerciales. Si bien Londres fue un mercado muy importante para la obtención de precios internacionales, restaría realizar una ponderación de los valores de las principales plazas compradoras de los artículos argentinos, ya que estos fueron enviados a distintos mercados sin un patrón constante, y excepto en el envío de carnes, el Reino Unido fue solo uno entre varios importadores de artículos argentinos conjuntamente importantes (Rayes, 2013a, pp. 353-370). Finalmente, el uso de valores externos hace necesaria una conversión a valores fob, tarea que introduce mayor complejidad e imprecisión por las condiciones del transporte de larga distancia de la época.

Para mostrar las similitudes y diferencias de las series reseñadas se presenta la figura 1, en la que se exponen los montos totales de las distintas series.

Figura 1.

Comparación entre series. Exportaciones argentinas, a precios corrientes (en millones de libras esterlinas), 1875-1913.

Nota: Las series presentadas en pesos oro fueron convertidas a libras esterlinas (Álvarez, 1929).

Fuente: elaboración propia en base a ADGEN (1875-1916); Cortés Conde et al., 1965; Rayes, 2013a; Tena Junguito y Willebald, 2013.

(0.25MB).

Como se puede notar, nuestra serie es coincidente con la mayoría de los valores de la serie de Cortés Conde et al. (1965). Ello se debe a que más allá de algunas correcciones menores en los volúmenes, fruto de nuestro relevamiento de los ADGEN, se aplicaron los mismos precios. Aunque Tena Junguito y Willebald (2013, p. 49) sostienen que su serie muestra una mejor performance en general durante la Belle Époque, como se puede notar en esta comparación, las diferencias principales se observan entre 1884 y 1897, y, particularmente entre 1887 y 1892, su serie exhibe un desempeño más parecido al de las fuentes oficiales, lo cual se debe a los precios utilizados por estos autores y no a una mejor captación de las condiciones internacionales.

4.5Distribución de las exportaciones «a órdenes»

No siempre fueron conocidos los destinos definitivos de las exportaciones argentinas. De hecho, en los ADGEN se distinguió la exportación directa, que englobó aquellos artículos con plazas definidas antes de la salida de las embarcaciones desde los puertos argentinos, de la exportación indirecta (ADGEN, 1905, p. xvi). Entre 1895 y 1927, la estadística comercial de exportación argentina careció del conocimiento de los puntos de llegada finales de una parte significativa de sus envíos por la práctica conocida con el nombre de «embarques a órdenes» o «por órdenes» (como se abrevian en los ADGEN, p.o.). Ello significaba destinar un cargamento a determinados puertos de conveniente proximidad a mercados de consumo –islas de posesión portuguesa, española, inglesa o francesa en el océano Atlántico–, para que desde allí se redireccionara de acuerdo con el estado de las mercados europeos. En consecuencia, el ingreso definitivo quedaba establecido un tiempo después de salido el embarque y de terminadas las operaciones aduaneras correspondientes, base de la estadística oficial. Esta situación impactó fundamentalmente a partir de mediados de la década de 1890, cuando aumentó considerablemente el volumen de bienes de bajo valor unitario, como trigo, maíz, lino y rollizos de quebracho, y en algunos años puntuales afectó aproximadamente un tercio del valor total exportado. Por ello, este problema fue retratado por los estadígrafos como «verdaderas bestias negras» de la rama de la estadística del comercio exterior (ADGEN, 1900, p. xix; ADGEN, 1905, pp. xvi-xvii).

Los embarques «a órdenes» tuvieron efectos sobre el registro de ventas a importantes socios comerciales. Por lo tanto, en nuestro trabajo hemos ensayado una posible distribución de las mismas según los datos hallados en el ADGEN de 19075 (publicado un año más tarde), usados por primera vez en la historiografía, ya que ninguna de las obras anteriores ha presentado sus datos estadísticos con el reconocimiento de estas exportaciones por sus presuntos mercados. En junio de 1908, Ricardo Pillado, jefe de la Dirección Comercial del Ministerio de Agricultura, dio a conocer un trabajo estadístico con el objeto de saber qué parte de la exportación argentina «a órdenes» había llegado a determinados destinos. Para ello, comparó la documentación nacional de exportación con la de importación de los compradores en el quinquenio 1901-1905 y obtuvo resultados sobre el volumen de trigo, lino, maíz y rollizos de quebracho para cada destino (ADGEN, 1907, p. xxii). Estos datos fueron usados aquí para realizar un ejercicio de distribución de los envíos «por órdenes» entre los presumibles destinos para la etapa 1895-1913. En primer lugar, se calcularon los porcentajes de cada uno de los destinos para cada artículo en el quinquenio 1901-1905. No obstante, dado que la información fue registrada en volumen, fue necesario transformarla a valores en pesos oro. Luego se calcularon las proporciones de los embarques «a órdenes» del total exportado, y así se pudo estimar el monto exportado con esa modalidad. Utilizando los porcentajes que recibió cada destino de cada producto, se estimó la distribución de los montos de trigo, maíz, lino y quebracho que correspondieron a cada socio. Fue, entonces, posible sumar para cada uno de ellos (Reino Unido, Alemania, Bélgica, Países Bajos y Francia) el valor correspondiente a cada uno de los 4 productos que fueron «a órdenes». Y con esta información se estimó el índice de las exportaciones de este tipo que correspondió a cada país, utilizado para distribuirlas entre 1895 y 1913.

En su estudio, Tena Junguito y Willebald (2013, p. 35) prefirieron distribuir las exportaciones «a órdenes» proporcionalmente entre los distintos socios comerciales de acuerdo con la performance de cada uno de ellos en el conjunto de las exportaciones año a año. Sin embargo, existieron mercados específicos para los diferentes productos, y la modalidad por ellos adoptada implica asignar a países que no compraron los productos que se embarcaron «a órdenes» un porcentaje de ellos. Por ejemplo, Francia, que raramente participaba del comercio de granos argentinos, recibió una proporción mucho menor de los embarques «a órdenes» que su participación relativa en el comercio general, en buena medida concentrada en las lanas. Así, esta metodología conduce a sobrevaluar el comercio con Francia y, por el contrario, a disminuir la importancia de aquellos clientes regulares de esta canasta de artículos, como Alemania o el Reino Unido, tal como se ha probado en distintos ejercicios realizados (Rayes, 2013b).

5Balance sobre los aportes de la nueva serie de comercio de exportación argentino

Para comenzar nuestro análisis, existen diferencias entre los montos totales de la nueva serie creada con precios de plaza y los oficiales (tabla 1) (los resultados anuales se encuentran en la tabla 1 del material adicional disponible en la versión electrónica).

Tabla 1.

Crecimiento de las exportaciones argentinas a precios corrientes, 1875-1913

Años  Nueva serieDatos oficiales (ADGEN)
  Exportaciones argentinas, a precios corrientes (libras esterlinas)  Índice de crecimiento valor de exportaciones a precios corrientes (base 100=1875-1879)  Tasa de crecimiento anual de las exportaciones a precios corrientes  Exportaciones argentinas, a precios corrientes (libras esterlinas)  Índice de crecimiento valor de exportaciones a precios corrientes (base 100=1875-1879)  Tasa de crecimiento anual de las exportaciones a precios corrientes 
1875-1879  12.274.785  100  9.196.472  100 
1880-1884  13.372.594  108,9  1,70%  12.101.024  131,6  5,60% 
1885-1889  15.154.941  123,5  2,50%  18.296.140  198,9  8,60% 
1890-1894  18.018.960  146,8  3,50%  20.364.543  221,4  2,20% 
1895-1899  28.093.745  228,9  9,30%  26.062.940  283,4  5,10% 
1900-1904  41.673.282  339,5  8,20%  39.164.496  425,9  8,50% 
1905-1909  69.824.289  568,8  10,90%  66.454.679  722,6  11,20% 
1910-1913  88.042.875  717,3  6,00%  82.401.352  896  5,50% 

Fuente: elaboración propia en base a ADGEN (1875-1913), Cortés Conde et al. (1965, pp. 72-79).

Como se puede ver, las exportaciones en la nueva serie se multiplicaron por 7 entre el inicio y el final del período considerado. Sin embargo, resulta preciso notar que dicho incremento no estuvo exento de fluctuaciones, tal como hoy enfatiza la nueva historiografía económica (Bértola y Ocampo, 2010). A valores corregidos, la tasa promedio de crecimiento anual de las exportaciones argentinas entre 1875 y 1913 fue del 6%. Si se observa la evolución de las tasas medias de crecimiento por quinquenios se notan las diferencias en cada uno de ellos. En general, hasta 1895 las tasas fueron menores al promedio del período total, aunque siempre tuvieron una tendencia creciente. Recién en el último quinquenio decimonónico las tasas fueron más altas que la media, siendo los 15 años entre 1895 y 1909 los de mayor crecimiento, y el quinquenio de 1905-1909, el de mejor desempeño. Luego, en los años previos a la Primera Guerra Mundial, hubo una baja en el crecimiento, y la media fue igual a la de todo el período.

Según los datos estadísticos oficiales, las exportaciones se incrementaron casi en 9 veces y la tasa de crecimiento anual entre 1875 y 1913 fue del 7%. Como resultado, la serie con precios oficiales exhibió para todo el período un dinamismo mayor que el que muestra la nueva serie corregida. Asimismo, por la falta de revisión de los precios de mercado, la tasa anual fue mayor que la media entre 1885 y 1889, ya que los ADGEN no capturaron la caída de valores de los exportables argentinos, y solo descendió en el primer quinquenio de 1890, cuando registraron la baja de los precios de los exportables. En cambio, las estadísticas oficiales fueron representativas del crecimiento de las exportaciones desde 1900, ya que al no computar el descenso de precios correctamente, el desempeño del último quinquenio del siglo xix fue menos impactante que en la serie a valores corregidos cuando se consideró la suba de los precios. También en la serie de valores oficiales se nota el decrecimiento de los años inmediatamente anteriores a la Gran Guerra, aunque aquí es más abrupto por la falta de corrección de los precios de las carnes congeladas, que mejoraron la performance en la nueva serie.

Según un ejercicio a considerar en el futuro, utilizando la nueva evidencia empírica la proporción de las exportaciones en el producto interno bruto6 fue entre 1875 y 1884 del 23,5%, el máximo para todo el período ya que descendió al 14,6% entre 1885 y 1894 –lo cual está vinculado a la caída de precios de los exportables–, aumentó al 17,6% entre 1895 y 1904, y al 20% entre 1905 y 1913. Las ratios resultantes son mayores a la media latinoamericana, pero inferiores a la participación de las exportaciones en el producto interno bruto en países como Chile, Uruguay y Cuba (Bértola y Ocampo, 2010, p. 111).

Consideramos, no obstante, que para evaluar el desempeño de las exportaciones argentinas no basta solo con estimar la evolución de las mismas a precios corrientes, sino que resulta importante calcular la participación relativa de los principales productos en la canasta agroexportadora. En la tabla 2 del material adicional disponible en la versión electrónica se pueden consultar los valores absolutos anuales de cada uno de los bienes que a continuación se señalan, y otros menores entre 1875 y 1913. En la figura 2 se compara la participación relativa de los datos corregidos y los datos oficiales.

Tabla 2.

Crecimiento de las exportaciones argentinas, a precios constantes, con valores corregidos, 1875-1913

Años  Exportaciones Argentinas, a precios constantes (a precios de 1913), en libras esterlinas  Índice de crecimiento de las exportaciones a precios constantes (base 100=1875-1879)  Tasa de crecimiento anual de las exportaciones a precios constantes 
1875-1879  15.904.072  100 
1880-1884  16.890.803  106,2  1,20% 
1885-1889  23.122.262  145,4  6,50% 
1890-1894  33.447.878  210,3  7,70% 
1895-1899  48.360.341  304,1  7,70% 
1900-1904  60.462.262  380,2  4,60% 
1905-1909  81.757.136  514,1  6,20% 
1910-1913  93.005.196  584,8  3,30% 

Fuente: ídem tabla 1.

Figura 2.

Comparación de la participación relativa (%) de cada uno de los principales productos en el valor total exportado por la Argentina entre los datos oficiales y la serie con los precios corregidos, 1875-1913.

Nota: cada columna de la izquierda en cada quinquenio representa la participación relativa de los productos según los ADGEN, sin corrección, y cada columna de la derecha, en cada quinquenio, representa la participación relativa de los artículos con la revisión a precios de plaza. La categoría «Otros» incluye: sebo y grasa derretidos, tasajo, avena, harina de trigo, rollizos y extracto de quebracho, etc.

Fuente: ídem tabla 1.

(0.51MB).

En la comparación entre los datos de los ADGEN y la nueva serie elaborada por nosotros queda demostrada la falta de precisión de los precios oficiales. En el caso de los bovinos en pie existió una sobrevaloración hasta la década de 1890 y luego ocurrió lo contrario. Mientras que los cueros estuvieron infravalorados, las lanas fueron ligeramente consideradas por encima de su precio de mercado. El caso de mayor y más extendida subvaloración fue el de las carnes frigoríficas. Los artículos agrícolas tuvieron poca incidencia antes de 1890, y desde 1892 fueron registrados con los valores al embarque, por lo cual no precisaron de corrección y representaron el único punto de acuerdo entre la serie tradicional y la nueva.

Consideramos que los resultados estadísticos desagregados de este trabajo facilitan una perspectiva de conjunto que, por un lado, permite conocer la participación de cada uno de los bienes y la composición del comercio, y por el otro, posibilita evaluar la diversificación de los bienes exportados –en este sentido, cabe aclarar que diversificación no es sinónimo de transformación de los sectores económicos, puesto que en todos los casos se ha tratado de materias primas y alimentos–. La nueva serie ha alentado la realización de estudios comparados con otros países de «reciente poblamiento» y otras economías latinoamericanas para vincular el grado de concentración en la composición del comercio con el crecimiento económico (Míguez y Rayes, 2011; Badia-Miró et al., 2012; Rayes, 2013a, pp. 147-165), cuyos resultados han ratificado la desconcentración argentina en relación con los otros casos.

A partir de la nueva evidencia es viable sostener que los artículos que tradicionalmente se exportaron durante el siglo xix, asociados exclusivamente a la ganadería (Sábato, 1987; Amaral, 1998; Rosal y Schmit, 1999), convivieron con aquellos que caracterizaron la economía pampeana desde finales de la centuria, especialmente los bienes generados en la agricultura. Y es importante enfatizar en esta idea porque el tema no había sido prácticamente abordado por la historiografía, interesada en la performance de los nuevos productos, como los agrícolas y las carnes frigoríficas. Y aunque es cierto que Díaz Alejandro (1983) y Bulmer-Thomas (1998) reconocieron la convivencia entre distintos productos, no los estudiaron sistemáticamente y en sus grandes análisis se limitaron a mostrar fotografías de años puntuales.

De acuerdo con los resultados de nuestra serie, el protagonismo en los mercados internacionales de aquellos artículos ganaderos que habían nacido luego de la independencia colonial en las primeras décadas decimonónicas comenzó a apagarse lentamente, pero no desaparecieron, complejizando el escenario. Si bien es cierto que el tasajo, el sebo y los animales en pie a los mercados limítrofes no contribuyeron en gran medida al crecimiento de las exportaciones y que la ganadería debió compartir su papel otrora hegemónico con la agricultura como fuente de los productos intercambiados, también lo es que algunos artículos pecuarios hicieron un aporte importante. Así, las lanas fueron el principal producto de exportación hasta 1903, y solo en 2 oportunidades, 1893 y 1900, cayeron al segundo puesto por el crecimiento del trigo y la crisis de la industria lanera en Francia, respectivamente. Además, como resultado de la reconstrucción realizada destaca que las lanas, junto con los distintos tipos de cueros, representaron aproximadamente el 35% del valor anual exportado por el país entre 1890 y 1913, mientras que el trigo, el maíz y el lino significaron el 38% en iguales años. Y las carnes congeladas y enfriadas, aun cuando en esta nueva serie se hayan revalorizado –se ha tratado del caso más representativo de la infravaloración de los precios oficiales–, aportaron el 3% anual del valor total. Claro que estas medias no deben esconder el rumbo declinante de las lanas y los cueros, y, por el contrario, el camino ascendente de los artículos agrícolas y las carnes. Pero resulta importante aclarar que, en todo caso, se trató más de un período de transición que de un ciclo cerrado en que unos bienes reemplazaron a otros, y que la ausencia de estos artículos clásicos en la canasta hubiera impactado considerablemente en el crecimiento general de las exportaciones argentinas. En este sentido, ha llamado la atención el silencio historiográfico sobre artículos cuya vida se extendió más allá de la década de 1880-1890 y que aportaron una variedad ilustrada no solo por la cantidad de bienes exportados, sino por la inexistencia de un patrón de clientes (Rayes, 2013c).

En un plano más global, observar la coexistencia de materias primas y alimentos a lo largo de la primera globalización permite dimensionar el relevante rol de la Argentina como exportadora en América del Sur, pues lideró en 4 productos del top five de la región entre 1909 y 1913, a saber: café, lanas y pieles, trigo, maíz y carnes (Pinilla y Aparicio, 2012, tabla 3 del material adicional disponible en la versión electrónica). A su vez, la inserción de la Argentina se comprende, en parte, en un contexto de crecimiento del comercio agropecuario por la demanda creciente en plazas como las europeas, que estaban ávidas de esta clase de artículos debido al proceso de industrialización (Aparicio et al., 2009, tablas 2–4 del material adicional disponible en la versión electrónica).

Además de la reinterpretación propuesta, el conocimiento de la participación relativa de cada uno de los principales artículos y sus precios corregidos ha favorecido la construcción de un índice de precios ponderado compuesto7 (Kuntz Ficker, 2007), cuyos resultados son reproducidos en la tabla 3 del material adicional disponible en la versión electrónica, comparable con uno creado con los valores oficiales.

Como se puede observar en la figura 3, el índice de precios ponderado compuesto corregido partió de niveles más altos en el segundo quinquenio de 1870, y hasta mediados de 1890 tuvo una trayectoria menos abrupta que la del índice de precios oficiales. Además, los datos de los ADGEN no capturaron la fase de caída de los precios de las lanas y los cueros sino hasta finales de la década de 1880; en cambio, la corrección a valores de plaza lo había registrado desde inicios, y más exactamente desde mediados, del mismo decenio, en concordancia con las pesquisas internacionales (Ocampo y Parra-Lancourt, 2010). El índice de precios del ADGEN sí ha exhibido el aumento de precios a partir de 1894, en coincidencia con el índice creado a valores corregidos. Esta similitud se debe a que desde la década de 1890 los valores oficiales se acercaron progresivamente a los de mercado para una gran cantidad de artículos, especialmente porque desde 1892 los artículos agrícolas se cotizaron sistemáticamente en plaza y se dejó de lado la Ley de Avalúos, y porque esta contempló progresivamente valores nominales más cercanos a los de plaza. Sin embargo, existen algunas diferencias de niveles que se pueden explicar: hasta 1906, por la revisión de precios para aquellos productos que pagaron aranceles como las lanas y los cueros, y desde entonces, por la falta de actualización de los precios oficiales de las carnes frigoríficas y los animales en pie que, en la nueva base, han sido corregidos durante todo el período en estudio (Rayes, 2013b).

Figura 3.

Índice de precios ponderados compuesto de las exportaciones argentinas (a valores de 1913), 1875-1913. Comparación entre los datos oficiales y la serie a precios corregidos.

Nota: Se han tomado los precios del año 1913 porque al constituir el final del período, todos los productos estuvieron representados.

Fuente: ídem tabla 1.

(0.21MB).

Consideramos que no solo es importante estimar el crecimiento de las exportaciones a precios corrientes, sino hacerlo también a precios constantes para dejar de lado los efectos de la suba y baja de los valores de los productos exportados, y conocer la evolución física de los mismos. En este sentido, aplicando el índice de precios ponderado compuesto expuesto anteriormente8 se obtuvo la serie de exportaciones a precios constantes, resumida por quinquenios y cuyos resultados anuales se pueden ver en el material adicional disponible en la versión electrónica, en la tabla 1.

Como resultado general destaca el crecimiento desde el primer quinquenio (1875-1879) hasta el término del período (1910-1913), cuando las exportaciones aumentaron en casi 6 veces. La tasa de crecimiento anual total fue del 5,3% en las casi 3 décadas y media. La comparación realizada nos permite sostener que a diferencia de la serie construida a precios corrientes, la serie a precios constantes tuvo tasas de crecimiento anuales mayores entre 1885 y 1894, lo cual confirma una vieja observación de Cortés Conde y Gallo (1973), que señalaban que aunque cayeron los precios de los principales artículos exportados, los volúmenes fueron ciertamente en aumento. En este sentido, disentimos de la perspectiva de Tena Junguito y Willebald (2013, p. 50), quienes han considerado que las exportaciones argentinas crecieron en 2 ondas separadas por la crisis Baring, puesto que los volúmenes se incrementaron y, en todo caso, la caída en los precios corrientes se inició unos años antes de tal crisis por el descenso de los precios internacionales de las commodities vendidas por la Argentina9. Luego, la tasa anual fue inferior a la media en el primer quinquenio del siglo xx y en el siguiente la superó, volviendo a ser menor en los años previos a la Gran Guerra, tal como había ocurrido con la serie a precios corrientes.

Para facilitar la comparación del crecimiento del valor y del quantum presentamos la evolución de ambos en la figura 4.

Figura 4.

Las exportaciones argentinas a precios corrientes y a precios constantes, 1875-1913 (en millones de libras esterlinas).

Fuente: ídem tabla 1.

(0.23MB).

El aumento constante del volumen de las exportaciones encuadra con el ingreso en la economía argentina de los 2 factores de producción estructuralmente escasos en ella, el trabajo y el capital, y con la extensión del factor de producción abundante, las tierras, proceso especialmente intensificado hasta finales del siglo xix.

Finalmente, hemos apuntado a reconstruir el papel de los diferentes destinos, que no fueron considerados en trabajos como el de Cortés Conde et al. (1965) y que actualmente constituyen una importante preocupación en la historiografía (Badia-Miró et al., 2012). En este sentido, además de la distribución de los embarques «a órdenes» ya tratada, la corrección de precios que hemos efectuado contribuye a establecer el lugar preciso de cada uno de los socios comerciales. Como resultado, este ejercicio ha permitido conocer el destino de aproximadamente el 90% del conjunto de las exportaciones argentinas durante todo el período, y según los contrastes con los datos de los socios comerciales, esta nueva serie presenta niveles mayores de fiabilidad (Carreras-Marín y Rayes, 2013). El monto absoluto anual de cada uno de estos destinos y otros menores entre 1875 y 1913 se encuentra disponible en el material adicional de la versión electrónica, en la tabla 4. En la figura 5 se puede observar la participación relativa de cada socio comercial entre 1875 y 1913 por quinquenios.

Figura 5.

Comparación de la participación relativa (%) de cada uno de los principales destinos en el valor total exportado por la Argentina entre los datos oficiales y la serie con los precios corregidos, 1875-1913.

Nota: cada columna de la izquierda en cada quinquenio representa la participación de los destinos según los ADGEN, y cada columna de la derecha, en cada quinquenio, representa la participación relativa de los socios según la nueva serie, es decir, con la revisión a precios de plaza y la distribución de los embarques «a órdenes».

Se escogieron Alemania, Bélgica, Francia, Reino Unido y Países Bajos por ser representativos de las transformaciones entre los datos oficiales y la nueva serie, por ello la categoría «Otros destinos», que incluye, entre otros, a Italia, España, Estados Unidos, Chile, Brasil y Uruguay, es tan significativa en algunos años.

Fuente: ídem tabla 1.

(0.48MB).

En este ejercicio la transformación de valores oficiales en valores de plaza hasta la década de 1890 no tuvo un impacto importante en la posición relativa de cada uno de los socios, y desde entonces, la participación de algunos de ellos se alteró más por la reconstrucción de las exportaciones «a órdenes». Como resultado, se puede observar un crecimiento en la participación relativa del Reino Unido y Alemania, socios que otrora no habían sido los principales y que desde 1890, y más concretamente a partir del siglo xx, se transformaron en el primero y en el segundo, respectivamente. Adicionalmente, se advierte un leve cambio en los porcentajes de Bélgica y en los Países Bajos, cuyo aumento es más significativo porque se trata de un destino antes prácticamente inexistente, que se abrió al actuar como centro redistribuidor de los cereales en la Europa continental, iniciando una relación que se incrementó durante el período de entreguerras. A su vez, la redistribución de las exportaciones «a órdenes» impactó igualmente en la posición relativa de aquellos países a los que no llegaron, ya que quedó demostrado que aportaron menos en el valor total. El ejemplo más concreto de ello ha sido Francia, puesto que no se dirigieron allí esta clase de productos por su proteccionismo, salvo cuando sus cosechas fracasaron.

El conocimiento de la participación relativa de los socios comerciales ha alentado a proyectar estudios comparativos sobre la concentración de los destinos en las exportaciones argentinas (Míguez y Rayes, 2011; Badia-Miró et al., 2012; Rayes, 2013a, pp. 147-165), cuyos resultados han reforzado la imagen de diversificación del caso argentino por sobre otros latinoamericanos o de «reciente poblamiento». Esta clase de análisis ha escaseado porque la historiografía generalmente ha enfatizado el lazo angloargentino, probablemente por su relevancia como procedencia de las importaciones y de capitales, en detrimento de otros vínculos conjuntamente importantes, como Europa continental o los países vecinos. Como se puede observar, el Reino Unido, que se transformó en el principal socio comercial recién en 1890 –y cuyo lugar en esta serie está por primera vez dimensionado, puesto que se corrigieron los precios de los productos subvalorados, como las carnes congeladas y enfriadas, que fueron excluyentemente a sus plazas y se redistribuyeron los embarques «a órdenes» que se dirigieron en primer lugar a puertos británicos– alcanzó solo en algunos años puntuales el 40% del valor total exportado, como punto máximo de todo el período. Los otros socios relativamente importantes, como Francia, Bélgica y Alemania, en diferentes quinquenios, participaron cada uno con una proporción de entre un sexto y un cuarto del valor total de las exportaciones. Asimismo, socios menores, como Brasil, Chile, España, Estados Unidos, Italia, Países Bajos y Uruguay, sumaron entre el 18 y el 28% del valor de las exportaciones en el período. Como resultado del cruce de productos por destinos, que aquí no se incluye por una cuestión de espacio, podemos afirmar que la caída y ascenso de los socios comerciales entre 1875 y 1913 se debió no solo a la demanda internacional, sino especialmente a los patrones que rigieron la oferta. En este sentido, mientras los productos principales argentinos fueron las lanas y los cueros, Francia y Bélgica fueron los mayores compradores y se ofertaron productos agrícolas y carnes, el Reino Unido y Alemania se transformaron en los socios comerciales más importantes. Este planteamiento tiene relevancia por cuanto la mirada de la historiografía se ha inclinado a observar el aumento de la demanda internacional para la venta de productos argentinos, y así se ha soslayado la capacidad de una variedad ofertada que ha aportado mayor dinamismo al fenómeno de export-led-growth, ya que la oportunidad de capturar sensibles mejoras de precios, como de las carnes y los cereales, provocó una cierta atenuación de la vulnerabilidad, particularmente en ciertas fases descendentes, como la de los años 90 y principios del siglo xx, signadas por las fluctuaciones y la declinación en algunos valores de productos (Rayes, 2013a, pp. 353-370; Rayes, 2013c).

6Conclusiones

De alguna manera, las conclusiones principales de este trabajo se han expuesto a medida que se explicó la construcción de la nueva serie y los pasos metodológicos dados, así como en la sección dedicada a realizar un balance integral sobre la evidencia empírica por nosotros aportada, por lo que aquí nos limitaremos a referir las ideas centrales ya establecidas.

La nueva serie de comercio de exportación argentino confirma que la Argentina fue uno de los casos de export-led-growth más exitosos de la primera globalización. No solo se puede observar una tendencia al crecimiento en términos de valor, sino también de volumen, más allá de las fluctuaciones en el corto plazo que hemos señalado y que han revelado ser diferentes a las planteadas por los datos oficiales, especialmente antes del siglo xx. Incluso a partir de la nueva evidencia empírica, que ha captado la caída de los precios internacionales de las commodities argentinas entre mediados de 1880 y mediados de 1890 y que ha ido en línea con las pesquisas internacionales sobre bienes de clima templado, hemos notado que el quantum aumentó en esta fase. Esta situación puede explicarse, por un lado, por factores que redujeron los costos de colocar los productos a ultramar como la baja en las tarifas de transportes, y por el otro, por la incorporación de mano de obra y capital proveniente del extranjero que mejoraron la calidad, rentabilidad y productividad de las tierras puestas en producción.

Justamente la integración de factores estructuralmente escasos en la economía argentina, como el capital y el trabajo, a las abundantes tierras permitió el desarrollo de la agricultura, antes inexistente como fuente para la exportación, así como la producción de bienes ganaderos refinados capaces de alcanzar mercados más exigentes.

La expansión de las exportaciones argentinas de materias primas y alimentos se ha debido, sin duda, y tal como planteara la historiografía, al aumento de la demanda internacional, especialmente focalizada en las economías europeas industrializadas y en vías de hacerlo, y, en menor medida, de los países limítrofes y Estados Unidos. No obstante, es preciso señalar el carácter de una oferta variada, que incluyó lanas, distintas clases de cueros, animales en pie, carnes congeladas y enfriadas, tasajo, sebo, trigo, maíz, lino, harina de trigo, extracto y rollizos de quebracho –con las limitaciones del caso por tratarse de un país exportador de bienes primarios–, cuyos bienes no siguieron un único patrón de destinos. La convivencia exitosa, al menos hasta la Primera Guerra Mundial, de aquellos artículos que se insertaron en los mercados foráneos durante las décadas centrales del siglo xix con los que aparecieron a finales de la centuria, y la diversidad de destinos a los que estos bienes llegaron han sido las marcas que signaron la trayectoria exportadora argentina, además de ser características inéditas conjuntamente en otros países latinoamericanos y de «reciente poblamiento» durante esta época.

En síntesis, sería reduccionista y falta aún evidencia para responder con una serie de las exportaciones acerca del desempeño general de la economía argentina y reflexionar sobre los problemas del desarrollo ulterior del país, pero el hecho de que las exportaciones hayan sido el motor principal de crecimiento en esta etapa nos invita a pensar que la dependencia de la explotación de los recursos naturales fue una salida posible, y relativamente exitosa, durante un período acotado que no debió prolongarse en el tiempo, pero que, a la luz de la evidencia empírica, que muestra signos de crecimiento en las tasas de largo plazo, resultaba de difícil dimensión en su contemporaneidad.

Financiación

Esta investigación fue financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la Argentina.

Fuentes

Anuarios de la Dirección General de Estadística de la Nación Argentina (ediciones anuales, 1875-1913).

Agradecimientos

Este trabajo se ha realizado con el apoyo de una beca doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la Argentina. Quisiera agradecer a quienes han dirigido el proyecto, Eduardo Míguez y Andrés Regalsky. Asimismo, expreso mi gratitud a Roberto Cortés Conde, Anna Carreras-Marín, Marc Badía-Miró, Sandra Kuntz, Juan Luis Martirén y Antonio Tena, quienes a lo largo de estos años han realizado valiosos comentarios que me han ayudado a potenciar mi estudio sobre la estadística del comercio de exportación argentino. Además, quisiera reconocer los aportes brindados por los árbitros anónimos, quienes me alentaron a mejorar sustancialmente la versión original.

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Los prólogos de los ADGEN, especialmente desde la década de 1880, son una muestra de la labor detallada del equipo de estadígrafos y de su preocupación por mejorar los resultados obtenidos del registro.

Se han convertido los volúmenes de estos productos de la siguiente manera: una tonelada de cueros vacunos secos equivale a 100 unidades, mientras la misma cantidad de cueros vacunos salados se puede transformar en 28,57 unidades (Cortés Conde et al., 1965, p. 78).

La conversión para el período ha sido 1 libra esterlina=5,04 pesos oro.

Este ejercicio se realizó con Eduardo Míguez, y la primera vez que se presentaron los resultados fue en Míguez y Rayes (2011).

Se utilizaron los datos de Cortés Conde (1994, p. 18).

El índice se calculó sobre registros particulares de precios de cada uno de los principales productos, considerando la evolución anual en relación con los valores de 1913, cotejándose en cada año la participación relativa de cada bien en el total de las exportaciones.

Un ejercicio similar había sido realizado por Diéguez (1972) con precios de otros años por tratarse de un ejercicio proyectado desde 1864 hasta 1963.

Esto es importante porque subraya que, en lo que se refiere a la expansión del sector primario, la crisis tuvo escasos efectos, y refuerza la clásica idea de Alec Ford Giménez Zapiola (1975), retomada recientemente por Gerchunoff et al. (2008), que observa la propia crisis, entre otras cosas, como consecuencia de la caída de precios internacionales de las commodities.

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